Capítulo 8: La diosa Antella.
Alexander y Alice fueron a tomar en un bar famoso que está cerca del gremio de exterminadores, en dónde casi todos los clientes son exterminadores.
Alice recibió decenas de confesiones o invitaciones de hombres pero a todos rechazó porque estaba con Alexander y también porque sabía que esos hombres eran bestias que solo iban por su cuerpo y belleza o estatus social.
Anochece y salen del bar medio borrachos y Alexander no sabe dónde se a dormir.
– Creo que dormiré en la calle, estoy bien en cualquier lugar. – Dijo Alexander mientras se disponía a acostarse en una pared.
– ¿Pero qué dices? No voy a permitir que duermas en la calle. - Afirmó Alice mientras lo regaña medio borracha.
– No pasa nada, No pasa nada. Mira estoy tranquilo aquí. – Dijo Alexander mientras se dispone a dormir.
– Toma dinero para que te hospedes en un hotel barato, no pienso dejar que duermas en la calle. – Dijo Alice mientras le entrega el dinero preocupada.
Ahí viene, la Alice que parece un Ángel que solo muestra cuando está sola con gente que confía o gente que necesita ayuda, ella es una mujer de carácter fuerte cuando se trata de alguien que no le gusta o no le agrada.
– No, está bien, no puedo deberte más dinero. –Dijo Alexander y se pone a dormir.
Alice se da cuenta que Alexander está totalmente determinado a eso y entonces se le ocurre otra idea.
– ¿Y si duermes en mi casa? Tenemos habitaciones para invitados.
Alexander se da vuelta y se la queda mirando, pensado.
– Bueno pero me iré a la primera hora de la mañana. Por cierto ¿No voy a molestar? - Preguntó Alexander todavía indeciso.
– ¡Claro que no! Todo lo contrario. – Dijo Alice mientras niega con la cabeza.
– No me refiero a ti, me refiero a tu familia. – Dijo Alexander con obviedad.
– ¡Ah! Claro. Mi mamá va a estar de acuerdo, mi hermano menor seguro que sí, o lo obligaré a que acepte y mi padre... A nadie le importa lo que opine ese impertinente. – Dijo Alice enojada mientras chasquea la lengua.
– Bueno ¡Está bien! Estoy a tu cuidado. – Dijo Alexander resignado.
– ¡Si! – Exclamó Alice feliz.
Entonces ya estaba decidido, el siguiente destino es la casa de Alice Crowbell.
– Espera que llamo a un chofer de mi familia para que nos recoja. – Dijo Alice mientras saca su teléfono celular.
– Está bien yo voy a revisar mi mochila a ver si tengo todo. – Dijo Alexander mientras se pone en cuclillas y abre su mochila.
– « Bien, parece que tengo todas las herramientas necesarias para poder reparar a Antella y mi cápsula, si me faltaba algo por mi estupidez debía volver a la cápsula. » – Pensó Alexander mientras cerraba su mochila cuántica.
Alice estaba hablando en su teléfono celular y consecuentemente termina de hablar y cuelga la llamada.
– Listo, el chofer vendrá en unos diez minutos más o menos. – Dijo Alice mientras guarda su teléfono celular.
– Está bien. – Dijo Alexander mientras se sienta en el suelo.
Alice recuerda que en el restaurante estaba teniendo una conversación importante con Alexander y fue interrumpido por el idiota de Arthur Lamae.
– Dime la verdad ¿De dónde vienes? – Preguntó Alice muy curiosa.
– « Ahí vamos de nuevo. » – Pensó Alexander mientras suspira.
– Del espacio. – Contestó Alexander mientras apunta hacia el cielo nocturno estrellado.
Alice hace una mueca de desesperación y responde.
– Vamos no bromees, si no me quieres contar solo dilo. – Dijo Alice resignada.
– Es la verdad, vengo del espacio exterior, pero si no me crees pronto me creerás. – Dijo Alexander confiado.
Alice lo mira tan confiado y seguro que comienza a sentirse confusa.
– « ¿Será realmente verdad? » – Se preguntó Alice mientras mira a Alexander.
– « Hasta ahora el ser humano no ha logrado salir del sistema solar y no existe ningún planeta de nuestro sistema solar con vida, ni mucho menos vida compleja o humana, solo está mintiendo para actuar interesante. » – Pensó Alice mientras suspira.
– En verdad que eres como un niño Alexander. – Dijo Alice ya rendida y haciendo una leve sonrisa.
– Eh... No, en verdad vengo del espacio. – Dijo Alexander con los ojos abiertos de la impresión.
– Si, si... Te creo mucho chico interestelar. – Dijo Alice de forma burlona.
– No... Pero en serio... – Dijo Alexander mientras se para nervioso.
– Te creo, te creo, te estoy diciendo que te creo. – Dijo Alice con una cara que usa para creer en las mentiras de los niños para que no se sientan mal.
– Pero te estoy dicien... – Alexander es interrumpido por Alice y el ruido de un automóvil.
– Ahí ya viene, dejemos nuestra conversación para después. – Dijo Alice mientras le hace señas al chofer.
– Pero... Es... Ya que. – Dijo Alexander deprimido.
– « Para mí es mejor que no me crea, pero no sé porque me deprime cuando se burla así, como si yo fuera un niño que quiere llamar la atención, se siente horrible. » – Pensó Alexander mientras suspira.
El automóvil estaciona en frente de Alice y abre las puertas traseras para que se suba.
– Saludos a la señorita Crowbell, suba por favor, la cena la espera lista en la casa. – Dijo El chofer mientras señala elegantemente la puerta trasera.
– Gracias, pero ya cené en un bar. – Dijo Alice mientras niega con la cabeza.
– Señorita Crowbell, no debe comer en esos lugares tan baratos, por favor escuche a su familia. – Dijo el chofer preocupado.
– No pasa nada la comida era deliciosa. – Dijo Alice con una cara seria.
– También no estés sola tan tarde en la noche, a saber que le puede pasar. – Dijo el chofer preocupado por Alice.
– No tienes que preocuparte por algo tan estúpido, soy una exterminadora de clase plata, nadie se metería conmigo, además que estoy con mi amigo Alexander, que es alguien extremadamente fuerte y también es un exterminador de clase plata. – Dijo Alice mientras señala a Alexander.
El chofer mira que hay alguien detrás de ella y lo mira sospechosamente.
– Señorita Alice, no debe creer en cualquier idiota que se encuentre. – Dijo el chofer mientras mira a Alexander.
Alice se enoja severamente cuando insultan a Alexander, su salvador.
– ¡Más respeto! ¡Alexander es mi salvador y nuevo amigo! ¡No permitiré que lo insultes! – Gritó Alice muy enojada.
– Está bien, disculpe señorita, suba al automóvil por favor. – Dijo el chofer apenado.
Alexander mira toda la situación que sucede a su alrededor.
– « Me pregunto porque todos los hombres que rodean a Alice son así, siento lastima por ti. » – Pensó Alexander mientras suspira y hace una leve sonrisa.
– Bien, sube Alexander, vamos a mi casa. – Dijo Alice mientras señala el automóvil.
– Está bien. – Dijo Alexander mientras se acerca al automóvil.
– ¿¡Señorita!? ¿Llevará a este hombre a su casa? – Preguntó el chofer confuso.
– Si ¿Algún problema? No molestes, solo conduce. – Dijo Alice ya muy irritada y sabiendo lo que iba a suceder si no paraba a su chofer.
– Está bien señorita, suban. – Dijo el chofer resignado y deprimido.
– « El señor Crowbell me matará porque permití esto... »- Pensó el chofer mientras se deprime al punto de casi llorar.
Suben al automóvil y van hacia su destino, la casa de la poderosa familia del magnate Crowbell.
Mientras iban del camino a su destino, a Alexander se le ocurre la idea de preguntar si ya saben cómo se creó la humanidad en este planeta.
– Dime Alice ¿Sabes cómo surgió la vida humana en este planeta? – Preguntó Alexander mientras se acomoda en el asiento y mira a Alice.
– ¿Mmm? ¿Por qué preguntas eso? – Preguntó Alice estupefacta.
– Y sabes, porque vengo del espacio exterior. – Dijo Alexander mientras apunta hacia arriba.
– Ahí vamos de nuevo. – Dijo Alice con cara burlona.
– Vamos ¡Solo dime! – Gritó desesperado Alexander.
– « Ese impertinente grita a la señorita como si nada, tengo unas ganas de darle su merecido. » - Pensó el chofer mientras mira de reojo a Alexander.
– Y mira. Hay dos teorías. – Dijo Alice mientras levanta dos dedos de su mano izquierda.
– ¿Dos teorías? – Preguntó Alexander mientras imita lo de los dedos a Alice.
– Si, la primera, es que la vida surgió por las circunstancias del planeta del momento, panspermia, o cualquier otra forma para que haya habido los suficientes microorganismos precursores de la vida. – Dijo Alice con una cara seria.
– « Tiene bastante sentido, la mayoría de la vida en el universo surge por la panspermia. » – Pensó Alexander mientras se toca la barbilla.
– ¿Y la segunda? – Preguntó Alexander curioso.
– la segunda es algo religioso. – Dijo Alice con una cara sonriente.
– ¿Religioso? Entonces no me interesa. – Dijo Alexander decidido.
– La religión cuenta que la poderosa Diosa Antella nos creó a base de su primer ángel que viajaba con ella por todo el universo. – Dijo Alice con una cara que pondría una niña
– Ah, sí que lin... ¡Espera! ¿¡Dijiste Antella!? - Dijo Alexander mientras toma la mano de Alice.
– « Impertinente, suelta la mano de la señorita Alice. » - Pensó el chofer mientras casi se le sale una vena de la cabeza.
– Si, cuenta la religión que la Diosa Antella bajó al planeta tierra y el planeta era inhóspito e imposible de albergar vida, arregló todo el planeta para la vida, creó flora y fauna. Luego creó a veinte humanos por la última petición del primer ángel que sirvió a la diosa, ya que estaba en sus últimas a punto de morir y dejar el plano de los dioses e ir al siguiente plano de los muertos, ella decidió crear a los humanos en imagen y semejanza a ese hermoso ángel, se dice que tenía un cabello tan rubio y los ojos tan azules como el cielo, así parecido a ti ¿No serás la reencarnación del ángel? jeje. – Dijo Alice mientras se ríe amablemente.
Alexander apenas puede procesar lo que le contó Alice amablemente.
– « ¿Así que Antella creó vida humana basándose en mi material genético y el de otros? Pero ¿Por qué haría eso? Ahora que recuerdo, vagamente le pedí que me haga humano otra vez cuando estaba delirando al borde la muerte ¿Será que ella malinterpretó mi mensaje? La única forma de saberlo es preguntándoselo. » – Pensó Alexander todavía desconcertado con lo que le contó Alice.
Alexander a este punto seguía tomando la mano de Alice y a Alice no le desagradaba.
– Cof Cof. Señor Alexander, no creo que sea bueno que tome la mano de la señorita. – Dijo el chofer mientras se mantiene sereno por fuera pero por dentro está que se muere del enojo.
– ¡Ah! Claro, lo siento Alice, seguro te desagradó. – Dijo Alexander mientras suelta sus manos.
– Claro que no me desagradó, me agradas mucho Alexander. – Dijo Alice y le sonríe amablemente a Alexander.
– ¿Ah? Si es as...í está bi..en. – Dijo Alexander sonrojado mientras mira hacia abajo avergonzado.
– Jeje, que lindo. – Dijo Alice mientras se ríe amablemente.
– Vamos no te burles de mí. – Dijo Alexander apenado.
El chofer mira la situación que era inimaginable que venga de la señorita Alice hasta hace unos días.
– « Ellos parecen que tienen una relación un poco más allá de solo ser amigos y eso que la señorita lo conoció hoy, debo contárselo al Señor Crowbell. » – Pensó el chofer mientras se acerca a la mansión del magnate Crowbell.
Se acerca al portón gigante y le hablan al chofer por un parlante.
– Identifíquense. – Dijo la voz que sale del parlante.
– Soy el chofer catorce, traigo a la señorita a la casa. – Dijo el chofer mientras habla a una pantallita que parece que tiene un micrófono.
– Está bien, ahí abrimos la entrada. – Dijo la voz que sale del parlante.
– Bueno, gracias. – Dijo el chofer y se dispone a arrancar el automóvil otra vez.
Abren la entrada y el chofer conduce hacia dentro, el patio es enorme, deben tener por lo menos una hectárea o más de propiedad privada.
el automóvil frena en una de las cocheras con decenas de otros automóviles más.
Se bajan del automóvil y le recibe la sirvienta personal de Alice, llamada Levana Page, una hermosa mujer de treinta años, tiene el cabello largo y lacio color avellana claro, ojos color avellana y una altura de uno con setenta y tres metros, era tres centímetros más alta que Alice y doce centímetros más baja que Alexander.
– Hola Señorita, cuanto tiem... – Corta su saludo cuando ve que se baja un hombre.
– ¿Quién eres? – Preguntó Levana mientras va corriendo a pelear contra Alexander,
–¡Woah! Oye ¡Espera no puedo pelear! ¡Estoy herido! - Exclamó Alexander mientras esquiva como puede a Levana.
– No me importa ¿Qué hacías en el automovil con la señorita Alice? ¿Te colaste? - Preguntó Levana mientras saca un arma de fuego de tecnología civilización tipo uno.
– Oye ¡espera! - Gritó Alexander desesperado.
Está a punto de disparar pero se escucha un grito.
– ¡Detente Levana! ¡No dañes a mi invitado!. – Gritó Alice y agarra el brazo de Alexander haciendo que le roce la bala.
– ¿Señorita? – Preguntó Levana confundida y aturdida.
Alice le toca el cachete derecho y se fija que si le llegó a cortar la bala, le hizo un tajo igualito al del cachete izquierdo que le hizo Egil, Alice toma gentilmente un pañuelo y comienza a limpiarle la sangre amablemente.
- ¿Señorita? ¿Qué hace? - Preguntó Levana sin entender la situación.
– Levana, esto no te lo perdonaré nunca, que dañes así a un invitado especial mío y que encima es mi salvador. – Dijo Alice enojada.
– Si, señorita. – Dijo Levana arrepentida y decepcionada.
Todos los conocidos de Alice reaccionan de la misma manera, porque Alice raras veces trajo invitados a su casa y nunca a un hombre, ni siquiera a su ex amigo de la infancia Egil, además de que ella tuvo malas experiencias con los hombres cuando era niña, por eso todos reaccionan igual si ven a un hombre a lado de Alice.
– Prepara una habitación para Alexander, no te lo perdonaré si haces algo más, trátalo como si me trataras a mí. – Dijo Alice mientras guía a Alexander adentro de la casa.
– Si señorita. – Respondió Levana y sale corriendo a preparar lo que pidió Alice.
Alexander y Alice caminan hacia la entrada de la mansión sin esperar lo que les espera adentro.
Fin del capítulo 8.
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