NATALIE

Una oficina.

Es lo primero que distingo en cuanto puedo abrir los ojos.

Estoy sentada en un sillón muy lindo, formal, asqueroso, con un mesón delante. También hay una pizarra y ventanales muy bonitos que permiten observan el mar mordiendo la arena y las olas impactando con la corriente.

Lástima que tengo las manos y los pies atados con soga, y una cadena al cuello que me sujeta a la pared.

Sobre la mesa hay juegos de fotocopias, bolígrafos y clips.

¿Es esto la celebración de un contrato?

Vaya mierda de firma, encadenada no me será factible rayar una hoja.

Intento leer un poco de qué se trata, sin embargo, está un poco lejos y mi visión no es la mejor. Tengo recuerdos vagos en el buque donde fui engañada, golpeada y me arrancaron a Nick. Justo cuando empezaba a descubrir que realmente podía confiar en él y él en mí, se lo llevaron.

Y posiblemente jamás encuentren su cuerpo. El agua que adorna la vista al exterior de esta sala es una vil asesina que debe haber arrastrado el cuerpo de Nicholas a lo más profundo, donde posiblemente jamás lo encuentren.

Los grandes misterios de la humanidad se esconden en la profundidad de la Tierra y fuera de ella.

...algo me dice que posiblemente yo también puedo pasar a ser un misterio de la humanidad, una huella en el sistema que ha quedado sin borrar, en caso de hacer las cosas mal.

O quizá, ya estoy muerta.

Al final la teoría de la Isla CUERPOS no estaba errada del todo. Hay índices que me lo están mostrando ahora mismo.

Y si mis cálculos fueron suficientemente arduos, todo lo que viene a parar aquí, ha sido anulado de los sistemas legales e informáticos.

Todo lo que hoy desaparece de sistemas legales, no es más que historia vieja e imposible de rastrear.

Todos los que nunca aparecieron en sistemas legales, nunca han sido reconocidos como personas.

De hecho, son menos que objetos.

Son elementos anónimos circulando a gusto de algunos.

Desechables.

Justo como lo que soy yo ahora.

Por eso la cadena en mi cuello lo expresa.

El asunto es que, si aún no me han matado y me tienen para celebrar una firma, es porque algo quieren de mí.

Sigo registrando la oficina, tratando de memorizar todos los datos que me resulten factibles. Cualquier detalle que me resulte de ayuda para ponerme en contacto con el exterior.

Después de todo, esta isla ni siquiera aparece en los mapas satelitales.

Mi mirada se detiene en una cámara esquinada. Y no es la única; si la visible, pero seguramente hay micrófonos y otras escondidas. Sólo una basta para advertir que estoy siendo observada.

Y si está dejando registrado lo que sucede en este sitio, es porque hay conexión a Internet. Una red propia, artesanal y absolutamente ilegal. Como la Internet misma, después de todo, surgió para comunicar información en época de guerra, no entiendo cómo puede haber gente que se fíe de un sistema nacido para destruir poblaciones enteras.

-Ya ha despertado.

Las palabras se anuncian de parte de una chica, quien aparece tras abrirse una puerta lateral de hierro forjado, extremadamente segura e informatizada.

La chica tiene no más de veinte años. Es negra, labios gruesos, de dotes sexuales muy abultados y formal al detalle para vestir, maquillarse y peinarse.

Trae una computadora portátil y la deja delante de mí.

-No puedo creer que trabajes para ellos-le digo.

Ella ni siquiera me mira.

Así como entra, con gesto de pocos amigos y seriedad, se retira.

Pero deja la puerta abierta.

A continuación, se marcha y entra un hombre.

Trajeado y pulcro al detalle.

De pronto deduzco que será la persona con quien haré el maldito contrato.

-Qué gusto volver a vernos, Natalie Hale.

Santísima mierda.

Mi corazón se acelera al máximo tras ver quién acaba de llegar.

Y me quedo paralizada luego de ver quién lo acompaña.

También se trata de un hombre, mucho más joven y vistiendo un traje. Tiene pinta de drogadicto, la mirada cansada y los ojos enrojecidos. Grandes perforaciones en sus orejas y tatuajes en su cuello, sus manos y hasta una araña en el pómulo izquierdo.

-¡Oh! ¿Ya se conocen? Me alegra mucho participar de reencuentros tan conmovedores.

La voz de Kaneki viene acompañada del ruido de uno de los sillones siendo retrocedidos y la puerta cerrándose automáticamente.

El chico permanece sentado tras él.

Mi corazón se vuelve frágil, torpe.

Un vacío enorme se abre en mi interior, la herida comienza a sangrar.

Mierda...mierda... ¡mierda!

Kaneki se vuelve al chico y le dice:

-¿Por qué no haces mejor tu parte, Anthony?

Sigo atónita cuando el chico obedece y rodea el mesón para incorporarse a mi lado.

Donde extrae un revólver para colocarlo sobre mi sien.

Encadenada, atada, amenazada.

-¡Bien!-una sonrisa de oreja a oreja se extiende en el semblante del Jefe-. Ya podemos empezar con esta mierda de una buena vez, Pastelito.

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#LasMentirasDelJefe

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