Construyendo un muñeco de nieve juntos
— ¡Mira, pa! — gritó Leonarda, jalándole de la manga y haciéndole correr hacia el centro del parque — ¡Un concurso de muñecos de nieve!
Vegetta se dejó llevar por su niña y notó la cantidad de personas reunidas donde Leo señalaba con sus deditos. En un estrado recién creado, un presentador anunciaba que aún se estaba a tiempo de participar en dicho evento cuyo premio sería unos vales para un día completo en familia a un parque de diversiones. Leonarda comenzó a dar saltitos y a rogarle a su padre el poder participar, por lo que Vegetta no tuvo corazón para decirle que no. Buscaron un lugar en la línea mientras esperaban a que el concurso diera inicio, por lo que Vegetta comenzó a buscar en su celular alguna guía de cómo hacer un muñeco de nieve.
Porque... sí: él no había hecho uno en años, y tampoco recordaba ser bueno en eso.
Al llegar a su puesto y mientras esperaban a que el concurso diera inicio, Vegetta comenzó a notar a todas las familias participantes. Parecía que varios sabían de esto con anterioridad, pues tenían zanahorias y accesorios listos para poner en sus muñecos y darles más puntos. Estaban en clara desventaja, pero bueno, harían lo que pudiesen. Cuando terminaba por ver a los participantes, sus ojos se quedaron prendados de uno de los miembros quien se hallaba antes de él: un muchacho de ojos verdes y cabellos dorados se encontraba conversando con una pequeña y una mujer con quien parecía hacía equipo. Este señaló su celular, diciendo algo que emocionó a la niña que lucía un gorrito con forma de pancakes. Para Vegetta, ese desconocido había sido un flechazo instantáneo, más mantuvo la compostura pues creía que ya estaba lo suficientemente mayor como para suspirar por un amor del momento con quien, además, nunca hablaría.
Siguió revisando la página que encontró sobre muñecos de nieve cuando, minutos después, una voz lo sorprendió.
— ¿Tengo algo en el rostro? — no se dio cuenta de que el muchacho ahora lo observaba y se había acercado a él y Leo de improviso. Vegetta negó con la cabeza, avergonzado de haberse quedado tanto tiempo observándolo como para que aquel hombre se diese cuenta y fuera a hablarle.
— ¡N-no! — raramente nervioso, Vegetta negó moviendo sus manos desesperadamente. El rubio soltó una pequeña sonrisa (realmente hermosa a ojos de Vegetta) y le dijo que solo estaba bromeando. — Lamento si te incomodó que te viera, es solo que tú, tu esposa e hija están muy preparados para este concurso, ¿cierto? Veo una bolsa con muchos accesorios.
— Hermana y sobrina, de hecho. — corrigió, interesando aún más a Vegetta — ¿Y ustedes? ¿Por qué no trajeron nada? ¿O por qué no avisaron a...?
— Paseábamos por el parque y mi pequeña se animó a participar a último momento — le interrumpió — Ya no hay momento para comprar materiales... solo somos nosotros dos.
— Oh, entiendo.
— ¡Papá! ¡Ya va a iniciar el concurso! — Leo se acercó a él y le dijo que mirase al estrado. El rubio tomó esto como alerta para volver donde su familia, despidiéndose del de ojos amatista y deseándole suerte. Este hizo lo mismo, mirando como aquel muchacho se reunía con la mujer y cargaba a su sobrina en sus hombros. — ¿Es tu amigo?
— Algo así. — respondió.
Se dedicaron a escuchar al organizador del evento, quien les dijo que tenían cuarenta y cinco minutos para hacer el muñeco de nieve más bonito que pudieran realizar. Padre e hija se miraron con decisión, amaban las competencias y harían lo posible, incluso si era la primera vez que haría un muñeco de nieve juntos. Vegetta entonces dio una leve mirada al tipo de hace unos instantes, dándose con la sorpresa de que este también lo observaba y notando como sus labios se movían y formaron un "You can do it!" Acompañado de una sonrisa.
"Oh, corazón, basta ya." Pensó el de ojos amatista, avergonzado de haberse ilusionado aunque sea un poco con un total desconocido.
Cuando la alarma que daba inicio al concurso inició, Vegetta y Leonarda intentaron hacer la primera bola de nieve, la más grande, pero esta no dejaba de desmoronarse y terminar derritiéndose en sus manos. Vegetta no lo entendía, ¿era tan difícil o simplemente no había nacido con el talento para hacer un simple muñeco? No podía renunciar ahora, menos cuando su pequeña lo miraba con la mayor ilusión por intentar, aunque sea, ganar.
— ¿Necesitan ayuda? — nuevamente la voz de aquel hombre guapísimo del costado interrumpió sus pensamientos. Él, su hermana y su sobrina ya se encontraban haciendo la segunda bola de nieve, alarmando a Vegetta al notar que no solo se trataba de ellos, sino que los demás participantes llevaban una clara ventaja contra los de Luque.
— No...
— ¡Sí! — se apresuró a decir Leo, para sorpresa de su padre — ¡Toda la ayuda posible! ¡Estamos perdiendo!
— ¡Muy bien, missy, entonces ofrezco mis servicios! — respondió el rubio, dejando su lugar ante las quejas de la mujer y la mirada curiosa de la otra niña — Soy Foolish, por cierto.
— Vegetta... y ella es Leonarda. — respondió, mientras su hija asentía — ¿Estás seguro de que no es un problema que estés aquí y no con tu familia?
— Para nada, ellas ya no me necesitan. — respondió, señalando su celular.
Apenas unos segundos luego de tal acción, una voz cansada se escuchó a lo lejos. Una mujer de cabellos marones y blancos corría hacia donde fue el anterior lugar de Foolish, siendo recibida con un abrazo de la pequeña niña y un beso en los labios de parte de la otra mujer. Vegetta se quedó estupefacto, pero solo notó como una sonrisa en el rostro se formaba en los labios del rubio.
— La esposa de mi hermana y madre de mi sobrina ya llegó, así que puedo ayudarlos. — dijo — Nada me haría más feliz que ganarles, así que ¿puedo?
— Por supuesto. — susurró, embobado ante los hipnóticos ojos esmeraldas de Foolish.
Foolish entonces los guío para que la bola de nieve no se derritiera mientras intentaban formarla. Parecía tener experiencia de sobra, pues pasaba la mayor parte de su tiempo libre jugando en la nieve con Em, como se llamaba su sobrina. Le dijo a Leo que se asegurara de observar si alguna parte de la primera bola de nieve, la más grande, se desprendía, mientras él y Vegetta la hacían rodar. Mientras ambos llevaban la primera bola de nieve a su lugar una de las manos de Foolish, sin querer, terminó poniéndose encima de la de Vegetta. Este se disculpó, más no la apartó, y Vegetta solo fue capaz de decirle que estaba bien, incapaz de mencionar que quería que siguiera en esa posición. Leo les dijo que no podían detenerse, terminando así por separar sus manos. El calor repentino que había sentido Vegetta ahí desapareció por el congelado frío, deseando ser él ahora el que tomaba la mano de Foolish por accidente.
— ¡Lo siento! Ahora fue mi culpa. — mintió Vegetta, mientras se separaba y seguían moviendo la nieve.
— ¡No te preocupes! Si te pasa más veces no me haré problemas. — respondió Foolish campante — Es más, si yo vuelvo a tomar tu mano por equivocación, ¡espero me perdones!
Ambos soltaron una carcajada, dispuestos a seguir equivocándose.
Con la primera y más pesada bola de nieve hecha y en su lugar, las otras dos no resultaron mucho problema. Incluso el trío se tomó un pequeño descanso y comenzaron a lanzarse bolas de nieve. Foolish se enteró que este era uno de los pocos días que Vegetta tenía libre durante el mes, por lo que había decidido pasarla al 100% con su niña y aceptando hacer todo lo que ella quisiera. Aquello le pareció muy dulce de su parte, notando la maravillosa relación entre aquel padre y su niña.
— ¡Esto es muy divertido, pa! — dijo Leo, agarrándolo del brazo y teniendo como respuesta que Vegetta le acariciara los mechones de cabello que sobresalían de su gorra — ¡Estoy muy feliz! ¡Me gusta pasar tiempo contigo! — la pequeña se alejó, señalando un árbol que estaba no muy lejos y a la vista— Iré por ramitas y piedras para los brazos y la cara. No me alejaré tanto, ¡pero ahora quiero ayudarles porque ustedes pusieron todas las bolas de nieve!
— Está bien, princesa, confío en ti ¡Terminemos con esto y ganemos!
La niña se fue y los dos adultos continuaron ahora acomodando y asegurándose de que las bolas no se cayeran de su sitio.
— Ustedes son una familia maravillosa — respondió Foolish — Me alegra ayudarlos.
— Gracias por eso, Foolish — Vegetta continuó. — Ni siquiera éramos amigos esta mañana y ahora siento como si te hubiera conocido desde hace mucho tiempo.
No esperó que aquella frase tan sincera lograra poner nervioso al rubio, quien se tocó el cabello y sonrió.
— Me siento igual.
— You are doing so great in your date with your boyfriend, Foolish! — gritó en inglés Tina, la que se suponía era la hermana de Foolish — I was right to send you to talk to him after you said he was so handsome. Take him and his daughter to our house for Christmas!
— Shut up! — se apresuró a gritarle Foolish en el mismo idioma, avergonzado ante las risas de su hermana, la pareja de esta y la mirada confusa pero feliz de su sobrinita — Perdona, en serio no es nada, solo Tina burlándose e insinuando que esto es una cita, como si tú y yo fuéramos... ya sabes. — ahora se dirigió a Vegetta, intentando evadir su mirada.
A Vegetta le pareció adorable el cómo Foolish se encontraba todo apenado. Luego de los pequeños coqueteos que ambos habían tenido durante la construcción del muñeco, verlo así era demasiado tierno.
— Pues... who knows? — dijo veloz y en un susurro el de ojos amatista, aunque Foolish sí que lo escuchó, sorprendido más no lo negó, al contrario, sonrió.
— Sí... who knows? —repitió, mirándose los dos con complicidad.
Mientras esperaban a Leo, ambos aprovecharon para conocerse aún más. Foolish, al igual que él, le preguntaba sobre su vida, respondiendo Vegetta con mucha calma pues se sentía cómodo ante la presencia del muchacho. Más de una vez debían ser llamados por la voz insistente de Leo, quien aparecía de vez en cuando preguntándoles si las ramitas que eligió estaban bien o si las piedritas no se caerían del rostro, diciéndoles también que debían apurarse y dejar sus charlas románticas para después. Ambos, nerviosos, solo asentían, mirándose con aún más curiosidad y con las ganas de seguir conversando.
Finalmente, los tres terminaron de poner los brazos y el rostro del muñeco. No tenían la típica zanahoria para la nariz (Tina solo había llevado una) por lo que pusieron otra rama.
— Humn... le falta algo más, ¿ropa? — dijo Leo, llamando la atención de los dos adultos.
— Podemos ponerle mi bufanda, ¿Qué te parece? — la niña asintió y Vegetta rodeó el cuello de su obra con su bufanda morada.
— Y para el gorro les puedo dar el mío — Foolish, por su parte, se sacó dicho objeto de la cabeza y la puso en el muñeco, revelando en su totalidad sus rebeldes cabellos que cautivaron aún más a Vegetta — un gorro tiburón no es muy usual, apuesto a que serán puntos extras.
— ¡Me encanta! — concluyó Leo, dando vueltas alrededor del muñeco y agradeciendo a Foolish por la ayuda.
Al terminar, los tres celebraron chocando sus manos heladas y riendo por lo chistosa que la cara del muñeco se veía. En una parte de esa celebración, los rostros de Foolish y Vegetta se acercaron demasiado que podían notar con mayor detalle cada facción del otro. Vegetta quedó hipnotizado nuevamente por esos maravillosos ojos esmeraldas que el rubio poseía, y este acomodó el cabello del otro mientras le dedicaba una sonrisa pícara.
— ¿Te han dicho que eres muy guapo? Porque lo eres, Foolish.
— Que tú lo digas hace que me olvide si es que alguna vez otra persona lo hizo. — tomado desprevenido por esa respuesta, el rostro de Vegetta enrojeció; sin embargo, notó como Foolish también llevaba las mejillas coloradas, sabiendo muy bien que no era por el frío.
La voz del jurado por medio de los megáfonos los sacó de sus pensamientos, pues ya era momento de anunciar a los ganadores. Las personas encargadas pasaron por cada muñeco de nieve y hablaban entre ellos entre cuáles les parecieron los mejores, poniendo nervioso a Vegetta al querer este saber aunque sea que realizó un buen trabajo. Sintió como la mano de Foolish se entrelazaba con la suya para darle confort, observándolo y recibiendo un "¡No te preocupes!" como respuesta, logrando que sonriese. Leonarda, por su parte, lo tomó de la otra mano, comentándole que se divirtió mucho y esperaba poder hacer más muñecos con su pa Vege todos los días.
El jurado decidió que empezaría con el primer puesto, anunciando sin prisas que los ganadores habían sido el equipo seis, conformado por Tina, Bagi y Em. Vegetta se sorprendió al notar que se trataba de la familia de Foolish, y el rubio carraspeó aunque se acercó a ellas para felicitarlas (y pedirles parte del premio por ayudar en el inicio). El siguiente lugar, con un vale para comprar en una tienda cercana, fue para un rubio junto a dos pequeños que ya estaban debatiendo sobre qué comprar. Finalmente, el tercer lugar que recibió una bola de nieve con un muñequito dentro, fue para otro hombre con un niño que tenía una mascarilla con la figura de un bigote. Vegetta se entristeció un poco al no haber llegado ni siquiera al tercer puesto, mas priorizó reconfortar a su pequeña cargándola y diciéndole que ya para la próxima irían mejor preparados, comentándole también que le compraría una paleta de cereza antes de volver a casa. La niña asintió, volviendo a recalcar que aunque le gustaba ganar, realmente lo que más disfrutó fue pasar tiempo con su papá.
Foolish volvió de nuevo con ellos, siendo recibido por muchos agradecimientos tanto por parte del de ojos amatista como de parte de Leonarda.
— Muchas gracias por todo, Foolish, lo apreciamos.
— El gusto fue mío, Vegetta, pude conocer a Leo y... a ti — le guiñó un ojo, haciéndolo sonrojar.
— ... ¡Bueno! Un gusto otra vez, eh... ya nos retiramos.
— ¡Espera, pa! — Leo se bajó de él — El señor Foolich nos ayudó mucho hoy, ¡hay que invitarlo a comer!
— ¿Leo?
— Oh~ Eso me encantaría, pequeña. — Foolish se agachó un poco y chocó los cinco con ella — ¿Qué dices, Vegetta? Yo pago mi comida, simplemente me gustaría pasar más tiempo con ustedes y conocerte mejor.
¿Qué tenía ese hombre que solo lo puso nervioso con aquellas efímeras palabras? Vegetta tenía una sonrisa chistosa en el rostro, cambiándola apenas notó como sus mejillas dolían por no dejar de sonreír y retomando la compostura. Por supuesto que también deseaba conocerlo más y, ¿quién sabe? Formar una buena...amistad. Observó a Leonarda, quien lo miraba con los ojos iluminados, sabiendo que a ella también le había caído demasiado bien aquel simpático extraño.
— Si mi niña lo desea, entonces, ¿por qué no? — terminó por responder. Foolish y Leonarda se agarraron de la mano y saltaron alegres.
— ¡No te arrepentirás!
Eso esperaba, no arrepentirse. Viendo el cómo Foolish ahora se acercaba a él y recostaba su brazo en su hombro mientras los tres se dirigían a la salida del parque supo, en lo más profundo de su corazón, que esto tan solo era el comienzo de algo muy hermoso.
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