Denisse (+16)

Admirar las delicadas líneas que trazan el cuerpo desnudo de Denisse, sus curvas, sus texturas, sus contrastes, sus matices, la luz en la cima de sus senos y la sombra en lo profundo de sus piernas es el Nirvana de mis ojos.

Los suspiros, su respiración entrecortada, sus gritos ahogados, las palabras que me susurra en medio de un gemido son como una oración, el ruego de mi sacerdotisa para que Ishtar/Astarte acceda a llevar a este simple mortal al Cielo a través de su cuerpo.

Sus manos guían las mías en delicada travesía sobre la geografía de sus montes y sus valles, sus cimas y sus depresiones, sus ríos y sus cañadas, ayudando al aprendiz de cartógrafo a trazar las infinitas sendas de su cuerpo, hasta hallar el camino a su Paraíso Perdido.

Anoche me secuestró entre sus piernas mientras ella se perdía entre mis brazos, los brazos del amante primerizo que su experiencia eligió para mostrarle el camino a través de los intrincados laberintos que se erigen cuando las pieles se encuentran, cuando los alientos se mezclan, cuando las lenguas se enroscan una con otra cual corrientes de magma en busca de una salida a cielo abierto.

Y pude sentir cómo robaba mi aliento con cada beso, encerrando mis labios en la atmósfera de su respiración y sustrayendo mi alma en cada suspiro. A cambio, su sabiduría supo cómo llenar mis pulmones con el embriagante aroma de su intimidad y con aquella pasión arrebatadora que desconoce los límites del tiempo, que reconoce en las edades un invento que poco importa cuando las humedades entre nuestras piernas se encuentran y se abrazan en un simple acoplamiento de cóncavo y convexo, el cual nuestro arrebato convierte en complejo rompecabezas cuyas formas se disipan y se tornan borrosas conforme nos empapamos uno del otro.

Luego fuimos atrapados por el delirio del movimiento y nos dejamos arrastrar por él: adelante y atrás, adelante y atrás; a veces alejándonos, a veces acercándonos, por momentos chocando y en otros en perfecta sincronía, como la danza de las olas que se suceden en la playa en un continuum de idas y venidas que desconocen fin o principio.

El tiempo fluyó a través de su cuerpo de leche y miel como si no existiera, como si el implacable tic tac del reloj fuera para ellos, no para nosotros; ciertamente no para ella y sus piernas enredadas en mi cintura reclamando como suyo el descubrimiento de aquella pasión que recién en mí despertaba.

Pero el tiempo nunca renuncia a lo que le pertenece y cuando finalmente decidió recuperar lo que era suyo, arrojó sobre nosotros las inevitables consecuencias del desenfrenado baile de entradas y salidas en que nos habíamos enredado... y el Universo entero estalló en un sollozo.

Durante un segundo/eternidad pude sentir sus uñas dejando rojas marcas en mi espalda y cada músculo de su cuerpo tensarse y estrujarme en un desesperado pero inútil intento de fundirse con el mío, y en sincronía perfecta con los agónicos espasmos de su femineidad tratando de extraer hasta la última gota de mi enhiesta virilidad.

¿Eones enteros o apenas un parpadeo? En realidad no importa cuánto duró aquello, ver con los ojos cerrados la expresión de su éxtasis perfecto y saber que Denisse pudo ver el mío en cada rincón de su mente sin tener que mirarme era todo cuanto necesitaba para existir en aquel instante, en el que la única manera en que yo podía ser era a través de ella y de su orgasmo.

Y entonces todo acabó. Acabó porque siempre acaba... al menos... hasta que vuelve a empezar.

https://youtu.be/Bx51eegLTY8

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