012 | #BOMBAZO


Abro las puertas del despacho de Jefferson y lo confronto. Está conversando con Ken, una kinesióloga y otra mujer más.

—Qué diablos crees que haces—le suelto.

Todos se asustan menos Jefferson quien me observa, impasible.

—¿Hale?—dice la mujer. La reconozco. Es doctora en el servicio maternal, me dictó la materia de Introducción a la Ginecología. Aduló mi trabajo final con el que aprobé su asignatura, sin embargo ahora estoy tan furiosa que la ignoro.

—Hale, por favor, estamos en reunión—trata de explicar Jefferson, poniéndose de pie.

—Por qué mierda hiciste eso—le digo. Mi corazón es una bomba a punto de reventar, las mejillas y los ojos me arden, las manos las tengo cerradas en dos puños. Si no fuese de las personas que se muerden las uñas, me las estaría clavando ahora mismo.

—Me disculpan—dice Jefferson, me toma de un brazo y me saca del despacho. Afuera hay algunas personas miroteando, entre ellas Beatrice quien se mete y le dice al doctor:

—¿Quiere que llame a la Policía?

—No es necesario, Bea.

Él me arrastra hasta un despacho vacío. Es el de Ken.

—Está muy alterada...—insiste la zorra.

—Te dije que no es necesario.

Y cierra la puerta en sus narices.

Me dejo caer en la silla más próxima, mirándolo con furia. Quisiera asesinarlo. No. No quisiera. QUIERO asesinarlo en este mismo instante.

—¿Qué. Carajos. Fue. Eso?—suelta cada palabra con dos dedos cerrados en el puente de su nariz, como hace cada vez que está a punto de explotar. Tarde doctor, su alumna ya ha explotado.

—Tú qué carajos has hecho.

—¿A qué te refieres?

—Esto.

Y le arrojo el recibo al suelo, hecho un bollo de tanto que lo apreté. No lo he soltado desde que salí de darme una ducha con agua hirviendo.

—Carajo.

Suelta el aire contenido, se coloca a mi lado frente al escritorio de Ken y con ambas manos se sostiene del borde, de pie. Sigo sentada a su lado. Hay una lapicera en el portalápices. La quiero sacar y clavársela en el cuello, bien profundo.

—¿Por qué hiciste eso?—insisto.

—Simplemente... Hice lo que debía—se excusa.

—¡NO! ¡Ese es el punto! ¡No debías hacer eso!

—Te iban a desalojar, Hale.

—Y a ti qué carajos te importa.

—Ibas a quedarte en la calle.

—Qué mierda sabes de cuál iba a ser mi plan.

—¿Acaso tenías un plan?—me mira.

—Por supuesto que tenía un plan.

—Y cuál era tu bendito plan.

Por algún motivo, no ha sonado como pregunta. Titubeo. Sabe que no tenía un plan.

—Me...me iba a ir...a casa de Sophia.

—¿Petrova? ¿Sophia Petrova?

—Sí. Veo que sabes los nombres de tus residentes ¿o eso es solo cuando estás furioso?

—Sé que es tu amiga. Las veo cuchichear todo el tiempo.

—¡¿Nos miras?!

¡Eso es de pervertido!

—¡Es imposible no verlas cuchichear si a cada rato se dicen algún chisme por lo bajo y se ríen en las narices de uno!

Vaya. No sabía que el indomable Jefferson fuese tan susceptible. Pero eso no quita que sea un Idiota Marca Registrada.

—Hablé...con ella—admite al fin.

Mi cabeza se enciende en una enorme alerta. Sophia no sabe de mis deudas. No sabe que estuvieron a punto de dejarme en la calle y es que yo me animé a reconocerlo ni siquiera frente a mi madre. Creía que en algún momento...podría con esto sola. Creía que podría independizarme sin que ningún puto cliente volviese a reclamarme que su bistec está frío o que las papas de su comida no están lo suficientemente cocidas como cuando trabajaba de mesera. Creía que no sería necesario volver a eso. Pero me equivocaba.

—¿Que hiciste qué?—le pregunto con el corazón en los pies.

Él busca la silla pero no se pone al otro lado del escritorio sino que se sienta justo a mi lado.

Me escrudiña con sus grandes ojos azules que me parten el corazón en mil al saber que me está observando como si fuese una indigente o una muerta de hambre...que soy en verdad.

—Descuida. No le conté lo de tu deuda.

—¿Y qué carajos hiciste, Jefferson?

—Yo...le pregunté simplemente si tenían planes de vivir juntas. Supuse que ella sería lo más cercano a una amiga en esta ciudad.

—¿Lo "supusiste"?

Me estuviste investigando, cabrón.

—Sí. Lo supuse. Como puedo suponer muchas cosas de la gente.

¿Ah, sí? Y no te haces una idea cuántas cosas supongo yo de ti, perverso pornógrafo hijo de puta.

—¿Y qué te dijo?—trato de evadir su amenaza indirecta.

—Me dijo que no. Tampoco entendía por qué hacía yo esa pregunta pero tampoco le di explicaciones. Deduje que si nadie sabía lo de tus...deudas, es porque tu no querías lo supieran.

—¿Deudas? ¡No tengo deudas en plural!

Sí, sí las tengo, pero tú lo sabes, cabronazo, sabes que tengo más de una deuda sustancial. Sabes que soy un asqueroso fiasco en el intento de vivir sola e independizarme pero no he podido, me hiere, me destroza y tú, que eres la peor persona a quien hubiese podido conocer, lo sabes.

—Claro. Disculpa. No tienes...deudas en plural—agacha la mirada y luego se vuelve a mí—. Pero te he ayudado. Y no quiero que me lo devuelvas. El pago lo hice a tu nombre, pedí en el banco que la transferencia sea hecha con tus datos, me encargué de que así fuese, no entiendo qué carajos sucedió.

—Lamentablemente no se encargaron muy bien.

Yo qué sé, ¿verdad? Pero una usuaria de HardDeep puede ver lo que los demás no ven. De pronto caigo en que Jefferson podría investigarlo como le gusta investigar tantas cosas...y estaré muerta.

—Te propongo un trato, Natalie.

Mi corazón se encoge y clavo mis ojos en los suyos. Lo detesto. Pero mis labios tiemblan al escucharlo y figurarme una idea de la cantidad de cosas que la palabra "trato" pudiese implicar.

—¿C...cuál?

Él se acomoda en la silla con los codos sobre las rodillas y me mira de frente:

—Te pagaré por formar parte de mi proyecto.

Mi cabeza queda en blanco por un instante, procesando lo que acaba de decirme.

Los segundos pasan.

Me quedo sin habla.

Debo volver.

Debo regresar a Tierra.

Lo miro.

Lo odio.

Quiero arrancarle los ojos.

Renace una furia en mí, hasta el momento, desconocida. Saldré de aquí y le contaré a cada puta persona sus sucios secretos.

¡Sucios! Claro. "Dirty".

—NO. QUIERO. TU. SUCIO. DINERO.

Suelto las palabras como si pudiese morderlas. Se las digo tan cerca que parece querer asesinarme también con la mirada. Él intenta mantener la calma:

—Nat, yo...

—¡NO ME LLAMES NAT!

—...yo sólo intento ayudar.

—¡NO NECESITO QUE ME AYUDES!

—¿Por qué mierda eres tan orgullosa?

—¿Y por qué mierda tu eres tan humillante?

—¿Humillante? ¡Tú eres quien acaba de entrar en MÍ despacho y me ha dejado en ridículo frente a MÍS colegas!

—¡Oh, lo siento! ¡No quería ensuciar tu legajo profesional!

—¡Deja de decir la palabra "sucio"!

Sus ojos están que echan fuego.

—¿Ah, sí?—arrojo más combustible al explosivo—. Pues escucha lo que tengo para decir: SUCIO. SUCIO. SUCIO.

—¡Mierda, Nat!

—¡¿QUÉ?!

—¡No te haces una idea lo difícil que es esto!

—¿El qué?

Y rompe la distancia entre nosotros atrayéndome de golpe a su boca en un beso sorpresivo.

______________

#LosJuegosDelJefe

#FINDEMARATON

#Día5

Para más información visita

instagram.com/luisavilaok

https://youtu.be/j1KAVSh6iUg

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top