034 | #JEFFERSON2.0


No es necesario ser un gran sabio de los negocios de Internet para saber que actualmente el mundo de la pornografía es uno de los medios más viables para engrosar tu billetera y agregarle cifras a tu cuenta del banco con importantes ingresos en distintas monedas del mundo.

Muchas personas quieren entrar en este mundo con tal de llamar la atención de algún productor. Sabidos son los casos de Porntubers o Twitteros que suben sus propios vídeos, tienen sus propias cuentas donde realizan desafíos o se graban online mientras llevan a cabo distinto tipos de locuras en lo que refiere a la práctica sexual.

No obstante, en verdad, el negocio certero es el que se encuentra al otro lado de la cámara, o mejor dicho, por encima de los que están delante y detrás de ésta. Los que ponen título a la empresa y reciben lo que de verdad importa en lo que hace a lo cuantitativo.

Y esa persona que esté por encima, puede ser cualquiera. Incluso tu insoportable jefe del plan de residencias médicas.

Le doy varias vueltas al asunto tratando de suponer un número estimativo de cuál será la fortuna que manejan los socios de Dirty y si hay alguno de ellos que perciba más. Tienen miles de millones de visitas en total los vídeos que hay cargados en su web, cientos de anunciantes, millones de usuarios suscriptos, decenas de cuentas bancarias recibiendo su dinero. Lo pienso sin poder aproximar una respuesta mientras me ducho en el propio cuarto de baño que hay en la enorme habitación donde desperté.

Nick Jefferson. El doctor Jefferson. Dueño de su propio edificio, de su propia empresa y con un legajo de renombre en el hospital. Esto es increíble.

De regreso en la habitación, observo con desdén la ropa que Anabel me ha dejado sobre la cama, sin embargo se ve tan bonita que decido tomarla en manos. Observo mis prendas viejas y arruinadas; sería casi un insulto bajar a comer con eso puesto.

Ver las etiquetas puestas, señalando que la camisa que me ha dejado Anabel al igual que la falda, son nuevas, decido por quedármelas y me las coloco. Me incorporo frente a un espejo, aún un poco sorprendida por sentir la dicha de tener esa linda y cara ropa puesta. La camisa no tiene mangas, lleva un fino encaje en la parte del escote y se ciñe a mi cintura levantando el poco busto que me queda. La falda negra, por su parte, hace parecer que tuviera cola. De hecho, la tengo pero esto me da la ilusión de que soy una persona mucho más agraciada.

Sin muchas esperanzas con mi pelo, opto por abrir los cajones de una cómoda que hay y encuentro algunos elementos de higiene personal, maquillaje nuevo y elementos para el cabello. Reviso las cosas y en efecto soy quien las está estrenando. ¿En verdad han puesto todo esto para mí? Opto por pintarme los labios con un bonito labial rosado y cepillarme el cabello. No demoro más de cinco minutos extras para hacer ambas cosas y salgo de la habitación siguiendo el mapa que me indica dónde están las escaleras que me conducirán al comedor donde el señor Jefferson me espera para cenar.



El edificio tiene un ambiente frío y poco...hogareño. Hasta la casa donde se maquina toda la industria del porno parece más confortable, un lugar donde vivir. Esto, en cambio se asemeja a un clima de oficinistas con paredes vidriadas, muebles modernos y cámaras de seguridad.

Reviso el mapa para corroborar que me estoy metiendo en el lugar correcto y en cuanto bajo la segunda escalera, me encuentro con un comedor plagado de lujos, del tamaño de mi apartamento completo por unas veinte veces. Cuelgan luces en candelabros de los techos, hay grandes cuadros con pinturas caras. Una de ellas está justo detrás de un poderoso empresario sentado en la punta de una mesa rectangular de unos tres metros de largo y sillas tapizadas con un cuero caro de color blanco y retoques dorados que brillan con fuerza; seguramente han de ser oro. La pintura detrás del poderoso empresario pende de una altísima pared y muestra a una mujer desnuda, de espaldas, corriendo entre pantanos mientras algunos rayos de luz se filtran entre los árboles simulando un atardecer o amanecer.

Jefferson me espera con una copa de vino en sus manos cuyo líquido bordó se mueve junto con un preciso movimiento de su mano. Tiene el cabello despeinado, los ojos cansados y una barba incipiente que no le hace ver mal en absoluto, pero siempre que la veo me impresiona al Nick que mejor conozco, el que a veces pierde el control de sí mismo y de las cosas, volviéndose loco. Es el Nick Jefferson que más me gusta.

Sin embargo, tras recordar los motivos que le han estado enloqueciendo, me deja con un flechazo de culpa y horror que invade mi interior.

Viste de esmoquin con un corbatín negro un poco torcido hacia la derecha. Me acerco aún más hacia él y sus ojos azules se dirigen a su derecha, señalándome la silla a su lado con el lugar puesto en la mesa para mí con velas en adornos caros sobre la mesa. La vajilla parece cara al igual que la botella de vino. Una vez que me siento a su lado, él me sirve una copa y la tomo con ambas manos con miedo a que se me caiga y romperla. Seguramente una sola copa de esas vale lo que medio sueldo de trabajo en el hospital, por mi parte.

—Bienvenida—me dice él.

Lo miro sin dejar de agachar mi cabeza para oler el delicioso aroma frutal que expende el vino.

—Te daría las gracias—murmuro con un débil tono de voz. Creo que verlo en semejante lugar, dueño de este edificio, me hace sentir en una posición aún más inferior—, pero de recordar el motivo por el cual he venido a parar a tu...casa, mis ánimos se esfuman.

—Hablaremos de eso. Pero antes, déjame decirte que se te ve excelente esa ropa. Te aconsejaría que te vistieras así más seguido pero prefiero que lo hagas sólo para mí así me harás sentir un privilegiado de tu belleza.

Lo miro y frunzo el entrecejo. ¿Debería agradecerle? Quizá ha estado leyendo poemarios.

—¿Un brindis?—me propone.

—No hay motivos para brindar.

—Oh, claro que los hay. Estoy a punto de compartir una cena con la hacker más iinteligente que puedo haber conocido y quien detendrá a alguien muy peligroso no sin toda la protección que pueda ofrecer. ¿Te parece poco eso?

—Sigues sin convencerme.

—Tú también me caes mal.

Él me guiña un ojo y chocamos nuestras copas. En cuanto el líquido dulce y delicioso impacta en mi boca quiero más, quiero beberme todo pero me hará parecer una alcohólica así que me detengo en cuanto el segundo trago pasa por mi boca y dejo reposar la copa sobre la mesa. Hago el intento de limpiarme la boca con el dorso de la mano pero recuerdo que aquí tengo servilletas. La tomo y me limpio.

Nick me mira.

—¿Llevas labial?—me pregunta.

—¿Me queda mal?

—No, no, para nada. Al contrario. Te sienta excelente. Sólo que es la primera vez que te noto maquillada. De todas formas, no es algo que necesites. Aún así, me fascina.

Nunca me habían adulado de esta manera. Sacado de contexto, parecería un pedófilo intentando seducir a un niño con frases sacadas de Google.

—¿De quién es todo esto?—le suelto la pregunta y él retrocede su cabeza con una ceja en alto.

—¿Todo esto?

—La ropa. El maquillaje. ¿Cuántas chicas han dormido en la cama que yo desperté ahora? ¿Alguna de ellas se olvidó sus cajas de maquillaje nuevo en el aparador y esta es ropa de otra o de la misma? ¿Por qué la ropa seguía con las etiquetas? ¿Mandas a comprar cosas por cada chica que pasa por aquí?

Nick se aprieta el puente de su nariz y cierra los ojos intentando procesar mi ataque de inquisiciones.

—¿Has construido algo así como una conspiración delirante en tu cabeza o consumido drogas?—me pregunta—. No entiendo de dónde sacas tantas ideas. Pero me gusta que así sea. El punto es que todo lo que tienes ahí, es tuyo. Te lo puedes quedar. Ninguna otra persona lo ha utilizado antes.

—¿Cuántas han dormido ya en esa cama?

Su mirada se ensombrece.

Creo que no quiero conocer la respuesta a eso, de lo contrario me haría daño y no puedo precisar por qué. Él y yo no somos absolutamente nada. Sólo tuvimos sexo ocasional, sólo nos hemos peleado infinidad de veces, sólo me está protegiendo de alguien peligroso, sólo trabajo para él en el laboratorio y ahora en su mega empresa del porno. Sólo es mi jefe y yo una más del montón.

De pronto, unos pasos interrumpen el incómodo silencio y Anabel se aparece a la derecha de Jefferson.

—Señor—le dice—, la cena está lista. ¿Quiere que vayamos sirviendo los platos?

—Por favor, An—contesta y ella nos retira los platos.

—Con permiso—dice y se marcha.

Una vez que volvemos a estar solos, Nick da un trago más al vino y me examina con la mirada, luego traga saliva y empieza el punto de discordia:

—¿Cómo lo supiste?

Hay tantas cosas que he sabido últimamente que decido responderle en orden. A la primera:

—Tu empresa fantasma. Clean. Examiné todos los detalles, ingresos, gastos, empleados, sistema... Todo falso. Una pantalla para burlar al sistema. Un modo de justificar ingresos desde otro mundo millonario.

En su mirada no se observa atisbo de alterarse a excepción de su mandíbula que se marca, típico gesto cuando le hace sentir incómodo. O atrapado.

—¿Y cómo llegaste a la web? Dirty.

Es la primera vez que le escucha pronunciar el nombre. Debo admitir que había ocasiones en las que dudaba que realmente él estuviere metido en algo así, creo que una parte de mí se negaba a asimilarlo, no obstante estaba equivocada. Él es uno de sus creadores.

—Unos...amigos.

Esta vez sí parece alterarse y se endereza en la silla mientras su mirada me asesina.

—¿Quién más lo sabe?—pregunta con determinación.

—Nadie, en realidad. Sólo son usuarios falsos y anónimos de una web de hackers que nos movemos en las...profundidades de Internet.

Él asiente.

—¿Cómo podría asegurarme de que no corre peligro la información de mi empresa? Ahora Dirty está en boca de todos y no precisamente por algo bueno sino por un asesinato que fue grabado y expuesto sin pudor.

—Ese tipo de vídeos son moneda corriente más allá de lo que la superficie de Internet tiene habilitada para mostrarnos—le explico—. La gente hace cosas horribles. Las graba y las comercializa. Lo que hicieron a la chica de tu página...Maddie, es algo que no sale de lo anormal donde yo me muevo dentro de Internet. Por ello es que hay usuarios que nos agrupamos para buscar a esos hijos de puta y darles su merecido.

—¿Su merecido?

—Sí. Indagamos en su información y lo hacemos bajo total secreto profesional. Al comienzo... Al comienzo creí que eras uno de esos. No preguntes por qué, sólo se me cruzó la idea. Quizá sólo estaba enojada...

Jefferson me examina con su gesto frío como el hielo. Frialdad que se resquebraja en el instante que entorna los ojos.

De pronto Anabel irrumpe en el comedor con los platos de comida. Tras ella viene otra mujer de piel pálida, algunos años más joven y con el cabello negro recogido. Dejan dos platos de humeantes bistecs con ensaladas, salsa y condimentos para luego retirarse.

Ninguno de los dos dice nada hasta que volvemos a estar solos.

El aroma hace rugir mi estómago pero Jefferson ni se acerca a su comida, por lo que yo tampoco.

—¿Estabas enojada por cómo te traté...aquel día?

¿Aquel día? Veamos...¿a cuál de todos se refiere? Fueron muchos días. Semanas, meses. Demasiado tiempo que me sentí un trapo de piso en su carácter de mierda.

—El día que te eché de las residencias—especifica ante mi silencio.

—Ahí empezó todo. Luego me besaste. Me sentí mal, muy mal, casi usada pero a la vez fue extraño para mí. Como si lo hubiese estado deseando hace mucho tiempo. No obstante, sentí que al hacer eso me estabas humillando. Tiene que ver con mi historia personal, no creas que todas las chicas somos así.

—Nat—Jefferson arrima los codos a la mesa como todo un maleducado mientras me mira fijamente a los ojos—, eres preciosa pero exasperante. Me fascinas desde que te vi en la primera clase cuando cursaste mi materia. Luego me asignaron ser tu tutor de residencias y se volvió insoportable para mí. No podía. Sencillamente no podía acercarme. Mi carrera en Medicina es lo más importante que tengo en el mundo y te convertiste en una amenaza. Necesitaba apartarte de mí y...no pude. Sólo no pude hacerlo. Y detesto eso. Nunca me sentí tan débil en mi vida. No creí que terminaría cediendo a ti. Ahora todo pende de un hilo muy frágil.

Trago saliva. Sus palabras son exactamente lo que nunca me hubiese esperado. Creí que ese beso se debió a sus ganas de humillarme y que ahora me protege sólo porque quiere volver a tener sexo conmigo sin importarle lo que yo pueda querer. Pero me equivocaba. O bien, es un mentiroso excelente.

—Lo siento—le digo sin saber qué más decir ya que me quedo corta. Por mi culpa, puede que lo pierda todo en su vida y debo ser yo ahora quien devuelva cada cosa en su lugar, aún siendo consciente de que lo más probable es que nunca pueda hacerlo—. Al principio quise hacerte daño. Mucho daño. Yo no soy así. Pero me sentí empujada a hacerlo sin ser consciente de que en verdad me estaba acercando más y más hasta que las cosas tomaron un giro demasiado peligroso.

El clima se vuelve tenso.

Luego él interviene:

—Come. Se va a enfriar.

Al fin. Pero justo ahora tengo un nudo en la garganta que está en guerra con mi hambre.

Finalmente decido tomar los cubiertos y empezar a comer. La conversación sigue entre bocados:

—¿Crees que puedas hacer algo por atraparlo? Toda mi información y la de mis socios, está encriptada, guardada bajo mil candados. Tú burlaste cada uno de ellos. Es evidente que tienes un talento.

—Gracias, pero...—carraspeo—. Creo que esto debo hacerlo sola. He de prescindir de mis amigos. Con el pago de la empresa, solventaré gastos y lo invertiré en software y nuevos equipos. Mientras tanto, ¿de qué manera procederán con lo de Maddie? Están en todos los medios.

—Sí—asimila con pesar—. Pero tenemos preparada una treta con mis socios. Será Kaneki quien se entregue. Digamos que Ken y yo ponemos en riesgo nuestra matrícula profesional pero él no, se dedica exclusivamente a esto. Recibirá un honorario extra por parte de los ingresos de la empresa.

Asiento.

—¿Entonces él irá a juicio?—le pregunto. Es probable que Kaneki termine preso.

—Hay un equipo de abogados respaldándonos en lo legal. Lo más probable es que no. La aplicación sólo fue el medio para reproducir el asesinato de la chica. Lo que no podemos hacer es resguardar la integridad de cada uno de los usuarios. Son millones en todo el mundo. La otra alternativa sería cerrar la web, sin embargo, si eso fuese posible, por mi parte ya lo habría hecho hace tiempo pero hay gastos que corren permanentemente y no podemos prescindir de los ingresos de la página. Iríamos a quiebra en menos de un año. Mi carrera profesional en el hospital es lo único que me podría sostener y me apasiona. La web es sólo una parte de la cara oscura de mi vida.

Pestañeo al escucharle.

"Sólo una parte".

De pronto caigo en la cuenta de que la parte oscura de mí vida puede haber quedado expuesta en el apartamento.

Me levanto de la silla de golpe.

—¡Carajo!—suelto.

—¿Qué?—Jefferson también se altera.

—Mis cosas. Dejé mi computadora, tablet y celular en casa. Debo ir a buscarlo. Ahí es donde guardo todo.

—Descuida—contesta—. Ordené que trajeran cada uno de los dispositivos en tu casa. Pero tu teléfono, en cierto modo, ya no sirve.

—¿Qué? ¿Ahora cómo haré para comprarme otro?

—Nat... Malcolm tendrá uno nuevo para ti. Y es posible que si resolvemos esto, tengas muchas más oportunidades. Hoy todas las webs y empresas más importantes requieren de los conocimientos de un hacker para detectar fisuras en su sistema.

—Oh...

Lo sé. Pero nunca imaginé dedicar mi vida a esto. Es un modo de vivir entre las sombras y ser alguien potencialmente peligroso. Digamos que tanto una como otra ya se cumplen en mi vida, pero eso no salva la vida de mi madre. Necesito ser alguien respetable y encontrar la jodida cura al tumor invasivo que crece en su cabeza.

Vuelvo a sentarme.

Jefferson me examina y vuelve a comer.

Mientras tanto, sus palabras quedan resonando en mi cabeza: "Sólo una parte de la cara oscura de mi vida".

—¿Y...tú?—le pregunto—. ¿Cuál es tu historia?

Él se limpia los labios con la servilleta y con un semblante inalterable me contesta:

—Hay mundos que no deberían ser descubiertos.

No dice más y lo he comprendido.

Yo no soy parte de su vida. No puedo saber sus secretos.

Pero tengo la extraña fascinación de querer encontrarlos...por mi propia cuenta. ¿Qué tan malo podría ser?

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#LosJuegosDelJefe

#EmpiezaElJuego

#AlCarajoLasReglas

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg

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