Tres

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Su mirada de zafiro se mantuvo adherida y completamente estática en aquel objeto de cristal que yacía en el centro del círculo, estaba estupefacto; sólo sintió su hombro ser movido con brusquedad, fue Eddy quien le sacó de su pequeño episodio de shock, ¿ahora que iba a hacer?

Por su parte el pelirrojo se ganó un par de empujones cortesía de Nath, y es que aquel chico de ojos mieles no dejaba de maldecir la buena suerte de su mejor amigo. Sus esmeraldas no dejaban de ver al azabache, se notaba totalmente nervioso; eso en cierto punto le preocupaba.

Kevin se levantó recibiendo la atención de todos los presentes, su accionar fue imitado por Eddward, quien con las mejillas incendiadas de grana se acercaba para cumplir el reto. Lee fue la encargada de llevarlos a la habitación en donde tendrían sus siete minutos en el paraíso.

— Que se diviertan~— canturreó la pelirroja cerrando la puerta para dejar a ambos chicos dentro. La chica Kanker decidió cerrar desde afuera y con llave; menudo problema.

Edd estaba simplemente aterrado, jugaba con sus manos temblorosas mientras miraba al pelirrojo. Técnicamente estaba encerado en una habitación semi oscura con el chico de sus sueños.

— Doble De...— llamó el de fanales verdosos —, sé que no quieres estar aquí — murmuró mientras le veía tiritar en una esquina —. No te haré nada.

— No es eso...—respondió el azabache —, es sólo que me asustan los espacios cerrados — expresó con los nervios a tope.

Kevin sentía que su corazón iba a salir disparado de su pecho en cualquier momento, aún no entendía con exactitud qué era aquella sensación que quemaba sus adentros. Lentamente se acercó mirándole con una expresión conciliadora.

— Vas a estar bien — tranquilizó el de cabellos rojizos —, sólo serán unos cuantos minutos.

— ¿Y c-cómo has estado, K-Kevin?— se atrevió a preguntar con esa vocesita tan dulce.

Dorm pasó saliva de manera cortada, ¿de verdad Eddward podía ser tan tierno?, una sensación protectora se alojó dentro de él; tenía tantas ganas de agarrar a ese pequeño muchacho y abrazarlo contra su pecho. Odiaba eso, sentía que en cierto punto se volvía débil.

— Bien — respondió de manera escueta, lentamente se dejó caer como costal en el suelo de la habitación—. El suelo es cómodo, ¿por qué no te sientas? —invitó.

— ¿Sabes cuántas bacterias hay en el suelo? — cuestionó Marion mientras le miraba desde arriba.

— Vamos Eddward — pidió mencionando el nombre real de aquel chico. Que para ser sincero, ni siquiera se había dado cuenta que le había llamado de esa manera.

Entonces las mejillas del pelinegro se tintaron de carmín, sonrió dejando a la vista aquel espacio entre sus dientes; era hemroso. Y los ojos verdes de Kevin lo sabían muy bien.

— Bien — aceptó y tomó asiento frente a Dorm.

Ambos estaban nerviosos, la tensión escapaba de sus cuerpos con suspiros cortados y manos temblorosas, se miraban queriendo decirse todo y a la vez nada.

— Aunque no tienes que estar aquí si no quieres— refirió el de caballeros rojizos —, podemos escapar por la ventana.

— Eso suena peligroso — expresó el azabache, realmente temía lastimarse al saltar o quizá que Kevin sufriera alguna lesión de gravedad. Verle romperse una pierna sería una experiencia traumatizante para él.

El de luceros olivaceos se levantó del suelo para darle un breve vistazo a su entorno, asomó su cabeza por la ventana para evaluar su ruta de escape, por suerte no estaban muy lejos del suelo. Miró nuevamente al pequeño moreno y se dirigió de vuelta hasta su posición.

— Yo saldré primero — indicó el pelirrojo —, luego te ayudaré a bajar.

— N-no creo que sea una buena idea — murmuró con nerviosismo.

— Confía en mí, ¿si? — dijo y le miró con aquellos pozos verdes de apariencia infinita, Edd suspiró al creer que aquel apuesto muchacho hacía eso por él.

— Está bien — aceptó sin más —, pero ten cuidado por favor — susurró al final.

Kevin simplemente se sintió motivado y algo halagado, ¿ese azabache de verdad se preocupaba por él?, sacudió su cabeza de aquellos alocados pensamientos, observó una vez más aquellos fanales índigos y sonrió. Se sentó en el marco de la ventana y bajó poco a poco apoyado de la pared.

— Es tu turno, Doble De— indicó desde abajo.

Soltó un largo suspiro mirando desde lo alto, eran casi dos metros que le separaban del suelo, sin muchas ganas se sentó en el marco de la ventana sus luceros azulinos, Keivn podía jurar que sus cabellos negros reflejaban la luz de la luna, sin pensarlo dos veces estiró sus brazos para detener la caída del azabache.

Eddward se aseguró de no irse de bruces contra el suelo, con cuidado de no morir hizo una pequeña maniobra, sin embargo sus brazos hicieron alarde de su flaqueza; estaba horrorizado, iba cayendo sin control, sentía que el tiempo corría en cámara lenta.

Ambos cayeron en el pasto de manera estrepitosa, el frágil cuerpo de Eddward fue amortiguado por Kevin, quien sin dudarlo se lanzó en su ayuda. Sus narices casi se tocaron, sus respiraciones aceleradas se mezclaron entre si, sus ojos se encontraron desatando toda clase de emociones dentro de sus cuerpos.

— ¡M-mis disculpas, K-Kevin!— exclamó Marion absorto por el pánico, rápidamente se alejó de él para revisar que estuviera bien —, ¿te duele algo?, ¿te lastimaste?

Pero Dorm se encontraba perdido en aquellos zafiros que le miraban fijamente, su cabello negro apenas despeinado, ese pequeño espacio entre sus dientes nunca se vio más hemroso. Se sentó en el pasto mientras sacudía su chaqueta; tenía restos de tierra y césped.

—Estoy bien—dijo al fin el de cabellos rojizos—, ¿y tú?

— No tengo ninguna lesión de gravedad — murmuró con una sonrisa.

El de ojos verdes dejó escapar un suspiro a la vez que se ponía en pie, nuevamente miró al pelinegro y sonrió. En ese momento Edd sintió que se le revolvió todo por dentro, era una sensación que sólo aquel chico podía provocar en él, sus mejillas se volvieron tomates y su corazón un tambor.

— Bueno, ya que estamos afuera, ¿por qué no nos vamos?—propuso el de mechones azafranados.

— ¿Irnos? —cuestionó en monosílabo mientras le miraba a los ojos—, y-yo creo que mejor iré caminando a casa—murmuró con algo de nerviosismo. Aún se negaba a creer que tales cortesías eran para él.

Y sobre todo le dolía saber que Kevin era totalmente inalcanzable.

— Entonces te llevaré a tu casa — dijo sin más —. Sígueme.

Creer o no creer; esa es la cuestión...

Su cuerpo se movió automáticamente siguiendo los pasos de Kevin, iba tras él en total silencio, a la distancia logró divisar un vehículo de dos ruedas.

— Oh no, y-yo no subiré — negó rotundamente —. ¿Sabes el cuántos accidentes ocurren por andar en motocicleta?

—Sólo confía en mí— le dijo a la vez que tomaba su casco—. Ponte esto— indicó dándole dicho artefacto.

—S-sí.

¿Cómo no confiar en el chico de sus sueños?

Rápidamente se colocó el casco asegurando las correas en su barbilla, en teoría estaba listo para partir. Miraba embobado como Kevin lucía tan rudo e imponente a bordo se su furia de dos ruedas. Lentamente se subió aferrándose a la espalda ajena, instintivamente hundió su rostro en esta al oír el rugido del motor.

Y sin más partieron surcando las calles de Peach Creek.

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—¡Lee, eres una tonta! — regañó May, otra de las hermanas Kanker —, ¿cómo demonios se te ocurre perder la llave?

—¡Quitense!— exclamó Eddy—. ¡Ed, los aliens están dentro de esa habitación! —dijo mirando al más grande a su lado.

Entonces aquel tonto embistió la puerta con su anatomía; la habían derribado al fin.

— ¡Alto ahí, mandíbula de pala! —gritó el más bajo, pero la habitación estaba vacía.

— No están, se han ido— dijo la rubia.

— Eso ya lo sabemos, ¡tonta!

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Gracias por leer, disculpen si hay fallas ortográficas. Los quiero mucho. Bye, bye. ❤️

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