Capítulo 16: Broken

Otro suspiro se le escapa de los labios, mascullando insultos dirigidos especialmente para su persona en lo que termina de arreglar ligeramente el pequeño departamento. Mentalmente está batallando con sus demonios desatados y las ganas de permitirse quebrarse, o por lo menos romper lo que le rodea en un vago intento de apaciguar su frustración. 

Ya era viernes, casi una semana transcurrida desde el tempestuoso baile donde todo lo que había adquirido en el último mes y medio con la rubia, se fue a la basura por su idiotez. Debió suponer que el puto de Charlie abriría la boca, fue tan poco precavido e iluso, guiado por una estabilidad falsa que le cegó sin remedio, hasta que fue demasiado tarde para frenarlo todo.

Dios, perdió la cuenta de la cantidad de veces que luchó para no decaer en los cigarros y beberse una botella entera de Vodka, o cuántas oportunidades se recitó odio a sí mismo; tampoco lleva el conteo de las noches que se le dificultaba dormir sin traer a su memoria lo ocurrido. El remordimiento le estaba consumiendo.

Lo peor, es su castigo al tener que presenciar cómo Maya lo evitaba como la peste; ya ni cruza miradas con él, la rubia andaba como si nada, como si no existiera, tal como si hubiese desechado los recuerdos y borrado sus sentimientos por él. Según Farkle, Riley le dijo que en casa era igual, aparentando estar de maravilla.

La cuestión es que eso les estaba preocupando más a todos, y a él le estaba provocando un colapso casi nervioso.

–¿Le hiciste algo a Maya?

Rechista entre dientes, su cuerpo se contrae por el cuestionamiento de su hermana menor, y ruega que sus temores no sean ciertos; que Ava se enterara de lo sucedido.

–¿Por qué preguntas? – opta ir por la tangente, sin girarse aún. Pensó que estaría en casa de su vecina, por ello es que se atrevió a presentarse en su hogar sin miedo a topársela. Ahí es que recuerda un detalle valioso :–. ¿La viste? ¿Te dijo algo?

–Fue por mí a casa de Auggie y lo trajo a verme un rato en el departamento de la señora Stewart porque él le insistió. Sabes que la señora Stewart siempre nos hace galletitas con chispas – juega con su viejo suéter, jalando un hilito mientras prosigue :– Maya estaba algo rara, y me preguntó si estabas en casa antes de pasar a dejarme aquí porque quise buscar unas cosas.

–¿Sigue aquí?

Ava negó, confundida por lo rápido que su hermano volteó alrededor con ojos esperanzados.

–Se fue hace unos minutos con Auggie porque la señora Stewart estaba pendiente de mi, y ni siquiera te mandó saludos – ladea su cabeza con un mohín –. Lucen muy tristes los dos, aunque ella es buena ocultándolo y tú evitándome.

–¿Desde cuándo eres tan observadora, mocosa? – musita cabizbajo, se le olvidaba que Ava era muy astuta para su edad, y peligrosamente honesta. Inhala y toma asiento en el sofá, palmeando a su derecha para que la menor se uniera; no tenía idea de qué decirle, obviamente todo el asunto no lo comprendería, y le daba miedo que lo odiara tanto como Maya a la final. La simple cavilación le genera un malestar en su pecho –. Hay cosas que son difíciles de explicar...

–No salgas con que soy muy pequeña para entender ciertas cosas. Tengo estos tantos – resalta levantando ocho deditos –, pero sé más cosas que las demás niñas de mi edad, Luke. Ninguna relación es perfecta, por eso tú y yo algunas veces discutimos.

Lucas sonríe vagamente.

–Ojalá fueran como nuestras discusiones, mocosa. Los hermanos pelean y se reconcilian más sencillo.

Ava jadea fuertemente y cubre su boca con horror al darse cuenta de un detalle:

–¡¿Terminaron?! ¡No es justo, ella me cae muy bien, tonto! 

–Lo sé, a mi igual – aporta con pesar, pasando una mano por su rostro cansado –. No me porté muy bien con ella, y se enojó porque fui eso que dices, un tonto.

–Pero... ¿No puedes pedirle perdón de rodillitas?

–Lo haría, si ella me dirigiera la palabra siquiera.

–Bueno, estoy segura de que cuando se le pase el enojo, podrás disculparte con ella – cavila tras unos segundos –. A Maya le fascinan las galletas de chocolate y los álbumes autografiado, ¡Oh, libros! Si quieres te presto de mis ahorros para que le des algo lindo y cool.

–No es necesario, Ava – acaricia sus cabellos con ternura, le era tan complicado verla a los ojos tras lo acontecido, motivo por el cual la esquivó en la semana. Pero a tal punto, no cree ser capaz de continuar haciéndolo, no con su hermanita –. Créeme que no necesito oír más sobre dinero ahora mismo.

 –Jum, está bien, rarito – hace una mueca extrañada. Vuelve a escanear al mayor, tan desanimado que le genera pena, por lo que le confiesa con una dulce sonrisa: –. Oye, sí preguntó por ti, pero me pidió que no te lo contara.

Su expresión se ilumina al instante.

–¿Lo hizo?

Asiente con seguridad.

 –Quiere decir que todavía te quiere, Luke.  

Se da cuenta que nunca alcanzó a oírle tal confesión a la artista, ni tampoco se lo dijo él, y se arrepiente de todo lo que les faltó por experimentar, y que por su culpa, no alcanzaron.

Sin embargo, no dará su brazo a torcer, debía haber alguna manera...

–Gracias por contármelo.

–No hay problema – su tono decae un poco –, sólo no te alejes de mí. No quiero que estés triste. Con ella sonreías mucho y la pasábamos bien, como cuando...

Su corazón duele con la mención, lamenta tanto que su hermanita tuviese que vivir aquella experiencia de existir sin su madre presente, y siendo consiente de que Maya logró apaciguarlo todo, otra razón por la cuál le agradece haber aparecido.

Definitivamente, no puede perderla.

–No me iré, lo siento – la abraza esta vez con todas las fuerzas, sin aplastarla mucho, permitiéndose por un minuto dejar todo desplazado y sentir algo de apoyo en los brazos pequeños de la niña que le regresa el gesto .– ¿Tú no me odias, ¿Verdad?

–Jamás, Luke. No imagino que alguien sea capaz de odiarte.

"Oh, si supieras..." Pensó el mayor.

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El nivel de estrés que tiene ahora mismo es tan proporcional con las ganas que tiene de mandarlo todo al demonio para ir junto a su novio a comer gomitas de ositos mientras ven un maratón de películas románticas en casa, cosa que nunca han hecho por lo fastidioso que es su padre, pero que sería lindo de vivir.

Riley camina con todo ese escenario perfecto en mente mientras abre la puerta de su casa; con suerte llegó más temprano esa noche porque terminaron el proyecto ella y su amiga Sarah de la clase de Historia, pero la sorpresa que recibe en plena sala de su casa, hace que el Capuchino que sostenía se caiga al suelo con un golpe seco, manchando la alfombra de su madre...

Gran metáfora para lo que presencia: Su padre estaba bailando una canción tan vieja como su licencia de conducir, junto con la directora Lawrence de su escuela. Las luces estaban apagadas, la música en un tono intimo, y los dos tan cerca que casi se besaban.

Por supuesto, se apartaron con el ruido, quedando en shock con la aparición imprevista de la adolescente. Todo ocurrió de prisa, a pesar de que se sintió como una escena dramática de algún mal show televisivo.

–Ok, tal vez estoy bebiendo algo de procedencia dudosa, porque no hay manera de que esté viendo bien ahora mismo. ¿Estoy soñando? ¿Es algún programa de cámara escondida? – ríe con ganas, chequeando la zona, en un intento de mantener la cordura para no caer en la locura –. ¿Acaso estás bailando canciones de los sesenta con la directora de la escuela o...?

–Riley, ya detén las ironías – Cory nerviosamente se adelanta –. Dijiste que volverías a las ocho.

–Ah, ¿Por qué? ¿Interrumpí algo de tu lindo encuentro? – eleva la voz, comenzando a entrar en la realidad, riéndose ahora con sarcasmo –. Bien, bien, no voy a enloquecerme.

–No lo hagas entonces...

–¡¿Cómo quieres que no lo haga?! – estalla finalmente, esquivando el desastre en el piso, acompañada de un tic en su párpado –. ¡Explícame qué hace la directora aquí!

–Se llama Topanga, primero que nada – inicia con un titubeo, peinando sus rizos hacia atrás –. No tienes que alterarte, estábamos...

–Tu padre y yo no estamos haciendo nada malo, Riley – interviene con apacibilidad, colocando en apoyo su mano en el hombro de su pareja, pero como la castaña vió el gesto de mala manera, la apartó para evitar más conflicto –. Si te calmas por un minuto, podremos conversarlo maduramente.

–No puede darme órdenes si estamos fuera de horas escolares – responde con altanería, cruzándose de brazos –. Papá, ¿Qué ocurre aquí?

El hombre se abstiene de arrepentirse por el riesgo que tomaron, se controla para no pedirle disculpas o negar la situación real, porque no tiene más ganas de ocultarlo, de tener miedo a su reacción. En su lugar, inhala y camina hasta la muchacha, sosteniéndole la mirada en lo que le da una tenue sonrisa.

–La directora Lawrence y yo nos estamos viendo hace un tiempo, hija Nosotros...

Con un gesto, le detiene:

–Suficiente, no quiero saber más.

–Riley, necesito hablar esto contigo – insiste con parsimonia –. Que lo evites no hará que se vaya.

–Wow, mira quien lo propone – sisea con amargura, consiente de que aquello golpeaba un punto de su padre –. El señor evasiones y trabajo antes que hogar. 

–No tienes que dirigirte de tal manera con tu padre – la mujer defiende con temple –. Si estás furiosa ahora mismo, desquítate conmigo, no con él. ¿Sabes cuánto tiempo lo ocultamos por ti?

–¡Ah! ¿Esto es mi culpa ahora?

–Topanga, déjamelo a mí – se interpone en medio, optando por sonar lo más dulce posible con su hija –. Cariño, ella me hace feliz.

Frunce el entrecejo, su voz tambaleante:

–Mamá te hacía feliz.

Él se encoge con pesar, igual de afectado al verla en tal estado.

–Sí, lo hacía, antes... Ella no está aquí, y dudo que volvamos alguna vez.

Le era duro de aceptar; una parte suya comprende que está haciendo mal, pero la otra le insiste en aferrarse al pasado, a las fantasías de recuperarlo, vendando sus ojos con inmadurez y proyectándolo con palabras hirientes:

–Es que eres tan egoísta, papá.

Aquello fue el colmo para la mujer, quien se posiciona con seriedad frente a la jovencita.

–¿Egoísta? Tu padre tiene muchos defectos, pero en lo absoluto es egoísta, Riley. Les ha dado todo a tu hermana y a ti, ni siquiera te contó de esto para evitarte malos tragos. 

Cory se siente intranquilo por la cara de su hija, estaba a punto de llorar, y no desea ocasionar algo peor.

–Topy...

–No, es que, agh – gruñe ofuscada –. Si Maya pudo aceptarlo, ¿Por qué ella no, Cory?

–¿Maya? ¿Maya lo sabía y yo no? – pregunta con afectación, viendo a su padre con las lágrimas desbordándose. Las aparta con brusquedad y sacude su cabeza por la vacilación del otro– Ya, no soporto más estar aquí.

–Riley, espera – cualquier llamado es ignorado, no la alcanza en lo que corre al segundo piso –. ¡Hija!

El portazo suena por todo el lugar, permanece al pie de las escaleras, liberando un fuerte suspiro para después regresar derrotado al sofá tras apagar la música. Su novia le examina con consternación, aproximándose a paso lento y sentándose a su lado.

–Lo lamento, no quise...

–No, está bien. Lo pospuse demasiado y metí la pata – contesta sin ganas, sonriéndole vagamente en lo que aprieta su mano –. No sé cómo me toleras.

–Vale la pena – regresa la acción con una caricia en sus rizos oscuros –. Espera a que se le pase el enfado, ella te ama.

Afirma con la cabeza y se deja caer en su puesto, detallando el techo con decaimiento, rogando que su hija realmente se abra a la idea.

---

–Segura, iré sin problema yo sola.

–Hmm, es que dijiste una vez que... Bueno, descubriste el sitio por, ya sabes quien.

–Smarckle, no es Voldemort – entorna sus ojos, apreciándola después de dejar su libreta en su sitio–. Me da igual que lo menciones, no es que me interese. Además, tampoco es como que voy a impedir cada lugar donde fuimos, eso sería estúpido.

Isadora tuerce sus labios sin estar convencida de sus afirmaciones. La conoce tan bien como para darse cuenta de que estaba actuando en evasiva para no mostrar lo afectada que está; de hecho, duda que su amiga se esté tomando el tiempo de siquiera pensar todo y sentirlo, se limita a andar a control remoto, muestra suficiente de que estaba muy destrozada.

Le angustia, no le hace bien imaginarla sola porque ella no tiene oportunidad de acompañarla a la tienda de música, sin embargo, sabe que es peor si la atosiga demasiado con el asunto.

–De acuerdo. Si tú lo dices, te creo – le sonríe con afecto –. Estaré pendiente de tus mensajes, quiero que me muestres lo que conseguiste.

Maya le regresa el gesto más por obligación, pues no es su intención preocuparla demasiado, a nadie. La cuestión es que ella misma se asombra de la actuación que está haciendo, incluso engañándose a sí misma. No se permitió llorar más desde la noche del evento escolar que le arrebató un pedazo de ella, negándose a derrumbarse por un chico, menos alguien quien la engañó y utilizó de tal forma, sin contemplaciones.

Estaba bien, porque necesita estarlo, porque no le era posible caerse ahora, no por algo así.

La semana fue super pesada para Hart, se hundió en las tareas y cualquier cosa que la distrajera de su tormento, porque andar por los mismos sitios donde fue feliz efímeramente con Lucas, no le era de tanta ayuda, muchísimo menos el cruzárselo en los pasillos y fingir que no le conoce; aunque, siendo sincera, no lo hace, porque fue una vil mentira.

Ni siquiera mencionemos cuando tuvo que el día anterior llevar a Auggie al edificio de Ava, le suplicó tanto que no fue capaz de negárselo, y su estúpido cerebro no retuvo su curiosidad al cometer el error de preguntar por el hermano de la pequeña:

–Está muy raro últimamente. Casi no lo veo en casa, apenas y come. En las noches despierto tarde y lo encuentro en el balcón – le respondió con ojitos apagados, dejando su cartuchera de colores de lado –. Luce bastante triste, como cuando mamá enfermó.

El corazón lastimado de la adolescente se estrujó por el hecho, incapaz de comprender el porqué del comportamiento del Friar mayor.

¿Era la culpa? O tal vez le ocurrió alguna otra cosa, pero dudaba que fuese por lo de ellos.

–Y... ¿Está volviendo a fumar?

–No, no huele a chimenea asquerosa, y a veces lo veo tirar los cigarros con molestia – pausa unos segundos, topándose ahora con sus ojos verdosos, más claros que los de Lucas –. ¿Estás enojada con él? Porque si no lo estás, estaría feliz, y sabrías cómo está él.

–Eh, y-yo no lo estoy – balbucea con torpeza, atrapada por una niña de ocho años a la que no tiene idea cómo engañar. Escapa el aire y le pide dudosa: –. No sé que le ocurre a tu hermano, pero no lo dejes solo. Te ama, y si está pasando por un mal momento, necesita de tu apoyo.

–Y del tuyo también, May. Cuando Auggie y yo discutimos, lo solucionamos con un juego de cartas, nos vengamos del otro y cobramos una recompensa – se acerca a su oreja con una sonrisa traviesa, bajando el tono, a pesar de que no hay nadie cerca: –. Casi siempre me pide un beso en la mejilla, y yo le pido dulces. Gano en la mayoría de las veces.

La rubia contraria no encuentra las palabras para expresarle que las cosas no eran así, ya no, ni que tampoco todo era tan sencillo como cuando eres un niño, por lo que se limita a sonreír con tristeza y a darle una caricia en sus cabellos despeinados, con ternura.

–Anotado. Termina tus dibujos y luego te dejo en casa, ¿Segura de que puedes regresar a este departamento sin ayuda?

–¡Sip, estamos a dos puertas!

Aquella fue toda la charla que tuvo con Ava respecto al tema, obviamente la niña no tiene mínima idea de lo que ocurrió entre su hermano y ella, cosa que no piensa cambiar.

Estúpidamente se halla preocupada por el idiota de Friar después de ello, pero se obliga a desplazar el asunto y concentrarse en su búsqueda de discos nuevos que la hagan olvidar su desdicha.

Visitó la tienda de discos que una vez le enseñó el Texano, y bien se puede decir masoquista, no era muy inteligente tratar de no cruzárselo en su mente cuando estaba en tal sitio, sin embargo, no quería dejar de hacer lo que le gusta por su culpa, ya bastante le quitó como para permitirle más relevancia en su vida; porque, vamos, no consiguió otra tienda donde le cedieran tocar instrumentos tan libremente y con decoración de los 2000, ¡Era un local genial!

–Por tu cara, mejor no pregunto por el sujeto.

–Gracias, Tae – le sonríe con falsedad –. Voy a tocar un rato con los audífonos.

–El salón está desalojado, para tu suerte – el chico indicó con un dedo –. Asegúrate de no romperte los tímpanos.

Se concentra en seguir su camino y plasmar en la guitarra sus sentimientos, desplazando lo demás a segundo plano. Casualmente, en dado punto, abre sus ojos y su ceño se entrecruza, porque siente una presencia a sus espaldas desde hace rato. No descubre a nadie cuando voltea, y con desconfianza, continúa en su actividad.

Resulta que, casualmente, Lucas tuvo la idea de entrar al local en ese mismo momento para sentirse patéticamente más cerca de la chica que ocupa todos sus pensamientos, teniendo la inmensa felicidad de conseguirla tocando la guitarra en el área de instrumentos.

Estuvo admirándola un buen rato, perdió la noción del tiempo ahí, a pesar de no ser capaz de escucharla, sabe que le interesaba aprender y estaba empezando a ser decente en ello; se lo mostró la primera vez que fueron a la tienda, él la conocía desde hace unos meses y no dudó en llevarla ahí los días previos que estuvieron en la heladería. 

Cuando estaba por ser descubierto, salió de la tienda, pues no deseaba perturbarla o incomodarla cuando parecía tan sumergida. Lo que no esperaba, es que aquella misma tarde, andando por el parque, se la topara nuevamente, como si fuera una burla del destino juntarlos a como de lugar ese domingo.

Maya se paralizó en su puesto, por alguna razón, sus piernas no responden a sus ordenes e insultos, porque se queda pasmada en el lugar, viéndolo de frente por unos segundos breves que le parecieron eternos; aprovecha de verificar su aspecto, y sí lo descubre algo pálido, ojeroso y con sus orbes más opacos. Con un siseo, se recupera y comienza a alejarse, pero su llamado la descoloca:

–Si me escucharas, no tendríamos que estar en esto, Maya.

–¿En qué cosa?

–Sabes muy bien que ignorándome no conseguirás que deje de sentir cosas por tí.

Maya se voltea con brusquedad, entrecerrando sus ojos y apretando la mandíbula con advertencia. Su plan de ignorarlo se fue a la borda.

–Eres un cínico. ¿Cómo quieres que confíe en todas las mierdas que dices luego de lo que hiciste?

Lucas teme a dar algún paso en falso y terminar cayendo en un vacío, por lo que frena las ganas de estrecharla contra él, de explicarle el asunto, porque por más que lo deteste, Riley tiene razón en que ahora no es el mejor momento.

Con todo y que siente el reloj pesando en su espalda por cada minuto. 

–Sé que ahora mismo no vas a cederme la palabra y no me dejarás explicarte nada.

–No hay nada que explicar. Todo está bastante dicho, Friar.

–No, no lo está – se mueve hasta ella un centímetro, haciendo que retroceda de inmediato, por lo que se detiene y aprieta sus puños debajo de los bolsillos de su chaqueta–. Ódiame, no te detendré de hacerlo.

–Tú no sabes nada – masculla con sorna, porque eso es lo que deseaba con ganas. No iba a quedarse ahí para terminar rompiéndose, no frente a él, no cuando ha estado conteniendo su fachada todos esos días. Le echa una fugaz revisada a los columpios y sonríe ladina, sin rastro de emoción –. Te sugiero que visites a un terapeuta que resuelva tus mierdas, pero a mí déjame tranquila.

La más baja se marcha sin contemplaciones, siendo vista por el de sudadera gris con un suspiro desolado. Era la primera vez que cruzaban palabras desde la semana anterior, al menos era un avance para el desesperado cabello claro, ¿No?


Las cosas en la casa Matthews no marchan para nada bien, porque tras los sucesos del viernes, ninguno se dirige la palabra, cada quien en sus propios problemas; unicamente Maya conversa con su padre al informarle lo que ocurrió con Riley, y por más que trató de mediar una charla racional con su hermana, esta se negaba a tocar el tema. Claro, lo intentó una sola vez, no tenía la energía para hacerlo, y conoce a la castaña como para entender que ahora necesita espacio, cosa difícil de procesar para su angustiado padre.

Por su parte, la Matthews menor se siente traicionada, lo charló con su novio y este intentó convencerla como su hermana para que arreglara el asunto con su familia, lo que causó que se enfadara con él; se estaba amargando con todos, aislándose como una rebelión hacia no sabe qué cosa exactamente. Habían horas donde se preguntaba a sí misma lo que le incomodaba realmente, y añoraba solucionarlo, ir con su padre y Maya para abrazarles y regañarlos por esconderle tal cosa, pero después le entraban momentos donde se rehusaba a ello y terminaba más molesta con el mundo.

¿Estaba exagerando? ¡Que va, no lo ve así!

Riley durante su veloz búsqueda de calcetines sucios esa tarde, se detuvo al cruzarse con un viejo álbum de fotografías familiares que reposaba en uno de sus cajones. Su padre no estaba en casa, y la otra estudiante se fue temprano a la tienda de música, de pronto se sintió tan sola y abrumada, teniendo en sus manos aquel portal a sus mejores años de vida, que tuvo que sentarse y respirar profundo.

Lo colocó en sus piernas y lo examinó con manos temblorosas, cada foto aumentaban ganas de llorar en medio de nostálgicas sonrisas que se le escapan involuntariamente. Hace mucho no revisaba el álbum por la misma razón por la cual no abrió jamás ninguna carta de su madre.

De pronto se preguntó cómo estaría ella en ese momento, si estaba comiendo y durmiendo apropiadamente en prisión, si tendría amigas con las cuales desahogarse y reír un poco en medio de la desolada vida tras los muros y rejas.

Sus ojos se encuentran justo con una foto de uno de los aniversarios de sus padres, donde fueron a un crucero de Disney a celebrarlo; recordaba perfecto el minuto donde sacaron la fotografía, pues ella y su hermana no dejaban de hacer reír a sus padres con sus ocurrencias, demostrando la escena en esta.

–¿Por qué tuvieron que separarse? Nada habría sucedido, y papá no estaría con la directora – se queja con tono lloroso, comenzando a sentirse terrible con todo. Aparta el archivo de memorias que la oprimen y camina de un lado a otro, abrazándose a sí misma para calmarse, porque no tenía un ataque de ansiedad desde hace mucho –. Mamá, estás aquí... S-si cierro los ojos, estás aquí, ¿Cierto?

Estaba por ir por Maya, superada con todo, de no ser porque se tropezó con el cesto de ropa sucia que abandonó cerca de la entrada. Con un chasquido lo recogió todo rápido, y de casualidad, ve fijamente su armario. Las ganas le cobran factura, y sin lograr impedirlo, termina abriendo las puertas de madera, buscando una cajita que contenía cada carta y paquete que su progenitora le envió desde que...

Tomó la más reciente, la misma que la Hart mayor le dio la noche anterior al baile, y la abrió con titubeo. Comenzó a leer la carta, y terminó cubriendo su boca con un sollozo, porque sintió tanto la presencia de su madre, porque ésta no le guardó rencor y le seguía apodando de misma forma cariñosa; era su letra, su olor, su madre.

Así terminó leyendo cada una, porque era como abrazarla, y a pesar de estar llorando desconsolada, sonrió, rio quebradamente, y no se sintió sola...

.

.

Maya hizo aparición arrastrando sus pasos con desgano tras su encuentro en el parque, y se extraña de la oscuridad, encendiendo las luces y verificando la hora. Riley debía de estar, ya que su carro estaba aparcado y duda que halla salido a pie cuando ya no había casi rastro del sol. Sube llamándola, sin exito, se inquieta vagamente y termina por ir al jardín, siendo tomada con la guardia baja por su hermana, quien descansaba en el viejo columpio improvisado con una taza humeante, serena y detallando las flores.

–¿Riley? – al obtener su atención, va hasta la misma con cautela –. ¿Todo bien?

–Te estaba esperando – le da entrega de su propia taza, la misma que tenía en el suelo, manteniendo la pasividad –. No me queda como a mamá, pero le coloqué la cantidad de chocolate que te gusta.

Maya parpadea, intercalando miradas entre la bebida chocolatada y la de ojos con mismo color.

–Oh, gracias... Pensaba que estabas enojada conmigo.

–Estaba enojada con todo el mundo, incluyéndome – confiesa con un resoplido –. No me gusta que papá ocultara su relación, y hasta hace una hora no me agradaba la idea de que tuviese una... Es absurdo pensarlo, pero tenía una diminuta esperanza de que mamá y él podrían volver.

–En algunas ocasiones las personas se distancian y no regresan a lo que eran, Riley. No es absurdo querer que tus padres estén juntos tras vivir una infancia rodeada de su amor – indica con una exhalación pesada –. También es duro para mí, pero supongo que es mejor aceptarlo y no pelearse con la idea. Y te lo digo yo, que me peleo con el mundo desde siempre.

–Pero siempre has sido más madura que yo para eso, ni siquiera sé cómo lo haces... Entiendo porqué papá te tuvo mayor confianza para decírtelo.

–Lo descubrí en su consultorio, son bastante descuidados. Para él es complicado confiar en ambas, con todo y que me confió más lo de salir con chicos –entona con ironía –. Hasta él se equivoca, pero si de algo estoy segura, es de que nunca ha planeado lastimarte. Te sobreprotege porque te ama.

–Y yo le llamé egoísta por salir con alguien, cuando le exigí darme la oportunidad con Farkle y que dejara sus celos – rememora con una risita desgastada, sacudiendo su cabeza por lo tonta que fue –. No sabes cuán molesta estuve contigo cuando les dijiste que se separaran, pero ahora lo comprendo, y te admiro. Eres la más fuerte de las dos.

–No, no lo soy, Riley.

La nombrada insiste con énfasis:

–Lo eres. Con lo que te pasó yo estaría en el cuarto todo el día, rodeada de cientos de pañuelos, oyendo baladas desgarradoras y comiendo helados con frituras sin parar.

La imagen mental le saca una leve risita a la ojos azules, manteniendo su rostro gacho.

–Bueno, eres más fuerte de lo que crees. No cualquiera le rompe la nariz a Gardner de esa forma en pleno baile, seguro sale en el anuario – bromea un poco antes de ambas ponerse serias de nuevo –. Papá está muy preocupado por ti con todo lo de Topanga.

 –Hablaré con él, lo prometo.

 –¿Qué te hizo cambiar de parecer tan de repente?

Riley se toma unos segundos para responderle, bebiendo de la taza y modulando suavemente:

Mamá. Leí la carta.

Maya se endereza, incrédula.

–¿La guardaste?

–Guardo cada carta que envía. No me atreví a leerlas antes, ni a botarlas – su tono tiembla levemente por las emociones –. Ella me ama, aunque nunca respondí, siempre mandó regalos y palabras tan amorosas... No las leí porque tenía miedo de extrañarla aún más, pero resulta que me sentí más cerca, como si estuviese abrazándome, Maya. 

–Lo sé – sonríe con nostalgia –. Es raro, pero también me pasa.

–Quiero que sea feliz, que papá lo sea, así no estén juntos – escapa el aire profundamente, su garganta afectada por el nudo –. Y yo lo lamento mucho, Maya.

La mayor da una negativa, tomando su mano con delicadeza.

–Oye, está bien...

–N-no, es que... Todo este tiempo te aparté porque me recordabas a mamá, porque son tan iguales que... – solloza al verla finalmente– No quise que cometieras algún error por su misma impulsividad, y p-pensaba que si me mantenía lejos de tí, no me lastimaría si te alejabas como ella por algo así de e-estúpido– le duele tanto decirle aquello, libera otro sollozo cargado de angustia –. Lo siento, mucho, Peaches.

El apodo de infancia y su confesión la quiebran por igual. Libera sus propias lágrimas y la abraza contra ella tras apartar las tazas a un lado.

–Hey, hey, no llores. También l-lo siento, por todo – la consuela con misma temblor en su habla –. Estoy aquí, y ella nunca se ha ido. Mamá nos ama y vamos a verla. Tenemos suerte de que esté con nosotras, Riles.

–Lo sé, lo sé – la estrecha contra su cuerpo, expulsando todo lo que las separó esos años desgarradores, dejando ir cada sentimiento negativo. Se calma un poco y se aparta para encararla con ojos tristes –. No fue tu culpa lo que pasó, perdón por culparte y gritarte cuando mamá fue acusada. Fue otra de las razones por las cuales me desquité contigo, pero no tuviste la culpa de que se separaran. Tarde o temprano iba a ocurrir.

–Te agradezco por decírmelo, porque es algo de lo que igual me atormentaba – admite limpiando con sus dedos el rostro de la más alta –. Desde ahora, estaremos bien.

Con otro abrazo de reconciliación, las hermanas acuerdan charlar con Cory más tarde, y aprovechan de conversar un poco de varias cosas pendientes:

–Nunca te agradecí por ir al baile, significó mucho para mí, con todo y lo que ocurrió.

–Me alegra que al menos a ti te fuera bien – sonríe con honestidad, pero el gesto no llega a sus ojos –. Fue lindo mientras duró.

Riley quiso decirle algo, siendo interrumpida por la llegada de su padre. No perdió tiempo en abrazarlo, dejándolo descolocado, sin embargo, le regresó la acción sin dudar.

–Lo lamento, mucho – se separa con un puchero –. Prometo portarme más madura y ser mejor hija.

–Ya lo eres, cariño – sonríe para las dos, aliviado finalmente –. Lamento no habértelo contado antes, pero juro no ocultarles más nada.

–Aprobamos tu relación, pero debes llevarnos al nuevo restaurante de Sushi – la adolescente mayor se une con una burla, aunque no tiene mismo ánimo que el usual –. Queremos que seas feliz.

Cory se siente conmovido por las dos, así que las abraza por igual.

–Ustedes me hacen feliz, niñas.

Aún hay mucho que discutir y reparar, claro. Sin embargo, los tres sintieron que los fragmentos rotos de la familia estaban comenzando a unirse un poquito, logrando que olviden los pesares mientras estaban en los brazos del otro.

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Les quiero ¿Se los he dicho? Agradezco mucho sus lecturas, hago esto por amor y porque me encanta compartir algo que haga feliz a otros <3 

¿Qué les pareció el episodio? :') 

Otra canción para la playlist sad:

https://youtu.be/53cTb_Nz3Vg

Edit de las hermanas problemas porque las amo:

¡Voten y comenten! <3

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