Dos

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La mirada miel del peli aqua viajaba entre aquellos dos muchachos, Kevin tenía sus esmeraldas clavadas en los bellos zafiros de Eddward.

Rápidamente Nathan empujó a su amigo de manera brusca, el pelirrojo azotó el suelo con un golpe seco, Edd se asustó muchísimo, temía que aquel chicos se lastimara; temía que en un caso más remoto muriera de una contusión cerebral.

—Hola~ —Goldberg saludó con un aire de coquetería, se peinó los cabellos y con galantería miró al pelinegro, pero este le ignoró—. ¿Lindura?

—¡Kevin!—exclamó en un susurro mientras se levantaba rápidamente de su asiento y corrió hasta el lugar de los hechos, sin pensarlo se arrodilló junto a Dorm, le escrutaba con la mirada mientras aquel joven aún se mantenía en el suelo—. ¿Estás bien?

Pero el chico de luceros verdes aún se hallaba tendido en el piso, después de algunos segundos abrió sus ojos con pesadez—. ¿Estoy en el cielo?—y es que no era para menos hacerse aquella cuestión, porque precisamente estaba viendo a un ángel, su vista nublada sólo le dejaba ver un poco más allá de su boca; tenía los dientes de en medio un poco separados, en cierto punto le hacía lucir aniñado—. Sí, estoy bien...—musitó mientras se incorporaba de a poco.

La expresión de Eddward era todo un poema, estaba muy nervioso, sintió su rostro palidecer ante las acciones del de ojos mieles—. Eso fue muy peligroso...—expresó taciturno.

Y a todo eso Nath estaba paralizado, puesto que ningún chico o chica se había resistido a sus encantos anteriormente; en ese momento supo que debía incrementar su sensualidad para tener la atención de aquella lindura.

El chico de fanales verdes sintió su corazón desbocado cuando percibió la cercanía del azabache, rápidamente se apartó creando una distancia prudente; a la vez que miraba con furia a su amigo.

Edd se había percatado de su gran preocupación por Kevin. ¡Por un demonio!, le gustaba en demasía, pero sabía que aquel muchacho de cabellos rojizos era totalmente inalcanzable para él, así que con las mejilla sonrojadas se dio la vuelta; tomó sus cosas y se marchó con la cabeza baja.

—¿Ves lo que haces idiota?—dijo Nath mientras miraba a Dorm—. Asustaste a la lindura.

Pero Kevin estaba aún estupefacto, no comprendía porque su corazón latía tan rápido; no entendía porque tuvo aquella sensación de calidez en su pecho al ver a aquel "Doble Tonto". Se suponía que ese tipo de cosas no podían pasar..., él era un chico y Edd también.

Ambos salieron de la biblioteca entre peleas y miradas furiosas, Nathan no dejaba de reclamar, mientras que Dorm sólo se mantenía pensativo.

— ¡Chico Kevin!—exclamó Rolf quién les veía caminar ente empujones—, el hijo del pastor sabe que tú y tu amigo se saltaron la clase.

—¿Dónde estaban chicos?—preguntó la rubia mientras levantaba una ceja.

—Eso amiga mía no es de tu incumbencia—respondió Nath.

—No le hagas caso Nazz, sólo estábamos en la biblioteca—murmuró el de cabellos rojizos.

La chica parpadeó incrédula repetidas veces—. ¿Ustedes? ¿Biblioteca?—dijo en doble cuestión.

—Aunque no lo creas Nazz querida, sí estábamos allí—expresó con un tono altivo el de cabellos aquamarine.

Entre peleas y juegos tontos, aquel cuarteto salió del campus para dirigirse a sus respectivas casas, Kevin por su parte iría en su motocicleta, así que sin pensalo dos veces se dirigió hacia ella.

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Caminaba a la velocidad que sus piernas le permitían, su corazón aún no se sosegaba; latía a un ritmo casi sobrenatural. Abrazaba su libro contra su pecho, andaba con la mente nublada a niveles siderales, sus mejillas hechas todas de carmín. Estaba algo consternado aún, sus pasos llevaban cierta prisa por llegar a su casa y desahogar todo lo que traía dentro de si mismo.

— No...—murmuró bajito mientras apretaba un puño contra su pecho—, debes controlarte Eddward—se auto regañó, ya que según sus cálculos era totalmente improbable tener por lo menos una posibilidad de salir con Kevin; constantemente se preguntaba porqué el destino se empecinaba por hacerle recordar aquel amor imposible.

Sin darse cuenta estaba en la puerta de su hogar, de mala gana sacó la llave y abrió para darse paso en su morada. Estaba haciendo todo un drama adolescente y eso le enojaba, fue renegando hasta su habitación, se dejó caer sobre la cama como costal de papas.

—¿Por qué de todas las personas en este mundo tuve que toparme con Kevin?—cuestionó pasmado en su sitio, y es que no era para menos sentirse así. Necesitaba calmarse, pero el sonido de su celular le hizo despabilar, rápidamente fue en busca de su móvil; lo halló dentro de su maleta. Era un mensaje de Eddy.

Oye ex-cabeza de calcetín, habrá una fiesta esta noche irán todos. ¿Quieres venir?

Mis disculpas Eddy, pero no acostumbro asistir a ciertos eventos bailables.

¡No seas tonto!, vamos será divertido.

Y después de una larga y tediosa charla, Eddy logró por fin convence s su amigo, realmente Edd no tenía nada de ánimos en esos momentos, pero lo hacía por sus chicos; sus mejores amigos.

Realizó sus deberes dejando trabajos adelantados y en lo que menos creyó su mente estaba libre de pensamientos extraños hacia aquel pelirrojo.

En cuanto llego la noche, él estaba dispuesto a arreglarse para salir, revisó su armario algo pensativo; quería lucir algo elegante, perfecto pero no exagerado. Se decidió por un suéter blanco totalmente sencillo, una chaqueta color marino sobre este, un pantalón negro y zapatos del mismo tono. Se peinó y perfumo, en pocas palabras estaba listo.

Abandonó su hogar para dirigirse a la fiesta, tomó un taxi en dirección a aquel lugar.

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Sabía que era momento apropiado para fiestas, rió amargamente al recordar la manera en que su corazón latía en la presencia del Doble tonto. Por un momento se golpeó mentalmente al pensar que Edd se veía muy bien después de volver de Francia.

Sólo quería beber algo de cerveza con sus amigos y olvidar la vergüenza que había pasado esa tarde. Subió a su motocicleta y partió haciendo rugir los motores a su paso. Las calles de Peach Creek ardían bajo las llantas de de aquella furia con ruedas.

En cuanto llego al lugar de la fiesta se quitó el casco y lo dejo como siempre en el manubrio de la moto, revisó una vez más su apariencia en el retrovisor; tenía buen aliento, gran peinado, simplemente no podía pedir más; su look estaba perfecto.

— Miren, pero si es el hombre más guapo de toda la universidad—habló Nath a sus espaldas, lentamente le abrazó tocando más de lo que debería.

— Esas manos, Goldberg...—regañó el pelirrojo.

— ¿Aún no me perdonas?, vamos Kev no seas cascarrabias—bufó el de cabellos marinos —. Si sigues con tus rabietas te harás viejo muy pronto.

Dorm rió sin ganas, soltando un gruñido un poco después—. Supongo que llegaste en auto.

— Así es amigo mío—confirmó el de ojos mieles—; de hecho tengo planeado llevarme a la lindura.

— Pues suerte con eso—murmuró el de fanales verdosos. De hecho estaba tratando de ignorar aquello que sintió dentro de su pecho.

Y es que estaba molesto por el comentario de Nath, realmente no sabía porqué se había molestado de dicha manera. Respiró hondo entrando a la fiesta junto a su amigo.

La música era estridente, las luces cambiantes; los chicos y chicas bailaban codeandose con trago en mano; ambos se abrieron paso a través de la multitud buscando un lugar poco concurrido para poder charlar y tomar algo de cerveza fría. No sabían si Nazz o Rolf vendrían, tampoco estaban seguros si Edd asistiría; aunque Kevin sabía que aquel chico de ojos azules no acostumbraba a ir a dichos eventos.

Pero el reflejo de una brillante cabellera negra le hizo voltear la mirada; era él. Como siempre Nath quedó alerta y casi babeando al verle pasar con un aire casi sublime.

— Kev...., la lindura está aquí—murmuró Goldberg en un jadeó dramático—, mira su cinturita.

Y en cierto punto Marion se sintió observado, aquellas miradas le provocaron escalofríos que escalaron su espina dorsal. Discretamente volteó para averiguar el origen de aquellos ojos que le estaban incomodando de sobremanera.

— Su nombre es Eddward, con doble de—murmuró sonriendo el pelirrojo al recordar aquel momento de su infancia. Justamente cuando aquel azabache se presentó ante ellos con su voz chillona.

— Sabes mucho sobre él...—expresó Nath con una mueca de fastidio.

—Éramos amigos—reveló el ojiverde—, bueno supongo que aún lo somos.

Durante los próximos diez minutos Kevin se tomó la tarea de explicale todo sobre aquel Doble Tonto, y aunque no lo quisiera reía de a ratos mientras hacía memoria...

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La fiesta estaba en todo su apogeo, Edd y sus amigos se habían reunido finalmente, por su parte Eddy andaba en busca de chicas para ligar un rato, Ed cómo siempre pendiente de que los aliens no posean a las personas.

El más bajo de todos se encontraba por alguna extraña razón conversando con Lee, y al parecer estaban tramando algo siniestro.

— ¡Vamos a jugar siete minutos en el paraíso!—gritó la pelirroja mientras reunía a un grupo de chicos y chicas; las Kanker querían besar algunos chicos esa noche.

Después de algunos minutos un gran grupo de jóvenes estaban sentados en el suelo rodeando una botella vacía que yacia en el centro de aquel círculo, los Eds estaban presentes al igual que Kevin, Nath y los demás. Doble de fue obligado por Eddy, así que en contra de toda su voluntad estaba ahí sentado.

May Kanker se había tomado la tarea debe explicar las reglas del juego.

La mirada verde de Dorm viajó directamente hasta aquel tímido chico de cabellos negros, se mantenía abrazado a sus rodillas; parecía estar nervioso. El de cabellos marinos estaba ansioso por poner sus labios en acción.

El giro de la botella señaló a todos a su paso, y los zafiros de Eddward se cerraron en espera de aquello que depare la fortuna, y para su suerte no fue elegido esa ronda. Nuevamente aquella botella se puso en marcha, el movimiento parecía ser infinito ante la mirada azul de un tímido chico.

— ¡Kevin!—exclamaron algunas chicas al unísono cuando el objeto señaló al pelirrojo.

El de ojos esmeraldas rápidamente siguió la trayectoria del otro extremo, y le llevó hasta... —. Doble de.

— ¡Tendrás siete minutos con cabeza de calabaza! — exclamó Eddy y a todo eso el azabache estaba totalmente paralizado —. ¡Que asco!

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Gracias por leer, disculpen la faltas de ortografía. Los quiero muchísimo Bye, bye 💕

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