Capítulo 10: Paintball

–Cuéntenme sobre el poema para final de curso – indica el profesor una vez finaliza su clase, pues dejó los últimos diez minutos para charlar del tema  –. ¿Qué tal van?

–Es para casi dentro de un mes, señor Hunter.

–Y conociéndolos, no han escrito ni una palabra.

–Vamos, es como cualquier otro poema que nos ha mandado. 

–Es lo que ilusamente interpretan ustedes – sonríe con suficiencia desde su escritorio –. La mayoría no va a calificar bien al final de mi clase, a algunos los aprobaré porque me molesta ver sus patéticas caras cubiertas de acné, y otros lo harán porque realmente se esforzaron. Este poema vale la mayoría de la nota, es su oportunidad para intentar salvar sus traseros de la paliza que sus padres les darán por reprobar mi materia. 

–No seremos poetas, profesor – se mofa Gardner –. ¿De qué nos servirá escribir poemas si la mayoría tomamos esta clase porque la escuela nos obliga? 

–Para que aprendas ortografía, redacción, intelecto y humanidad en ese cuerpo con más músculos que materia gris, tarado  – corta tajante, callando al deportista por completo y haciendo reír bajito a dos alumnos en especial que lo tenían intrigado. Camina justo al asiento de Friar, tomando la palabra nuevamente desde ahí: – Me sorprende que esté en otra clase, pero esto igual va dirigido a usted si quiere que disculpe las faltas que ha tenido todo el período escolar.

»A todos los que han faltado, no me importa que clase de pacto tendrán que hacer, pero deben esforzarse en que sea el mejor poema de sus despreciables vidas – enfatiza con un golpe de su marcador en la madera –. Vuélvanse el mismo Mario Benedetti si es necesario.

–Prefiero a Oscar Wilde – murmura la rubia favorita de su clase, captando un sonido fastidiado del idiota de dos puestos atrás –. Lo mejor de salir de ésta clase, es que no tendré que ver a la persona más ignorante e indeseable de todas, cuyo nombre empieza por Char y termina en lie.

–Vas a echarme de menos, gatita.

–Si te saca los ojos, repito, no te ayudaré – interviene Shawn, ahorrándose la inminente discusión que ambos estudiantes compartirían –. Como sea, vayan adelantándose. No quiero excusas de que tienen otras materias o exámenes finales. Cualquier duda, no me molesten, a menos de que sea relevante, gracias.

La campana suena y todos salen desesperados, a excepción de Hart, tomando su tiempo para recoger sus cosas.

Lucas salió y le hizo un gesto, haciendo alusión a que la esperaba en el pasillo, ella asiente y el profesor aprovecha para acercarse a la misma con interés.

–¿Qué le hiciste a ese delincuente?

–Nada, y se llama Lucas – sisea con diversión –. Aprenderte el nombre de tus alumnos no te vendría mal, Hunter.

–Sólo me basta con el tuyo, Penelope – la molesta un poquito, algo muy usual con ellos, ganándose un golpecito en su hombro una vez la revoltosa se levanta –. No puedo creer que te echaré de menos.

–No llores aún, quedan unas cuantas semanas de tortura para tí – comenta con calma –. Respondiendo a lo otro, deberías de tener más fé en tu clase. Lucas quizás esté interesado en tus métodos de estudio y por eso asiste más.

–No me refiero a eso, niña – por su expresión, aporta: –. No te quita casi nunca los ojos de encima, como si todo lo que dices le interesa o lo hace sonreír. ¿Lo embrujaste o algo por el estilo?

Maya se sonroja y lo cubre con su cabello, fingiendo que acomoda sus cuadernos.

–Eres muy ridículo a veces. Deten la lectura de poemas y libros de adultos pisando los cincuenta.

–Ja, ja, tus formas de evadirme alimentan mi teoría, Hart – se regocija, antes de tomarselo en serio –. Como sea, espero te mantenga sonriendo de esa forma. El brillo en tus ojos me recuerda a...

No hace falta que termine la oración que suspende en el aire, la nostalgia invade a la bajita y casi se arrepiente de haber realizado la alusión, hasta que ella le sonríe levemente.

–Gracias, por darle oportunidad de salvar su trasero de una paliza – reconoce, yendo a la puerta –. También te echaré de menos, Shawnie.

El nombrado se ríe entre dientes por el viejo apodo dulce que le recordaba a la madre de la chica que sale de su salón.

Katie, si vieras lo similares que son las dos...

Afuera en el pasillo, la muchacha alcanza al ojos verdes, quien se aparta de la pared donde se hallaba recostado, observándola mientras se aproxima.

–¿Qué hablaban?

–¿Celoso?

Lucas entrecierra los ojos con gracia.

–¿Del señor Hunter? ¿Te gustan los mayores?

Maya escapa una carcajada.

–¿Enloqueciste?

 –Entonces no tengo problema – da un encogimiento –. Por cierto, mi profesor de carpintería no vino hoy, tengo la última hora libre.

–¿Y...?

–¿Quieres un poco de acción? 

Ella enarca una ceja.

–¿De qué clase?

–Los botes del muelle. Bah, no seas malpensada, Hart – bromea con la contraria, la cual le da un leve empujón en respuesta –. Así que... ¿Te interesa?

–¿Me propones ser irresponsable como tú y escapar de mi última clase? – se detiene frente al más alto, y casi se ríe cuando parece tomarse en serio su comentario, por lo que concluye:  – Trato, pero me comprarás una banderilla tan grande como tú.

Lucas escapa el aire y afirma con una sonrisa. La otra debe irse a su clase, a lo que le da por reflejo un beso en la mejilla, dejándola un instante paralizada en el pasillo. Esto ha captado el interés de unos cuantos que transitaban por el mismo, incrédulos de que alguien tratara así a la rebelde, o que el chico rudo actuara de tal forma.

Maya recupera su accionar y con un gesto de su cabeza, se aleja con el rostro caliente.

Topanga fue una de las que presenció la interesante escena de los adolescentes, con gesto intuitivo.

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–Tendrán una cita a las tres – informa con ilusión una vez se topa con la castaña en la biblioteca –. Lucas acaba de decirme, y se me ocurrió que podríamos visitar el planetario que abrieron en el centro.

Era hilarante que su hermana le mencionara aquel sitio antes, la idea la emociona. Hasta que en su cabecita se cuela la imágen de su padre, y toda sonrisa desaparece de su cara.

–Oh... Tengo que ir a casa al salir por algo que papá me pidió.

 –Ah, diablos – la decepción tiñe su tono –. ¿No es posible que vayas y salgas?

–Pues... Puedo intentarlo, aunque se pondrá fastidioso – se queja –. Yo me encargaré, pero debes esperarme afuera de casa.

Farkle -no muy convencido-, acepta, más callado el resto de su tutoría, cosa que la jovencita captó de inmediato. Tampoco era como que fuera posible hacer más, y el hecho la hace decaer ligeramente su ánimo.

Llegada la hora donde va a su casa y le deja todo a su padre, se dirige a su habitación para cambiarse, y con mucha precaución, sale para irse sin ser notada.

Claro, como siempre, su padre la detiene en la puerta.

–¿A dónde vas?

–Voy a salir con Farkle, el chico que me trajo de la fiesta aquella vez – flaquea un poco –. Iremos al planetario.

–¿Otra vez? – cruza sus brazos con cara severa –. Ese chico ni siquiera ha venido a verme la cara.

–Porque no lo he dejado hacerlo –confiesa con pereza –. No cuando te conozco y seguramente lo vas a interrogar sin fin. Es un buen chico, y no estamos incumpliendo las normas. Maya saldrá con Lucas después de clases igual que yo.

Corey cierra su boca con el reclamo suspendido en su garganta.

–¿A-ah? Pero...

Riley sonríe con gracia, dándole un beso rápido.

–No puedes retractarte, pusiste las normas, papi. Volveré antes del anochecer, tranquilo.

El adulto permanece en la entrada con un berrinche atrapado, enojado con su hija mayor por fallarle ahora, en lo que por la ventana divisa a la menor de la casa irse con el muchacho de suéter, portador de un auto azul oscuro. 

–Les pondré un rastreador un día de estos, niñitas desconsideradas...

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–¿Realmente quieres discutir sobre mi promedio en literatura ahora mismo?

–Si no apruebas todas las materias, no te vas a graduar, Vaquero – enfatiza con un tornar de ojos –. Oíste al señor Hunter, tu poema debe ser épico.

Él da un gesto en derrota, pedaleando el bote.

–Ok, ok. ¿Y ya planeaste el tuyo?

La artista sonríe con suficiencia.

–No, pero no tendré problema en ello. 

–¿Estás ofreciéndome tu ayuda para pasar más tiempo conmigo, rubia?

–Que gracioso eres, Friar – bufa con sarcasmo –. Quiero que si me ven contigo no piensen que me gusta un idiota que reprobó el último año por un estúpido poema.

Lucas capta de inmediato lo que soltó ella, a lo que la mira con atención, su pecho saltando de un brinco.

–¿Dijiste que te gusto?

Maya se da cuenta en ese segundo lo que su filtro no ocultó, se pone inevitablemente a la defensiva, sin verle:

–Dije que eso supondrán.

–Entonces, ¿No te gusto?

Sopesa las opciones que tiene; los consejos de su mejor amiga le saltan en la mente, y al encarar al Texano, sabe que necesita que lo sepa. Porque tampoco lograría ocultar algo así de los ojos verdes que la atrapan en plena bahía de Brooklyn...

–Bueno, no estaría aquí contigo en un tonto bote de pedales si no lo hicieras, torpe.

Pudo ser casi un susurro suave, sin embargo, no impide a Friar sonreír de a poco, con esas sensaciones floreciendo dentro de él gracias a la más bajita.

–Guardaré esto como la mejor confesión de amor de la historia.

–Cierra la boca o te lanzaré al agua.

–Deja que disfrute mi victoria – pide con una burla cariñosa que la hace corresponderle –. Me gusta gustarte.

Es muy complicado para Hart no serle sincera:

–Y a mí me gusta que no salgas huyendo por ello.

–No lo haría – asegura con cierta intriga por el comentario. Maya le es un enigma muchas veces. Por los momentos no se complicaría y prefiere actuar cuando en su periférico se cruza un sitio –. Y bien, ¿Estás lista?

–¿Lista? – da una mueca desentendida– ¿Para qué? 

–Para ir allá.

Maya sigue el apuntar del peli arena y se topa con algo que le carga de emoción las entrañas. Asiente con una risilla malévola.

–Espero que sepas saborear la derrota, Huckleberry.


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Con un jadeo, se da la vuelta para cruzarse con quien le ha dado un casi infarto con su tacto.

–¡Por dios santo, me asusaste!

–No es mi culpa que pongas el volúmen máximo en tus audífonos – defiende con un gesto ofendido –. Tengo cinco minutos llamándote.

Smarckle ablanda su expresión y suelta el aire.

–Perdón, es que no soporto la escuela sin Maya. Se fué con Friar a no tengo idea dónde.

–Farkle igual me ha abandonado por su noviecita – ironiza al sentarse a su lado –. Rayos, esas hermanitas son bastante llamativas.

–¿Te gustan? – interroga con recelo.

–Claro que no. A mí me gustas tú desde el año anterior – abre los ojos al tope cuando se da cuenta de lo que confesó sin previo aviso. Se apresura a corregir, rojo como tomate: –. D-digo, no quise, o sí quise, e-es que...

Ella libera una carcajada en plena excusa, olvidando la timidez que le invadió con la confesión.

–Eres un personaje en todo el sentido.

Babineaux rasca su nuca con pena.

–Al menos te hago reír.

–¿Es cierto? – pregunta una vez reina el silencio. Aclara mejor: – Que te gusto.

–Creí que era obvio.

–Te consideraba desesperado.

–No lo estoy, simplemente eres muy interesante – vuelve a informar con plena certeza. La pelinegra le sonríe con un lindo rubor en sus mejillas, lo que le hace sacar las flores de su bolso y extenderlas para ella con emoción –. Te traje esto.

La de orbes oscuros parpadea atónita con el regalo, recibiendolo con una risita nerviosa.

–G-gracias... ¿Cómo supiste que me gustaban?

–Eres fan de Shakespeare, lo supuse. Eso y porque te encontré el otro día viendo el puesto de flores – por lo nada bien que sonó, corrige desesperado: –. Vives cerca de mi casa, n-no es que te espíe o algo raro.

–¿Acaso eres amigo de Friar o es tendencia ser acosador? – se burla, enternecida –. Maya e ha contado que lo ayudaste con ella cuando se enojó.

–En realidad, somos algo como amigos – atina a decir –. Lo conocía antes de su etapa ruda

–No es tan rudo, no con Maya

Era algo de lo que se fijó desde hace unos días, sin embargo, conociéndo la historia detrás de todo, siente una punzada diminuta de culpa. Aparta la emoción y toma la palabra:

–No vine a hablar de ellos, sino de nosotros...

La de lentes ladea la cabeza.

–¿Nosotros?

–Mi propuesta del baile es real, Isadora – inicia con valor–. Sé que no soy el mejor partido ni alguien popular, pero si me das la oportunidad, no te defraudaré.

–Eres la mejor opción de mi lista, Zay – contesta tras un breve silencio, sonriéndole al sureño –. Acepto, si me permites ir con un traje digno de Julieta y tú vas con uno digno de Romeo.

–¡Hecho! 

Se le va una risotada por lo lindo que es el ojos negros, usando tono complice:

–Era broma... Aunque no estaría mal.

Zay le corresponde, encantado con la bajita chica de su clase de arte dramático. Su amigo no es el único con una preciosura robando su corazón de genio.


–¡Eres un tarado, Friar! – carcajea con ganas, escondida detrás de una de las paredes manchadas de pintura, como estaba ella de pies a cabeza trás meterse en el campo de Paintball junto a su cita. La estaban pasando de maravilla, divirtiéndose mientras se lanzan bolas de pintura, olvidándose de todos y disfrutando de la más alocada cita de la historia –. ¡Espera a que te atrape!

–¡Quiero verte intentarlo, Hart! – la reta a sabiendas de que no se resistirá a ir por él, y ahí tomaría ventaja para dispararle otra bola de pintura que lucirá bien en su precioso rostro –. ¡Voy a ganar!

–¡No lo creo!

Lucas no deja de sonreír como nunca desde que entraron al campo de batalla, la chica era buena, pero él igual lo era, aunque fuese su primera ocasión jugando aquel entretenido juego.

Se congratula a sí mismo por la brillante idea, porque ver a la otra tan libre y gozando a su lado le hace revolotear por dentro y saltar de alegría sin poder evitarlo. Se da cuenta de que lleva demasiado rato oculto, pensando demasiado en la ojis azules, por lo que sale y se topa con que ella tomó la delantera y le lanza una bola que impacta a su pecho 

–¡Ya vas a ver!

Ambos se regocijan del otro y corretean por la extensión, ocultándose, disparando y tratando de atraparse.

En una de las veces, están frente a frente en una pared, y es Hart quien gana en velocidad una vez se encaran despacio, porque con una sonrisa distrae al chico, logrando propinarle una bola amarilla en la cabeza, corriendo una vez lo hace y esquivandole. Friar la acorrala al minuto, a lo que ella se rinde con manos en alto.

Lucas le da un gesto de paz para que salga, ella lo sigue algo desconfiada, hasta que la abraza por los hombros y logra bajar la guardia, tanto, que no advierte la bola azul que el más alto le estrella en la cabeza como venganza.

Con otra risotada, los dos corretean.

–¡Traicionero! – no se fija que el inocente apodo hace que el adolescente se distraiga por el malestar. Voltea y se burla de él –. Aw, ¿Cansado de perder?

Se recupera, desechando lo que le retiene de disfrutar con la artista. 

–Nop, sólo estaba visualizando mi victoria – con ello, se lanza hasta ella y logra atraparla entre carcajadas, cayendo encima de la misma en el montón de paja que tenían cerca de una de las bases. Calmandose del ataque de risas, limpia su rostro con delicadeza, estaban tan manchados de pintura que era bastante chistoso –. Debería de ser ridículo que te veas tan perfecta hasta repleta de colores, rubia.

–¡Hey! – titubea apenada, sonriendo a pesar de ello, sintiéndo la calidez en su tacto y apreciando lo atractivo que luce él de cerca. Definitivamente la posición le estaba acelerando el corazón –. Bien, me atrapaste, chico rudo...

La frase tiene mayor significado del que imaginaban. Los dos se pierden en el momento, todo se detiene a su alrededor -como en un cliché de Hollywood-, las sonrisas que se regalan son honestas, como lo fuey el acercarse poco a poco. 

Finalmente, no pueden contenerse. Lucas acaba la distancia de sus labios en un beso que les alborota los "Insectos" en su interior, sus cuerpo con el calor del contrario, y los pares moviéndose ligeramente hasta agarrar la confianza de profundizar la unión.

No tienen nada en sus cabezas; no hay ni planes de conquista pagados, ni temores e inseguridades. Sencillamente estaba la sensación de pleno goce y afecto que los invade por completo.

Al apartarse, sus ojos se encuentran por unos breves instantes que se experimentan eternos, y una nueva y suave risa se escapa de los dos adolescentes.

–Tienes suerte de que la pintura te cubra el sonrojo, belleza rubia.

–Cierra la boca y...

Otro beso la calla, y tampoco se queja de ello...

Eso sí, toma ventaja para estampar la bola verde de pintura restante en sus municiones directo en la cabeza del muchacho. Grita su triunfo para zafarse y vitorear en lo que el perdedor la aprecia con una inmensa sonrisa que le hace lucir como el real ganador.

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–Esto es...

–Mágico.

–Ujum. Aunque juro que hace rato alguien tocó mi seno izquierdo... Es broma, tontito.

Riley se pavonea a costa del gruñón de su novio, juntando sus manos en medio de la oscuridad. Estaban recostados en el suelo del planetario, presenciando los planetas y cosmos preciosos en la simulación espacial, algo que a los dos les fascina como intereses en común.

Su cita marchaba de excelente, comieron algo tras salir del sitio y caminaron un poco, despreocupados de todo, felices con la presencia del que sostiene la mano del otro.

–El planetario es genial.

–Siempre quise venir a uno. Fuí una tonta por no hacerlo antes.

–¿Por qué no lo hiciste?

–Hmm, no quería hacerlo sola, y nadie que conozco se interesa por estas cosas. Ya sabes, eligen las fiestas u otras opciones más "Divertidas".

–¿Y tu padre?

–Casi no está en casa, su trabajo lo absorbe. Quise decirle a Maya, sé que le gustaría, pero...

Percibe los trazos de pesar en su tono, sobretodo porque suspende la oración. Eso le motiva a preguntar:

–¿Ustedes han sido tan distantes siempre?

La ojos cafés nega de inmediato.

–No, antes eramos las mejores amigas. Cuando ocurrió lo de mi madre fue que nos separamos...– musita con la melancolía vivída – La extraño muchísimo a veces.

–¿Por qué no se lo dices? – opina con ternura.

–¿Que no decías que ella no tiene sentimientos? – se burla sin ánimos.

–He descubierto que los tiene – otorga con un suspiro –. Intentó defenderte de Gardner,  y tú te preocupas igual por ella.

–Es complicado entablar una conversación del tema – masculla cabizbaja –. Nos afecta mucho, nadie lo menciona en casa. Así resolvemos todo lo complicado.

–Suena doloroso.

–Lo es.

Con toda la dulzura, acuna su rostro al posarse frente a la más baja.

–No es mi intención ponerte triste.

Apoya su palma en la del chico, inclinándose con ternura en el tacto.

–Oh, no lo haces, Farkle. Creo que ser capaz de charlar contigo de esta clase de cosa me hace mejor que guardarlas.

–Es grandioso ser capaz de ayudarte, Riles.

La sonrisa del adolescente le fue tan amorosa y transparente, que decide abrir un poco una parte de ella de la cual teme, algo vacilante:

–¿Prometes que si te cuento la historia, no me vas a juzgar?

No duda en contestarle:

–Nunca lo haría. 

Riley se prepara, buscando un banquito una vez salen para guiarlo y comenzar la historia de su familia.

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El autobús les dejó una calle más abajo del vecindario donde los Hart-Matthews residen, pues optaron por caminar juntos, charlando un poco y atreviéndose a sostener la mano del otro un par de veces, entre risas complices y comentarios mordaces.

–¿El año pasado estuviste...?

–Si preguntas por la absurda historia que inventaron con las Spice girls, no te diré.

–Ok, ok, misterioso. Hmm, ¿La historia del incendio?

–Falsa. ¿Fuiste a la cárcel por destrozar la biblioteca?

–Nop, solamente discutí civilizadamente con un sujeto de barba que usaba las páginas de una de mis novelas favoritas para limpiarse el trasero – objeta con un dedo en alto. Piensa la siguiente en lo que toman asiento en la entrada de su casa –. ¿Es cierto que estuviste en Seatle durante un tiroteo?

–A medias. Viajé allá y fuí a un picnic familiar con mamá por la boda de una de sus amigas. El tipo le fue infiel durante la celebración, fue desastroso – explica con tono agraciado ante la imágen en su mente de lo sucedido aquella oportunidad –. ¿Dejaste estéril a tu primo? Digo, yo estuve cerca cuando pasó y te será difícil negarmelo, New York.

–En mi defensa, el idiota se sobrepasó conmigo y me tenía harta – acusa con vehemencia, haciendole reír. Chasquea al traer a colasión: –. ¿Invadiste un convento? Esa no la creo, ni que asaltaste la caja fuerte del alcalde.

–¿No? 

–No, te conozco – espera un segundo para añadir como broma: –. Eres demasiado santo y aburrido.

Lucas nega divertido, aunque lo primero que dijo le caló profundo. 

–Ajá, niña. 

Maya se relaja un rato, experimentando el tacto de los dedos que arreglan sus mechones sueltos y llenos de pintura seca; se habían limpiado el rostro, las manos y un poco el cabello en el puesto de paintball, y como tenían los uniformes especiales, sus ropas no estaban manchadas, sólo quedan rastros de pintura en sus cabellos.

Los dos estaban frente al otro sentados, cerca y tan libres en ese momento que siente una gran confianza y conexión.

Motivo por el cual Maya aventura:

–Cuentame algo cierto. 

–Detesto... El helado de fresa artificial.

–Ok, igual yo – bufa bajito –. Me refiero a algo más profundo, algo que nadie más sepa.

El alto se detiene a pensarlo por unos breves instantes, acercando su rostro juguetonmente al cuello de la de mechones rojos.

–Que eres dulce – da un beso en su piel, percibiendo como la misma tiembla un poquito. Sonríe yendo a su mejilla en otro beso –. Eres sexy... – va a sus labios esta vez, siguiéndo con un susurro: –. Y besas bien.

Ella muerde sus labios para evitar la sonrisa que le ocasionó, fallando porque sus mejillas se tiñeron un poco, y el brillo en sus azules pares es imposible de ocultar.

–Te sumo puntos por buen seductor, pero...

Tomandoselo algo más en serio, y sabiendo que no es un error confiarselo, otorga ahora:

–Haría cualquier cosa por mi hermana, ha sido muy duro desde que mamá murió... Llorar en silencio y ser el fuerte es bastante duro, ¿Sabes?

–Lo es. Igual haría todo por Riley, aunque no luzca de esa forma – empatiza tras una pausa. Da otra a continuación, apartando la vista hacia el jardín –. Hay algo que ella no sabe, sobre Gardner...

Advierte que es algo delicado por lo sombría que se ponen su tono y mirada. Siente un mal presentimiento, se acomoda en el sitio con total interés.

–¿Qúe algo

Lo analizó días anteriores de plantearlo, y considera que es el momento de soltarlo:

–Digamos que... Él y yo tuvimos algo. Es un cerdo asqueroso y lo detesto.

–Espera, ¿Ustedes...?

–No me gusta tocar el tema. Fue dos años atrás, no me siento orgullosa de ello.

–Pero es ilógico – intenta salir de su asombro, porque está bastante descolocado y la idea no le gustaba en lo absoluto – ¿Tú prestándole atención a alguien como Gardner?

–Estaba vulnerable y lo supo utilizar.

–Ok, eh – espera para luego inquerir: –¿Quieres que lo golpee?

–No, no harás nada – sujeta su brazo con sutileza, sonando firme: –. Puedo defenderme sola.

Da una mueca de desagrado.

–Lo sé, pero esto no me gusta.

Con voz tenua, admite:

 –Fue por mamá...

–¿Tu madre? – frunce el ceño –. ¿Qué tiene que ver ella con eso?

Maya toma una respiración, preparándose para abrir una caja de Pandoras:

–¿Quieres conocer algo realmente cierto y profundo de mí?

Lucas traga al oírla, asintiendo despacio.

–Sólo si tú lo permites.

–Eramos una familia muy unida, con todo y que mis padres eran diferentes entre sí. Mamá era genial, nos entendíamos a la perfección, y Riley era como papá – inicia con una diminuta sonrisa tras mentalizarse –. Solíamos salir mucho, vivimos un buen tiempo en Los Ángeles, hasta que mis padres comenzaron a tener problemas en su matrimonio, lo que trajo el divorcio. 

»Ellos trataron de mantenerse juntos y arreglarlo por nosotras, hasta que les enfrenté y les dije que prefería verlos separados, que sufriendo y discutiendo. Para Riley era un pecado que se separaran, me detestó por eso...

La idea de una pequeña rubiecita dándole cara a un asunto de tal magnitud le revuelve las entrañas, y no hay que ser un experto para darse cuenta lo que le afecta aún.

–Debió ser muy duro para tí...

–Era peor escucharlos discutir cada día – suspira largo y tendido –. Ellos comenzaron los trámites, y fue cuando mamá tomó malas decisiones. Ella...

–Maya, está bien – interviene en seguida, sosteniendo su mano en apoyo –. No tienes que decirlo.

–Quiero hacerlo – aclara sin dudar, ocasionando un asentir breve del más alto que le indica proseguir –. Frecuentaba con un sujeto no muy correcto, por llamarlo de cierta forma, y ella lidiaba con nuestra separación con algo de alcohol. En una noche donde ambos estaban en el auto, el imbécil no se fijó y atropelló a alguien, pero fue tan cobarde que huyó y dejó a mi madre sola y con toda la responsabilidad – escupió con rabia en sus palabras, con dificultad –. Despertó y se vió envuelta en todo el asunto, más porque el hombre sobrevivió y puso una denuncia en su nombre para cobrarle quedar en silla de ruedas.

–¿Qué? – espeta incrédulo, hasta indignado – ¿Y ese hijo de puta?

–Lo hallaron muerto y no procedió la demanda en su nombre, sino en el de mamá – informa con desprecio puro –. Ella está en prisión desde entonces, y papá hizo lo posible para reducir su pena, pero le dieron siete años. Nos trajo a New York de nuevo después de eso. Teníamos trece años, y desde aquel día, nada fue igual en casa.

–Por eso...

–Riley se alejó de mí y no nos toleramos, papá se sumerge en el trabajo, y nadie menciona el tema – confirma con una sonrisa carente de emoción, tan rota que debe agachar la mirada –. Soy la única que mantiene contacto con mamá por medio de cartas, y fue uno de los motivos por los cuales apliqué en la universidad de Los Ángeles. Por eso papá no quiere que vaya. No le gusta que me involucre con mi madre despues de todo.

–Maya... – tiene un nudo en la garganta de tan sólo verla de tal manera afectada, apenas procesa las cosas que le contó. Sencillamente acaricia con su pulagar el dorso de su mano – ¿Cuándo fue la última vez que la viste?

–Estuve muy enojada con ella por todo, hasta dos años después. Escapé de la casa en una de las visitas a nuestra tía Stacy en Los Ángeles, y fuí a verla – ríe con desgano, apartando las lágrimas con rápidos pestañeos –. Cuando la ví a los ojos, al notar lo mal que se encontraba, no pude mantenerme demasiado furiosa. La perdoné y la abracé, no he detenido mis cartas desde aquel día. Claro, mi padre se enfadó demasiado, y Riley se puso más borde conmigo, como yo con ella – sisea con exasperación –. Me enferma como quiere olvidarla, ni siquiera lee sus cartas... 

Permanece un rato en silencio, dándole tiempo para recuperarse y analizando él mismo todo el asunto.

Imaginaba que la situación con su madre era dura, quizás un divorcio que los distanció, pues descartó que falleció por la forma en la que la bajita la mencionaba; incluso hasta formuló una teoría donde la mujer estaba desaparecida, pero ser consiente de esto era demasiado impactante.

Quiere consolarla, unir los pedazos, y protegerla de todo a pesar de que ella era capaz de seguir sola, como lo ha hecho durante todo ese tiempo.

–No sé qué decirte – se sincera, acariciando su mentón una vez lo levanta, topándose con unas lágrimas que ella se apresura en apartar. Escapa el aire por lo bajo –. Lo lamento.

Maya se encoge ligeramente.

–Lo sé. 

–Gracias por compartirlo, no es algo fácil.

–Bueno, gracias por escuchar – sonríe como es capaz. Por la atención tan genuina que recibe del bronceado, se abruma un poco, apenada de mostrarse tan vulnerable. Alza en un segundo nuevamente esa fachada fuerte tan amoldada a ella –. ¿Podemos cambiar de tema?

–De acuerdo – concede al imitar su gesto. Piensa un poco cómo proceder, maldiciendose a sí mismo, más al saber que nadie era capaz de confiar en él de misma manera que ella. Y mucho peor, cuando nunca nadie le había expresado con tanta seguridad conocerle, cuando obviamente no le es del todo honesto a Hart –. Maya...

–¿Sí?

Una parte de él le presiona, porque dió su palabra a Farkle, recibió el dinero del hijo de perra de Gardner, y ahora posee una razón de peso para darle cara a este último; mostrarle que la chica no lo necesitaba, que él estaba ahora para impedir que se le acerque a hacerle lo que sea que le hizo antes.

No era del todo correcto, no tiene idea de que estaba metiendo más la pata, pero prosigue a darle un beso casto y despacio, mencionando con voz aterciopelada: 

–Qué tal si hablamos sobre... ¿El baile?

–¿El baile? – su expresión se contrae en confusión – ¿Quieres hablar sobre el baile?

–Sí, ¿Por qué no? – persuade con una nueva unión de sus pares, adorando los opuestos –. Podríamos ir juntos.

–Hm, no. No iré.

–¿Por qué?

–Porque es una estúpida tradición – se queja con pereza, apartándose finalmente del rostro contrario, aunque le pesaba dejar los besos adictivos –. Sólo van ahí a hacer idioteces y a fingir que se extrañarán y mantendrán contacto trás la graduación cuando es claramente falso.

–Ok, pero no tenemos que ir por esas razones – insiste con una mueca obstinada–. Digo, nadie te va a juzgar como una adolescente más o les importará acusarte de verte común una noche.

Maya activa una alarma de pronto, chequeando al jóven con desconfianza.

–¿Por qué estás presionandome?

Lucas se tensa al instante.

–¿Ah? No te estoy presionando.

–Claro que sí. No eres de la clase de tarados que va a un baile – insiste firmemente–  ¿Qué ganas?

–¿Tengo que ganar algo? 

–Dimelo tú.

–Sólo el placer de tu compañía – actúa a la defensiva al sentirse atrapado. Los ojos azules le detallan como usualmente lo lograban poner ansioso desde que la conoció, como si lo leyera por completo. Al sentirse aprisionado, gruñe apartando la cara: –. Carajo, deja de verme así.

Enarca su ceja. Ya se estaba ofuscando.

–¿Así cómo?

–Como si leyeras mi jodida mente. 

–El que no me contestes es razón suficiente para que dude, Lucas.

Entonces, como hace cada vez que cruza el límite de su mal genio -y por el temor de ser descubierto por la chica que le gustaba tanto-, fluye con un comentario tan filoso que le corta incluso a él mientras extrae un cigarrillo de su pantalón con un siseo:

–Necesitas ir a terapia, ¿Sabías?

Un golpe se instala en su pecho con la respuesta, y se acrecienta cuando le ve dispuesto a fumar, rompiendo la promesa que le hizo. Lucha por no llorar como una patética niña delante del chico, aparta el nudo en su garganta, y lo reta con tono mordáz:

–¿No y que lo habías dejado? – al obtener su atención, le arrebata el cigarro con rudeza, lanzandolo lejos en lo que se levanta –. Imbécil.

Es con ello que razona lo que ha hecho. La imita con velocidad, preocupado.

–Maya, hey. ¡Maya, ábreme! – le lanzó la puerta en las narices, y el que ignore sus repetitivos llamados le comienza a poner nervioso –. Diablos, maldi...

–¿Puedo ayudarte?

Con un salto, gira sobre sus talones y encara al hombre que le escanea con aire intimidante desde los escalones, yendo hasta su posición.

–S-señor Matthews.

–¿Qué haces en el porche de mi casa llamado a mi hija?

–Pues, necesitaba decirle algo.

–Creí que estaban juntos.

–¿Le puso un rastreador a sus hijas?

–No – entrecierra sus ojos con desconfianza ante la situación – ¿Debería?

–No creo que Maya lo permita – musita más para él mismo. Sabe que era misión perdida, así que se rinde con un suspiro tendido :–. Sí, yo, eh... Ya me marcho.

Corey no aparta la vista del menor hasta que ya no lo divisa en las calles.

Algo acababa de ocurrir, le notaba casi desesperado, y no imagina lo tormentoso que será entrar a casa y descubrir el estado de su hija mayor.

–¿Qué hiciste, Friar?

Eso mismo se pregunta el ojos verdes camino a su casa...

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¿Cómo les trata la vida? 

Sé que fue un capítulo cargado de cosas, pero no me maten asjksp Denme mejor su opinión uwu 

Otra canción para el momento:

https://youtu.be/qPLh2m53zIY

Y otros edits para la ocasión, aunque este primero me dió risa JAJAJAJAJA

¡Voten y comenten! los tqm

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