Capítulo 3: Go away!
Desde la puerta del baño Riley detalla a su hermana, esperando a que esta termine de lavarse el rostro. Libera una boconada exasperada al imaginar que debe idear una estrategia para que la mayor acepte ayudarla a salir con Charlie. No teniendo muchas opciones, decide ser simpática, a pesar de continuar enfadada con lo acontecido en el estacionamiento.
–Digamos que yo no te soporto, pero podrías intentar ser más agradable con otros, ¿Sabes? Eres capaz de lograr algo decente.
–¿Es tu forma de entablar una conversación, Riley?
–Si me permites, un cambio de look no te vendría mal – reconoce con concentración, examinando a la rubia con detenimiento –. Hmm, debajo de toda esa coraza y ropa negra muy pasada de moda, hay una chica linda.
Maya resopla, apartando la mano de la más alta cuando intenta peinar su cabello, como de solía hacer de niñas, la diferencia es que ahora la irrita con aquel gesto.
–Olvidas que no me importa lo que los demás opinen de mí. No siempre tienes que ser lo que otros quieren que seas, Riley – la esquiva para agarrar su toalla, cediéndole el lavado como tanto quería. En el espejo es testigo de cómo la chica entorna los ojos mientras se observa en el reflejo, colocando su cintillo de unicornio para retirar sus mechones de cabello y poder iniciar su tediosa rutina de skincare. Es ahí, al estar por salir, que se descoloca al divisar un accesorio muy conocido en el cuello de la castaña –. ¿Estás usando el collar de mamá?
Riley se encoge desdeñosa, tocando por reflejo la prenda.
–Me gusta, lo encontré en el cuarto de papá.
–No es tuyo – espeta con reproche.
–Es de mamá, da igual.
–Ah, pero si se trata de escribirle una respuesta a sus cartas, te importa poco.
–Estás celosa de que lo tomé primero que tú – contraataca entre dientes, la alusión de las cartas fue un punto bajo –. A ti sólo te gustan los collares de perro. A mí este sí me queda lindo, a ti no te luce.
La mayor niega con un bufido enfadoso.
–Créeme que en lo absoluto te luce.
Matthews se queda con un insulto a medias, pues su hermanita ya se largó del baño, quedando con un amargor encima por el tema de su madre. Aprecia nuevamente la prenda en su cuello, de pronto le quema la piel ante una oleada de recuerdos; desiste de quitársela únicamente porque le gustaba... Sí, sólo por eso.
✩
Los pasillos repletos de libros le hacían sentir ciertamente asfixiado, y no porque fuera un inculto o detestara la literatura, sencillamente no era de los que visitan constantemente dichos lugares ni un chico que se pone a registrar los estantes como si fuera su actividad favorita de hacer; aprecia el arte y los libros buenos, pero no es admirador de ello, no era lo suyo.
Si se encuentra en la librería a esas horas, es porque la rubiecita a la que ahora asecha, aparentemente era fan de la literatura, lo concluye por el hecho de ya tener cuarenta minutos entre las repisas chequeando las coberturas con textos, tan ensimismado que ni nota su presencia.
Lucas escapa un nuevo siseo por lo bajo cuando otro minuto transcurre; lo bueno, es que Hart ya estaba pagando en caja. Aquello lo hace finalmente saltar a la acción.
–Lindo auto el que tienes aparcado. Ah, y genial elección de libro.
Maya da un salto a su derecha, frunciendo el entrecejo cuando nota al tonto de piel bronceada que le sonríe con coquetería.
–¿Me estás siguiendo?
–Estaba paseando por el vecindario, vi tu auto y pasé a decir hola – excusa como si estuviese ofendido ante la acusación, pisándole los talones a la bajita una vez salen del local a paso rápido –. Es en serio.
Resignado a lidiar con el fastidioso, se detiene al lado de su vehículo con una cara carente de emoción.
–Hola.
–No eres muy conversadora, ¿Cierto?
–Depende del tema – contesta con una risa desdeñosa –. Hablar de mi auto, por ejemplo, no me excita ni apasiona.
–¿Quieres hablar de excitación? – al no percibir una pizca de gracia en la contraria, se retracta de su chiste, rebuscando algo en su chaqueta con una tos falsa – De libros entonces... ¿Quieres una menta?
–¿Insinúas que me apesta la boca? – inquiere sin real interés.
–No, era amabilidad – guarda sus mentas con una mueca tras meter una a su boca y notar el aburrimiento de la chica. No va a perder esta oportunidad de acercamiento, se adelanta antes de que se le escape: – Me gusta leer también.
–¿Ah, sí? Y por eso te sales de la clase de Shawn.
Ante el tono sarcástico y la sonrisa burlesca, el texano se cruza de brazos con genuina curiosidad. Hay algo de lo que se fijó y le provoca extrañez.
–¿No me tienes miedo?
–¿Miedo? – realiza una mueca, como si aquello fuese ilógico y extremadamente absurdo. Fue un cambio abrupto de tema, a decir verdad – ¿Por qué te tendría miedo?
–Todos me temen, al menos la mayoría – simplifica con naturalidad –. Hay cientos de rumores de mí que dudo no te hayas topado.
Hart rechista al rodar sus ojos, recostando su cadera del auto.
–Sí, de mí hay igual cientos de rumores que seguramente también escuchaste. La gente ama meterse en la vida de otros porque no tienen una propia. No es un suceso nuevo, huckleberry.
Friar debe reír por el apodo, significa que sí escuchó definitivamente de él. También recuesta su cuerpo en el auto, frente a la más pálida, relamiendo sus labios.
–Bueno, puede que no me temas, pero puedo asegurar que piensas en mi desnudo.
Maya entrecierra los ojos, tentado de arrancarle las pestañas al de orbes verdes cuando éste le da un descarado guiño.
–Oh, claro, es lo que siempre pienso con regularidad. Te necesito, te quiero, oh baby, oh baby – finge con tono dramático de pura sorna y sarcasmo –. No tengo idea de dónde salió tu repentino interés por mí o dónde diablos aprendiste a coquetear, pero no funciona conmigo. Digo, ¿No se te ocurrió que, tal vez, si me sigas importunando soy capaz de darte una patada en donde la luz no entra?
Lucas se endereza pero no decae su postura, no demostraría que estaba un tanto desconcertado.
–Soy un chico de riesgos.
–Y yo no soy como el resto de las chicas de la escuela, te lo aclaro.
–Lo tengo claro, por eso me gustas – confirma con audacia, sin vacilar y en automático –. Eres interesante.
–Y tú no lo eres – responde sin pizca de culpa, abriendo la puerta de su auto y casi golpeando al chico en el proceso, sin importarle en lo absoluto. Entra y comienza a encender el motor, ya estaba obstinándose de Friar, es decir, ¿Quién diablos gusta de alguien de la noche a la mañana sin siquiera conocerle? Era obvio que el tipo cada vez le cae peor. Por si fuera poco, el idiota de Gardner -quien sale prácticamente de la nada- le bloquea el paso con su carro justo cuando llega con esa risa de imbécil a la zona. Maldice con un gruñido y se asoma por la ventana –. Lo que me faltaba, ¿Qué, hoy es el día de los pendejos? ¡Muévete, imbécil!
El despreocupado recién llegado se baja del lujoso deportivo azul sin atender al grito de la fierecilla, sonriendo burlón en lo que camina a la licorería al lado de la librería. Ante la evasiva, Maya coloca esa mirada peligrosa antes de, impulsivamente, mover la palanca de cambios y hundir su pie en el pedal, chocando al retroceder con el costado del BMW. Su acción desde luego llama el enfoque de los peatones, sobre todo llama la atención del par de adolescentes que testificaron todo con ojos abiertos de asombro.
Aunque Lucas lo hace también por admiración, mientras que Charlie estaba escandalizado, casi le da un paro cardíaco en el sitio cuando observó la pintura de su puerta rallada y el metal medio afectado ante el golpe.
–¡Perra estúpida, ese es mi bebé!
Hart se ríe con malicia, dando un puchero travieso desde su asiento.
–Ups.
Lucas debe aguantar una risotada por la travesura de la de baja estatura, largándose de la escena para evitar involucrarse en el escándalo, aunque es participe de que lo desaprovechaba, prefería no meterse y disfrutar de la discusión que brota las venas del idiota deportista que le pagó.
Por cretino.
✩
–¿Ups? ¿Es todo lo que dirás, Maya Penélope Hart?
Ella mantiene su vista posada en cualquier otro lado lejano a su padre, la incredulidad y el enfado de sus ojos le ponen incómodo.
–Odio que uses mi nombre completo.
–Pues yo odio que mi primogénita se comporte inapropiadamente porque no controle su mal temperamento y termine chocando un lujoso deportivo que, claramente, mi seguro no cubre – reprocha con voz cada vez más elevada, desde que recibió la noticia de la travesura de su hija mayor estaba escandalizado y no podía entenderlo. Si bien Maya era bastante osada y temperamental, nunca hizo algo de tal magnitud y tenía cierto límite por su autocontrol, debía de detestar al tipo o le tocó una fibra muy sensible –. ¿En qué pensabas?
–En que ese idiota me hace la vida imposible – masculla de mala gana –. Vamos, su auto necesitaba un retoque.
–Maya, ¿Podrías dejar ese estúpido libro y verme a la cara? – exige con la paciencia al límite, la vena en su frente visible. Respira hondo y exhala con cansancio – ¿Esto es una venganza porque no estoy de acuerdo en permitirte ir a Los Angeles?
Con un profundo suspirar, aparta su libro y se levanta del sofá, encarando a su furioso padre con rostro neutral, inexorable.
–Tal vez, ¿Te duele lo suficiente la cabeza como a mí? Porque eso causas con tus prohibiciones sin fundamento. No puedes tomar decisiones por mí, soy mayor de edad.
Cory se pregunta si era su culpa el que su hija fuese tan directa al dirigirse hacia él con tal irrespeto, pero siendo tan astuta al elegir sus palabras como para no meterse tan en problemas.
–Entonces eres mayor para pagar por ti misma la factura de daños del auto de ese muchacho.
Hart da un sonido fastidiado con su lengua.
–Sabes muy bien que tu seguro lo cubre, eres doctor y tienes prestigio. No seas dramático, papá.
–Esto no es sobre dinero – exclama con severidad –. Soy tu padre, tengo derecho a opinar de tu futuro.
–¿Y mi opinión no importa?
–Aún eres joven, no sabes lo que quieres hasta que cumplas treinta y cuatro, y luego a esa edad te das cuenta de que eres muy viejo para usar aprendizajes básicos que hace mucho debiste de saber – inventa con convicción, a pesar de que, obviamente, ella no lo toma en serio –. Hija, estoy tratando de...
–No digas que de protegerme, ¿De quién, de mamá? Por favor, papá – acusa, gesticulando con sus manos al aire –. Quiero que confíes en mí, que sepas que soy capaz de tomar mis propias decisiones sin necesidad de consultarte o tener treinta y tantos años. No puedes controlar y arruinar mi vida porque tú no tienes el control de la tuya.
El hombre expulsa el aire por la nariz pesadamente como si de un toro se tratase, con una mirada que hace retroceder un poco a la ojos azules, agachando la suya porque es consciente de la raya del borde que está dispuesto a tolerarle como su padre.
Justo el silencio se interrumpe por el celular de trabajo del doctor, quien sisea antes de atender la emergencia médica.
–No voy a castigarte ni cobrarte lo del auto porque jamás me diste problemas tan graves, pero esta conversación no ha acabado y tendrás que jurar no volver a hacer una cosa como esa. ¿Quieres que confíe en ti? Demuestra que eres adulta, porque quiero que te disculpes con el tonto ese por tus malos actos.
Maya se exalta al segundo, ojos abiertos en cólera.
–¡¿Qué?! ¡Prefiero que me castigues o trabajar diez años seguidos antes de ir con esa escoria infernal!
El de cabello rizado sonríe victorioso, buscando su abrigo y sus llaves.
–No. Eso, decomisarte las llaves de tu auto hasta nuevo aviso y tener a tu hermana furioso contra ti, son suficiente castigo, hija.
Tal como menciona, la escalera resuena con los pisotones apresurados de una histérica Riley, la cual aparece con un celular en su mano.
–¡Eres una psicópata! ¡¿Por qué le hiciste eso al auto de Charlie?!
–Para que tengas que ir en autobús a la escuela y regresar caminando, perdón – se encoge de hombros con una nada angelical sonrisa, emprendiendo rumbo a su habitación –. El ejercicio hará que rebajes al menos esos cachetes.
–¡Cállate, psicópata!
La mayor regresó simplemente para imitar su tono chillón y hacer una cara de burla:
–¡Apestas, dulzura!
Riley le lanzó otro montón de insultos que ignoró por completo.
✩
–¡Vamos, apresúrate! Eres una tortuga, Luke.
–Y tú una liebre, no te daré más azúcar antes de salir – enfatiza tras tomar las chaquetas de ambos, siendo jalado sin piedad por su hermanita en dirección a la salida. No tenía ningunas ansias por salir ese domingo, mas no iba a negarse a su pequeña mocosa, no cuando la ve sonreír de tal manera mientras caminan hasta el parque donde se encontrarían con su amigo Auggie y su famosa niñera –. ¿Segura que no es muy temprano?
–Son las cuatro, dijeron que estarían ahí a las cuatro y quince.
–Es temprano.
–Eres un irresponsable, Lucas. Son quince minutos de caminata.
–En realidad, son diez – se defiende con simpleza. La niña niega convencida de su calculo.
–No si pasamos a comprar unos caramelos, genio.
Sonríe divertido, dándole una negativa como respuesta; pff, ni loco le daría más dulces para que termine acabando con su estabilidad y el parque entero.
Una vez están en el sitio, la castañita corre hasta el niño en el tobogán rojo, quien la recibe igual de efusivo con un abrazo que le hace bufar para sí mismo. No es que le caiga mal Auggie o que éste sea un mal niño, sino que padece del síndrome de hermano mayor sobreprotector, y veía el futuro con esos dos como un dolor de cabeza para él.
–Niños, no se separen mucho y mantengan sus ropas limpias, no quiero problemas con sus padres, ¿Sí?
Aquella voz saca a Friar de sus pensamientos, girándose descolocado para captar a la dueña de la misma.
–¿Qué...?
Al verle también, pone una cara horrorizada en lo que completa la anterior sentencia del más alto:
–¿Qué diablos haces tú aquí?
–Es un gusto para mí también, gracias – Lucas ironiza, aún confundido –. Esperaba cualquier cosa antes que verte aquí.
–¡Maya!
La pequeña interrumpe su conversación, corriendo para abrazar a la de jeans rasgados con una risita alegre que logra aliviar un poco la tensión en la misma.
–Hola, pequeño monstruito, ¿Cómo va el tercer grado?
–Las matemáticas son horribles – alarga la última palabra con un lloriqueo –, ¿Quién necesita aprender factores para comprar caramelos?
Maya ríe entre dientes, acomodando los mechones rubios que se cuelan por el rostro de la chiquilla.
–Espera a que llegues a preparatoria y vas a extrañar los factores y las multiplicaciones, niña.
Ava ignora totalmente el hecho, más concentrada en jalar de la mano a la adolescente y guiarla más cerca del de cabello arena que les escanea con aturdimiento ante la distópica escena.
–Él es mi hermano mayor, se llama Lucas. Te hablé de él y te dije que vendríamos juntos hoy.
–Así que Maya Hart es tu niñera –comprende finalmente, en lo que la aludida aprieta sus labios para evitar seguramente algún mal comentario. Su sonrisa surge entonces con diversión –. Mi hermana me contó bastante sobre ti, pero nunca imaginé que serías tú.
La infante los examinó con ojos entrecerrados y cabeza ladeada.
–¿Se conocen?
Maya se muerde la lengua para no decir algo como "por desgracia", cosa que nota el insufrible Lucas al detallarlo con gracia desde su puesto. En cambio, se controla y mantiene la serenidad, era mejor aparentar que le vale mierda la presencia ajena antes de que el tipo se considere importante como para molestarlo.
–Tu hermano y yo vamos a la misma escuela desde hace años y compartimos una clase juntos, linda.
–¡Oh, ya! – dice expresiva, interesada en el tema – ¿Significa que son amigos?
El termino hace que el más alto reprima una risa y la bajita le lance una mirada de advertencia.
–Bueno, hermanita, digamos que no le caigo tan bien a Maya.
–¿Por qué? ¿Te jala el cabello? – Ava da un puchero decepcionado –. Mi amiga Lucy dice que Mike Chang lo hace conmigo porque yo le gusto a él, pero yo soy novia de Auggie... ¿Te gusta mi hermano entonces?
–¡¿Como que novia?!
–¡No, n-no es eso!
Los dos mayores se miran con ojos abiertos por diferentes razones, y antes de añadir algo, el otro pequeño de ocho años se une para saludar a Lucas.
–¡Luke, al fin conociste a mi niñera! Maya es genial, te va a agra-
–Sí, sí, muy genial y todo, pero tenemos cosas serias que hablar después de que jueguen un poco, niño.
Los dos infantes se miran con cierto rubor apenado al comprender a qué se refiere el Friar mayor, y con una sonrisa tímida se terminan por largar a los juegos del parque.
Ahora estando solos, la que rompe el silencio es la rubiecita.
–Oye, por el bien de los niños y mi salud mental, prefiero que no arruines esta salida con tus oraciones estúpidas o actitudes de rompecorazones, ¿De acuerdo?
–¿Tienes miedo a que rompa tu corazón?
–Tengo miedo a romperte un testículo o una rodilla, ¿Contento?
–Ok, entiendo. No haré ningún movimiento... Por hoy – remarca lo último con las manos en alto, causando una mueca fastidiada en la contraria.
–Cierra la boca y mejor vamos a sentarnos, los mocosos son muy escurridizos
Ambos concuerdan y toman asiento en una banca para vigilar a los niños a la distancia, y aunque estén sin modular palabras por unos pocos minutos, hay cierta tensión que decide aplacar el más alto:
–No sabía que trabajabas como niñero, creí que tu padre era médico.
–Que mi padre tenga dinero no quiera decir que deba depender de él, soy autosuficiente y detesto pedirle dinero para mis gastos personales. Aunque no hago esto como trabajo remunerado, de todas formas – indica con la vista al frente, pendiente de los infantes –. Auggie es mi vecino, me cae mejor que muchas personas de mi edad, y su madre es bastante simpática.
–Entonces sí eres capaz de entablar relaciones sin apartar con una mirada asesina a los demás – concede con un deje de burla que hace resoplar a la opuesta, pero no se percibe realmente irritada ante el chiste, al menos no tanto –. No sé por qué te caigo tan mal.
–Cada vez que nos encontramos estás tratando de coquetearme.
–Coquetear no es pecado, linda.
–No quiero nada de eso, ¿Sí? No quiero citas, ni relaciones o un estúpido romance cliché adolescente que solamente es una excusa para perder mi tiempo y disparar las hormonas, sin mencionar que muchos terminan en terapia por cretinos egoístas – espeta con aversión, una mueca de repulsión
–¿Temes a que te deje en terapia? – pregunta un poquito perdido por el rumbo de la charla, admite que le indignó un tanto la poca confianza; claro, si dejase a su conciencia funcionar, aceptaría que, en efecto, sí estaba siendo un idiota por sus reales intenciones – No soy tan cretino.
–No tendrías el poder de afectarme tanto, no se te suban los humos – Maya ríe ligeramente, sacudiendo una hoja que cayó de alguno de los árboles y terminó en su regazo, la pausa le sirve para dar un dato que solidifique su punto: –. No tiene caso además, voy a largarme de la ciudad al terminar la escuela.
–Ya veo... – susurra con vago interés, realmente no le prestaba tanta atención porque -en resumidas cuentas-, pensaba que era una chica amargada, y no tiene ánimos de discutir o involucrarse con la belleza rubia ahora mismo. Además, él también estaba un tanto harto de todos, por algo se alejó de las relaciones, en general. Sólo por sacar un tema que aplaque el silencio incómodo en el que se sumergen, inquiere: –. ¿Y qué hay de tu hermana? Luce como lo opuesto a ti.
–Ni se te ocurra acercarte a Riley.
El texano sonríe ladino por la amenaza tan inmediata.
–Wow, ¿Celosa?
Hart niega un ademán de manos despreocupado.
–Si deseas saberlo, ella y yo somos como agua y aceite.
La charla muere ahí, ninguno tiene nada más que aportar por los momentos. Permanecen un rato sentados, simplemente observando a los menores y el paisaje que se extiende ante ellos.
Friar no suele concurrir por largo rato ningún parque, estaba acostumbrado a estar en lugares más cerrados y en zonas menos decentes, por decirlo de alguna manera. El aire fresco, la naturaleza que se mezcla con el ambiente urbano de Nueva York era un respiro nuevo que hace tiempo no disfrutaba. A su lado se fija que Hart estaba serena y quizás más adaptada que él a estar en sitios como aquel, a lo mejor y es más de salir y no rodearse de cuatro paredes.
Los dos adolescentes se deciden tras un rato en hacer descansar a los infantes cuando están lo suficientemente sedientos, sudados y cansados de tanto jugar y correr.
–Maya, por favor convence a Luke para que me deje comer helado.
–¿Que acaso tiene caries o algo? – se burla un una ceja en alto, medio pendiente de ser el caso.
–No serás quien la tenga que soportar por el exceso de azúcar de regreso a casa – informa el chico arrastrando las palabras, indiferente a los pucheros de su hermanita –. Comiste gomitas antes de venir, Ava.
–No seas aguafiestas, ¿Qué son unas gomitas? Dale el helado, huckleberry.
Los niños se ríen por el apodo tan acertado y gracioso que Maya le otorga al chico más grande y con aspecto rudo, quien ahora frunce su entrecejo, a él era el único que parecía no darle gracia.
–¿Y qué me das a cambio como recompensa si la dejo, linda?
Una sonrisa maliciosa se asoma en la boca de la ojos azules.
–¿Quieres en serio saberlo?
–Nosotros queremos saberlo – piden al unísono los más inocentes.
–No creo que estén listos para oír las palabras que ella quiere soltarme, niños – Lucas se rinde finalmente, aburrido ya –. De acuerdo, vamos por unos helados y cierren la boca.
Los pequeños festejan desplazando la última orden mientras van de la mano de sus mayores, camino al puesto de helados del parque. No estaba nada lejos de su posición, en un minuto están en el camión con el amigable señor con uniforme llamativo, quien con una sonrisa les atiende, una música pegajosa se repite de fondo. Cada uno pide sus sabores de conos o paletas y luego se sientan juntos en el pasto, bajo la sombra de un gran árbol floral.
Lucas se quejaba con gruñidos cada que algún pétalo quería caer en su cono de mint choco a consecuencia de la brisa que de vez en tanto sopla, los niños se burlan manchados de helado en sus dedos, labios y comisuras. Maya por su arte estaba despreocupado lamiendo su helado de choco chips, ajeno a lo que hacen los otros tres ruidosos.
–Ese sabor da asco, ni las abejas se le acercan, Luke. Es como crema dental con chocolate, ugh.
–Límpiate la vainilla de la cara primero y luego habla, fastidiosa.
–Yo te ayudo, Ava.
Lucas frena a Auggie ágilmente y el niño se resigna con un puchero.
–Maya, ¿Te gusta tu helado?– Ava bate sus pestañas con ternura, haciendo que Hart sonría ladino.
–Está delicioso, princesa.
Lucas observa el intercambio con ojos entrecerrados, su hermanita y la complicada rubia eran dos demonios que sólo eran dulces cuando querían; en resumen, con él no lo eran.
–El de mi hermano suele ser más colorido– susurra la niña con una manito en su boca para dirigirse al oído su niñero cuando Luke está enfrascado en discutir algo con el pequeño Auggie –. Le gustan las chispas de colores y el exceso de sirope con caramelos, pero creo que le da pena contigo porque creerás que es un bebé.
La adolescente se aguanta una carcajada y continúa comiendo su helado, ya tiene algo para molestar al irritante vaquero.
Una vez terminan, los menores se recuestan en una manta que trajeron para conversar detallando las nubes, Maya opta de ir a los columpios un rato, vigilando a los otros infantes traviesos con una sonrisa enternecida que oculta mientras se balancea despacio. Recuerda cuando era niña y solía ser así de unida con Riley, eran los buenos tiempos.
Lucas un poco dudoso se le une a la chica y toma el columpio vecino a su izquierda, chequeando a la misma de reojo de vez en cuando y admitiendo para sí mismo que la rubia era un bonito e inmenso misterio; aunque no lo reconoció al principio, le atraía ligeramente tal enigma.
–Traías un cuaderno contigo en la banca, pero no lo has usado desde que llegamos mi hermana y yo, ¿Te gusta dibujar o escribir?
–Dudo que esa clase de detalles te interesen – responde con indiferencia, no le incomoda su presencia ahí, le es irrelevante. El chico no dice nada, a lo que le lanza una mirada divertida de soslayo –. ¿O qué, intentas descifrarme?
El ojos verdes se impulsa para mecerse un poquito, hastiado de que sus intentos siempre sean despreciados por Hart.
–¿Todo contigo es un movimiento estratégico? Si no quieres decirme, está bien, sólo preguntaba.
De pronto, Maya analiza la situación y odia sentirse un tanto cruel con el texano, tal vez estaba siendo muy hostil con él. Se balancea igualmente para opacar la sensación, eran someterse a esas presiones sociales las que le dan cierta ansiedad. Transcurren unos diez minutos en aquella postura, sin embargo, Lucas ni se había ido, como cualquier otro haría ante alguien odioso que no busca sostener conversación alguna, y eso le hace suspirar.
–Ya es algo tarde, deberíamos llevarlos a casa.
El más alto asiente en lo que se incorpora del columpio, no está muy seguro, pero percibe cierto cambio en el semblante y habla de Maya, como si estuviese dando vueltas en su cabeza y su caparazón estuviese en descanso. Podría aprovecharlo para su beneficio, sin embargo, le da su espacio y va en su lugar con los infantes para partir a casa con los últimos rayos del sol en el cielo, pues ya estaba ocultándose en el horizonte y los colores empezaban a cambiar allá arriba.
Abrigan a los niños con sus respectivas chaquetas y van de la mano hasta la parada de buses donde Maya y Auggie tomarían su rumbo opuesto. Ava anduvo de la mano con la niñera incluso estando sentados, charlando y riendo con éste, mostrándole al más alto entre el grupo un lado más sereno de la cascarrabias con cabellos rubios.
–Mi hermana te adora, lo confirmé hoy – reconoce cuando al fin la de coletas se va junto a su amigo de cabellos rizados, en el otro extremo de la gran banca –. Gracias.
En su rostro se instala cierta curiosidad.
–¿Por qué? Ava es agradable, no me esfuerzo con ella.
Lucas no lo medita mucho, levantando sus hombros y dejándolos caer.
–No lo sé, es lindo verla sonreír y charlar con otras personas. Es difícil para ella socializar, al menos es así desde que en casa, bueno, ya sabes...
Maya no necesita indagar más, la historia no la conoce muy bien, pero sí lo suficiente como para entender a lo que se refiere: Desde el fallecimiento de su madre, Ava no la ha pasado tan de maravilla, pues no ha podido crecer con ella como en un caso más común e ideal.
–Bueno... La comprendo bastante bien – susurra tan bajito, que notoriamente por el gesto del contrario, el mismo dudó de haber escuchado adecuadamente. Antes de siquiera darle chance para opinar al respecto, prosigue con una sonrisa melancólica: –. Te adora aún más que a mí, es raro decirlo, pero pareces un buen hermano mayor. Ella vive parloteando de ti sin parar.
–Lo intento, al menos ser bueno para ella – concede con modestia, ya que realmente no se consideraría como el mejor hermano mayor, pero en todo instante trata de serlo. Aquello justo le recuerda a la razón por la cual hace la apuesta que, hasta ahora, no había analizado del todo. Ahora, estando junto a la de ojos azules por primera vez sin recibir sus insultos, y sin un comportamiento repelente, se siente raro. El autobús arriba para interrumpir y sacudir sus divagaciones, así que se levanta con un gesto de despedida que da con su cabeza –. Suerte en el trayecto, escríbeme cuando lleguen a casa o la princesita me matará.
–No tengo tu... – detiene su comentario al captar que el bronceado seguramente colocó su número en alguna parte cuando dejó su bolso solo, porque el texano le señala el mismo con claro indicativo. Bufa con cierta diversión que intenta disipar con una mueca hastiada –. Eres un caso perdido, Friar.
A veces, Lucas se siente de tal manera, sobre todo cuando Maya es abrazada con tanto cariño por su hermana, ambas dándose una sonrisa sincera de despedida, la voz de su conciencia asomándose minúsculamente.
Durante el regreso a casa va oyendo a su hermanita en silencio, asintiendo con sencillas monosílabas, perdido en los rincones de su mente.
–Maya es una chica genial. Quiero ser como ella de grande.
–Ustedes tienen bastante parecido, a decir verdad.
La niña brilla sus ojitos en ilusión.
–¿En serio lo piensas?
Sonríe de medio lado.
–Sí, las dos son rebeldes e insoportables.
Los golpecitos y reproches no se dan a esperar por parte de la de coletas, pero no se molesta en detenerlos, porque de pronto siente que se los merece un poco.
¿Por qué tan repentinamente siente que está haciendo las cosas mal? Tal vez se acredite a que su hermanita, de descubrir todo, se enfadaría demasiado con él por aceptar un plan tan retorcido que involucra a su querida niñera...
–Dejame ver si lo entiendo, ¿Un chico te está coqueteando?
–Ujum.
–Y es el hermano de la noviecita del enano Auggie.
–Sep.
–El mismo chico que tiene una reputación del infierno y que está en tu clase de literatura universal.
–¿Tienes un problema para procesar lo que digo o te estás reseteando? Sí, Lucas Friar, improvista y milagrosamente empezó a perseguirme, Smarckle – repite con pereza, anotando en su libreta las fórmulas químicas del pizarrón –. Además, te he dicho que no todos los chismes del maldito instituto son reales. A mí me inventaron que tengo un pacto con satanás y que soy hija de Voldemort la semana pasada, y lo más absurdo es que hubo gente que se creyó tal barbaridad. Dios, ¿Que no captan que, tristemente, Hogwarts ni siquiera existe?
–Entonces lo que me estás haciendo captar es que ahora lo defiendes de los rumores – dice astutamente, ignorando el montón de palabrería de la otra –. ¿Acaso te gusta y logró su cometido, May?
–No, estoy únicamente respondiendo a tu insinuación de veracidad en los rumores escolares, Isadora. Además, claramente no me conoces lo suficiente para siquiera imaginar que me gusta un sujeto como Friar, que decepción de mejor amiga eres.
–Es que estoy un tanto confundida, Maya – concluye con un resoplido estresado, su vista clavada en los apuntes desordenados de su amiga, muy diferentes de los suyos, que tienen un orden medido milimétricamente y son coloridos por los plumones que guarda en su bolso; siempre fue así, ni de más pequeña convenció a la rubia para organizar mejor sus escritos –. ¿Qué piensas hacer con él?
–Continuar ignorándolo – resta importancia sin siquiera considerarlo – ¿O acaso hay otra opción?
–La hay, si me preguntas.
–Nop, no para mí. Y si sigues hablando sin copiar nada, cuando entre la profesora, tendrás problemas, Smarcks.
Isadora se da por vencida esta vez, analizando en su cabeza los hechos tan extrañamente repentinos que se dieron con su amiga, la que aparentemente esta repelente a todo el tema de Lucas Friar.
Sin embargo, la verdad es que el ojos negros estaba recordando el comportamiento del mismo chico texano, ese con ojos verdes, durante el día anterior. Friar mostró un lado más "decente", desde cierto punto de vista, notoriamente siendo su hermanita Ava una debilidad para él, de eso no cabe duda, y aquello abrió un poco su interés. A lo mejor el vaquero tenía virtudes.
Por supuesto, no admitiría nada en voz alta, ni para sí misma.
✩
–No quiero hacer esto, pero necesitas ayuda con ello – arrastra las palabras con resignación, andando con su amigo hasta donde un sujeto más corpulento se halla, comiendo unas papas despreocupadamente en las bancas afuera de la oficina de la directora Lawrence, apuntando a su vez algo en una libreta que reposa en su regazo –. Si tenemos suerte, nos creerá. Trata de dejármelo a mí.
Farkle se ahorra los melodramas y termina por adelantársele al pelinegro, colocándose a un costado de Friar y formulando:
–Creo que no has tenido suerte con Hart hasta ahora, porque, de tenerla, estarías con ella y Charlie no tendría cara de asesino serial. Supe lo que ella le hizo a su auto.
Lucas no se esmera en prestarles atención o siquiera levantar su vista.
–¿Los mandó a decirme algo, niño genio?
A pesar de que el chico no los veía, Minkus niega con su cabeza.
–Vinimos por nuestra cuento, en realidad. Queremos ayudarte con ella.
–¿Ayudarme? – sonríe ladino, aún centrado en sus apuntes y muy apenas dándoles una corta mirada– ¿Ustedes?
–Ajá, podemos otorgarte información importante y cosas que te ayuden.
–Sigo sin entender su papel en todo esto.
Zay y Farkle intercambian miradas para intentar improvisar.
–La verdad, es que mi amigo Farks está interesado en Riley Matthews.
El nombrado le da un golpe a Zay en su hombro, un obvio regaño por soltar semejante pieza de información.
–¿En serio? – bufa con cierta incredulidad, arrugando la bolsa de chips ya vacía para levantarse y botarla en el cesto de basura – ¿Qué tiene esa chica? ¿Pezones de dulce o algo?
–¡Oye!
Zay detiene al castaño antes de que cometa alguna idiotez, como intentar pelear con el visiblemente más fuerte Friar, el mismo que ve con desinterés al par antes de retomar su puesto en la banca.
–Oigan, me da igual quién salga con Matthews, ¿De acuerdo? Yo sólo hago lo que me ordenó el idiota que me pagó.
–De acuerdo, entonces creo que podemos decirte un secreto – atina el bailarín, siendo riguroso para exponerle su próximo argumento, sentándose junto al tatuado y acercándose con voz baja, ignorando la cara desaprobatoria de Minkus –. Nosotros dos somos los que manejamos esto, estamos detrás de toda la idea principal y sólo utilizamos a Gardner como el medio de pago, una pieza del tablero. En resumidas cuentas, Charlie es un tonto, y nosotros somos más inteligentes que él.
El más alto ahora les da una mirada más larga, terminando por reír.
–Ok, admito que los subestimé. Suena a algo que tú planearías, Babineaux.
–En realidad, se me ocurrió a mí – argumenta el de ojos café, ya incómodo con la prolongada charla que salió de sus planes iniciales –. La cuestión es que hablamos con él para que te pagara, pero quién tiene que salir con Riley, soy yo.
–Confirmo, mi amigo es de mucho mejor corazón – completa el pelinegro con manos en alto, haciendo énfasis en su punto– , tienes que otorgarle eso.
Ciertamente, tiene que darle la razón; Friar es consciente de que el deportista posiblemente va a lastimar a la Matthews-Hart menor tras obtener lo que quiere de ella, y ahora que lo procesa mejor, no le gustaría mucho la idea, menos envolverse en aquello y que su conciencia se lo recrimine toda la vida. No es su problema, bien, pero le hacía sentir más imbécil y patán, porque no sólo se estaba prestando para salir con Maya a cambio de dinero, y si bien duda lograr herir a la rubia saliendo con ella un par de veces, su hermana menor luce mucho más frágil, lo que implica que sería meterse en doble lío.
–Está bien, jugaré en el medio – concluye posterior a su silencio, cerrando sus apuntes de un golpe y haciendo que Zay de un pequeño saltito –. Escucho sus ofertas y opiniones.
La ilusión se refleja en los dos amigos.
–Verás, mi amigo tiene posibilidad de investigar a fondo sobre Hart con un poco de ayuda extra, pero necesitas saber todo de ella. Tanto sus gustos como lo que odia.
–Es una fierecilla, y siento que me dará dolores de cabeza.
–Pero...
–Consigan la información, yo me encargo del resto.
Lucas palmea sus espaldas con más fuerza de la necesaria porque le causa gracia lo intimidados que lucen con su presencia, partiendo a su clase de... No recuerda de qué materia, pero sí que es el salón cerca del extintor en el tercer piso, ese que usó una vez para apagar un incendio que su descuido ocasionó hace tres años en el salón de ciencias.
✩
–¡Riley, dulzura! – el llamado detiene a la nombrada y le hace girar con una sonrisa que iguala la del rompecorazones que le guiña con galantería –. ¿Qué tal estás?
–¡Charlie! Genial, estaba imprimiendo unos volantes para...
–Ah, sí, sí, suena interesante, bonita – acorta con prisa, no le apetece un parloteo innecesario –. Por cierto, ¿Qué te parece mi nueva sesión fotográfica en instagram?
Matthews cierra la boca, tragando la anterior oración y sonriendo algo perdida.
–Eh... No he revisado mis redes hoy. Estuve ocupada con los deberes.
–No hay problema, yo te muestro – resta importancia en lo que muestra en su celular las fotografías profesionales, exageradamente costosas para lo que eran –. ¿Te gusta más esta o esta?
–¿No son iguales? – ríe un poquito, porque las dos fotos que se proyectaban en la pantalla eran prácticamente clonadas, misma camisa pero con distinto color; sin embargo, al alto aquel inocente comentario pareció ofenderle mucho, por lo que se retracta con nerviosismo: –. L.la blanca luce mejor.
–¿Blanca? Me gusta más la negra.
Riley se traga las ganas de decirle que no tuvo caso el haberle preguntado si no iba a tomar su opinión en cuenta a la final, pues se recuerda que no conseguirá nada con el atleta de no ser un encanto con él. No quería parecer un huraño como lo es su hermana, por ejemplo...
Nadie lo querría, y ella quiere que la quieran.
–Eh, claro, tienes razón... ¿Para qué necesitas la sugerencia?
El pelinegro da una mueca de obviedad.
–Este fin de semana, la fiesta en mi casa... ¿Te suena?
Se iba a dar una cachetada mentalmente por su semejante descuido, las tareas y exámenes le tuvieron muy ocupado.
–¡Ah, s-sí! Oí algo al respecto.
–Claro que lo oíste, mis fiestas son lo mejor, y espero verte ahí para que esta sea perfecta, belleza – emplea su tono seductor, sonrojando las mejillas de la chica mientras acaricia su mentón con descaro –. Serás mi invitado especial, puedes usar algún lindo vestido corto y ceñido a juego con mi atuendo.
–C-claro, creo que sé lo que puedo usar – contesta algo contrariada por la forma imponente en la que le trata, no le agradaba que le den ordenes o le controlen hasta cómo vestir, pero era un sacrificio valido; Charlie Gardner era apuesto y gustaba de ella, ¿No? Se sacude sus pensamientos de la cabeza y le sonríe embelesado –. Tengo que irme a mi clase de español. Nos vemos después, Charlie.
–Adiós, preciosa – otorga un beso en la mejilla de la castaña, viéndola irse con timidez. Le encantan las chicas inocentes y virginales, lo confirma mientras observa con descaro el trasero de su nuevo objetivo –. Será divertido jugar con las hermanitas un poco más...
En su andar, la menor de los Matthews-Hart ideaba un plan sobre cómo haría para que su padre le diese permiso para asistir a la fiesta que -claramente-, sería todo un gran suceso en su adolescencia y su vida escolar. De pronto recuerda que al día siguiente tenía clases de Francés con Farkle, el lindo castaño que también le invitó a salir y quien le trata tan dulcemente que le hace suspirar con remordimiento.
No quería rechazarlo, porque realmente le agrada muchísimo más de lo que pretendía aceptar, pero tampoco desea plantar a Charlie ahora que le prestó atención, menos cuando era su tipo ideal... Al menos físicamente hablando.
–A veces me siento una basura...
Riley no tenía pista alguna de que esas mismas palabras se las estaría repitiendo a diario después de la dichosa fiesta.
✩
Una entonación rasposa le frena en medio del pasillo, pues le suena tanto grata como vanamente conocida. Opta por seguir su origen, hallando la puerta del salón de artes entreabierta y llevándose una gran sorpresa al encontrar al portador de tal voz:
Maya pintaba despreocupada y solitaria en el aula vacía, la luz de la ventana -con los tenues rayos solares de la tarde- hacía sus rubios cabellos brillar, incluso en las partes rojizas de los mechones bajos, su rostro sereno mientras entona la canción bajito, pura concentración en sus rasgos.
Lucas se perdió más de la cuenta detallándola, hasta el punto de sentirse un bobo y uno de esos raritos stalkers. Esto lo despierta de su trance con una aclaración de su garganta para hacerse notar.
–Así que, pintas. Se trataba de eso, el cuaderno que llevas contigo siempre.
–¡Mierda! – salta desprevenida, golpeando la esquina de su mesita de trabajo; por suerte sus reflejos la ayudan a evitar el colapso del agua cargada de pintura diluida. Da un gruñido al sobarse el área lastimada.
–¿Estás bien?
Resopla con irritación ante la pregunta y encara al inoportuno, quien recostado en el marco de la puerta, parece burlarse a su costa.
–¿Qué haces aquí a estas horas? Se supone que son las tres treinta, Friar, y en un salón no puedes entrar sin tocar primero, ¿No te enseñaron normas en casa?
–La puerta estaba abierta, iba a irme cuando te escuché – defiende sin rodeos, metiendo sus manos en los bolsillos –. Cantas bien, chica ruda.
–¿Un nuevo apodo? Que honor.
–Ujum... ¿Qué pintas?
–¿Que no sabes que cuando alguien hace algo que le gusta, o está concentrado en ello, no desea que ningún idiota le moleste? – al ser ignorado por el más alto, voltea para ordenarle a que se largue, alarmándose al captar que éste comenzaba a aproximarse. Intenta plantarse frente al lienzo, inútilmente, porque el chico tiene notoriamente más estatura; quiso aparentar discreción al hacerlo para no verse vulnerable, pero no lo consigue del todo, así como no cubre por completo las hojas –. No te quiero aquí, Friar.
Lucas pierde en su boca la respuesta, porque al toparse con el cuadro que pintaba la adolescente, vuelve a asombrarse con su habilidad
Lucas pierde en su boca la respuesta, porque, al toparse con el cuadro que pintaba la adolescente, ve una pintura increíble, además de unos bocetos sencillos que sobresalen de en hojas del cuaderno que cargaba, lo que vuelve a asombrarle por sus diversa gama de habilidades. El lienzo pintado era tanto sencillo como precioso, la misma ciudad de Nueva York en un paisaje nocturno que destacaba a las estrellas, la luna y las luces de los edificios, pero había una esencia única y algo diferente en la obra que le provocaron unas inmensas ganas de analizar cada detalle, incluso apreciar más de sus trabajos, no recordaba que la ciudad fuese tan esplendida y extraordinaria...
Ahora Friar deseaba oír a Maya cantar mientras dibujaba con ensimismamiento, era siempre relajante ver a los demás hacer algo que les apasiona.
Ajeno a lo que pasaba por la cabeza contraria, Maya se tensa a la defensiva, bloqueándole más la vista con su cuerpo.
–Eso es...
–¿Qué? No me gusta que vean mis cosas, así que si vas a...
–Estás en la clase de música y artes, estoy seguro de que todos verán esto.
–Tú no tienes permiso – remarca la sentencia de forma arisca, y el no obtener alguna contestación tras varios segundos, le hace ponerse un poco ansiosa en su puesto, ¿Qué tanto miraba? Evade su vista con un tono de aparente desinterés: –. ¿Y bien?
–Es increíble, tienes obviamente talento. No logro ver todo, pero vi algo del cuadro y de los lindo dibujos – confiesa finalmente, hallando las palabras correctas una vez sale de su raro trance. Se cruza con los ojos azules, y le fue inevitable sonreír de medio lado –. Luces mejor cuando estás con la guardia baja y pintando.
–¿Tomo eso como cumplido? – ataca con evasiva, porque de pronto se siente más pequeño ante su escrutinio, tampoco sabe cómo responder a sus halagos. Su mejor defensa es cruzarse de brazos, odiando que el más alto le esté observando tanto –. B-bien...
Piensa que ya la había incomodado demasiado en su rato libre, por ende, con un asentimiento y una ultima sonrisa ladina, el texano se encamina a la salida.
–¿Algo que decirme antes de irme?
–Sí, deja de fumar. Agh, hasta acá huele tu apestoso humo – resuelve meditando algo que disipe el tema anterior, y tampoco es que mintiese del todo, arruga su nariz en desagrado por el olor a humo y nicotina que tanto detesta; claro, está exagerando un poquito, porque no es tan fuerte –. Ava me dijo que no le gusta.
Chasquea, restándole importancia a la sugerencia.
–Hasta luego, belleza rubia.
Vuelca sus ojos con un siseo, oyéndolo retirarse. Ahora que queda nuevamente sola en el aula, reposa su vista en su dibujo y el lienzo que minutos atrás hacía. Suelta un suspiro que no se dio cuenta de estar conteniendo y bebe un poco de agua en su botella, porque su cara estaba algo caliente de pronto.
Lucas le hizo varios halagos en un momento, y por primera vez, los notó genuinos.
–Idiota vaquero...
✩✩✩
Editado el 29-01-24.
¡Holaaa! ¿Les gustó el tercer capítulo? ¿Cómo ha ido su semana?
¿De quién creen que va la canción de la playlist? Pista, es para Charlie, ¿De parte de... Quién? 👀
Hice el edit del inicio con una escena original de la película, y este edit de su charla en el parque, basado en un fanart de la versión original:
Original:
Edit:
Denme sus opiniones, me encanta leer comentarios uwu
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