02

Capítulo Dos.

Eran las diez de la mañana cuando apagó el despertador. Gruñó y se volvió a tapar de pies a cabeza, no quería levantarse, así estaba bastante cómodo; pero nuevamente el maldito reloj digital emitió ese fastidioso pitido. Suspiró y se sentó de un sólo movimiento, no odiaba su trabajo, es más, lo amaba, pero no tanto como dormir.

Aldo Saunders no era cualquier detective, pertenecía al departamento 1201 del cuerpo policiaco de la ciudad de Kahum, el cual se encargaba de atrapar a los criminales no humanos, por eso trabajaba en secreto y de noche.

Desde hacía varios años, tal vez décadas, en Kahum además de humanos habitaban seres mágicos que convivían en armonía y escondidos de los mortales; coexistían elfos, faunos, licántropos, centauros y muchos más seres que tomando rasgos humanos se camuflaban en la sociedad y permanecían para vivir en nuestro mundo. Con el pasar del tiempo la mayoría de esos seres habían tenido descendencia con los humanos y eso no estaba prohibido; lo prohibido era exhibir su verdadera naturaleza al mundo, lo prohibido era dejarle saber a las masas la existencia de seres que se creían mitológicos y fantásticos.

Sin embargo, así como habían humanos criminales, también los habían mágicos; por ello cuando algún ser fantástico cometía un delito u homicidio, el departamento 1201 entraba en acción, no sin antes averiguar si el infractor era o no un humano de verdad.

La noche anterior Aldo había seguido unas pistas falsas y por ello perdió mucho tiempo, eso lo frustraba, le molestaba no poder hacer bien su trabajo.

Sólo vistiendo los pantalones de la pijama fue a la cocina donde una taza de café y un par de rebanadas de pan tostado con jalea le servirían para distraer su hambre, porque la noche anterior no había probado bocado.

Encendió el televisor y localizó el canal de las noticias matutinas; no había nada interesante, nada que le pudiera servir con su investigación.

De repente, justo cuando daba el último sorbo a su café para después a dejar la taza en el lavaplatos, su móvil sonó.

—¿Si?— atendió sin mucho ánimo, ya que con solo mirar la pantalla supo quién era.

—¿Cómo van las cosas, ya tienes algún sospechoso?

—No, las pistas eran falsas, llegué a un callejón sin salida.

El sujeto al otro lado de la línea suspiró antes de hablar, —bien, entonces supongo que Elton podría ser de ayuda

—Ni lo pienses Tony, sabes que trabajo sólo.

—No lo hago para fastidiarte.

Exhaló, no quería dar su brazo a torcer, pero tampoco quería un compañero, —veré qué averiguo esta tarde; dame veinticuatro horas y si no consigo información valiosa podrás incluir en el caso a Elton, o incluso a Derek si quieres.

—Hecho— dijo convencido Anthony, el jefe del departamento de policía 1201.

Cortó la llamada y se dispuso a tomar una ducha, debía poner manos a la obra si quería encontrar información y resolver las cosas, no permitiría que otro detective fuera asignado a su caso, su orgullo no se lo permitiría.

...

..

.

Tarareando una alegré tonada, el chico de cabello castaño, ojos pequeños y enorme sonrisa se dedicaba a ordenar los libros en unos de los estantes de aquella librería que era de su propiedad; estaba tan concentrado en el ritmo de la melodía y en los gruesos tomos en la repisa que no oyó cuando la campanilla de la puerta sonó anunciando la llegada de un posible cliente.

—Hoy pareces muy alegre— exclamó una voz ronca al pie de la escalera donde se encontraba encaramado.

—¡Oh! Aldo, no escuché que llegaras.

—Lo supuse— sonrió, al momento que daba un par de pasos hacia atrás, dándole espacio al dueño de la librería para que bajara.

—¿Y?— preguntó el chico una vez que sus pies estuvieron en el suelo, —¿qué te trae por aquí; buscas un buen libro?

—En realidad busco otro tipo de información.

Y esas palabras fueron suficientes para que Jacopo cambiara su rostro alegre y despreocupado por uno serio.

Caminó hasta el recibidor seguido del alto detective y se apoyó en la aparador de madera rústica, ésa donde descansaba la máquina registradora; —eso depende— sentenció.

—¿De qué?

—De qué tanto me involucre; sabes que este negocio podría estar en juego.

—Te involucra mucho; un no-humano es el objetivo de la investigación.

—¿Cómo lo sabes?— se incorporó y cruzó los brazos sobre su pecho.

—Eso no te lo puedo decir, es información clasificada— dijo el detective.

—Entonces no puedo ayudarte.

—Vamos Jacopo; no porque sea uno de los tuyos debes ocultarme información, si haces eso podrías ser arrestado por obstrucción de la ley.

Al decir eso dio en el clavo; Jacopo era un fauno muy reflexivo y apegado a la ley, estaba consciente de que no estaba en su mundo y por eso, con mayor razón, debía acatar las reglas; aún si su patrimonio, en específico su preciada librería, pudiera ser afectada o destruida si algún mafioso o criminal lo llegaba a catalogar como un "soplón".

Gruñó y frunció el ceño; —bien, pero al menos dime qué buscas.

Sonrió satisfecho, Jacopo era una fuente confiable, ahora sólo rogaba porque hubiera escuchado algo sobre su caso.

—Últimamente ha habido mayor consumo de alcohol y estupefacientes en la ciudad, los decesos por sobredosis de cocaína han aumentado— explicó el moreno.

Jacopo permaneció pensativo unos segundos, —eso no es muy específico. ¿Algún otro detalle más?

—Curiosamente el número de prostitutas ha disminuido, parece como si la tierra se las hubiera tragado; al principio creímos que era coincidencia, ahora no estamos seguros.

—Alcohol, drogas y sexo; vaya, puede que sea un humano común y corriente, ¿no es así?— elevó sus cejas.

—No, no lo es; por alguna razón el caso llegó a mi departamento.

—Mira, la verdad yo no he escuchado nada que tenga que ver con esas tres cosas; así que dudo mucho que pueda ayudarte.

—Por lo menos dime con qué tipo de criatura podría enfrentarme, por favor; sólo una idea, una sencilla.

Suspiró y luego salió de detrás del mostrador, —sígueme.

Jacopo guió al detective por un pasillo hasta llegar al final del local, se acuclilló y del estante de hasta abajo sacó un libro grueso pero del tamaño de media hoja carta, —puede que esto sirva.

Abrió el tomo y lo hojeó, Aldo pudo notar que habían bocetos y dibujos hechos a mano, nunca antes había visto algo como eso, pocas veces recurría a Jacopo y cuando lo hacía este le daba nombres específicos sobre cosas que había escuchado entre sus conocidos no-humanos.

Otra cosa curiosa de ese libro era que tenía poco texto y además estaba en una lengua que no comprendía, algo a base se puntos y líneas curvas y extrañas.

De repente Jacopo disminuyó la velocidad con la que pasaba las hojas, luego se detuvo en una donde había una imagen de un hombre cuyos brazos eran bastantes peludos, en la frente tenía pequeños cuernos negros y en lugar de piernas tenía patas de cabra.

—¿Qué ese no es un fauno?— indagó Aldo.

—No— respondió Jacopo, —nuestras extremidades inferiores, cola y orejas son como la de los ciervos que tú conoces.

—Oh— exclamó el detective, pero en realidad para él lucían iguales.

—Este es un sátiro— señaló el dibujo, —y a diferencia de nosotros ellos aman el vino y los efectos embriagantes de este; se dice que son muy desinhibidos a la hora de satisfacer sus deseos sexuales. Creo que puede ser la criatura que buscas.

—¿Y conoces a algún sátiro?

—No— negó sinceramente.

—Bien, entonces creo que tendré que buscar mejor en las cantinas y bares de la ciudad— dijo resignado y haciéndose a la idea de una larga caminata y de la posibilidad de tener a Elton como compañero; —gracias Jacopo.

—No hay de qué— comenzó a caminar tras eldetective que ahora se dirigía a la salida; pero antes de que este tomara elpomo de la puerta, agregó —si escucho algo sobre esto te avisaré, tenlo porseguro. 

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