063 | #JUGUEMOS
NATALIE
Es hora de conocer los límites y de poner a prueba los propios.
Han dejado a nuestro servicio una suite preciosa. Cuando entro, realmente tengo miedo de lo que puedo llegar a encontrarme.
¿Alguna vez pensaste que tendrías la posibilidad de entrar en una habitación cinco estrellas de un hotel de la industria del porno junto a dos muchachos enormes y sexys? Uno es Cai, pero lo que no me esperaba es que en verdad optara por uno de los otros chicos. Se llama Josh, no ha de tener más de veintiún años, mide unos cinco centímetros más que yo, (quizá uno sesenta y cinco) y tiene buen cuerpo, músculos marcados y definidos, pero no al extremo de Cai, un hombre enorme afroamericano, que ha de rondar los dos metros y los cien kilos de pura masa muscular.
Si no fuese que estoy siendo observada en este momento, temería que puedan hacerme algo a mí.
De hecho, lo temo. Pero el haber elegido ser quien lleve el control de la situación de modo observadora participante, ha sido un giro que probablemente no se esperaban.
Y con decir que estoy siendo observada no implica continuar con la presencia de Magda tras de mí, sino que puedo sentir la presencia de las cámaras a cada paso dado.
—Adelante, madame—me dice Josh. Y antes de ingresar me quedo pensando si alguna vez tuvo otro tipo de experiencias o realmente lo haré sufrir. Después de todo, según dicen, él ha consentido estar acá. Yo no. Por eso no quiero ser quien deba prestar el cuerpo para...para lo que sea que se puede hacer con la carne.
Es un chico precioso, de esa belleza que incomoda y te hace sentir infinitamente más pequeña. Tiene sus ojos de un color azul intenso, mucho más de lo que había visto en cualquier persona, su piel es pálida y lisa como la de un bebé, lo cual hace resaltar el sonrosado de sus labios llenos y sus mejillas. Que yo recuerde, nunca estuve con un chico así antes, y Kaneki dice que saben exactamente mis gustos, por ello seleccionaron a estos chicos. Quizás indagaron en mi historial de Internet.
El cabello rubio de Josh y el costado derecho de su rostro adquiere un tono rojizo en cuanto la entrada filtra luz y baña su tez desnuda. A excepción de un "suspensorio". No es que sea una persona que frecuente tiendas de ropa erótica para hombres, pero este tipo de cosas suelen ser de esas que te encuentras por accidente en internet. Los suspensorios son similares a calzoncillos muy adheridos al cuerpo, en el que hay cintura y tela para la parte de adelante, dejando la parte de atrás libre, evidenciando su cola redonda, rosada y levantada. Santo cielo, Kaneki te detesto. ¿Y si hubiese incluido también al tercer chico?
Ya empiezo a notar la razón de existir de este lugar. Cuando conocer lo placentera que puede ser la carne, te llenas de insatisfacción por querer conocer más de las sorpresas que ella tiene para ti.
Finalmente ingreso, sintiendo el paso de Josh y por último Cai, quien cierra la puerta a nuestras espaldas.
La habitación está a media luz, iluminada con focos flúor color rojo y violeta. Descubro un enorme espejo a mi izquierda que, tras encontrar a Josh y Cai detrás de mí, los tres en una misma imagen reflejada en el cristal, logra hacerme sentir un extraño cosquilleo en el interior de mi abdomen.
Me veo tan menuda, con el cabello negro enmarañado cayendo sobre mis hombros, mis diminutas dimensiones y una pequeña marca en el pómulo tras haber caído de la silla cuando Kaneki me tuvo atada.
Atada. Con ellos dos. Desnuda. ¿Qué serían capaces de hacer conmigo? ¿Y si los atados fuesen Josh y Cai? Yo podría hacer tantas cosas con ellos. Observo sus piernas, sus nalgas, sus paquetes, sus brazos, los pectorales, me observo a mí y a la extraña media sonrisa que asoma con malicia en mis labios.
De pronto, un estruendo me saca de la fantasía y Josh toma mi mano con dulzura. Lo observo. Ha de notar la mezcla de temor y excitación que llevo en este momento.
—Tranquila—me dice—fue solo un trueno. En esta isla llueve mucho durante las noches.
—No todas las noches—adhiere Cai.
Y capto también que ninguno de los dos va a avanzar hasta que yo de la orden.
Delante de nosotros se extiende una cama enorme, casi de las dimensiones de la habitación que tengo para mí. Hay otro espejo con forma de corazón cubriendo la pared lateral de la cama. A unos metros yace un mueble, perchero y un aparador con cajones. Más allá yace una barra con bebidas a disposición de nosotros y un pasillo. Las paredes son vidriadas y espejadas. Gracias a los reflejos noto que conduce hasta un sector con juego de living, y en su camino opuesto, a dos baños separados de una amplia ducha. Quizá hay más, pero debería dirigirme hasta allá para sacarme las dudas.
Así que vuelvo al aquí y ahora y me encuentro con la mano de Josh y sus ojos dulces diciéndome "todo va a estar bien".
Quisiera asegurarle lo mismo a él, pero una lucha interna me dice que debería defenderlo, ayudarlo a escapar. Aunque la otra quiere precisamente lo contrario, disfrutar de él, besarlo, lamerlo, verlo destruido y gimiendo de dolor, de placer, quiero verlo dar todo de sí.
Muchas veces pensé que yo no soy esto. Lamentablemente nadie lo es, hasta que lo descubre. En la ingenuidad yace la perversión propia.
—Cai—me vuelvo al otro—, ¿podrías servirme un trago desde la barra? Algo frutal por favor. Con hielo. Necesito relajarme un poco.
—Estoy de acuerdo con eso—añade Josh—, debería relajarse, señorita Hale.
Esas palabras me traen inmediatamente a Malcolm a la cabeza y capto que aun no decido qué hacer con él.
No es momento de pensar en el hijo de puta que me secuestró y entregó luego.
—¿Tú bebes?—le pregunto al rubio.
—Sólo si usted quiere.
—Yo...—por algún motivo, me conmueve y quiero "salvarlo", pero no puedes arreglar a alguien que ya vendió el alma al diablo—. Quiero que me digas si quieres beber algo o no.
—Yo no bebo, señora.
—¿Y hay algo que consumas o quieras consumir?
—Hay algo—me dice él.
Y se da la vuelta para dirigirse al bar donde Cai termina de armar el trago. ¿Tiene dotes de barman? ¿También lo tendrá si me lo llevo para exterminar al roedor que me ha invadido en el apartamento de Yorkshire? Mejor no, al menos ese nunca se fue de mi lado y ya hasta el estaba tomando cariño.
—Esto—Josh saca un frasco desde la parte inferior de la barra. Capto que hay frascos y envoltorios de aluminio que reconozco de inmediato. Inclusive lo que trae Josh cuando se acerca, lo abre y me lo pasa.
Estoy a punto de preguntarle lo que es, pero sería estúpido de mi parte. Claro que lo sé.
—¿Esto...es...lo que quieres?—le pregunto, muerta de miedo ante la idea de que se haga daño. Se lo ve tan angelical y puro, a excepción del suspensorio que le queda como mil demonios.
—Lo es—asiente.
—Bien—suspiro—, pero con el trago estoy bien.
—Muchas gracias, señorita Hale.
Y me sorprende verlo.
Por un momento cruzan por mi cabeza aquellas situaciones en que Anthony inhaló líneas de cocaína delante de mí o las incontables veces que fumó pipa con marihuana y algunas cosas más.
Josh destapa el pequeño frasco, lo acerca a sus fosas nasales y las cierra con esto cubriéndolas.
Inhala profundo y exhala por la boca.
Hasta me excita verlo tan complaciente. Es hipnótico, como si pudiese embriagarme sólo de verlo a gusto.
—Su trago—me dice Cai.
Salgo del trance y me vuelvo a él.
—Gra...cias—contesto, recibiendo el vaso. Distingo que me ha traído un daiquiri de frutilla. Lo llevo a mi boca y lo fresco me renueva el cuerpo desde adentro, pero el alcohol hace arder todo dentro de mí.
Doy un trago al daiquiri y siento que no es suficiente...
...así que me vuelvo a Josh.
—¿Me lo prestas?—le digo.
Le paso mi trago a Cai y sostengo el frasco de Josh.
Inhalo lentamente, pero el intenso olor es como una sucesión de agujas adictivas perforándome por dentro y clavándose en mi cerebro, pidiendo más hasta que de manera instintiva parece que sé hasta qué punto llegar y lo alejo de mí.
Su efecto es inmediato.
Es como si todos los candados que tenían amarrados mis límites se soltasen y dejasen entrever a la leona que estuvo tanto tiempo entre rejas.
—Ten—se lo paso a Josh y me dirijo hasta la barra, sintiendo aún como si pequeñas agujas se metiesen en mi lóbulo frontal y extrajeran la poca inhibición de impulsos que me queda.
Carajo, es fenomenal. Mi corazón se acelera, pero me siento...inmensa. Magnífica y deseosa de mucho, mucho más.
Junto a la barra hay dos banquetas y dos sillas de madera.
Saco una de las sillas y la acerco hasta la orilla de la cama, quedando entre Cai y Josh de pie a un lado, mientras que la cama los espera al otro.
—Que comience esta mierda—digo por fin y una nueva risa macabra me atraviesa el rostro.
Dicen que el infierno es tentador y todo el mundo quisiera darse una probadita en él.
Lo que nadie dice por temor o por censura, es que luego no puedes volver a salir.
Y si te la pasas de puta maravilla ahí, ¿para qué salir?
Juguemos.
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#LosJuegosDelJefe
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