042 | #CARNE


Tengo hasta las cinco de la tarde de hoy para darle lo que me pide.

Nada me asegura que para ese momento lo pueda atrapar, sin embargo he de encontrar un modo urgente para poder intentarlo.

Son las dos de la tarde, debo trabajar y mi mamá está en peligro.

Me guardo el celular de Serge en el bolsillo de la bata del hospital y salgo en busca de Nick.

Llego a su consultorio y golpeo la puerta una larga cantidad de veces con desesperación hasta que giran la manija y se abre apenas.

Al verme, sus ojos evidencian primero sorpresa y luego un enojo profundo, inmenso.

—Nat, ¿qué necesitas?—me dice adoptando ese tono monocorde que suele usar con todos los residentes. Pero no soy una residente más aunque mucho se esfuerce por evidenciarlo.

—Tengo que hablar contigo. ¿Tienes un minuto?

—Estoy ocupado ahora mismo, ¿podría ser mañana?

—Mañana será demasiado tarde. Por favor. Debes hacer que alguien me traiga la tablet.

Jefferson frunce el entrecejo evidenciando estar tan molesto como confundido.

—Yo creo que ahora deberías estar trabajando, las guardias no se caracterizan por estar abarrotadas de personal, precisamente—me dice, tajante. Sus ojos me fulminan evidenciando un "lárgate, nos estás exponiendo".

—También es parte de mi trabajo lo que debo hacer ahora mismo—le suelto y parece ser lo necesario para que caiga.

Nick se vuelve y dice:

—¿Me aguardas un minuto?

—Claro, te estaré esperando.

La vocecita que acaba de contestarle se me hace tan conocida como dañina para los oídos.

Acto seguido me interpongo y empujo la puerta hasta encontrarme con Beatrice Lange sentada en su escritorio, con las piernas cruzadas y las tetas demasiado al aire con un escote muy abierto.

La observo, luego a Nick y vuelvo a ella.

—Hey, Hale—me dice y saluda sacudiendo los dedos de su mano derecha en alto y torciendo su carita de perra.

Jefferson cierra la puerta obligándome a salir y ya de nuevo en el pasillo, me dice muy bajo:

—¿Qué quieres?

—¿Qué carajos hacía ella ahí y arriba de tu escritorio?

Las palabras han sonado tan extrañas viniendo de mí que incluso él parece molestarse porque le esté reprochando que el estar encerrado con su residente a cargo más zorra de todas.

—Es mi consultorio. Recibo a quien quiero recibir—me dice él.

—Estaba sentada arriba a de tu escritorio, por todos los santos, ¿qué pasa contigo?

Jefferson mira a todas partes en vistas a si alguien se ha detenido a escuchar la conversación, pero la persona más cerca se encuentra a unos doscientos metros.

A continuación me sobrepasa por un costado y se dirige hasta las escaleras de subida.

—¡Hey!—trato detenerlo—. ¿Dónde vas? ¡Necesito que hablemos!

—Yo no—me contesta.

Y una vez arriba, nos detenemos en la cuarta puerta del lado derecho donde reconozco que se trata de su oficina en el hospital. Busca en las llaves de su bolsillo hasta que encuentra la idónea y entra. Le sigo y cuando cierra la puerta tras de mí, le pasa llave y me acorrala de golpe contra la pared junto a la entrada, apoyando sus manos justo por encima de mis hombros.

Teniéndolo demasiado cerca para sentir su delicioso perfume a cuero y tabaco.

—¿Qué pasa contigo?—me dice como si mordiese cada una de las palabras.

—Qué te pasa a ti, me tienes a menos de cinco centímetros en tu oficina mientras la prostituta del hospital yace encima de tu escritorio con la ropa a medio rasgar. ¿Qué crees que estás haciendo?

—Nada de lo que esté sucediendo ahí es asunto tuyo, Natalie.

Las palabras me atraviesan como filosas cuchillas que instalan un frío intenso en mi interior.

Lo intento apartar con un empujón en su pecho pero es tan duro como una roca. No logro moverlo.

—¡Déjame salir!—le digo.

—No. Querías hablar conmigo.

—Quiero irme de este hospital—le digo como si tuviese puñales enterrados en la garganta dejándome al borde del llanto más desgarrador de todos.

—No tienes idea de lo que estás diciendo—declara.

Le golpeo el pecho con mis puños cerrados pero no le hace nada. Absolutamente nada. Él me detiene tomándome los puños sin llegar a hacerme daño.

—¡Déjame que me vaya! ¡No quiero estar aquí! Desde que me crucé contigo en este establecimiento de mierda, no has hecho más que arruinarme la vida. He decidido reprobar las residencias y esperar a rehacerlas el año siguiente, no me importa. No quiero verte, no quiero que estés cerca de mí, no quiero que las personas que amo se vean amenazadas por tu culpa.

—Nat...

—¡Apártate!

—Nat...

—¡Déjame ir, Jefferson!

—No, Natalie. No dejaré que dejes de lado lo que más te gusta ni permitiré que tires tu año a la basura.

—Pues, ya lo hiciste—declaro. Y me siento culpable de semejante acusación.

—¿Ah, sí? ¿Cuándo?

—¡Cuando subiste a esa puta de Lange a tu escritorio! ¿Qué hacías cuando llamaba a la puerta y no atendías? ¿Te estabas subiendo los pantalones? ¿Se estaban arreglando la ropa? ¿Por eso demoraste en atender la puerta?

—Sabes que no atiendo la puerta de mi consultorio mientras estoy atendiendo.

—Oh, claro, atendías una urgencia en sus pechos al aire.

—¿Podrías calmarte, Natalie?

Escucharle decir eso es lo que necesito para notar que estoy tan agitada y exaltada que no puedo pensar con claridad. Sólo quiero asesinarlo. Si no tuviese mis puños agarrados, apuesto que ya le habría clavado una lapicera en la garganta.

—¿Qué hacías tan cerca de ella?—le pregunto tratando de mantener mis sentimientos en punto de hervor a tope.

—No puedo darte explicaciones. No ahora. Además, ya sabes cómo es Beatrice... Dime por qué me fuiste a buscar, no podemos desaparecer por tanto tiempo o eso llamará la atención.

—¿Por qué no puedes...?—le digo con un hilo de voz, sintiendo mi alma desmoronarse en pedazos—. No hay...una relación que justifique algo así pero...

—Olvídate de eso, Nat—sus ojos azules son tan fríos como el hielo y los míos se derriten en un mar de lágrimas que me hacen arder el rostro—. Esa palabra, "relación", no aplica a nosotros. Ensuciaría tu legajo. Los demás desestimarían tu trabajo profesional mientras estuviste bajo mi conducción. No vuelvas a plantearte siquiera la idea.

Trago saliva como si con ello me tragase sus palabras, su crueldad, su impasibilidad para hablar.

—Dime—prosigue—, ¿qué sucedió? ¿Lo encontraste?

Por eso me quiere. Pero no se trata de un querer genuino sino de un sujetarme, de mantenerme cerca.

Por eso me quiere tener de su lado...

Y me manipula de la peor manera que puede manipular un hombre con sus dotes.

Si es que "dotes" es la palabra. Es el adonis más impactante de todo el hospital, la envidia de todos los chicos, el más deseado, por ello Beatrice se le ha prendido como garrapata pese a cogerse a Ken a espaldas de todo el mundo excepto de mí.

Es evidente que Beatrice y Nick Jefferson son idénticos, ese es el motivo por el cual uno está cerca del otro y él no quiere reconocerme que estaban haciendo algo imprudente e irresponsable en el consultorio... Justo donde lo hizo conmigo unos días atrás.

Lo detesto.

Te detesto como nunca, Nick.

—Nat—me espabila—. Vamos. Tenías prisa. Dime lo que ibas a decirme.

Parpadeo.

—Tienes que pedirle a Malcolm que me traiga la tablet y mi computadora. Y conseguirme un espacio donde poder estar libre. Di que estoy con tareas administrativas, justifica que deba meterme en mi computadora el tiempo que sea necesario.

—¿Por qué?

Verás... Porque en el intento de atrapar al hijo de puta que te anda persiguiendo, él o ella me atrapó a mí y ahora estoy metida en un horrible juego donde si no hago lo que me dice, hará daño a mi madre o a mi hermana, hará daño a las personas más importantes que tengo en mi vida y todo porque soy una inútil que no pudo precaver que esto podía llegar a suceder si aceptaba el trabajo de tu empresa porno. Que, por cierto, tu cuenta ya ha de andar por los tres millones si es que no se ha detenido el silencioso robo de nuestro huésped informático.

No. Nada de esto sería válido, necesito mostrarme segura o me dejará a un lado del plan.

—Porque debo pedir ayuda a mis amigos—le digo por fin.

Mis amigos.

Los que saben de Dirty.

Los que saben todo lo que nadie puede saber.

—Tus amigos me caen mal—dice por fin, aunque cede—: Quédate en mi oficina el tiempo que sea necesario. Regreso enseguida.

Yo también le caigo mal, partiendo desde ahí.

No obstante, son sus Jeffersonismos los que consiguen romperme el corazón...

...al igual que el beso que reposa sobre mi frente antes de irse.

________________

#LosJuegosDelJefe

#AlCarajoLasReglas

#EmpiezaElJuego

___________

PD: Ya conocen la norma <3 les adoro! Recuerda dar una vueltita por play store y votar, comentar mis libros anteriores n.n UN BUEN ANTECEDENTE PUEDE PROPICIAR CONTINUAR PUBLICANDO y publicar los juegos del jefe es mi prioridad ahora

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top