Prólogo
2 de abril, 2015.
Cepillo mi cabello mientras canto una tonta canción pegadiza que escuché en la radio, tomo el cepillo como micrófono y bailo. Alguien toca mi puerta, interrumpiendo el magnífico concierto que estoy llevando a cabo para mi público invisible.
—¡Aska nos dejas sordos! —Se queja mi hermana mayor Alice.
—Cállate, tú eres la que canta feo.
La escucho reír antes de que una puerta se cierre y estoy suponiendo que es la de su habitación. Vuelvo a cepillar mi cabello húmedo y me estremezco a causa del frío, lo que me hace darme cuenta de que me he dejado la ventana abierta y solo estoy llevando un pijama. Podría pescar un resfriado ante mi descuido
Camino hasta la ventana y descorro las cortinas para cerrarla, pero antes de que pueda hacerlo algo me detiene o tal vez deba decir un alguien. Mi boca cuelga abierta viendo a mi vecino con una toalla alrededor de sus caderas mientras parece muy enfrascado hablando por teléfono.
Observo toda la tinta en uno de sus brazos y en su costado, veo las tabletas de su abdomen —aun cuando es de contextura delgada— y agradezco que nuestras casas estén tan cerca o al menos que nuestras habitaciones estén una frente a la otra. Va descalzo y de manera distraída tira de su cabello hacia arriba, su otra mano se encuentra sosteniendo el teléfono contra su oreja.
Es toda mi fantasía y él la está alimentando.
¡Jesús! ¿Desde cuándo mis hormonas están tan descontroladas? Casi temo de mí misma. Me inclino hacia adelante, pero siendo lo suficiente sensata para no caer fuera de mi ventana y partirme los huesos contra el suelo.
Y es que mi vecino, Drake Harris, una vez más me tiene cautivada y atrapada con tan solo un vistazo ¿Por cuánto tiempo ha sido así? Creo que ya ni siquiera lo recuerdo. Solo sé que él pone a prueba mi fuerza de voluntad y mi inocencia.
Cualquiera diría que este enamoramiento es un desperdicio de tiempo, él no me vería de ninguna forma que no fuese: su vecina de toda la vida o la hermanita del mejor amigo de su hermano. No es que me ofenda, tiene sentido. En primer lugar nos separan unos pocos años, no son muchos, pero actualmente teniendo en cuenta que él es mayor de edad y yo no, suena escandaloso. En segundo lugar él es un auténtico mujeriego y tercer lugar: me cree la persona más dulce, pura e inocente del planeta.
Él muy tonto no tiene idea de que protagoniza escenas candentes en mi cabeza y que cada vez que puedo no pierdo el tiempo de comérmelo con los ojos mientras fantaseo en un mundo donde Daska (Alaska + Drake) es real; no es que me permita pensarlo mucho porque caer a la realidad es muy duro.
Así que sacudo la cabeza y me concentro en el ahora. Drake se gira y veo su espalda, quiero patalear de la emoción. No es la primera vez que lo veo sin camisa, pero siempre será increíble tener la fortuna y bendición del cielo para apreciar una de las maravillas del universo. Otra maravilla que no se puede ignorar es su culo cuando bajo la vista y se ve ese bulto de su trasero aferrando la toalla, justo por encima hay unos benditos hoyuelos que me hacen suspirar.
Ni siquiera mis personajes logran esta perspectiva visual y créeme, tengo buena imaginación.
Me inclino mucho más hacia adelante y cuando la toalla comienza a aflojarse en sus caderas, pierdo el equilibrio de mi mano, pero afortunadamente logro agarrarme a tiempo de la cortina... Bueno, excepto que consigo tirarla abajo y la veo caer rumbo al pequeño jardín lateral que divide nuestras casas. Mierda.
¿Cómo explico a mis padres que la cortina cayó por la ventana? Decir que estaba babeando ante la perspectiva de Drake sin toalla no parece ser la respuesta idónea, incluso si la sinceridad va ante todo.
Decido que puedo preocuparme luego por la cortina, en este momento la prioridad es el espectáculo que mi vecino me da de forma gratuita así que subo la vista esperando ver la continuación de mi nuevo material de fantasía, pero todo lo que consigo es una ceja enarcada y a Drake de pie ante su ventana ahora abierta.
Aún lleva la toalla, pero ahora simplemente me observa.
¿Atrapada? Seguro. Llegó el momento de fingir indiferencia o demencia.
—¿Qué le pasó a tu cortina? —pregunta.
Bajo la vista para ver al soldado caído en nuestro jardín luego de sufrir bajo mi ataque por querer ver más de Drake. Lo siento, señora cortina.
—Se cayó —es mi brillante respuesta.
En líneas generales soy una persona muy ingeniosa y con buenas respuestas, pero parece que en este momento mi cerebro ha hecho cortocircuito.
—Vale, cuéntame cómo sucedió eso. —Reposa el trasero, que antes me comía con la mirada, contra la ventana y se cruza de brazos.
—Me asomé y cayó —continúo con mi brillante explicación.
—Uhm... —Se pone nuevamente de pie—. Supongo que solo debes tener más cuidado ¿No?
—Claro, lo tendré.
Me sonríe pareciendo bastante divertido y entonces lleva la mano a su toalla, no puedo evitar dirigir mi vista ahí. Contengo la respiración cuando comienza a aflojarla, la libera y frunzo el ceño cuando encuentro un short.
—¿Estabas esperando algo, Aska? —cuestiona sacándome de mi ensoñación.
Alzo la vista con rapidez y siento el calor esparcirse por mis mejillas. Esto está resultando vergonzoso porque estoy siendo muy evidente.
—¡Cielos, no!
Él ríe y cierra las cortinas de su habitación, yo cierro mi ventana y sonrío. Quizá debería escribirle algún otro poema a Drake. Bastante que me inspira. Me dejo caer sobre la cama y reproduzco en mi mente la escena en toalla que acabo de presenciar.
¿Este enamoramiento tonto algún día se va a desgastar, verdad?
Pasados unos minutos, preparo mi portátil para escribir antes de dormir, pero finalmente decido que es hora de ir por mi cortina antes de que mis padres lo noten y no tenga ninguna excusa para dar. Tomo un suéter para esconder que no traigo sujetador, puesto que estoy con el pijama ajustado y salgo de la habitación.
Bajo las escaleras y no me encuentro a nadie en la sala, sin embargo, escucho la risa de mamá y papá desde la cocina. Abro la puerta de la casa y camino rápidamente hasta el lateral para tomar mi pobre cortina.
La tomo y pretendo devolverme, pero hay dos obstáculos. Me detengo viendo a Drake y Dawson salir de su casa. Teniendo en cuenta que son gemelos parecería que es difícil distinguirlos, pero además del hecho de que Drake lleva tatuajes, hay una picardía en su mirada junto a una actitud descarada en donde Dawson es dulce e incluso romántico. Sin embargo, estoy muy segura de que ambos son unos rompecorazones a sus diecinueve años.
Y pese a ser gemelos siempre he tenido muy en claro cuál de ellos dos es el que ocasiona cosas locas en mí: Drake Harris, el más mujeriego.
Parece que están riendo de algo; Dawson es el primero en verme por lo que camina hacia mí sonriendo, le devuelvo el gesto de inmediato, es imposible no hacerlo.
—¡Aska! Es una alegría verte aquí abajo en pijama y tu... ¿Cortina? —Se ríe ante lo último, me encojo de hombros.
—Fue un pequeño accidente de torpeza —me excuso, esperando que Drake lo deje pasar.
—Y vaya accidente ¿No, Aska? —Pero por supuesto que él no lo permite. Entrecierro los ojos hacia él.
—Sí, un pobre accidente. —Intento cambiar rápido de tema— ¿Van a alguna cita?
—Una pequeña reunión —responde Dawson—. Nada muy grande.
—Tal vez un día te invite a uno... Cuando tengas dieciocho —se ríe Drake.
Vive para molestarme la mayoría de las veces del mismo modo en el que suele ser dulce conmigo o al menos lo era antes de que yo pisara mis quince años hace ya casi un año. Antes pasaba tiempo conmigo, luego de eso se alejó.
—Tal vez cuando eso pase te diga que no quiero ir —respondo de manera tardía a su declaración anterior.
—Supongo que en ese caso esperaremos a ver qué sucede. ¿Nos vamos, Dawson?
—Sí. Ten linda noche, Aska —Dawson besa mi mejilla y me sonríe—. Y evita futuros accidentes con tu cortina.
—Qué te diviertas.
—Dulces sueños —imita Drake en burla a su hermano besando mi mejilla y luego pellizcándola—. Si tienes pesadillas solo piensa en mí.
—Pero si tú eres la pesadilla.
—Entonces creo que estás confundiendo la palabra "pesadilla" con "sueño" Aska. Tienes un grave problema de definición de términos.
—Ya, déjala —se ríe Dawson tirando del brazo de Drake.
Si supiera que tiene razón y que de hecho ha estado en uno que otro sueño... Hormonal. Sacudo la cabeza y vuelvo a casa. Me encargo de poner la cortina y luego procedo a escribir, excepto que borro todo lo que escribo en mi supernovela exitosa con contenido adulto.
Todo lo que escribo es muy parecido a la escena de la ventana, solo que para mi protagonista parece terminar diferente. Lo borro una y otra vez hasta que decido no luchar contra ello y dejarlo. Harper disfruta de lo que Cody te hace, ya que a mí ni en sueños.
Frunzo el ceño escribiendo unas líneas muy ciertas que evidentemente no voy a publicar:
Soy Alaska Hans, tengo quince años —pronto cumpliré dieciséis— y mi vecino es el maldito cielo para la vista. Para mi vista. Mi propia fantasía. A veces escribo deseando que esos fuéramos él y yo. Mi primer sueño húmedo fue con él y aún tengo varios de ellos.
Confesión frustrada: me torturo pensando cómo sería si me viera cómo algo más.
Confesión realista: Drake y yo... no sucederá.
Borro todo y resoplo frustrada. ¿Qué tan difícil es aceptar la realidad? Suspiro y me pongo de pie, camino hacia mi ventana y veo hacia la suya. Mi platónico.
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