015 | #INSUFRIBLE

Cuando me guardo el móvil en un bolsillo trasero del jean, me tiemblan las manos. Eliminé el mensaje una vez que el ENTREGADO ya figuraba de color azul.

Me acabo de condenar a mí misma. Es como si me hubiese enviado a la guillotina sin que nadie me obligase. Esta vez no puedo culpar a nadie de mi desgracia. Yo solita me lo he hecho. Yo. Ni Jefferson, ni Beatrice, ni mamá ni papá ni nadie.

Delante de la góndola de lácteos del supermercado, elijo un yogurt con frutas. Luego veo el precio y decido cambiarlo por otro de marca distinta, con cereales, casi un dólar más barato. Me dirijo hasta la caja registradora y mientras hago fila, rebusco en mi billetera la tarjeta de crédito. Mi corazón se acelera siempre que saco la billetera frente a otras personas ya que cargo con la sensación de que juzgan mi cartera vacía. Ni un billete. Yo haría lo mismo. ¿Qué hace alguien sin dinero intentando comprar en un supermercado? Para que sepan, tengo tarjeta; no todo el dinero son billetes y monedas.

-Señorita-me llama la cajera, espabilándome.

Avanzo.

-¿Nada más?-me pregunta con una estúpida sonrisa que no me molesto en devolverle.

-Sólo eso-respondo y le paso la tarjeta.

Ella recibe y espera.

Y espero.

Y esperamos.

Hasta que el ticket sale...

Dios Santo. Qué tensión.

-Humm-estudio su gesto y mi corazón golpea con fuerza-, me temo que el sistema ha rechazado su tarjeta-dice finalmente y el mundo se quiebra-. ¿Tendrá dinero en efectivo o algún otro medio de mago? Son dos dólares con treinta y cinco.

-¿Qué? No, no puede ser. Pásela de nuevo. Debe haber un error.

Ella me muestra el ticket.

FONDOS INSUFICIENTES

Demonios.

-Pa...Pásela de nuevo-le insisto y de repente el yogurt parece ser demasiado lejano.

-Señorita, no ha habido error alguno. ¿Tendrá dinero en efectivo, quizá? Son dos dólares con treinta y cinco.

¡SÍ!, ya sé que son dos malditos dólares con treinta y cinco. Pero NO. NO LOS TENGO. No ahora...

No puede ser. Recién me tomé un Uber y se me descontó de la tarjeta. Tiene que haber un error.

-Mire, acabo de realizar una compra sin ningún problema. Quizá... Quizá la banda magnética tuvo un error. Sólo le pido que vuelva a inten...

Un hombre gruñe tras de mí.

Me doy la vuelta y hay un horrible gordo de traje que me escudriña con una mirada fulminante.

-Espere un momento, estoy en mi turno-le digo y me vuelvo a la chica-. Una vez más. Por favor.

-¿Ocurre algo?

La voz se me hace familiar justo cuando aparece adelantándose entre las personas que hacen la misma fila que yo.

Su cabello corto prolijo, su camisa y su traje entallado me hacen dar cuenta de quién se trata. Trae dos grandes bolsas en una de sus manos.

-¿Kaneki?

-Nat, ¿cómo estás? No pude evitar escuchar la conversación. Estaba pagando en la fila de al lado.

Coloca una mano en mi cintura e intento deshacerme de ella. No estoy para decirle que sólo personas de mi confianza pueden llamarme de un modo diferente a "Natalie" pero el momento es poco oportuno.

-No sucede nada, ya me iba-le suelto e intento evadirlo pero él se antepone con una mano sobre la barra de la cajera. Ya noto algunas personas en nuestra fila yéndose a las siguientes.

-Oh, no, no-se vuelve a la cajera-. Creo que la chica le ha pedido si puede pasar nuevamente la tarjeta porque ha habido un error. ¿No puede simplemente hacer eso?

-No ha habido ningún error-contesta ella.

-¿Sabes qué?-me meto dejando el jodido yogurt y debo empujar a Kaneki para poder desasirme de él. Para entonces, la zorra de la chica que cobra ya le ha mostrado el ticket al amigo de Jefferson-. Olvida el yogurt. Tienes razón. Mejor iré a algún lugar donde las cajas registradoras funcionen.

Él mira el ticket y piensa un instante. Luego se vuelve a la cajera y le pregunta:

-¿Mi amiga te pidió si podías pasar nuevamente la tarjeta y tú no lo hiciste por lo que dice este ticket?

-Lo siento, señor. Pero había otras personas antes que usted en la fila. Le pagará a la señorita su yogurt o tendré que llamar a seguridad si no se retira.

Kaneki me mira.

Y empiezo a caminar hasta la salida. Mis ojos arden, son fuego vivo pero no voy a permitirme llorar porque me han negado un...yogurt.

Esto es deprimente. Es devastador.

-¡Nat!

Ya voy por el estacionamiento cuando escucho la voz del socio de Jefferson a mis espaldas.

-¡Nat, aguarda!

Me abrazo los codos y accedo a lo que me pide. Me quedo de pie en medio de la calle del estacionamiento y cuando él llega hasta mí, no me animo a mirarle a los ojos.

-¿Cómo estás?-me pregunta.

-Sólo iré a probar mi tarjeta a otro lugar. Descuida. Y gracias por haberme defendido...

"...y por no haberme humillado al pagar el puto yogurt."

-Descuida-me contesta-. Sólo hice lo correcto. Además, no me parecía decente por parte de esa chica no permitirte pasar nuevamente la tarjeta, fue horriblemente descortés.

-Está haciendo su trabajo, qué se le puede hacer a eso.

-Sí...

-Bueno. Debo irme.

-Oh, aguarda. Me preguntaba si...dejarías que te invite a cenar. Estaba por tener la noche más aburrida de mi vida y le has dado un subidón de adrenalina.

-¿Qué? No, no, lo siento. No puedo.

-Vamos, comeremos y listo. Yo... Los gastos corren por cuenta del dueño del local. Es el restaurante de un amigo. No pagaré yo.

Levanto una ceja.

-¿Qué dices?

Lo pienso y le doy varias vueltas a lo que acaba de aclarar.

Coloco una mano en su hombro y murmuro:

-Acepto pero bajo la condición de que no vuelvas a mentirme jamás o te ganarás mi odio. Por otra parte, valoro que estés mintiendo para evitar que me sienta mal por el hecho de no tener dinero para comer algo decente esta noche. Tu intención gentil es lo que me hace aceptar pero no creas que se volverá a repetir. Lo que gaste en mi comida hoy será una deuda pendiente y te lo pagaré en cuanto consiga el dinero para poder hacerlo, ¿sí?

Él se sonríe y sus ojos se cierran aún más de lo que aparentan estarlo. Se lo ve contento y casi puedo sentir un chispazo de lo que comúnmente se conoce como felicidad, en mí. Pero no logro sentir nada.

-¡De acuerdo!

Se trata de un restaurante de comida italiana. Nunca había estado en un lugar así. Es todo muy caro y muy bonito, sin embargo no expira el lujo que sí aparentaba Drinks.

Nunca antes había estado en un lugar como este, el único inconveniente es que me preocupa la carta. Tendré una deuda con Kaneki a partir de ahora y sé que no me lo aceptará pero me encargaré de transferirle el dinero apenas el hospital me deposite el sueldo de la residencia y mi tarjeta no reviente por todas mis suscripciones online a los distintos softwares en los que he sacado licencia.

Debería deshacerme de algunos de ellos. Podría ser mi cuenta de Spotify pero ¿cómo podría sobrevivir sin mi música? O el paquete de Office pero ¿de qué manera entregaría mis planillas? O los canales donde dono por consejos en el traslado de malwares aunque ¿cómo podrán sostenerse ellos y cómo podré seguir hackeando cuentas si no lo hago? Esto es un círculo vicioso.

Mi vida es un círculo vicioso entre deudas, deudas y más putas deudas.

De pronto recuerdo el aviso del arrendatario.

Hoy sería mi primer día en la calle pero las cosas fueron inoportunamente saldadas sin preverlo.

-Buenas noches, señor... Señorita-saluda el mesero que se acerca y nos deja la carta.

-Me coloco un mechón de cabello tras la oreja y reviso los precios. Nada tiene menos de dos o tres cifras en su valor. Oh, aquí hay algo de tres dólares.

Pan tostado---------------$USD3 por unidad.

¿TRES MALDITOS DÓLARES POR UNIDAD DE PAN? ¿Debe estar tostado con pepitas de oro?

Cierro el menú y doy un resoplido sumida en la preocupación.

Kaneki me mira y cierra sus manos bajo su mentón.

-Nat, relájate. No mires los precios. Sólo ordena lo que quieras comer. Yo me encargaré de costearlo y no aceptaré que me devuelvas un solo centavo, siendo completamente sincero contigo. Sería un desprecio hacia mí si intentas hacerlo. Déjame hacerte este regalo, ¿sí?

-Sólo pediré agua-le contesto, observando mi reflejo en el vidrio tras la espalda de Kaneki. Mis pómulos sobresalen demasiado, mis labios anchos se ven aún más grandes considerando mi mandíbula huesuda. Tengo dos medialunas bajo los ojos que me dan un aspecto similar al de un muerto, lo cual combina excelente con la palidez de mi rostro.

Por otro lado, no sé cómo pudo haberse pasado tan rápido este día. Haber desayunado y almorzado suero proteico no es muy rico precisamente pero da energías para sobrevivir unas cuantas horas.

Alguna vez he considerado la idea de robar vitaminas del hospital pero si me descubren, sería motivo para perder el plan de residencia y para que mi matrícula fuese suspendida.

Además, no soy una ladrona. Cuando debo portarme mal, es sólo bajo las normas que hacen a mi equipo de HardDeep. Sostengo una ética.

-Te propongo una cosa-intenta continuar la conversación mi acompañante a fin de hacerme ceder-: Dime alguna variedad de pasta que siempre quisiste probar y por algún motivo, el que fuere, no pudiste hacerlo hasta hoy.

-No me gusta tu juego-le digo. Quiere convencerme a partir de mis carencias, eso es horrible. Pero valoro su intención.

-Vamos. Dime. Alguna tiene que haber. Por ejemplo, hace tiempo viajé a Escocia. Siempre quise saber qué se sentía usar faldas para hombres hasta que me compré una y lo hice.

Su comparación me arranca una risita.

-¿Y qué se sintió?-le pregunto. No soy muy ávida de faldas, a decir verdad. Mis piernas son tan pálidas y delgadas que rara vez uso ropa corta. Las venas alcanzan a traslucirse en algunas partes.

-Me sentí extrañamente libre-se encoge de hombros y ambos reímos-. Hey, no te burles, fue extraño. Ustedes tienen la libertad de ir con la entrepierna al aire, ¡uno no! Y considera que ustedes no tienen nada ahí...abajo. Nosotros sí. Y cargar con eso es un peso que no te imaginas.

-¿Estás haciendo alarde de tus dotes sexuales masculinos?-le pregunto con extrema perspicacia pero no menos divertida. Por lo general, los hombres que alardean de su potencia o tamaño terminan siendo exactamente lo contrario.

-Oh, no, no. Para nada. Sólo me refería a que usar esas faldas fue una gran experiencia pero no la repetiría. En cuanto me vi al espejo, me sentí muy mal conmigo y la dejé.

-¿Ridículo?-pregunto.

-Algo así.

-A mí no me gusta cómo se me ve la ropa corta y considera que soy mujer.

-Oh, lamento no acordar contigo pero debo disentir. He visto cómo te quedaba el vestido la otra noche y se te veía muy bonito. Elegante y sexy a la vez, eso no lo logra cualquier chica.

Lo miro. ¿Está intentando seducirme con halagos baratos?

-Volvamos a lo de ordenar-añade, nervioso. Toma el menú y lo revisa pero luego lo deja-. Yo ya hice mi elección. Ahora dime qué quieres tú y ordenamos.

-Yo... Me gustaría... Sólo que me traigan el plato más económico.

-Nat.

-Okay, okay. Siempre quise probar cómo queda la pasta con nuez y queso. El otro día una chica del equipo de Residencias comentaba que fue a comer con unos amigos y pidió un delicioso plato de sorrentinos con nuez y queso gratinado.

Recuerdo a Bea cuando lo decía alardeando de que había salido con el millonario de Joe Bennet, un excompañero de la universidad que ahora mismo está en Ibiza en plan de fiesta. Mientras la escuchaba, mi cabeza sólo se detuvo cuando mencionó ese plato que de imaginarlo, se me hacía una delicia.

-Entonces un plato de sorrentinos con nuez. ¿Y para beber?

-¿Qué pedirás tú?

-Yo una plato de lasagna con salsa rosa y una botella de vino malbec, cosecha tardía.

-Vino está bien-añado-. Con...una botellita pequeña de agua.

-Una botella de vino y otra de agua mineral, entonces. Si está delicioso, podemos ordenar otra botella de vino.

-Una sola es suficiente, por mi parte.

Le hago un gesto al mesero quien se acerca y Kaneki le hace el pedido. Éste asiente y se retira. Ofrece llevarse la carta pero le pido que la deje con la excusa de querer saber qué tienen de postre. En verdad quiero ver el precio de cada cosa que consumamos esta noche para sumarlo a mi lista de deudas por pagar.

-Nat, iré a lavarme las manos. Ahora regreso-me anuncia, Kaneki-. ¿Tú no lo harás?

-Pero nos pusimos alcohol gel al entrar al local.

-Oh, sí. Pero ¿sabes cuál es el lugar de un restaurante que más gérmenes tiene?

Me encojo de hombros.

-La carta-contesta-. Todo el mundo la...toma...y toquetea... Olvídalo. Soy un poco obsesivo con cuestiones de la higiene personal. Ahora vuelvo.

Y se retira.

¿Qué tan sucias tienes las manos, Lady Macbeth?

Recuerdo la obra en que la esposa de Macbeth no puede quitarse de la cabeza la idea de que tiene las manos sucias luego de haber cometido sus bellos crímenes. Por lo general, la gente que hace cosas que implican una culpa desmesurada, tienen la conciencia sucia, por lo tanto sienten que su cuerpo también. Lo leí en un artículo de Internet.

¿Quizá la organización pornográfica de este hombre con sus socios tiene algo que ver en ello? Seguramente. Lo cual me da la pauta de que quizá no se trata de un perverso sino de un negociante más con su mega-empresa. Recuerdo a Babe insistiendo en que no hacen nada ilegal sino que todo es culpa de mi prejuicio hacia ellos. Al carajo, no hay peor juez que uno mismo y Kaneki me lo acaba de constatar.

Aprovecho la ida de mi acompañante para buscar en la carta el precio de lo que hemos ordenado.

Mis ojos están a punto de saltar de sus órbitas cuando veo el precio de la porción de lasagna con salsa rosa.

Lasgna vegetariana------------------$USD120

Lasagna con carne-------------------$USD145

Agregado de crema------------------$USD28

Agregado de salsa bolognesa----$USD45

Agregado de salsa rosa-----------$USD49

¿Cómo es que nadie ha demandado este restaurante por cobrar casi diez veces más por lo que en verdad cuestan las cosas?

Busco rápidamente la parte de sorrentinos.

Hasta que doy con los míos.

Mierda.

Opción de sorrentinos de nuez y queso gratinado--------------$USD235

Agregado de crema...

Mierda.

Mierda.

¿Cómo se supone que pueda pagar esto? Cobro menos de tres mil dólares por las residencias, una buena parte se me irá por el pago mínimo de la tarjeta, me quedarán menos de quinientos dólares para sobrevivir el resto el mes, ¿quizá deba pasar al mes siguiente el pago de esta comida? Para ese entonces, es muy probable que las cosas valgan el doble.

Cierro el menú como si hubiese visto una película de terror.

Y levanto la cabeza...

...para encontrarme con el demonio en persona.

En efecto se trata de una de terror cuando discierno al otro lado del vidrio del local a Nickolas Jefferson caminando con un fabuloso saco y una de sus camisas celeste que tan bien juego hacen con sus ojos.

No puede ser.

No.

Me está mirando, sorprendido.

Me restriego los ojos y despejo. Vuelvo a mirar.

Jefferson ya no está.

Fue todo imaginación mía.

-Nat, ¿estás bien?

Kaneki se acerca desde atrás con una mano sobre mi hombro.

-S...Sí-contesto.

Se sienta en la silla delante de mí.

-Qué bien.

-¿Ya están limpias?-le pregunto.

-Nunca lo suficiente.

De pronto la mirada de Kaneki se dirige hacia arriba y observa a alguien que acaba de entrar demasiado apresurado.

Miro hacia atrás y... todo sucede demasiado rápido.

La gente está de pie, Kaneki en el suelo. Su silla a un costado y Nickolas Jefferson con un entallado traje se encuentra de pie frente a mí, con su puño derecho cerrado y los ojos ardiendo en ira.

Está observando a su socio como si fuese a asesinarlo ahora mismo.

No estaba imaginándolo.

Él de verdad pasó por el otro lado del vidrio.

Su cabello rubio está muy desprolijo, el cuello de su camisa desabotonado, lleva corbata gris (algo muy impropio en él) y su barba persiste ahí, sin afeitar, igual que esta mañana.

-¡Te dije que con ella no!-le grita a su amigo y se echa sobre él para seguirlo golpeando.

Para más información visita instagram.com/luisavilaok

#LosJuegosDelJefe

#EmpiezaElJuego

#AlCarajoLasReglas

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg

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