El Segundo Paso ━━━ Impresionarlo en los deportes
El sol brillaba sobre el festival escolar, llenando el aire con la emoción de la competencia y el aroma tentador de los puestos de comida. Maki, de once años con una determinación de veinte, se pavoneaba por el campo, músculos flexionados y confianza radiante. Su objetivo del día: impresionar a Hiro, el omega gruñón que prefería los libros a las personas.
Maki se inscribió en cada competencia deportiva, desde carreras de sacos hasta lanzamiento de globos de agua, con la esperanza de que Hiro notara su valentía y habilidad. Pero fue en la carrera de relevos donde Maki planeaba dejar una marca imborrable.
Con los músculos tensos y el corazón latiendo con anticipación, Maki tomó el relevo final y se lanzó hacia la meta con una velocidad impresionante. Sus ojos buscaban desesperadamente a Hiro en la multitud, pero solo vio una figura solitaria sentada bajo un árbol, absorto en su libro.
Decidido a impresionar, Maki aceleró aún más. Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cruzar la línea de meta con un rugido triunfante, el destino decidió intervenir de la manera más embarazosa posible.
Un pequeño guijarro, apenas visible, hizo tropezar a Maki, enviándolo de cabeza hacia el suelo con un estruendoso golpe. La multitud contuvo el aliento mientras Maki se levantaba, con las mejillas encendidas de vergüenza, solo para descubrir que Hiro se había levantado de su asiento, un ceño fruncido en su rostro.
—¿Estás bien? —preguntó Hiro, dejando su libro a un lado y acercándose a Maki con preocupación genuina.
Maki, intentando mantener su dignidad intacta, se levantó rápidamente y asintió con una sonrisa forzada.
—¡Claro que sí! ¡Soy invencible!
Pero su bravuconería pronto fue puesta a prueba cuando una maestra se acercó, preocupada por el sangrado de nariz de Maki.
—Vamos, te llevaré a la enfermería para que te revisen—dijo la maestra, extendiendo una mano hacia él.
Maki, cuyo valor se desvanecía más rápido que un helado en un día caluroso, retrocedió instintivamente.
—¡No, no, gracias! ¡No necesito ir a la enfermería!
Hiro arqueó una ceja, claramente confundido por la reacción de Maki.
—¿Por qué no quieres ir a la enfermería? Deberías asegurarte de que estás bien.
Maki, luchando por una excusa, se desvió hacia la izquierda y corrió hacia los puestos de comida, dejando atrás una nube de polvo y confusión.
Hiro sacudió la cabeza con incredulidad mientras observaba la estela de Maki.
—¿Qué acaba de pasar?—el omega recogió su libro— No sé preocupe maestra, lo iré a buscar—prometió yendo hacía la dirección que había tomado el más joven.
Hiro se lanzó en busca de Maki por toda la escuela, sorteando niños curiosos y maestros despistados en su búsqueda. Finalmente, lo encontró escondido detrás de un seto en el patio trasero, tratando de mantenerse fuera del radar de cualquier enfermera bienintencionada.
—Maki, ¿estás bien?—preguntó Hiro, con una mezcla de preocupación y diversión en su voz mientras se acercaba al alfa tembloroso.
Maki levantó la vista con sorpresa, encontrándose con los ojos serios de Hiro.
—Uh, sí, estoy bien. Solo... no quiero ir a la enfermería—admitió, con una honestidad poco común en un niño de su edad.
Maki se acercó lentamente y rodeó a Hiro con un abrazo reconfortante, aunque el omega parecía más incómodo que reconfortado.
—No te preocupes. Pero debes asegurarte de que estás bien—dijo Hiro, con un tono de autoridad que hizo eco en su voz de omega, mientras se separaba del alfa.
Maki miró a Hiro con una mezcla de gratitud y confusión.
—¿Qué quieres decir?—preguntó, frunciendo el ceño con cautela.
Hiro sonrió de manera traviesa y levantó una mano hacia la mejilla de Maki.
—Si te doy un beso en la mejilla, irás a la enfermería y te asegurarás de que estás bien—propuso, con una chispa de travesura en sus ojos.
Maki se quedó boquiabierto ante la propuesta inesperada, pero antes de que pudiera reaccionar, Hiro besó su propia mano y luego la estampó en la mejilla de Maki con un golpe suave pero decidido.
—Ahí está tu beso, ahora a la enfermería.
—¡Hey, eso es trampa!—exclamó Maki, sacudido por el gesto inesperado de Hiro.
Hiro se encogió de hombros con inocencia fingida mientras tomaba la mano de Maki y lo llevaba hacia la enfermería.
—Ya te di el beso, Maki. Ahora ve a asegurarte de que estás bien—dijo mientras empujaba al alfa reacio hacia el edificio.
La tarde se deslizaba con la suavidad perezosa de una conversación entre pájaros cuando Hiro, desde la comodidad de su habitación repleta de libros, se preocupó por su vecino Maki. ¿Cómo estaría después de su percance en la escuela? Con un suspiro resignado y una pizca de preocupación real, decidió que era hora de investigar.
—Bueno, mamá, creo que voy a visitar a Maki para ver cómo está—anunció Hiro, emergiendo de su refugio literario y buscando la aprobación materna.
—¿Maki? ¿El chico alfa que vive al lado?—preguntó su madre, arqueando una ceja con curiosidad.
—Exactamente—confirmó Hiro con un asentimiento, antes de dirigirse hacia la puerta con determinación—. Y no me preguntes, yo tampoco sé.
Salió y camino hacia la casa de al lado.
Con un rápido toque en el timbre y un suspiro de anticipación, Hiro esperó pacientemente.
La puerta se abrió lentamente, revelando a Maki con una nariz envuelta en vendas y una expresión de valentía fingida en su rostro.
—Hola, Hiro. ¿Qué tal?—preguntó con un tono de voz que intentaba ocultar cualquier indicio de dolor.
Hiro observó al alfa con atención, notando de inmediato la farsa detrás de su bravuconería.
—¿Estás bien, Maki? ¿Te duele mucho la nariz?—preguntó con genuina preocupación.
—No te preocupes por mí, estoy perfectamente bien—afirmó Maki, tratando de parecer intrépido—. Los alfas somos muy fuertes, nos recuperamos de lo que sea, además...
Antes de que Maki pudiera seguir hablando, la madre del alfa apareció en escena con una sonrisa.
—¡Oh! Maki no seas mentiroso, fue terrible, Hiro. Maki estuvo llorando toda la tarde— reveló, disfrutando del momento de vergüenza de su hijo.
El alfa de once años se ruborizó hasta las orejas, su intento de valentía desmoronándose ante la verdad expuesta. Pero en lugar de aceptar su derrota con gracia, Maki se volvió hacia su madre con una expresión de horror absoluto.
—¡Mamá! ¡No puedes avergonzarme así frente a mi futuro esposo!—protestó, su voz alcanzando un tono dramático digno de una telenovela.
Hiro, sorprendido por la declaración repentina, no pudo evitar soltar una risita nerviosa ante la absurda escena frente a él.
—Um, creo que es un buen momento para que me vaya—murmuró, retrocediendo lentamente hacia la puerta de entrada.
Con un asentimiento comprensivo y una sonrisa traviesa, Hiro se despidió de Maki y su madre, dejando atrás una estela de confusión y risas mientras regresaba a la seguridad de su hogar. Pero antes de irse Hiro miró a Maki.
—Me sorprende cuanto sangró tu nariz —y se fue.
Maki sonrió emocionado, había impresionado a Hiro, técnicamente lo improviso haciendo deportes así que el paso 2 funcionó.
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por fis
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