036 | #SECRETA
—Malcolm—le digo con la voz temblorosa aunque haciendo un esfuerzo por no evidenciar mi horror—, avanza. Conduce.
—¿Dónde vamos, señorita?
—Tú sólo conduce—trago saliva. Él nota mi confusión pero no la evidencia ni pregunta por ello. Arranca el motor—. Conduce hasta la esquina y detén el auto ahí.
—Claro—contesta y arranca.
Mi mirada se cruza con las gafas oscuras de Malcolm reflejadas en el espejo retrovisor y pienso durante un instante hacer un gesto, un movimiento de labios, algo que evidencie que necesito ayuda.
Mi móvil vibra y la pantalla se enciende. Lo tengo sostenido en manos.
Es el hacker otra vez:
Nada de gestos extraños, bebé. Estoy en todas partes.
Hasta que lo capto. Tiene acceso a mi cámara y al micrófono. Además de que está observando el auto.
Eso es. Por eso quería que vinera hoy. Para tenerme completamente vigilada.
Le muestro el dedo medio a la cámara del móvil y Malcolm frunce el entrecejo. Detiene el coche en la esquina y no dice una palabra.
Ya hice lo que querías. ¿Me dejarás en paz?
Le envío el mensaje a mi compañero virtual y contesta de inmediato:
Esto no ha hecho más que empezar. Lee bien lo que te voy a decir: en este juego, sólo existe una regla y es que tienes que obedecer a todo lo que yo te diga. Nada más. No te pongas difícil porque no quiero tener que añadir rigurosidad al asunto.
¿Y si quiero rendirme al juego? Simplemente cerrar partida.
Ya sabes lo que podría ocurrir si pierdes. Si te rindes en este primer nivel, filtraré las fotos de tu hermana y puede que un contenido extra también.
¿Contenido extra? ¿A qué te refieres?
Sorpresa, Pastelito. Hay que guardarse un as, ¿no crees?
Vete al diablo.
¡Vamos a la acción! Fíjate que no es tan difícil lo que te pediré que hagas ahora: simplemente deshazte de él.
¿Malcolm?
¿Así se llama tu seguridad? Bonito nombre. Sí, deshazte del gorila. Es un estorbo.
No se irá. No soy su jefa, él está cumpliendo órdenes de protegerme.
Oh, qué dulce, me empalagas. Creo que tienes un mensaje en Facebook.
"No, no lo ten..." Antes de enviarle el mensaje, en efecto recibo un mensaje por el chat de Facebook. Es de Beatrice Lange. Qué diablos. Lo abro:
¿Me puedes decir qué carajos pasa contigo?
Antes que eso hay una foto. Es la de mi hermana pero tiene zoom en su vagina. Se evidencia que es una imagen casera pero podría ser cualquiera, una actriz porno, lo que sea. Lo cierto es que mi acosador le ha cortado el rostro a mi hermana para que parezca que soy yo.
Olvídalo, es un virus.
Le envío el mensaje a Beatrice y vuelvo al chat con el hijo de puta que me amenaza por whatsapp. Hasta siento que por insultarlo puede que me castigue, me siento amenazada hasta en mis propios pensamientos, qué demonios está pasando conmigo.
—Malcolm—me vuelvo a él.
—¿Sí, señorita Hale?
—Sal del auto.
Él se sorprende y gira el cuello para encontrarse conmigo.
—¿Disculpe?
—Que salgas del auto—le digo—. Ahora.
Parece querer objetar algo más pero no lo hace. Sé que se guardará las quejas para echárselas a Jefferson luego. Espero que lo haga pronto. Espero que busque ayuda.
Malcolm abre la puerta y sale del auto.
—¿Segura que se siente bien?—me pregunta desde afuera.
No contesto. Me inclino y cierro la puerta de conductor con él fuera. Le pongo seguro.
—¿Señorita Hale?—insiste.
Tomo el móvil para teclear que ya hice lo que el hacker quería, cuando una llamada aparece de color verde en mi móvil y atiendo.
—Ya hice lo que querías, hijo de puta. Ahora qué sigue.
Al otro lado sólo recibo silencio mientras Malcolm busca su móvil y veo que está realizando también una llamada.
Del otro lado percibo silencio, luego aguzo el oído y capto una respiración agitada. Finalmente una risa macabra que me deja helada y a la vez llena de bronca.
Porque no puedo reconocer su voz. Tiene un desfigurador. Hay aplicaciones para poder hacer eso, no es necesario un software sofisticado.
—Arranca el auto—me dice.
—¡¿QUÉ QUIERES?!
—Cállate y conduce. Ahora.
Mierda.
Me muerdo los carrillos cuando arranco el coche y ando. Hace tiempo que no manejo uno de estos. En mis tiempos críticos de adolescente conduje el de mi ex novio, apenas aprobé la prueba de manejo de la preparatoria y se hace evidente que algo puedo registrar.
—¿Dónde debo ir?—le insisto. Pongo el móvil en altavoz y lo dejo sobre la guantera.
—Conduce dos cuadras más y dobla hacia la izquierda.
Lo hago.
—¡¿Por qué me haces esto?!—Aprovecho que está al otro lado para acribillarle a preguntas, ojalá pudiera hacer lo mismo pero con balas—. ¿Cuál es tu problema conmigo? ¿Acaso te conozco?
—Sáltate el semáforo próximo.
—¿Qué?
—Que te saltes el puto semáforo.
Está en rojo. Si está la policía, podrían multarme.
Lo cual no sería mala idea.
Así que lo hago.
—Sigue conduciendo dos cuadras más y dobla hacia tu derecha. A cien kilómetros por hora.
—¿Acaso quieres matarme?
—Hazlo ahora.
Piso el acelerador, muevo la palanca de cambios y acelero.
A mí alrededor distingo que nos estamos metiendo en los barrios marginales que se mezclan con los árboles en las afueras de Yorkshire; es precisamente donde parece querer llevarme.
—Dobla hacia tu derecha. Sigue hasta el acantilado y detente ahí pero no bajes la velocidad.
—¿Estás loco? ¿O loca? ¿O lo que carajo seas?
—No bajes la puta velocidad, Natalie.
Avanzo y respondo doblando según me indica. La carretera termina y puedo divisar el acantilado a menos de un kilómetro. El velocímetro marca noventa y cinco por hora. ¿Cómo es que sabe a cuánto estoy conduciendo? Ah, claro. Hay apps para todo.
Preparo el auto y cuando estoy preparada para abrir la puerta y arrojarme, me grita:
—¡YA PUEDES BAJAR LA VELOCIDAD!
—¡QUÉ!
—QUITA EL PIE DEL ACELERADOR.
Lo hago y el auto disminuye velocidad justo a tiempo de no arrojarme al vacío. Mi corazón late con fuerza y abro la puerta antes de que se detenga. La velocidad va por cuarenta. Hasta que lo hago. Tomo mi móvil, abro la puerta y me arrojo fuera del auto.
Éste se detiene con sus dos ruedas delanteras al borde del precipicio.
Lo observo con un dolor terrible en los codos y las piernas. Me he dado contra piedras del suelo aunque el terreno fangoso ha amortiguado mi caída. Creo que esto se traducirá mañana en horribles moretones.
Me levanto lentamente y me acerco con parsimonia hasta el auto que conserva la puerta abierta. Me arrimo con el corazón en un puño con el peligro de poder caerme en cualquier momento dentro del auto y maniobro lo más rápido que puedo: pongo el cambio en reversa, me saco un zapato y salgo del coche. Clavo mi zapato sobre el acelerador y éste sale disparado hacia atrás. Tirada en el suelo veo lo que acaba de quedar del coche, cual ha impactado desde la parte trasera contra un árbol. Al menos se ha salvado gran parte.
Mi móvil vibra otra vez.
Lo miro y...
—Ay, no—murmuro viendo la pantalla hecha añicos por el impacto—. No, no, no...
Trato de leer el mensaje de mi hacker por encima de la tela de arañas que lo cubre.
Hasta que una llamada de Jefferson interrumpe y contesto creyendo que es el botón para ver el mensaje de mi secuestrador virtual:
—¡¿Nat?!—me dice Nick al otro lado, sumamente alterado—. ¿Qué demonios se supone que haces?
Me muerdo la lengua para no decir una sola palabra y cuelgo.
Otro mensaje.
Bien hecho, Nat. Ahora busca La Habitación Secreta.
Miro a todas partes en vistas de alguna casa o similar. No hay nada. Sólo rocas, árboles y un auto destrozado.
También hay un horrible olor a neumáticos quemados.
Hasta que comprendo.
En internet, uno puede entrar a CharRooms para conocer gente, para ver porno en vivo o para contratar a un asesino.
Así que le hago caso al pie de la letra: escribo "La habitación secreta" en el buscador de google.
Y se abre una ventana nueva. Un pluggin esperándome. Carajo, o sea que le hice pedazos el coche a Nick sólo para esto. Va a asesinarme con mucho motivo para ello.
Un vídeo carga en la ventana abierta.
Ahí está de nuevo la caja. Acerco mi dedo tembloroso a la pantalla que capta lo digital con mucha dificultad pero lo hace. La palanca gira y el payaso sale.
Esta vez no tiene ningún cartel sino que habla. Tiene la voz de...¿Mickey Mouse?
—¡Felicitaciones, Player Número Tres! ¡Acabas de pasar al Segundo Nivel y has demostrado tener las agallas suficientes para jugar a este juego! No todos la tienen, ¡sólo uno ha de ganar! ¡Apresúrate a encontrar las instrucciones para el siguiente nivel!
La ventana se cierra sin que yo deba hacerlo.
El móvil cae de mis manos y me pongo de pie.
Lo piso, lo destrozo. Busco una roca y lo hago pedazos. Lo destrozo mientras lloro, mientras las lágrimas saltan de mi rostro y me dejo caer de rodillas sobre el suelo fangoso para llorar por el infierno en el cual me metí. O mejor dicho, el infierno en el que nací y por cada vez que intenté salir de él, terminé sumergiéndome aún más.
Lloro con furia mientras no puedo quitarme sus palabras de mi cabeza.
Las mismas palabras, una y otra vez:
Soy la Jugadora Número Tres.
Hay otras dos personas jugando a la misma mierda.
Y sólo uno de nosotros podrá ganar.
"Ya sabes qué pasa si pierdes".
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#LosJuegosDelJefe
#EmpiezaElJuego
#AlCarajoLasReglas
¡¡FELIZ DÍA DEL LIBRO!! Si este capi supera los 100 comentarios, en menos de 24 hs habrá otro nuevo ;D
Por otro lado, les comento que he leído sus teorías acerca de quién podría ser el hacker y están muuuy lejos (perdón por la crueldad al decirlo jajaja), aunque si aún no se arriesgan anímense, quiero conocer sus teorías acerca de tooodo!
Quién es el hacker?
Qué tiene que ver Nick en esto?
Sobrevivirá la peculiar relación de NickNat a este perverso juego informático?
Es todo! Nos leemos pronto!!
L.
https://youtu.be/j1KAVSh6iUg
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