002. chapter two

ARCADIA

➤❛002━━chapter two
【scott lang】

🍀🌺🌷

Decir que Damien sabía exactamente cuándo comenzó a conseguir tantos contactos para obtener la información o libertades que necesitaba, sería una completa mentira. Honestamente ni él mismo recordaba haber investigado tanto sobre distintas personas o departamentos, pero llegó un punto en el que Damien Blanchard era bienvenido tanto en las estaciones de policía como en las bases secretas de mafiosos, mientras que como Forest Nypmh era considerado una de las fuentes de información más confiables.

¿Los políticos corruptos? Podían preguntarle y él tendría cada delito en una carpeta ¿La última misión de los vengadores? Entrevistas exclusivas con sus miembros favoritos ¿Qué tipo de pez era cada superhéroe? Lo encontrabas en la parte random de su blog junto con videos de Clint Barton comiéndose el helado de Thor.

Básicamente el sueño, especialmente para todo el que aspiraba a ser investigador o periodista.

¿El problema? ¡Ninguna de esas cosas lo estaba acercando rápidamente a Génesis!

Maldición ¿De qué le servían todos sus contactos si no podía dar con Génesis sin tener que meterse a alguna base secreta al menos tres veces a la semana? Era un milagro que no hubiera tenido que ir de nuevo a amenazar a ese cirujano famoso para que le sacara una bala.

Últimamente estaba demasiado estresado.

¿Y cómo no estarlo? Era un estudiante universitario, reportero independiente, investigador a medio tiempo, encargado de la comida en su casa —no iba a dejar que su hermano los envenenara a ambos con su intento de cocina—, era un obsesivo del trabajo y muy a penas podía llegar a dormir más de dos horas en un buen día.

Tal vez, por esas mismas razones, fue que por una vez decidió aceptar algo que no tenía que ver con Génesis y ayudar a su "tío" Hank en lo que sea que planeada con el nuevo Ant-man.

El jugar y pasearse en la oficina del jefe de la policía con una silla con rueditas era un extra muy bienvenido.

—Damien ¿Viniste aquí solo para jugar con mi silla? —preguntó el hombre mientras se recargaba en el marco de la puerta y observaba como el menor hojeaba los casos en su escritorio como si no fueran la gran cosa.

El chico se detuvo, no sin antes dar una vuelta en su sitio, y le sonrió.

—Lo siento, es un hábito — Frunció los labios mirando detenidamente un archivo antes de impulsarse hacía adelante—. ¿Cómo no han resuelto este caso? — Agitó en el aire el folder—. ¡Es de lo más sencillo!

John Hopper, un hombre de tez morena y sin cabello demasiado acostumbrado a la actitud del universitario, simplemente suspiró y se resignó a que no tendría su silla de vuelta hasta que el pelinegro se fuera.

—No todos somos genios investigadores, niño —gruñó, para luego caminar hasta su escritorio y arrebatarle los papeles de la mano.

—Uno pensaría que al menos serían más competentes.

El hombre arqueó las cejas y negó, con tantas cosas raras por ahí y superhéroes más la incompetencia usual de la policía, no se podía esperar mucho.

—Y bien ¿A quién vas a sacar ahora? —cuestionó el moreno—. Espero que no sea otro asesino que quieres usar para fines cuestionables, esa vez tuve que hacer mucho papaleo.

Damien resopló con diversión.

—Lo haces sonar como su fuera el jefe de una mafia o algo así. Además, ese tipo ya no es un peligro — El hombre solo le dedicó una mirada fría y guardó silencio—. Cómo sea, vengo aquí por un hombre llamado Scott Lang.

John frunció el ceño.

— ¿Es otro asesino?

—No

— ¿Le robó algo a una nación importante?

—No

— ¿Es tu novio?

— ¿Qué? No ¿Cuándo he venido a sacar a algún novio de la cárcel? Tengo estándares —se quejó, mirándolo con reproche.

Hopper hizo una mueca.

—Entonces no entiendo, normalmente solo vienes por ese tipo de personas para hacer tus trabajos extraños de los que no quiero saber — Ladeó la cabeza y frunció los labios—. ¿Ya has decidido ser un villano y vienes por alguien que te ayude? ¿Si te juro lealtad me darías vacaciones?

Damien cruzó sus piernas sobre el asiento de la silla y le enseñó el dedo medio, sin ocultar la sonrisa divertida que se extendió por sus rasgos.

—En realidad estoy haciendo un favor a alguien, resulta que lo arrestaron por un malentendido — El moreno levantó una ceja, interesado—. Él se metió una casa para regresar algo que él dueño de la casa le había hecho robar, pero la hija del dueño estaba enojada porque no le dieron ese algo a ella y llamó a la policía — Agitó sus manos en el aire y bufó—. ¿Quién carajos dice "regresé lo que robé" cuando la policía lo atrapa?

—Eso es la forma de ser arrestado más estúpida que he escuchado.

El chico asintió.

— ¡Exacto!

Hopper negó con diversión ante la infantilidad del universitario.

—Ah, bien, iré por ese hombre y te lo puedes llevar — El más joven saltó de la silla y comenzó a caminar al lado del mayor, mirándolo con curiosidad.

— ¿Por qué cada que vengo pareces resignado a que tu esperanza de vida sea reducida, John? —cuestionó.

—Me provocas una ansiedad extrema que ni mi tesis logró provocarme —confesó.

El pelinegro se rió y siguió caminando a su lado, entrelazó sus manos en su espalda y dió pequeños saltitos cada ciertos pasos.

Unos segundos después llegaron a una pequeña pequeña celda, encontrándose con que esta estaba completamente vacía y un montón de hormigas cubrian la cámara de seguridad.

— ¿No les dije que yo me encargaba? —masculló el joven con enojo, aparentado los dientes y levantando las manos con exasperación.

John Hopper consideró brevemente, al escucharlo, el retirarse y abrir un puesto de hamburguesas.

Seguramente sería menos estresante que lidiar con el francés, sus conocidos igual de raros, y solo tendría que dar sus condolencias a su reemplazo porque seguramente sería tan utilizado por el chico como él.

No, seguramente lo molestaría más si se retiraba. Mejor quedarse como estaban las cosas y esperar no ver al investigador pronto.

John suspiró.

—Supongo que sabes que pasó, simplemente diré que lo procesamos según la ley o lo que sea. Ya sabes dónde está la salida — Caminó de regreso a su oficina, sin darle una última mirada al joven.

Tal vez debería tratar de desestresarse él también con la silla con rueditas, sin duda se lo merecía por su gran paciencia como jefe de la policía.

( . . . )

Decir que Damien estaba enojado cuando por fin encontró de Hank unas cuadras más adelante de la estación de policía, sentado cómodamente en su auto con un hombre inconsciente en la parte trasera y con su hija en el asiento del copiloto, era quedarse corto.

Miró con enojo al hombre y abrió la puerta del auto para sentarse junto a la pobre víctima inconsciente que ocupaba casi todo el espacio de la parte de atrás.

—Para ser un hombre viejo, eres realmente estúpido —murmuró el chico.

El hombre se mordió la lengua para evitar decir algo, meterse en una pelea verbal —o en cualquier pelea con él, en realidad—, nunca le traía nada bueno a nadie. Hope, por su parte, escondió una leve risita detrás de un ataque de tos.

Hank arrancó el auto y el universitario, por primera vez, dirigió su mirada al hombre recostado a su lado. Un jadeo escapó de su boca en cuanto miró más detalladamente al hombre.

¡Era exactamente como el chico de Clueless!

Hope arqueó sus cejas y lo miró por el retrovisor, frunciendo los labios con reproche, su mente ya imaginaba los pensamientos que seguramente inundaban la mente del universitario.

—Ni siquiera lo pienses, Damien, podría ser tu padre.

El chico resopló burlonamente.

—Podría serlo, de muchas maneras —declaró, con un brillo juguetón titilando en sus ojos.

La mujer se mordió el interior de sus mejillas y rodó los ojos, evitando hacer cualquier comentario hacía el chico de cabello azabache que miraba soñadoramente al hombre inconsciente. Hank ignoró felizmente cualquier escena mientras conducía.

Cuando al fin llegaron a la residencia, Hope y Damien se encargaron de llevar a Scott a una habitación mientras el hombre mayor huía rápidamente con la excusa de preparar algo para tomar.

La mujer, tan considerada como siempre, arrojó al inconsciente a la cama sin cuidado.

— ¡Hope! ¡No puedes arrojar a hombres guapos así! —refunfuñó, la mujer apretó la nariz del chico con cariño y salió de habitación, sin responderle.

El de cabello azabache frunció la nariz mientras la veía irse y uso su manga para esconder el estornudo que amenazó con salir.

Dejó escapar un suspiro resignado y se dispuso a acomodar al hombre en una posición más cómoda, o al menos una en la que no pareciese un invertebrado.

—De verdad, a veces esta familia —murmuró mientras salía de la habitación.

Se encontró rápidamente con la pareja padre e hija, discutiendo como siempre lo hacían.

—Uno pensaría que serían más maduros que esto — Entró sin mirarlos y se sentó cómodamente para observar como las hormigas llevaban el azúcar a su café.

—No somos frutas, Damien —se defendió el hombre.

— ¡Hope, tu padre está siendo infantil! — Señaló acusadoramente a Hank, haciendo que este resoplara con molestia y cruzara sus manos sobre su pecho cuál niño pequeño haciendo berrinche.

La mujer de se rió y revolvió el cabello del chico mientras él dejaba escapar una risueña risa.

—Si, si, todos sabemos que se quieren mucho —se quejó el anciano.

Blanchard le sacó la lengua.

—No tienes opinión aquí, tío Hank —espetó el muchacho—. ¡Casi conviertes a ese hombre en un fugitivo!

Hank Pym no dijo nada para defenderse y se resignó a pasar las siguientes dos horas recibiendo una conferencia, por parte del menor, sobre cómo sacar a alguien que, en primer lugar solo hizo lo que planearon para él, con unas hormigas, haciendo creer a todos que se había escapado, era muy estúpido, para nada inteligente y cómo no entendía como es que se puede considerar un genio cuando cuando ni siquiera comprende las consecuencias básicas de lo que hizo.

—Soy un genio, no un amante de la vida — Trató de defenderse, sin éxito.

—No culpes a tu inexperiencia en la vida por tu estado senil.

Hope ahogó una carcajada en su sorbo de café.

—Solo vayan a ver si ya despertó y déjenme solo.

—Todos sabemos que solo quieres hacer berrinche en tu soledad para parecer imponente frente a mi nuevo crush —afirmó, con una sonrisa burlona. Hank frunció sus labios con molestia—. Pero está bien, yo también quiero verlo —. Se enderezó en su asiento y se paró de un salto, para luego caminar con confianza en una dirrección específica, de detuvo a medio camino y gritó alegremente—: ¡Vamos, Hope!

La mujer dejó que sus comisuras se alzaran levemente, dejó su taza en la mesa y siguió al chico, escuchando como este tarareaba alegremente una canción inventada de como iba a destruir Génesis.

Después de quién sabe cuántos años, finalmente el capítulo dos.

No crean en las películas, cuando entras a la universidad no hay música de fondo, solo te lanzan exámenes :c

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