005 | #ARROGANTE
No sé si el vestido de Sophia parece demasiado corto o sus piernas demasiado largas pero se le ve bien. Es blanco con un pequeño bordado de encaje al final. Se sostiene a sus hombros de un fino bretel transparente lo cual es muy distinto al mío. Azul Francia, con hombros descubiertos y una abertura en V en la espalda. Lo he usado solo una vez en mi vida y es que me queda dos centímetros por arriba de las rodillas lo cual es extraño en mí; rara vez he usado algo tan corto. Cuando me pongo shorts se ilumina la noche por la palidez de mis piernas.
—Deja de estirarlo, se te ve bien—le digo a So para que se calme mientras nos bajamos del Uber.
—¿Segura? Creo que se me ha engordado el trasero.
—Olvídalo. A los hombres les encantará.
—No quiero parecer una zorra.
Le arrojo una mirada asesina.
—¿Lo dices en serio?
Ella ríe con timidez y ambas encaramos a la puerta del bar.
El guardia de seguridad hace un escaneo del trasero de ambas y se detiene en el de mi amiga. Hace algunos años que ya no nos piden identificación para entrar a un bar pero estoy segura que de no ir con So, a mí sola sí me lo pedirían. Mi contextura física parece sacada de un catálogo de uniformes para niñas católicas.
—¿Ya habías venido antes?—me pregunta So mientras nos dirigimos a las banquetas de la barra.
—No pero...me intrigaba—le digo mientras miro en todas las direcciones posibles en busca de mi objetivo.
—¿Por qué?
—Publicidad en Instagram.
—Oh, vaya. Así que frecuentas páginas de bares.
—Puaj, ¡no!
—Nat—escucharla decir mi nombre con seriedad hace que me vuelva a ella—, las dos sabemos que Internet elige publicidad según las búsquedas que haces. Y tú, claramente, no stalkeas bares. Ahora dime, ¿a quién buscas?
Oh...rayos...
—Bien, me atrapaste—le digo—. Al de Oftalmología.
Ella retrocede como si le hubiese caído una cubeta con agua fría.
Acto seguido el barman se acerca a nosotros. Es un lindo chico de piel pálida, pelirrojo, ojos azules, corbatín, camisa blanca y chaleco negro. Este sitio es demasiado formal para mi gusto.
En verdad, ningún sitio nocturno me gusta salvo aquellos donde hay computadoras.
Y si es formal, menos que menos. Sophia me conoce bien.
—¿Qué se les ofrece para beber?—nos pregunta el barman.
—Jugo de arándanos—le contesto.
Sophia me mira con sorpresa y una risita escapa del barman.
—Oh, qué graciosa—responde mi amiga y se vuelve al chico—. Daikiri de frutilla para ambas, por favor.
—Claro—dice y se retira.
—No sé qué es el Daikiri, So.
—Quizás es hora de que lo sepas—me sonríe y retoma el viejo tema—: Así que vienes buscando a un practicante de Oftalmología. ¿De quién se trata? ¿Jordi? ¿Esteban?
—Ajjj, no. Al...doctor del sector...
—¡Phillips tiene cincuenta años, Natalie!
—¡No el jefe de residentes! Al que viene de las playas.
—Eso fue cruel. No es de las playas sino de Corea.
—Da igual, puede venir de playas coreanas.
—No, Nat. Son dos países y culturas completamente diferentes. No conviene juzgar a la gente por el bronceado de su piel.
—Bueno, el punto es que lo busco a él.
—Se llama Ken. Debe tener como diez años más que nosotras, ¿lo dices en serio?
—Ajam. Ken...—finjo que no me sé su nombre y vuelvo a echar un vistazo por todas partes. Acto seguido llegan los tragos y algo en la mirada de Sophia parece que se ilumina.
—Objetivo a la vista—señala acercándose a mí y observando sobre mi hombro izquierdo.
Me vuelvo hacia atrás y le veo entrar.
No reparo en Ken ni en el otro acompañante sino en el primero que entra. Tiene una costosa camisa azul más oscura que mi vestido pero de tela muy sedosa que brilla de tan sofisticada, es adherida al torso y le marca el atlético cuerpo al... egocéntrico Doctor Jefferson. No cabe esperar otra cosa de ese patán ególatra. El punto es que he dado con mi objetivo aunque ello implique soportar un club nocturno de mierda. Viste también pantalones negros adheridos a las piernas y zapatos de alguna marca demasiado cara.
—Ay, por Dios—suelta Sohpia al notar lo mismo que yo—. Es el profesor Jefferson.
—Uy, sí, qué alegría.
—Mira ese...pantalón. Le marca el culo de maravilla. Y no podría haber elegido mejor camisa que esa, parece que las mangas le van a reventar de lo grandes que tiene esos bíceps. Más los pectorales...Dios santo.
—Uy, sí, qué maravilla—trato de no mirar.
—¿Y quién es el bombón que viene detrás?
Observo de costado donde señala Sophia y noto que se trata de otro hombre cuyos rasgos sí impresionan a ser alguien de Oriente. Es esbelto, delgado y trae puesto un traje que le queda entallado. El pelo negro es corto y los primeros botones de su camisa desprendida le dan un aire alborotado. Se lo ve sexy pero no de mi estilo, paso.
Algunas chicas más también los miran bastante entretenidas, aunque Jefferson ignora a todo el mundo, toma una escalera lateral y sube a la zona VIP de este horrible lugar. No solo viene a un sitio tan feo de lo formal y caro que es, sino que se mete a la zona de privilegiados. Se trata de una cabina vidriada a los alrededores del lugar, en un entrepiso. Claro, cuando tienes cinco millones que te respaldan el bolsillo...
—Quédate con Ken, yo me voy con el último—añade mi amiga—. Pero Jefferson quedará solo.
—Estoy segura de que no le molestará prescindir de la compañía humana.
—Es probable. Aunque está como para comérselo en salsa barbacoa. Seguramente no demorará en encontrar una chica con quien pasar la noche.
Espero que sea una chica ilegal o algo que lo perjudique.
De pronto me siento una estúpida. ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Creía que me encontraría a Jefferson haciendo qué exactamente? No es un lugar de strippers y si las hay ahí arriba, desde abajo no podemos discernir nada de lo que hay más allá de esos vidrios espejados. ¿Acaso pensaba que estaría con Beatrice? ¿Por qué exactamente? Al demonio, debe haber otra forma de llegar a su móvil o de encontrar algo para extorsionarle. O quizá deba renunciar a mi suerte de mierda y aceptar que he perdido mi oportunidad de concluir las residencias este año. Mamá va a matarme (o quizá no lo haga literalmente), seré una decepción para ella. Sólo espero que siga viva para cuando...
—Vámonos—le digo a mi amiga y me pongo de pie junto a mi banqueta.
—¿Qué? No, recién llegamos—me contesta.
—Esto es una locura. Ken debe tener familia o novia o algo, no puedo hacer nada aquí.
—No estaría en un bar esta noche si tuviese algún tipo de compromiso a menos que no le importe—me retiene Sophia—. Por cierto, ¿cómo supiste que vendría esta noche?
—Lo...escuché comentarlo.
—Bien. Con más razón: ya estamos aquí y no nos iremos. Si no es con Ken, será con otro.
—Pero ¿por qué necesitamos ligar con un hombre para poder pasarla bien?
—Tienes razón. Olvidémonos de ellos, ¿sí?
Sophia extiende su dedo meñique.
—No haré eso—le digo.
—Tienes que hacerlo—insiste.
—No.
—Debes. Te hice un favor, ¿lo olvidas?
—Uff...
No le sacaré en cara el dinero.
Acerco mi dedo meñique y lo engancho al suyo conviniendo ambas a la vez:
—Nada de hombres por esta noche.
—¡Por favor, por favor! ¡Sólo le daré tu número de teléfono y me vuelvo!
Me tomo la cabeza como si me pesase sobre la barra y creo que ha llegado el momento de dejar de beber.
—Noooo—le digo a Sophia quien también ha tomado varias copas. He perdido la cuenta pero más de tres cada una, seguro.
La gente ha empezado a bailar a nuestro alrededor y el bar pasa a ser un club nocturno con todas las letras.
—¡No me acostaré con un doctor del lugar donde hago...hice mis prácticas!—le digo.
—Lo haré—me contesta con determinación, poniéndose de pie.
Lo hago también y me detengo frente a ella. Me mareo un poco en el envión pero logro sostenerme.
—Ven. Bailemos así corroboramos cuánto podemos sostenernos en pie.
—Siiiiiiii.
Tomo a mi amiga por el vestido y la llevo hasta la pista de baile. Está sonando un remix interesante de una canción que conozco: Apartment de Bobi Adonov. Amo esa canción. Le he dado como mil reproducciones desde mi cuenta de Spotfy. El último chico con el que me acosté, le obligué que la pusiera de fondo cuando lo hicimos. No fue tan mágico. Disfruté más la canción que su cintura contra la mía.
—Wooooooou—aúlla Sophia.
—¡Cálmate!—le grito pero la música amortigua mis oídos.
—¡¿Quéeeeee?!
—¡Que te...! Bah, olvídalo.
Ella sonríe y seguimos bailando.
Aprovecho que por primera vez en la noche ponen una canción que me gusta aunque la hayan retocado para que sea bailable y dejo que la voz de Bobi se me meta en los huesos. Las guitarras suenan en mi interior como grandes secuencias eléctricas. Cierro los ojos y me dejo invadir por el ritmo de la canción que resulta embriagante junto a la combinación de las luces y la bebida que me he tomado en lo que va de la noche.
Hasta que la canción engancha otra de un cantante que no reconozco pero la letra dice "te cogeré de todas formas".
—¡Vaya, canción!—le digo a mi amiga un poco horrorizada. No por la letra sexual sino porque TODO aquí es sexual.
Pero Sophia no está.
¿...Qué carajos?
—¡¿So?!
Ando entre algunas personas, chocándome a ratos con cuerpos muy apretados.
Mi amiga se ha ido.
O se la han llevado.
O la música la ha arrastrado por otros lugares.
Miro en todas partes y busco mi móvil del corpiño. Reviso la casilla de mensajes pero no ha avisado nada. ¿Por qué este tipo de cosas tienen que ocurrirme a mí?
DÓNDE TE METISTE
Escribo y envío el mensaje.
Pero al levantar la cabeza, tenga la sonrisa de un chico mirándome de pies a cabeza y ofreciéndome una mano.
—Hola, linda. ¿Bailamos?
Es el amigo de Ken y Jefferson.
_________________
#LosJuegosDelJefe
#NickJefferson
#AlCarajoLasReglas
https://youtu.be/jEjcQvHjq2A
¿Qué pasará con el señor Jefferson y con Nat en esta noche de bar? ¿Y Ken? ¿Sophia? ¿Kaneki? #EmpiezaElJuego.
Más información en:
instagram.com/luisavilaok
twitter.com/luisavila595
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top