026 | #AMIGOS


El día sábado me despierto pasado el mediodía con la extraña disyuntiva de si debiera desayunar o almorzar. Decido que ambas así que me dirijo en pijama hasta la cocina para escarbar en el frasco de café y ver si queda alguna galleta vieja como cada día, sin embargo recuerdo que he cobrado cierto adelanto por labores de cierto laboratorio y tengo una amplia variedad de cereales a mi disposición, antes que cualquier café barato que me ennegrezca los dientes. Elijo los cereales de frutilla y busco un tazón. Sólo tengo algunos viejos, podría renovarlos para el próximo pago. Saco un cartón de leche de la heladera (¡llevaba tanto tiempo sin probar lácteos en el desayuno!) y lo lleno hasta la mitad. Hecho cereales y me lo como a grandes cucharadas a orillas de mi mesa. Considero la idea de encender el computador hasta que veo el enorme carpetón con el proyecto de CUERPOS del doctor Jefferson y la tomo. Dejo que descanse delante de mis ojos y, sosteniendo el tazón, leo ávidamente sus hojas desde el punto donde quedé. La manipulación genética en la conservación de embriones resulta ser algo que capta mi interés y es probable que Jefferson haya visto algo de eso puesto que me lo anticipó. Doy vueltas en las páginas, captada por la idea de poder salvar a mi pequeño proyecto bebé a quien le prometí que le aseguraría los mejores padres del mundo y la mejor educación para que no tenga que rascar con la cuchara el frasco de café vacío, sino tener la heladera llena de cartones de leche, envases de yogurt y cereales en su alacena.

Me lleno el tazón varias veces y paso de los cereales de frutilla a los de chocolate sin que estudiar se vuelva un peso. Me imagino cómo hubiera sido mi vida de haber tenido dinero: estudiar hubiese sido mucho más grato pero ahora mismo sería gorda como vaca. Aunque hubiese tenido la posibilidad económica de ir al gimnasio. Me gusta hacer ejercicio, pero en mi caso siempre se redujo a hacer abdominales en la cama o salir a correr hasta donde las fuerzas me den; el problema es que al regresar a casa era portando un hambre monumental y no encontraba más que fideos disecados o arroz.

Cuando he pasado más de un setenta por ciento de la carpeta del proyecto, decido sobre qué tema será mi trabajo final de residencias. Son más de las cinco cuando enciendo la computadora; nunca había pasado tantas horas sin revisar algún dispositivo electrónico. Quizá la comida y el estudio fueron una buena combinación, ahora entiendo por qué esas chicas con tanto dinero o al menos con padres en trabajos decentes siempre sacaban las mejores calificaciones en la escuela: no debían preocuparse por su estómago rugiendo mientras estudiaban ni que en cualquier momento pudieran quedar en la calle o pensar si la gente ha tirado sus cartones en bolsas plásticas en las ocasiones que había llovido.

Miro mi tercer tazón de yogurt, y quinto considerando los dos de leche anteriores, sintiéndome terriblemente egoísta. Ni siquiera he considerado la idea de hacer un giro de dinero para mi madre o mi hermana. Desde el móvil, entro a mi cuenta del banco y programo hacer un giro de mil dólares para el próximo mes. La solicitud es tomada apenas ingreso los datos de la cuenta bancaria de mi hermana y vuelvo a mi computadora para enfrentarme a la página en blanco. El título tentativo de mi trabajo surge casi espontáneo:

CORRECCIÓN GENÉTICA DE EMBRIONES CRIOCONSERVADOS

No sé por qué elegí la sección de quemados para mis residencias si terminaría haciendo esto. Sólo recuerdo que en su momento pensaba "no me dará asco si rara vez tengo algo en el estómago", pero hoy creo que es porque quería tener mi cabeza ocupada en algo que no fuese la enfermedad de mi madre o las desgracias que atravesó mi familia.

Pensar en ellos me pone mal así que parpadeo para despejar las lágrimas que humedecen mis pestañas y escribo la primera frase que da origen al punto disparador de mi trabajo:

¿Podría el término "cultivo" ser considerado al hablar de embriones crioconservados?

Es lo que me sirve para introducir el asunto de contrastar a los embriones con semillas, filtrando una firme postura ética en considerarlos personas, vengan o no de reproducción natural.

Tras terminar la introducción, avanzo sobre el marco teórico y me siento una boba por dar tantas citas bibliográficas de "Jefferson, Nickolas". ¿Qué opinaría el Departamento de Asuntos Internos de leer esto? Pues, que el doctor es un genio y su investigación de utilidad infravalorada.

Ya son las 18:50 cuando el portero eléctrico suena como una chicharra vieja e hiriente para los oídos de cualquier mortal. Me levanto de mala gana hasta la cocina, presiono el botón y pregunto:

—¿Quién?

—¿Nat?

La voz de un tipo medio muerto se oye obstruida por la mala conexión eléctrica del edificio:

—¿Qué quieres?

—Nat, ejem, quedamos en que saldríamos esta noche a cenar.

¡¿QUÉ CARAJOS?!

—Ay no...—dejo escapar mis palabras casi en un suspiro ahogado y demasiado grave.

—¿Estás ahí?

—Serge—murmuro y me aparto quitando el botón del portero.

He olvidado que esta noche tenía una cita con Serge y se la cancelaría pero no lo he hecho. Demonios. ¿Por qué debí pasarle mi ubicación por whatsapp? Diablos, diablos, diablos.

—¿Me esperarías diez minutos?—le pregunto por el portero.

—Si quieres puedo sub...

—¡Ahora bajo!

Salgo disparada a mi computadora, le doy Guardar al archivo y a toda prisa me meto a duchar. La pastilla de jabón nuevo me deja un olor demasiado rico en la piel al que no suelo estar acostumbrada y el perfume del champú huele a flores, es cremoso y me da pena que deba ser tan rápido el momento.

Cuando salgo, capto que no tengo ropa planchada y observo mis pies mojados y el enchufe con modo desafiante.

La voz de Nick se aparece en mi cabeza anticipándome que no lo haga pero siempre lo he hecho hasta que él se apareció, por lo que opto hacerlo una vez más y elijo un vestido hasta tres centímetros por arriba de las rodillas con mangas color amarillo claro y poco formal. Es bonito y cómodo, además desde que tengo algo de dinero extra me he empezado a sentir más segura de usar ropa que me siente bien.

Al salir ya han pasado quince minutos y maldigo mientras me cuesta meter la llave en la cerradura.


El cabello enrulado de Serge le cae sobre la frente brillando bajo la luz eléctrica de la farola de la calle que titila. Al verme, sonríe e intento corresponder con una infructuosa tentativa de agradar, algo que nunca forma parte de mis planes. Mi esfuerzo es precisamente por lo contrario. Tiene puestos unos pantalones de jean celestes desgastados y camiseta muy adherida a su cuerpo. Es delgado pero de contextura atlética, su figura se marca con definición bajo la tela de su ropa.

—Vaya pinta, Nat. Es extraño no verte de chaqueta o bata blanca.

Creo que no soy la única que ha estado examinando al otro.

—Muchas gracias, Serge. Lo mismo digo. Ejem, ¿dónde iremos?

Él pestañea con cierto asombro.

—Yo...—murmura y abre la puerta de copiloto. Saca un paquete grande de papel gris y una cerveza—, creí que sería más cómodo para ti si nos quedábamos en tu casa. Cierta vez me comentaste que odiabas salir a lugares con mucha gente.

¿Cómo es posible que informe en demasía a los demás acerca de mí? ¿Y cómo es posible que él lo haya tenido en cuenta?

—¡Eh...claro!—murmuro pensando en lo desastroso que es mi apartamento ahora mismo.

Me doy la vuelta y subimos juntos las escaleras, no obstante le pido que aguarde en la puerta ya que debo hacer algo. Él acepta y me meto como un rayo para quitar la carpeta de la mesa, la computadora, enjuagar los cuencos y platos sucios, guardo las cajas con cereal, arrojo desodorante antitranspirante en el baño mojado, coloco una toalla limpia y meto todo lo que está demás en mi cuarto, así es que lo termino llenando de ropa y zapatos tirados por todo el apartamento. Cierro la puerta y vuelvo a la entrada para recibirlo con una fingida sonrisa.

—¡Ahora sí!—suspiro notando mi propia respiración entrecortada.

—¿Te sientes bien?—me pregunta—. Te oyes agitada.

—Descuida, no es nada. ¿Comemos?

—Pues, creo que deberíamos calentar la comida y esperar a que la cerveza se enfríe un rato en la heladera.

Él entra y mira a todas partes notando las diminutas dimensiones del lugar donde vivo. No juzga pero sí examina todo.

Llevo el paquete con comida hasta la cocina y descubre que son en verdad dos: una pizza con piña que me hace saltar de alegría (sí, soy de ese pequeño porcentaje de personas que les gusta la pizza con piña) y el otro es una tarta de duraznos con crema. Guardo esta ultima y la cerveza en mi heladera y vuelvo al comedor donde me encuentro a Serge examinando la carpeta que me encontraba estudiando e intenté esconder vanamente arriba de una silla.

—¿Esta no es la que estaba en el laboratorio con las cosas de Jefferson?—me pregunta.

—Sí, ¿ya la has leído?

—No. Sólo le he visto consultarla algunas ocasiones. Es fascinante, ¿no? Acabo de revisar algunas hojas y creo que la parte de los objetivos es muy acertada aunque un poco megalómana.

—¿Megaqué?

—Con ideas de grandeza—Serge vuelve algunas páginas—. Mira, por ejemplo aquí dice que una de las perspectivas de este trabajo es que los embriones con anomalías cromosomáticas no sean desechados sin antes haber intentado realizar las correcciones pertinentes. ¿Tú crees que sancionen una ley o la ONU firme un tratado considerando el proyecto "CUERPOS"? Además, con ese nombre creerían que se trata de una broma.

—Son las siglas del proyecto—le respondo casi a la defensiva—. Además, tienen el sentido doble de que no tienen aún un cuerpo y el nombre les hace poca justicia, no obstante busca provocar.

—¿Eso te lo dijo él?

—Yo lo interpreté.

—Bah, yo creo. La lógica de Jefferson está impregnada en todas partes de este trabajo.

¿Y qué sabes tú de la lógica Jeffersoniana? No lo conoces en absoluto.

—¿A qué te refieres con eso?—reacciono sin mucha benevolencia y él me mira un poco extrañado.

—Nadie lo soporta, trata a todo el mundo como mierda y lo único que sabe hacer es dar órdenes, y eso que nosotros no somos ni compañeros de trabajo. Sólo por el lugar que ocupa dentro del hospital cree que tiene las riendas de todo el mundo y no es así.

—Quizá se deba a que la gente lo trata así. Simplemente recibimos lo que creemos merecer.

Serge frunce el entrecejo y cierra la carpeta estudiándome con sus bonitos ojos negros.

—Creí que no te caía bien—comenta.

—Y no me cae bien.

"Tú también me caes mal". Sus palabras resuenan en mi cabeza y logran hacer que se me escape una risita tonta que niega todo lo que acabo de decir. Serge tuerce la cabeza.

—Oh, no me digas que también te babeas con el honorable y jodido doctor Nikcolas Jefferson.

—¡¿QUÉ?! ¡NO!—capto que acabo de gritarle y me aclaro la garganta para añadir en un tono suavizado—: Sólo...que me ha dado una oportunidad de aprobar mi programa de residencia trabajando en el laboratorio con él, en ese proyecto y no me parece adecuado responderle de mala manera luego de lo que sucedió.

Serge abre los ojos como si se hubiese asustado.

—Te desmayaste luego de una fortísima discusión que tuviste con él—me recuerda—y para peor de males le terminas agradeciendo. ¿Sabes lo que es el Síndrome de Estocolmo?

Claro que sé qué es eso.

De pronto se oye la campanilla de mi hornito eléctrico anunciando que la comida ya está.

—Voy—anuncio antes de darle una bofetada a Serge Marseille Voz De La Razón.

—¿Te ayudo a poner las cosas sobre la mesit...la mesa?

¿La mesita?

Lo miro con rechazo pero él traga saliva, nervioso.

—Sí. Puedes—le digo casi mordiendo las palabras y le indico de dónde sacar los vasos, platos y utensilios.

Busco la pizza con un paño que me hace sentir avergonzada. Es un trozo de camiseta vieja y me pongo de espaldas a Serge para que no lo note. Él lleva las cosas hasta mi reducida mesa para dos personas, dejo la pizza y me pregunta si puede ir por la cerveza. Le cedo los honores mientras parto la pizza de piña en porciones. Esto huele delicioso. El aroma a masa crocante, azúcar tostada y queso derretido se me mete en la nariz y lo saboreo en el paladar. Es asombroso. Mi lengua es capaz de saborearlo casi cuando Serge se aparece y quita la chapita de la cerveza para servir en ambos vasos.

—Ahora lo entiendo—murmura casi al pasar.

—¿Qué? ¿El hecho de que sea una persona agradecida con quien me da una oportunidad de aprobar?

—No. Entiendo lo que tienen ustedes dos.

Las palabras me sientan como un cuchillazo en el centro del pecho.

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#LosJuegosDelJefe

#MARATON #DÍA4

Definitivamente son increíbles, rompen cualquier desafío xD

En agradecimiento, esta vez el único desafío es que recomienden en este espacio libros de literatura erótica :B

Les adoro, nos leemos pronto!

Para más info visita instagram.com/luisavilaok

PD: Este cap está dedicado a la autora de la portada de esta novela <3 

L.

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg

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