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- Oye Tristan.

El adulto dejo de servir el plato que sería la cena de su esposa, volteándose lentamente para mirar con odio a Lynn.

- Se que algún día se te acabaran los nombres, lo sé.

- Entiende que tu nombre es muy olvidable, como tu rostro.

- ¿Ni siquiera llevando casi un año casados?

- Se que ya lo hemos discutido antes, pero te falta presencia, y algo de músculo te ayudaría bastante a ganarla.

El castaño solo suspiro y volvió a su tarea, tomando ambos platos para dejarlos en la mesa, uno frente a cada extremo.

- Estoy bien con mi cuerpo, no necesito ponerle músculos.

- Quizás durarías más en la cama si tuvieras más resistencia, hay veces en que me termino aburriendo un poco al verte sin aire.

- Eso si me dolió más que lo de mi nombre.

- De hecho estuve conversando con Lucy y quedamos en que tú y yo nos parecemos un poco a mis padres.

- ¿Crees que me parezco al señor Lynn y tú a la señora Rita?

- Un poco, digo, te encargas de cocinar y de gran parte de la limpieza, eres el amable de esta familia mientras yo soy quien da la cara y pone el músculo, Lucy se rio mucho con eso, al menos unos 10 minutos, y no es común ver a esa chica reírse tanto.

- En momentos como este no se si sentirme alagado u ofendido.

- Piensa lo que quieras, pero eso me dejo pensando en algo.

- (Curioso) ¿Qué cosa?

- Quiero una familia tan grande como la que tuve.

El trozo de carne que acababa de llevarse a la boca lucho en su garganta por ser expulsado ante el sorpresivo anuncio que había escuchado, luchando con todas sus fuerzas para expulsar aquello que no le dejaba respirar mientras golpeaba su pecho en un intento de aumentar su fuerza de empuje, logrando tras unos infernales 30 segundos despejarse lo suficiente para poder respirar una vez más.

Tosiendo y con el ardor aun presente en su garganta, el castaño observo con una expresión lastimera a su esposa quien le observaba algo preocupada.

- ¿Estás bien?

- ¡¡¡Eso debería decírtelo yo!!! ¡¡¡¿Quieres que tengamos 12 hijos?!!!

- Nah, ¿Cómo crees?

- Dios, no me asus...

- Quiero 13, ¡Debo vencer a mis padres!

El adulto se sintió mareado, su vista comenzó a volverse borrosa mientras la expresión de Lynn pasaba de la risa a una, nuevamente, de preocupación.

- Oye, que era broma, no te lo tomes tan en serio Randall.

- Honestamente nunca se cuando es una broma y cuando es en serio si se trata de una competencia.

- Bueno, eso te lo concedo, y si te soy sincera me gustaría romper la marca de papá y mamá, pero tampoco me veo teniendo tantas Lynn's corriendo por ahí y por allá, aunque si lograra llenar un equipo de fútbol no me quejaría, oye, de hecho no es mala ide...

- Ni sueñes con eso Lynn.

- Pff, le quitas lo divertido a la vida.

- Yo creo que con tener uno sería feliz, ojalá fuese niño para poder jugar con mi consola con él.

- Suenas como mi hermano jajaja.

- Que tu hermano tenga buen gusto no es un problema.

- ¿Quizás te equivocaste de Loud para casarte?

- (Pensativo) Tal vez.

- O..Oye, no sabía que bateabas para ese lado.

El castaño en ese momento comenzó a reír, Lynn simplemente le observo en silencio.

- Ja, ja, ja, el maestro del engaño.

- Gracias.

La mirada de Lynn se apago ligeramente en ese momento, eso extraño al hombre quien no acostumbraba a ver a su esposa decaía, pensando en el contenido de la conversación rápidamente creyó encontrar que había ocasionado ese repentino cambio.

- Oye, ¿Realmente quieres tener tantos hijos?

- No, no es eso, que me gustaría tener es un hecho, pero... sigh, no me veo como madre.

- Eres enérgica, alocada y espontanea, seguro que cualquier niño se divertiría con una madre como tú, eso y que estoy completamente seguro de que va a terminar amando el deporte.

- ¿Tú crees que sería una buena madre?

- Por supuesto.

- Genial. - Lynn reactivo su animo y se levanto de la mesa, acercándose al hombre a quien dejo un objeto en su mano. - Porque también creo que serás un buen padre.

El castaño completamente confundido de aquel cambio tan drástico de animo no reacciono a ver el objeto que tenía en su mano, teniendo que pestañear varias veces para redirigir su mirada y observar la prueba de embarazo que ahora tenía en su mano.

- ¿A que es genial?

Pero el hombre estaba pálido.

- Eh... ¿Connor?

Quejarse por su nombre fue lo último que pudo pensar en ese momento antes de desmayarse en su asiento.

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