único
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Los recuerdos de Jimin son borrosos desde meses atrás, piensa que es el mecanismo de defensa que su mente adoptó para no enfrentar ciertas cosas que aún duele acariciar o tal vez, con simpleza, ha pasado el último tiempo tan sumergido en el trabajo bebiendo grandes cantidades de café durante altas horas de la noche que su cerebro ha comenzado a fallar, pero si queda una memoria nítida sabe a la perfección cuál es.
Fue en una noche fresca de primavera, donde en la habitación de un edificio ellos se aferraron entre sí en medio de la madrugada mientras susurraban dulces promesas de amor bajo el efecto embriagante del placer.
—Quiero volver a acariciar tu cuerpo así cada maldito día de mi vida —susurró el chico pelirrojo sobre su piel erizada—. Eres todo lo que necesito, todo lo que amo...
—Jungkook... —masculló entre jadeos obscenos—. Mierda, te amo tanto... Te amo tanto...
—Eres tan hermoso cuando me miras así... Entregado a mí... Sumergido en las sábanas... Lloriqueando bajo mi tacto... Eres hermoso.
Besos húmedos fueron repartidos desde sus clavículas hasta su abdomen y más abajo, recuerda las risas suaves y torpes escapando de su boca por el cosquilleo, haber tenido los labios del pelirrojo sobre los suyos después del recorrido, las yemas de los dedos de su pareja, ásperos y fríos, trazando círculos imaginarios en su cintura, lo recuerda todo tan malditamente bien como si pudiera revivir las sensaciones y el tacto sobre su piel.
Lo odia.
Jimin odia no poder olvidar esa primera vez imposible de alcanzar, detesta cuando el recuerdo cruza por su mente en medio de la madrugada, entre esa soledad silenciosa, cuando su trabajo ha finalizado y los ojos le pesan tanto que apenas puede mantenerlos abiertos, aborrece el castigo repugnante de la remembranza, la cálida reacción natural de su cuerpo ante la imaginación volátil de esas manos grandes y ásperas sosteniéndolo de nuevo.
Él a veces llora después de las 3:00 a. m. hasta caer dormido.
Aunque las noches suenan dolorosas, las mañanas ganan en amargura, el fantasma matutino de las risas acarameladas de la vieja pareja está impregnado en toda la cocina.
Lo encuentra en la vajilla vieja que Jungkook compró en una tienda barata hace tres años, el joven entró al departamento con la bolsa en manos sonriéndole a Jimin con una emoción indescriptible, solo eran un par de trastes amarillos y azules sin un diseño extravagante, pero el pelirrojo los veía como si fueran lo más preciado del universo, después de todo, era la misma vajilla que usaban en el restaurante económico donde ambos comieron juntos por primera vez cuando Jimin todavía iba a la universidad.
Lo encuentra en la alacena, en ese lado vacío del mueble color chocolate donde faltan todos los empaques de fideos instantáneos sobre los que Jimin siempre insistió en que no eran sanos, pero que aun así su pareja amaba comer, aunque siendo sinceros, a veces Jimin robaba un bocado a escondidas cuando Jungkook se levantaba para ir a la cocina a buscar una lata de refresco, la nevera siempre estaba llena de todas esas bebidas azucaradas para acompañar los antojos perjudiciales para la salud que el pelirrojo tenía de vez en cuando, Jimin una vez le dijo que no comprara más de 3, pero él, con una sonrisa de falsa inocencia, terminó trayendo 6, ¡el doble de lo permitido!
Lo encuentra en los dos taburetes altos que descansan frente a la barra, uno es blanco y el otro es negro, ya nadie se ha sentado ahí desde hace un tiempo, elegirlos fue complicado, el vendedor solo observaba en silencio mientras la pareja discutía sobre los colores.
—El negro es elegante, va con toda la vibra de la cocina.
—Ni siquiera combina con el color chocolate de los muebles.
—¿Y el blanco sí?
—¿Por qué no llevan los que son color café? —preguntó el vendedor con una sonrisa incómoda—. Así combinará con toda la cocina.
—¿No sería demasiado típico? Me gusta el blanco...
—Lleven uno y uno —ofreció la hija del vendedor—. Ambos ganan y cada quien tiene su silla propia.
—Hecho.
Pero en especial, está frente a la estufa, el aroma de los panqueques viene a su memoria, Jimin es malo preparándolos, así que los domingos en la mañana siempre los hacía Jungkook , mientras Jimin se encargaba de cocinar los huevos y el tocino en el otro quemador, siempre estuvo en sus planes cocinar juntos, por eso hay una parrilla eléctrica lo suficientemente grande para ambos, a veces mientras Jungkook esperaba a que el panqueque se cocinara de un lado, se colocaba detrás de Jimin y lo sostenía de la cintura abrazándolo con tanto cariño mientras repetía en susurros cariñosos lo mucho que lo amaba. Jimin recuerda.
—Jungkookie, el panqueque se va a quemar si no lo volteas.
—Decirle a mi tierno novio cuánto lo amo es más importante... ¿Sabes cuánto te amo, Jiminnie?
—No lo sé, ¿cuánto?
—Mi corazón late a 143 por minuto cuando estoy contigo, tú dime.
—¿Qué significa? Eso no suena sano.
—Solo significa que te amo, Jiminnie, te amo tanto.
Es tan insoportable que han pasado algunas semanas desde la última vez que cocinó algo por su cuenta, en esa ocasión rompió en llanto durante horas y uno de sus amigos tuvo que ir a su rescate tras una corta llamada telefónica.
Toda la cocina es la que ellos rediseñaron juntos.
Después del desayuno, Jimin va al trabajo, no habla mucho con sus compañeros, solo enfoca su atención en la computadora y los números, teclea, responde llamadas, hace cuentas, se levanta por algunas copias y asiste a juntas donde varias veces participa, su jefe ama su actitud silenciosa y dedicada al trabajo, lástima que no sepa la verdadera razón detrás de la laboriosa productividad.
Hace cinco años, cuando Jimin tenía 23, entró a la empresa como un simple pasante, el más sonriente y energético de todos, se detenía en la cafetería para saludar a los demás durante la hora del almuerzo, incluso bromeaba con la cocinera y le leía algunas noticias del periódico, cosas sobre farándula y entretenimiento.
¿Cómo no iba a ser feliz en la oficina? Si su gran amor le enviaba algunos mensajes divertidos para ayudarlo a soportar las exhaustivas horas de trabajo y muchas fotos bonitas del cielo desde el hospital donde el pelirrojo hacía sus rotaciones.
Después, cuando empezaron a vivir juntos, fue aún más feliz, ahora Jungkook lo despedía en la entrada del edificio con un beso dulce y alargado, a la hora del descanso almorzaba una comida hecha por ambos en la noche y al menos una vez al mes recibía flores para decorar su escritorio.
Ya no hay mensajes divertidos ni fotos bonitas, no hay almuerzos hechos por dos personas ni flores sobre el escritorio, Jimin saluda a la cocinera, compra algo y se sienta en el fondo de la cafetería, incluso mientras almuerza mantiene la atención en papeles sobre el trabajo y no presta atención a nadie más.
El jefe de Jimin interpretó su cambio de actitud como madurez y mayor disposición profesional. Es el único que se toma su trabajo en serio, él dice.
Al volver a casa, pide comida a domicilio y se encierra en su despacho, las paredes son azules y el techo es blanco, Jungkook ayudó a elegir los colores, dijo que eran buenos para mantener la calma incluso en momentos estresantes, Jimin nunca se sintió más concentrado y relajado a la hora de trabajar, se lo agradeció con muchos besos después de una semana de su uso.
Antes no usaba tanto el despacho, sólo cuando era cierre de mes y tenía que entregar cuentas claras a su jefe, él solía decir que el trabajo siempre debía quedarse ahí, en el trabajo, la casa era un templo sagrado para descansar y reconectarse con el interior.
El departamento ya no se siente como ese templo de serenidad.
Cuando sale a recoger la comida después de que suena el timbre tiene que acelerar los pasos y evitar desviar la mirada del camino, luego regresa, come en su escritorio, desecha la basura y vuelve a trabajar, tiene una cafetera pequeña en el despacho y sobrevive gracias a ella, al final descubre que ni siquiera sintió la noche oscurecer todo hasta que sus ojos ardieron.
Él vuelve a su habitación sin encender la luz del pasillo para no revivir ningún recuerdo más, pero cuando decide tomar un baño y se recuesta en la bañera es difícil no seguir pensando en él.
Cierra los ojos, recuerda los baños de burbujas juntos, a veces Jungkook abrazándolo, a veces él abrazando a Jungkook, la calidez de sus pieles manteniendo el agua tibia por un largo rato, hubo besos, muchos besos, chasquidos silenciosos en medio del silencio nocturno, Jimin enjabonaba el cabello de Jungkook con mucho cariño, le hacía algunos peinados divertidos con ayuda de la espuma y ambos reían mientras se observaban en el espejo frente a la bañera. Jungkook solía darle masajes en los hombros y aprovechaba para repartir caricias poco inocentes en algunos otros lugares.
—Te ayudaré a relajarte —acarició el miembro del contrario con maniobras tan características de él mientras repartía besos en su cuello desnudo y húmedo.
—Mmh, Jungkook, es sucio hacer esto en la bañera...
—¿Qué tiene de sucio? Solo te ayudo a limpiar otras partes de tu cuerpo, mi lindo Jiminnie.
—J-Jungkook...
Noches divertidas, con el vapor flotando junto a jadeos placenteros.
Jimin casi puede escucharse a sí mismo mientras descansa en la bañera, amando cada maldita caricia que ahora es cada vez más lejana, el vapor fluye de su cuerpo con tristeza, se castiga por ansiar esa calidez una vez más, no merece la satisfacción ardiente, no merece sentir ese goce de nuevo.
Cuando terminaban, Jimin siempre era el primero en salir de la bañera, se envolvía en la bata color crema y luego Jungkook se ponía la de color chocolate, ambos usaban algunos productos para la piel después de bañarse, tenían conversaciones en ese trance, un poco de todo: series, videojuegos, trabajo, noticias, anécdotas, experiencias del día y pequeños cuestionamientos de la existencia.
Jimin sale de la bañera, hay un reflejo triste y moribundo en el espejo, ni siquiera voltea a verlo, no quiere ver lo penoso que es su aspecto, ha descuidado todo de sí desde que Jungkook se fue; ya no usa esas cremas, ya no hay mascarillas, solo hay una bata color crema en el perchero y cuando sale del baño el vapor no hace extrañar ninguna calidez.
Adentro o afuera, ahora todo es frío.
Tras hacer el mejor intento por secar su cabello, Jimin apaga la luz de la habitación y se acuesta en la cama, ni siquiera busca una pijama, solo hunde los sentimientos agrios bajo cobijas y almohadas.
La encargada de la limpieza cambia las sábanas cada mes, el cambio nunca es de gran ayuda, Jimin tiene recuerdos con cada juego de edredones, hay de todo: mañanas soleadas con ambos entrelazados incluso de piernas pese al calor, tardes lluviosas y frías encerrados bajo toneladas de cobijas, noches de susurros con planes a futuro de los que muchos nunca se pudieron concretar.
Aquí va la parte más difícil: el dolor se extiende en todo su cuerpo al cerrar los ojos, las lágrimas acumuladas durante el día se reúnen en sus lagrimales y fluyen con tristeza, ahí va ese recuerdo nítido otra vez, tiene que apretar las sábanas para soportarlo, el recuerdo de esa primera vez.
Al final del día resulta que los recuerdos no son tan borrosos, ¿verdad?
Hoy es uno de esos días, llora después de las 3:00 a. m. hasta caer dormido.
¿Es normal extrañar con tanta fuerza algo que tú mismo destruiste?
Jungkook y Jimin tenían una química incomparable, cinco años de relación hablan por sí solos, no tiene mucho que se cumplió un año desde la ruptura y aún arde en cada espacio de la casa.
No solo es la cocina, el despacho, la bañera o la cama, el dolor está en todos lados y Jimin aún se aferra a toda su construcción abandonada.
Es difícil pasar por la sala, hay recuerdos incontables en ese espacio incluso desde antes de mudarse, el sofá cama fue el primer mueble que compraron juntos, es tan grande que podrían caber hasta 5 personas ahí, los ojos de Jungkook brillaron cuando se acostaron ahí por primera vez, él prometió algo tan hermoso que Jimin jamás podría olvidar.
—Esto solo es el inicio, cariño, construiremos un hogar tan bonito aquí, un espacio solo para nosotros dos.
El balcón es un mar nostálgico de amor, pero la principal memoria característica es de todas las veces donde ambos se abrazaron con una frazada encima en medio de la noche admirando las luces de la ciudad, perdidos en cariño, en afecto entre cada palabra suave y arrastrada por el sueño.
Tan solo la entrada ya tiene mil historias, primer beso en la puerta, todas las veces que la cruzaron juntos después de hacer las compras y debatieron de forma infantil sobre quién debía pasar primero, o esas entradas agitadas llenas de amor desesperado y un camino fugaz hacia la cama.
Jimin piensa en lo cruel que es quedarse en casa.
—Este departamento es tuyo y lo compraste con ayuda de tu familia, así que soy yo quien tiene que irse, Jimin, volveré y sacaré mis cosas de aquí el martes cuando no estés para no incomodarte.
Las cosas terminaron por una tontería, Jimin siempre se culpa, pero no es como que él se lleve todo el crédito al respecto.
La relación tenía sus errores, pelear por un sabor, un color, una elección, mejor personaje de una película, elección sobre la cena, algo dicho... El nivel normal para cualquier pareja, imperfecciones que lo vuelven perfecto.
Después, una inconformidad por la administración del tiempo fue la primera grieta del hogar. Jimin llegaba tarde del trabajo por hacer algunas horas extras para obtener un ascenso, todo el tiempo estaba agotado, la oficina se encargaba de drenar cada partícula de su energía y al llegar a casa ni siquiera podía permitirse pasar un tiempo junto a su pareja.
Jungkook lo entendió las primeras veces, cuando Jimin llegaba, él ya había preparado una cena caliente y una bañera llena con aroma a vainilla, Jimin no tenía que hacer nada, solo dejarse atender entre besos y silencio.
El trabajo de Jimin se extendió aún más con los días, los fines no tenía ganas de salir y gastaba el tiempo durmiendo, era natural si consideraba las pocas horas de sueño que tenía durante la semana, pero para Jungkook las cosas empezaron a sentirse personales, muchas dudas surgían en su cabecita roja.
¿Estás viendo a alguien más?
¿Estás cansado de mí?
¿Ya no me amas?
No tenían ni un año viviendo juntos, en aquel tiempo la inmadurez infantil todavía tenía un lugar en la esencia joven de Jungkook, la diferencia de edad entre ambos era de dos años después de todo, Jimin consoló los incontenibles pensamientos de su pareja con besos y susurros en las mañanas hasta que terminó de drenar toda la poca energía que le quedaba. Estalló.
—Jungkook, empiezas a impacientarme, estoy cansado, ¿podrías entenderlo? Tengo que trabajar casi todo el día hasta quemar mi cabeza y obtener las mejores ideas, deja de dudar de mí y solo déjame dormir.
Jimin durmió en el sofá durante tres días seguidos después de eso, al final Jungkook se disculpó con él por su actitud dudosa y los días de cuidado regresaron hasta que Jimin tuviera su ascenso, cuando lo obtuvo salieron a cenar a un restaurante lujoso para celebrarlo, no volvieron a tocar el tema.
Meses después, cuando Jimin tenía 25 años y Jungkook 23, vino la segunda grieta.
El servicio social de Jungkook era devastador, con jornadas de 12 horas y ojeras asomándose bajo sus ojos brillantes, él estaba feliz con eso, Jimin fue quien se convirtió en un pesado al quejarse de que ya ni siquiera pasaban tiempo juntos y de que un chico muy afectuoso, compañero de Jungkook, era quien lo llevaba en auto de regreso al departamento y a veces se quedaba a dormir con ellos.
Jimin siempre tuvo problemas para compartir su espacio, se lo contó a Jungkook mucho tiempo atrás cuando aún eran solo amigos, para él la privacidad era sagrada, rara vez invitaba a alguien a su casa y hasta eso tenía que tratarse de una persona muy cercana.
Por ello, para Jimin era una total invasión, empezaban a acumularse prendas ajenas en la lavadora de la casa, el chico limpiaba lo suyo por su cuenta y costeaba sus gastos, claro, pero en ningún momento había recibido una invitación formal para quedarse ahí como si fuera su propio hogar.
Una noche Jungkook y Jimin estallaron por eso.
—¡Es que ya no pasas tiempo conmigo!
—Cariño, sabes que estoy muy ocupado, además no puedo atender dos cosas a la vez.
—Pero con tu nuevo amigo pasas más tiempo incluso cuando tu jornada termina, él es tan molesto... no dudo que algún día termine quitándonos el departamento.
—¿De qué hablas? Él no molesta a nadie, además las rentas son bastante caras alrededor del hospital, creo que estás exagerando con eso.
—¡¿Te parece que pasearse por la casa y usar todas nuestras cosas es no molestar?! ¡Me molesta que se quede a dormir aquí tan seguido!
—¡No dijiste nada la primera vez que lo traje! ¡¿Cómo querías que adivinara que eso te molestaba?!
—¡Sabes que odio compartir mi espacio, pensé que era bastante obvio!
—¡Estás actuando como un idiota!
—¡No, tú lo estás haciendo! ¡Esta no es una casa para tres! ¡Si no te gusta entonces puedes irte con él si tanto lo deseas!
—¡¿Quién dijo que lo deseo?!
—¡A él lo tratas mejor que a mí!
—¡Jódete!
Jungkook se fue de la casa junto a su amigo, se quedó en un hotel durante siete días hasta que una mañana se paró afuera de la empresa de Jimin con un gran ramo de flores y una expresión avergonzada.
Jimin se sintió como un tonto, en primer lugar pudo haberse expresado de una manera más pacífica sobre el asunto en vez de explotar como si nada cuando Jungkook sólo preguntaba si todo estaba bien, en segundo lugar no se suponía que Jungkook tomara el primer paso al respecto cuando no había hecho nada malo, relativamente.
Discutieron sus diferencias en la cafetería que estaba frente a la oficina, Jimin prometió ser más comunicativo, Jungkook prometió que no volvería a tomar decisiones del hogar sin antes consultarlo con Jimin y que siempre respetaría su espacio, al final el departamento pertenecía a ambos, tenían que ser más comprensivos y abiertos si querían que las cosas funcionaran.
Ambas grietas nunca se cerraron del todo, dejaron muchos hilos sueltos de dudas que no fueron atendidos cuando aún era temprano.
El quiebre final fue desagradable.
Cuando Jungkook se graduó en enfermería desde mucho tiempo atrás ya estaba dicho que no ejercería la carrera, él es de ese tipo de personas con pequeñas aficiones por todo y un vasto mar de indecisión, expresó sus ganas de dedicarse a estar en casa y adentrarse en algunas cosas artísticas, Jimin estuvo de acuerdo, dinero no les faltaba, no era necesario que ambos trabajaran.
Empezaron a hacer planes, hubo muchos ahorros para futuros viajes apegados a la agenda de Jimin, los fines de semana visitaban cualquier lugar, en las noches veían series, jugaban juegos de mesa, Jungkook le enseñaba a Jimin algunas de sus creaciones artísticas cuando había algo nuevo que mostrar, pinturas, cerámica, dibujos, poemas, fotografías... Tal vez no eran 24 horas pegados debido al trabajo de Jimin, pero fuera de eso, maldición, todos los días estaban juntos, no había nada más.
Hasta que un día durante la cena Jungkook solo habló.
—Voy a ejercer mi carrera.
—¿Qué? —Jimin alzó la mirada—. ¿Cómo?
—Sí, hace una semana una persona del edificio se cayó por las escaleras, ayudé a sus familiares a trasladarla en mi auto y en el hospital estuve en la sala de espera con ellos por cortesía. Ver todo el movimiento, a los doctores atendiendo, los enfermeros checando a los pacientes y haciendo su trabajo... Creo que ahora recuerdo lo mucho que me gustaban los días de rotaciones y servicio, me gustaría ser enfermero.
—Pero...
—Mi padre dijo que en el hospital donde trabaja mi tía aún hay muchas vacantes disponibles, serían turnos de 7 horas, algunas veces en la mañana, otras en la tarde y luego algunas guardias...
—Jungkook —Jimin lo detuvo—. ¿Y todos nuestros planes?
—Tendré días libres en la semana, dependerá mucho de mis horarios mensuales...
—No me estás escuchando, ¿dónde están los viajes que teníamos planeados?...
—¿Mi decisión es mala?
—Es que esto es... No es que no te apoye, ¿entiendes? Quiero que hagas lo que te hace feliz y si esto te hace feliz lo acepto, pero tú y yo teníamos un calendario destinado a todos los viajes que queríamos hacer en el año, teníamos una rutina juntos, sabes que odio los cambios, yo...
—Escucha —Jungkook tomó las manos de Jimin entre las suyas con cuidado—. Fui a la entrevista de trabajo y me aceptaron.
—¿Cuándo?
—Fui el martes, hoy me contactaron para que empiece a trabajar el lunes.
—¿Cuándo carajos planeabas decírmelo? —susurró, trémulo y débil.
—No pensé que me fueran a aceptar.
—Lo estás haciendo otra vez —Jimin aseguró antes de apartar sus manos con brusquedad—. Estás siendo egoísta, no me estás tomando en cuenta en tu decisión.
—Por dios, Jimin, sabes que no es así...
—¡Íbamos a viajar en dos meses! —Jimin se puso de pie.
—Todavía podemos hacerlo, solo sería cuestión de arreglar nuestros horarios de nuevo, podemos ir por lo menos tres días y...
—¡Tres días no son nada, Jungkook!
—Puedo pedir vacaciones.
—¡¿Cómo sabes que te las darán?! Maldición, por lo menos me hubieras dejado unos días para asimilarlo, eres tan... tan malditamente egoísta... Ni siquiera vamos a vernos.
—Tendré días completos libres, estaré en casa, Jimin, no tiene que cambiar tan drásticamente —Jungkook se puso de pie.
—¡Claro que no! No será igual, estarás cansado, pasaremos menos tiempo juntos como cuando hacías tu servicio.
—¡Cuando querías ese ascenso hubo días en los que ni siquiera pasábamos más de 2 horas juntos y yo te apoyé!
—¡Pero siempre estabas lleno de inseguridades! ¡Me extrañabas! ¡Yo te voy a extrañar!
—Estamos... estamos haciendo esto más grande de lo que es, ambos somos adultos, Jimin, no podemos tener este tipo de dependencia, es cierto que la rutina cambiará, pero nuestra relación no tiene que hacerlo.
—No estoy de acuerdo... Eres egoísta.
—¡Agh! ¡¿Por qué siempre lo haces tan difícil?! ¡Siempre te exaltas por todo! —el tono de voz de Jungkook subió—. ¡A veces no puedo entenderte! ¡Me pediste que hiciera lo que quisiera! ¡Esto es lo que quiero! ¡Quiero ser enfermero! ¡¿Qué te parece tan jodidamente difícil de entender?
—¡Pudiste decirlo antes de ir a esa tonta entrevista!
—¡Si lo hubiera hecho habrías reaccionado igual y me hubieras puesto mil pretextos cuando la decisión es mía! ¡No me habrías apoyado!
—¡¿Piensas que no lo habría hecho?! ¡Me conoces tan poco!
—¡Es que nunca me dejas entenderte!
—¡No te esfuerzas por hacerlo!
—¡Nunca hablas de lo que piensas!
—¡Sabes que me cuesta!
—¡Ese no es mi maldito problema!
—¡Bien, entonces deberíamos terminar!
Hubo silencio, el silencio más pesado del mundo, el arrepentimiento cayó como balde de agua fría sobre los hombros de Jimin, observó una lagrima sutil deslizándose en la mejilla de su chico pelirrojo, quien lo observaba con incredulidad corriendo sobre sus facciones.
Jimin nunca quiso decir eso.
—¿Quieres terminar conmigo? —preguntó Jungkook, con voz ronca—. Nunca te creí tan... Esto es ridículo, ¿quién es el egoísta?
—No quiero hablar de esto.
Jimin fue quien salió del departamento esa vez para hospedarse en un hotel, no pudo dormir en toda la noche, su celular sonó por llamadas de Jungkook más de 15 veces y lo tuvo que apagar para no seguir oyendo el desesperado tono timbrando una y otra vez, burlándose de lo patético que era, en la madrugada hubo momentos de rencor, vacío, arrepentimiento, ira, tristeza, nostalgia... No quería terminar con Jungkook, pero su mente estaba nublada de enojo, no podía pensar con claridad.
Ellos no hablaron de nuevo por un buen rato, Jimin esperaba que Jungkook fuera más insistente y lo buscara hasta la oficina como la última vez que pelearon, pero Jungkook nunca se paró por ahí.
Jungkook siempre tomaba el primer paso cada que discutían, Jimin se acostumbró a eso.
Al volver al departamento la charla fue inevitable, la máscara de rigidez en Jungkook cayó y todavía insistió una vez más en que aún podían arreglar las cosas, pero Jimin era tan ciego que solo podía pensar en el hecho de que Jungkook tomó el trabajo y nunca fue a buscarlo antes de eso.
Terminaron.
Jungkook se llevó sus cosas y Jimin se quedó con el departamento.
Hablar por mensajes se volvió incómodo, así que con el tiempo dejaron de hacerlo.
Jimin estuvo lleno de arrepentimientos, pero nunca hizo un intento por arreglar las cosas.
Jimin pensó que las heridas se cerrarían, pero con el trabajo excesivo nunca les dio tiempo de curarse.
Jimin quiso dejar de amar a Jungkook, pero vivir entre paredes impregnadas de recuerdos con él no le dio oportunidad de superarlo.
Por eso al día siguiente se repite la nueva rutina.
Tras vestirse de traje, Jimin llega a la cocina a primera hora, abre el refrigerador y toma una bebida energética, no observa los vacíos, solo avanza hasta la entrada sin demorar mucho y va al trabajo bajo el tráfico atroz de la ciudad.
En la oficina teclea, hace cuentas, se levanta por unas copias y visita la oficina del jefe para entregar un informe diario, que como de costumbre, Jimin es el primero en entregarlo.
—Mi asistente se reportó enferma esta mañana, ¿podrías agrupar estos contratos y comunicarte con los socios para ajustar una junta el día de mañana a las 7 p. m.? —pide su jefe, un hombre de más de 50 años que tiene una barba canosa bien definida.
—Por supuesto, señor —contesta Jimin, su voz es monótona y fría, hay un rastro oculto de cansancio que su jefe no puede sentir a través de ella—. ¿Necesita algo más?
—¿Estás muy ocupado?
—Puedo ajustarme a lo que necesite —miente.
—Consigue una corbata, me gustaría que fueras a una junta con los inversionistas en mi lugar y realices un reporte de todos los datos importantes que se den a conocer, es en dos horas y terminará después de las tres, tengo otros pendientes que resolver.
—Estaré ahí, señor.
—Perfecto, puedes retirarte.
Jimin sale y regresa a su escritorio, perfecto, no habrá hora de almuerzo para él.
Comienza a adelantar todo su trabajo del día ahora que sabe que no tendrá tiempo para completarlo, agrupa los contratos del trabajo que no le corresponde, realiza la cita para el día siguiente y sale de la empresa a conseguir una corbata en cualquier tienda.
Regresa directo a la junta, cumple su labor sin errores, hace notas a mano para pasarlas a la computadora en cuanto termine la reunión y todavía es presionado a arreglar el proyector cuando este comienza a fallar.
Cuando la reunión termina siente sus ojos llorosos, el cansancio está entumeciendo todos sus músculos, nunca se había sentido tan pesado antes, sus manos hormiguean y su estómago se retuerce de hambre mientras hace ruidos vergonzosos.
—Park, el jefe te llama —avisa su compañera de trabajo cuando apenas va a sentarse en el escritorio.
—Gracias.
Acomoda la silla de nuevo y camina hasta la oficina, falla, no es capaz de dar más de 10 pasos cuando todo su cuerpo comienza a hormiguear más fuerte y su vista se oscurece, lo único que sabe al abrir los ojos y ver a todos alrededor de él es que se desmayó, es tan patético que ni siquiera puede creerlo.
—Denle aire —pide su jefe con esa voz grave que solo usa cuando está preocupado—. ¿Cómo te sientes?
—D-Demonios... —gime al sentir el dolor punzante de su cuerpo por la caída mientras intenta sentarse—. No sé qué pasó.
—Estás pálido, será mejor que vayas al hospital a que te realicen estudios y te pongan un suero.
—No es necesario, señor...
—Es una orden, quiero trabajadores saludables en mi equipo.
Irónico, Jimin, su mejor empleado, es la persona menos saludable de la oficina, pero ni siquiera lo habían notado.
A regañadientes, Jimin va hasta el hospital en compañía de un becario que se ofreció a llevarlo, el jefe estuvo de acuerdo en que fuera él quien lo acompañara, de todas maneras la presencia del menor no es tan indispensable por el momento.
Al llegar al hospital es atendido con rapidez, resulta que un doctor influyente ya estaba enterado de su llegada, para Jimin no es difícil deducir que su jefe lo contactó para que pudiera ser atendido tan pronto como fuera posible, significa que lo querrá de regreso a la oficina, Jimin le dirá que pueda seguir trabajando, entonces él no insistirá... El escenario está en su cabeza.
El doctor se presenta, pide los datos de Jimin, hace algunas preguntas y le toma la presión.
—Vaya, tienes la presión baja —suspira—. Tu jefe dijo que también quieres algunos estudios, pediré que preparen el consultorio para sacarte las muestras el día de mañana, puedes descansar en esta camilla.
—Gracias, doctor.
Jimin se recuesta cerrando los ojos, su cabeza zumba de dolor, él piensa que tal vez se esforzó de más el día de hoy, solo tal vez.
—Adminístrale un suero —escucha sin poner mucha atención.
No le teme a las jeringas, no es la primera vez que recibe algo vía intravenosa, así que estará bien con eso, no hay lugar en su cabeza para preocupaciones banales.
Jimin solo mantiene los ojos cerrados, imagina cómo habría sido antes, él habría llamado a Jungkook y este habría aparecido en el hospital lleno de preocupación, probablemente lo habría regañado por no cuidar de su salud y habría dicho algo como...
—Te estás exigiendo demasiado.
La piel de Jimin se eriza, siente un piquete en el dorso de la mano después de eso, hay silencio, tiene miedo de abrir los ojos y encontrar que ahora no solo se desmaya sino que también alucina.
—Procura no mover tu mano y no te pongas de pie. Si sientes algún malestar como: calor, mareos, náuseas, picazón o dolor, házmelo saber de inmediato.
¿Dolor? Jimin ha sentido dolor desde que todo se terminó.
—Estaré aquí, solo levanta la mano si necesitas algo.
Jimin necesita tantas cosas.
Escucha al enfermero ponerse de pie para retirarse, el corazón de Jimin avanza con rapidez, no sabe si son los nervios o una reacción secundaria peligrosa, percibe miedo acumulándose en sus propios lagrimales.
—Siento taquicardia —susurra y abre los ojos.
Esta vez no hay una cabellera roja para darle la bienvenida, solo un color negro que le recuerda tanto a la época de la universidad, pero lo demás se siente igual, como si el tiempo nunca hubiera pasado sobre ambos, hay una expresión preocupada formándose en el rostro de su enfermero, Jimin recorre sus facciones varoniles, su mirada viaja sobre sus labios finos y observa el lunar debajo de ellos, ese lunar que tanto ama besar sigue ahí, al igual que esas pestañas negras y largas cubriendo esos bellos ojos de ciervo...
¿Por qué habría cariño en esa conducta cuidadosa?
Jungkook toma la mano de Jimin, el tacto se siente frágil, él está intentando sentir su pulso.
—Siento que mi corazón va a 143 latidos por minuto... —susurra Jimin, antes de que Jungkook diga algo—. Creo que estoy enfermo.
Los ojos de Jungkook brillan, debe sentirse conmovido por el efecto de la lluvia de sentimientos que cae sobre ambos.
Él también ha sufrido, se ha ocultado bajo el trabajo pesado de la enfermería tomando turnos extras cuando no es necesario, al igual que Jimin tiene lugares que prefiere no visitar, noches de insomnio en las que revive memorias lejanas y se hunde bajo las sábanas ahogado en culpa y arrepentimiento.
Hay días donde es difícil seguir, ratos en los que extraña a su otra mitad y observa el vacío amargo que nadie más puede llenar.
—Quizás tenemos la misma enfermedad —susurra con una sonrisa de terciopelo.
Mientras el líquido gotea a través de los tubos delgados, Jungkook sostiene la mano de Jimin en la que no está conectado el suero, ambos entrelazan sus dedos y una vez más están juntos.
Solo por ahora, no discuten los errores del pasado, ni hablan sobre lo mucho que se han extrañado, ellos evitan pensar en el fantasma de la nostalgia que los atormenta cada noche y deciden hacer el tema a un lado para permitirse saborear cada sentimiento.
Esta vez sólo existen ellos.
I love you
──1 4 3──
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Fueron más de 5 mil palabras aquí, así que agradecería mucho que dejaran su voto y algún comentario con su opinión sobre la historia. Quise hacer un final abierto, sin embargo, es fácil deducir que estos dos se aman tanto que querrán solucionar las cosas para volver estar juntos, lo dejaré a imaginación de cada quien.
Agradezco a kozakura_chan por ayudarme con la corrección ortográfica de la historia.
Gracias por leer este pequeño one shot.
—Princess.
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