Capítulo 1: S/HE
Riley marchó decidida por el pasillo una vez salió de su habitación, totalmente obstinada de la ruidosa música proveniente del cuarto de su hermana mayor, tocando la puerta de esta con insistencia y llamando a su nombre con clara irritación. La puerta fue abierta tras un rato insistiendo, mostrando a una rubia más bajita que la miró con una mezcla de desdén y cierta burla en sus orbes azules.
–¿Se te ofrece algo?
–Sí, necesito que le bajes el volumen a esa cosa para poder estudiar.
–Esa cosa, se llama música.
–No puedes decirle así a algo que hace que mis oídos sangren, Maya – se queja con brazos entrecruzados –. Algunos de nosotros sí queremos graduarnos y tener un buen promedio, cosa que no es posible con ruido perturbando mi ambiente.
La mayor enarca una ceja, la otra siempre logra sacarla de quicio con esa clase de comentarios.
–Oh, ¿Te quieres graduar? Pensaba que sólo querías ser la chica perfecta que se casa y termina siendo mantenida por su esposo.
La castaña apretó la mandíbula, totalmente indignada, usando su ultima instancia:
–¡Papá, Maya no quiere quitar su horrenda música y necesito hacer mi tarea!
La mencionada resopló y comenzó una serie de burlas con su hermana que le eran regresadas sin parar, mientras, el padre de ambas subía con pereza las escaleras, uniéndose a donde las adolescentes discutían.
–De acuerdo, ¿Qué pasa aquí y por qué hay tanto alboroto?
–Maya puso a propósito la música al máximo para que yo no pueda terminar mi tarea.
–No es mi culpa que no puedas hacer dos cosas a la vez, princesita. Claro, en mi caso yo sí puedo, y por eso uso mi música para hacer la tarea.
–¿Quién diablos hace tarea con música tan escandalosa? ¡Es mentira, papá!
–Bien, bien, basta las dos - interviene el adulto antes de que las chicas vuelvan al debate que le generaría una jaqueca segura, incrementada por la melodía roquera en el fondo –. Maya, para algo te compré los audífonos.
–No puedo hacerlo con audífonos, soy un alma libre – contradice con un encogimiento que hace bufar a la otra chica –. En serio, me inspiro mejor con música, papá.
Riley mira a su padre con claro indicativo de advertencia, éste al verse acorralado, suspira cansado.
–¿Qué tal si te doy dinero para que compres el disco que querías y a cambio bajas el volumen?
-¡Estás haciendo que te manipule de nuevo! – lloriquea con un gesto furioso –. ¿Que acaso quieres que sólo te haga caso con chantajes?
–Tú haces lo mismo cuando le pides que te compre tonterías costosas y sin utilidad relevante –Maya sonríe con suficiencia –. Acepto la oferta, problema arreglado. Suerte con tu tarea, niña.
La más alta gruñe, dándole a ambos una ultima mirada desaprobatoria que acompaña con un golpe de su pie contra el suelo en señal de frustración, largándose finalmente a su habitación con un duro portazo.
La música estaba ahora más baja en lo que la de cabellos rubios se lanza a su cama y toma el control, su padre entra mientras ello, colocando el dinero de su billetera en la mesita de noche.
–Ten, con esto es suficiente, ¿No?
–No tienes que dármelos, sólo lo hice para irritarla – explica con serenidad –. Sabes que no te manipularía con dinero de ese modo.
–Lo sé, pero igual te los daré como recordatorio–ante la evasiva mirada de la menor, suelta otro suspiro agotado –. Antes se llevaban bien, Maya. Sé que es difícil cuando ambas son tan distintas, pero creo que a ella le gustaría que...
–Oye, está bien, entiendo. Lamento haberte incomodado cuando tratabas de descansar – interrumpe, sabiendo el rumbo de la conversación, pues era algo usual que todos en casa siempre evadan el terreno inestable que representa aquel tema en particular –. Ahora, ¿Puedes dejarme para continuar mi tarea? En verdad necesito entregarla mañana.
Cory lo piensa un instante antes de desistir, ya era una rutina a la cual todos se acostumbraron; evitar hablarlo, evadir el dolor y continuar poniendo vendas sobre la herida. Asiente resignado, deseándole suerte y saliendo del espacio.
Ahora estando sola, libera una exhalación y reposa su atención en el portarretrato que está junto a los billetes que su padre recién dejó para ella, la imagen de su madre junto a Riley y ella de niñas, sonriendo por igual, le da esa punzada dolorosa que no ha cesado desde aquello...
–De verdad que lo intento, pero a veces me saca tanto de mis casillas, mamá...
Decide que es mejor continuar sus evasivas en la vida, sacudiendo los pensamientos, tratando de enfocarse en su tarea de literatura y en la canción que sonaba en su reproductor.
Eso es mejor que pensar en el pasado, definitivamente.
✩
–Y... Listo, todo está bien ahora, señora Stewart –concluye con una sonrisa satisfecha tras haber limpiado la suciedad en sus manos, producto de la labor doméstica que recién realizó, viendo a la anciana que aplaude en lo que halaga sus habilidades de plomería –. Ya no tiene que preocuparse por llamar a ese plomero charlatán.
–Oh, querido, te lo agradezco mucho. Ese hombre no dejaba de cobrarme una y otra vez por la misma reparación, me salvaste de caer en la ruina- comenta con un empujoncito cómplice, buscando un poco de dinero en su bolsa –. Ten, te lo mereces.
–No, no, esto ha sido un favor – niega con un ademán –. Los favores no se cobran, señora Stewart.
–Vamos, tienes una hermanita, Luke – insiste con dulzura, y el joven -aunque no estaba nada de acuerdo-, con aquel comentario bien jugado, terminó aceptando con cierta pena –. Sé que ahora las cosas están algo complicadas en casa, y quiero que se compre esa linda tiara de unicornio que vio en la tienda de la esquina.
–Gracias, no dejaba de parlotear sobre esa tiara – afirma con una risilla agraciada. Su hermana era una mimada a la que todos amaban –. Cuídese, estaré al tanto de cualquier cosa. Ya sabe dónde encontrarme.
La señora se despide del amigable chico al que conocía desde pequeño, lamentando que las cosas fueran tan duras a veces para su familia. Merece más cosas buenas, un milagro de ser necesario.
Por su lado, el ojos verdes sale directamente hacia la tienda de convivencia donde solía comprar, la calle era un tanto transitada y la zona algo peligrosa, pero todos le conocían y no tenía problema, estaba adaptado y sabía cómo moverse ahí.
Compró la tiara de la que su hermanita no dejaba de darle ojitos y terminó regresando a casa, igual tomando unos cigarros y unas mentas extras consigo. Apenas abre la puerta, ya sonríe por los pasos apresurados de su hermana.
–¡Lucas, al fin llegaste!
–Solamente fue una hora, enana – se regocija un poco una vez tiene a la pequeña de ocho años abrazándolo por la cintura, cargándola para colocarla en una de las sillas altas de la isla que estaba en la cocina –. Eres un tanto dramática, ¿Te lo han dicho?
–Es que te extrañé – hace un puchero que logra ablandar al mayor –. ¿Pudiste reparar la tubería maligna de la señora Stewart?
–Lo hice, y a cambio ella me pidió que te diera esto – muestra el regalo a la menor y lo coloca en su cabellera rubia con un divertido gesto digno de la realeza, sonriendo cuando esta emite un jadeo sorprendido y comienza a dar brincos de felicidad –. Ahora puedes ir a la escuela como toda una princesa unicornio, aunque a mí me parece que sin corona ya lo eras, mocosa.
–¡Eres el mejor! – la niña lo abraza con una gran risa efusiva, creando en su mente mil ideas para combinar con su tiara, a pesar de no tener tantas opciones en su pequeño guardarropa; no importa, los iconos de moda se las idean, eso dicen en la tele –. Quiero que papi la vea.
–Seguro la amará, pero debes primero ir a darte una ducha – hace una mueca de falso asco para molestar a su hermanita en lo que la bajaba de la silla –. Yo iré haciendo la cena.
La rubia asiente, ignorando el comentario en medio de su goce y saliendo disparada hacia el baño.
Ahora a solas, el chico hace su labor correspondiente en la cocina, hasta que más tarde la puerta vuelve a abrirse y por esta ingresa su padre con aquel típico semblante exhausto, dejando de lado sus desgastados zapatos de trabajo y la chaqueta de jean un tanto ruyida.
Los dos mantienen una charla corta, preocupados por las noticias del adulto; y es que, sí, hay días buenos, y otros donde se ven bastante apretados. Ahora mismo, es la etapa de un mes duro.
–Prometo que el mes entrante será mejor, hijo. Te pagaré lo que gastaste este mes.
–También vivo aquí, no te preocupes, Pá – despista con un encogimiento, pero su padre teme a que el seguir requiriendo los ahorros de su hijo no era una opción viable a futuro, para ninguno de ellos, menos para el chico –. Vete a cambiar, voy a servir la cena. Conseguí dos latas de atún en los cajones y algo de espaguetis.
El hombre asiente con una leve sonrisa que denota su cansancio, pues resalta las arruguitas bajo sus ojos, palmea el hombro de su hijo mayor y le agradece una vez más por su ayuda, partiendo a su cuarto con cabeza gacha, apenado por no poder hacer mucho más. Lucas lo observa con un suspiro, comenzando a sentir ese movimiento en sus dedos ansiosos.
Extrae de su chaqueta los cigarros y enciende uno, yendo al diminuto balcón -tuvo que forzar la puerta, estaba vieja y se trababa-, observando el inicio de la noche en la ruidosa ciudad, detallando a las demás personas que van de acá para allá con sus propios problemas y seguramente cavilando una manera en la cual conseguir dinero para subsistir.
En momentos como aquel extrañaba un poco cuando era un niño y todos estaban completos.
–Mundo de mierda...
Sí, pensar no era algo que le gustaba mucho, por lo que se centró más en apagar el cigarro cuando oyó la dulce voz de su hermana, uniéndose a esta en la mesa.
✩
Caminar por los pasillos de preparatoria era la tarea más común y corriente para cualquier estudiante, pero para alguien como Farkle, era la cosa más tediosa del mundo. Primero, porque el ser considerado alguien "irrelevante" para el resto, causaba que le empujaran, pisaran o le lanzaran comentarios estúpidos por su cara; y segundo, porque en sí, le molesta estar rodeado de pubertos que realizan todas aquellas patéticas acciones.
No quería sonar como alguien intolerante, él respetaba a todos y sus diferentes puntos de vista, sencillamente que no entendía eso de los estereotipos y los grupos sociales, jamás lo haría.
–Es como con los animales y las especies, todos se agrupan por clases y categorías. Están estos con los que si cruzas palabras terminan insultándote, los cafeteros de tumblr, los inadaptados, el grupo de cerebritos devora libros, los atletas, geeks, estos nuevos coquette y blah, blah – comenzó a relatarle -por enésima vez- a su amigo en lo que cruzan el patio –. Conozco a la mayoría desde que éramos de secundaria, y aun así nadie creó algún respeto o vínculo de compañerismo mutuo. Ni siquiera me saludan, eso es irrespetuoso, Zay.
–Sí, sí, pero no puedes exigirle mucho a una manada de tontos que aún se sacan los mocos para comérselos o pegarlos en las bancas – contesta con desdén. Él tampoco era popular ni nada por el estilo, de hecho, era parte de los "Irrelevantes" como su amigo; la diferencia que tienen los dos, es que, con todo y que le gusta la ciencia, era menos aplicado y apreciaba más otras cosas, como el baile y el teatro. El otro era lo inverso a él –. Además, ya deberías de estar acostumbrado de nuestra realidad, ¡Pff, este será nuestro último año, anímate!
–Lo sé, lo sé – susurra, perdido en sus meditaciones. Había algo que le estaba torturando un poco con eso de "Su último año en preparatoria", o más bien, era alguien, quien precisamente iba cruzando por ahí para captar su total y devota atención –. Confía en que lo tengo bastante en mente...
Zay se imaginaba lo que ocurría por el tono de tonto de enamorado y la mirada a juego que porta su -hasta hace unos segundos ofuscado- amigo. Lo comprueba cuando se fija en la castaña que sonreía como todo un rayo de sol radiante, charlando con sus descerebradas amigas y robándole el aliento a unos cuantos, en especial a Farkle.
–Hermano, de verdad tienes un serio problema – se burla, abrazándolo por los hombros para zarandearlo –. Tienes años conociéndola y no te dignas a cruzar más que una sola palabra con ella, luciendo además como un pésimo actor de obras escolares. No pienses tanto y termina por invitarla a salir, ¡Alguien te va a quitar el chance con Matthews!
–No es tan fácil, Zay. Ella no es como cualquier chica, ¿Sí? Es dulce, inocente, encantadora, inteligente... – enumera con ensoñación mientras suspende la frase con un mohín, viendo disimuladamente a la de ojitos café a unos metros de él –. En resumen, Riley es perfecta, y alguien así no aceptaría salir con un ser como yo.
–Creo que la idealizas mucho, es sólo una chica – chasquea con un entornar de ojos –. Matthews es una princesita que usa faldas y vestidos como el resto para llamar la atención, se junta con las populares y con sonrisas inocentes hace que mil tarados se peleen por ella.
–¿Terminaste? – gruñe de malas, en defensiva.
–En resumen, y efectivamente, esa clase de seres piensa que nosotros estamos fuera de su alcance – enfatiza todo con sus palmadas en el hombro del contrario –. Muchos tienen sus ojos en ella, tarde o temprano ocurrirá, y tú, amigo mío, vas a quedar en la banca de los fracasados por tenerle miedo.
–Que discurso tan gratificante.
Zay pone una palma en su pecho con indignación.
–Hey, admite que te he apoyado como un buen amigo, a pesar de todos los contras de la situación y de mi humilde opinión. Eres tú quien no hace ningún movimiento.
–No, es que ella no es como dices – alega con una sonrisa embobada, volteando para apreciar a la chica de la cual hablan, pero poco a poco sus comisuras decaen; Riley estaba colocándose bálsamo mientras unos de penúltimo año tratan de halagarlo entre balbuceos, en vano al ser ignorados. Al girarse hacia su amigo, éste tiene una ceja enarcada que le hace dar una mueca –. Bueno, sí parece una princesa, pero no una cruel o malvada.
–Ajá, claro.
El menor da un gruñido, apartándose del moreno de mala gana, pues aceptaba para sí mismo que tenía cierta razón; conoció a Riley a los ocho años y quedó flechado con el dulce solecito, fue de las pocas personas amables que conoció en la escuela. Tristemente, él se mudó a Washington un tiempo y regresó a los quince años, tiempo suficiente para que la castaña ya no fuese una pequeña de coletas y terminara por hacerle caer ante su encanto nato.
La cuestión es que, apenas y cruzan palabras, porque aunque ella era amable, él no lograba formular muchas palabras, producto de sus nervios y el temor de hacer el ridículo; como resultado de la ecuación tenía un amor unilateral donde la protagonista de sus sueños no lo tomaba en cuenta, más allá de lucir como un viejo amigo de la escuela al que no se toparía más al terminar los últimos dos meses de clases restantes.
Como por obra del destino, un suceso le golpeó como una bofetada de realidad en la cara, minutos antes de irse adentro del instituto: El imbécil de Charlie Gardner le estaba dando miradas coquetas y guiños a Riley, unos que esta correspondía a lo lejos, con sonrojos y sonrisas tímidas que eran más que evidentes.
Farkle no era tonto, algo estaba ocurriendo entre el atleta de gran posición económica y su amor platónico.
–¿Q-qué está haciendo? ¿Por qué se acerca a ella ese costal de músculos?
–Ja, ocurre lo que te estaba diciendo – Zay se ríe un poco de su amigo antes de callarse y captar que este no la estaba pasando bien con la nueva charla que sostenían el par de populares frente a sus narices. Suspira con brazos cruzados, viendo al pobre Minkus –. Creo que debes pensar en algo rápido, porque eso no luce muy bien.
En definitiva, la fuerza del universo o lo que sea le estaba despertando, porque Farkle decidió que ya no perdería más tiempo y comenzaría a idear un plan para poder -al fin- conquistar a la castaña y rescatarla de ese descerebrado.
✩
–¿Entonces pediste que te enviaran los resultados por correo postal? Vaya, eso sí que es vintage – bromeó en lo que cierra su casillero –. Por eso quizás no te han llegado a estas alturas. Generalmente la gente de esta época usa el email, Maya.
–Lo sé, pero sabes que me gustan esa clase de cosas. Tener una prueba física de mi fracaso y mi victoria.
–Pudiste imprimirla tú mismo.
–Soy la estudiante, que lo cubran ellos – responde con despreocupación, agrupando sus libros en el locker que se le asignó. El bullicio del pasillo a esas horas, cuando todos corren apresurados antes de que el timbre suene, es el que más le estresa, por lo que se apresura a terminar de meter todo en su mochila negra, teniendo cuidado con el llavero del gato blanco que levanta su dedo medio; su favorito, junto al de la galleta Shooky –. Solamente espero que no la lea mi padre primero que yo. He estado levantándome más temprano sólo por eso, incluso los fines de semana. También es de los que sigue eligiendo el correo tradicional y no los emails.
–Igual debes de decirle.
–Mientras más lo prolongue, mejor. En fin, ¿Qué tal tu cita con ese chico de la página de citas?
–Agh, ni lo menciones, era un tarado que pretendió que yo le pagara la cena – entornó sus orbes en lo que su mejor amiga se reía bajito se reía bajito de su anécdota depresiva –. No es divertido, realmente fue un payaso. Lo más justo es que entre ambos paguemos, no es como que yo sea como esas chicas que pretenden que el chico pague todo.
–Por eso prefiero saltarme esas cursilerías, y más si son citas a ciegas con chicos clandestinos – se encoge, iniciando su trayecto tomada del brazo de la menor –. Me rendí con los chicos desde hace un buen tiempo.
–Sabes que me gustan las obras románticas, no me culpes por querer un poco de amor – da un mohín –. A este paso nos quedaremos solteronas con cientos de gatos en un departamento.
–Suena como un plan ideal para mi – sonríe ladina, justo la campana suena y les indica que deben separarse para su última clase del día –. Mañana podemos tomar algo a la salida, hoy tengo tarea. Nos vemos, Dora.
–Odio que me digas así, Penélope – la ataca con dramatismo y una sonrisita que se le escapa ante su juego privado. Simplemente adora a Maya, por más pesada que sea –. Suerte en tu clase de literatura con el señor Hunter.
Maya chasquea antes de darle un guiño agraciado a Smarckle y perderse por las escaleras, directo a su clase con Shawn, con quien tenía una relación de amor-odio desde hace un par de años; lo que no admitiría, es que era su profesor favorito, y había sido un buen guía con ella, con todo y que no se toleran durante clases.
La literatura igual era su materia favorita, junto a las clases de artes, baloncesto e historia universal.
La clase transcurre tan normal como las demás, a diferencia de que un chico se puso a llorar por los comentarios mordaces del profesor y una chica tuvo una goma de chicle en su cabello por culpa de un idiota que escapó una carcajada mientras mascaba.
Ah, y como era usual, inicia un debate entre la rubia y alguna estudiante:
–¿Muerte en el atardecer? Me parece que el escritor de esa obra es muy romántico.
–¿Romántico Hemingway? –Maya contradice a la porrista de su lado izquierdo con ironía en la punta de su lengua –. Fue un tipo abusivo, alcohólico y misógino que pasó la mitad de su vida siguiendo a Picasso para recoger las sobras de sus trabajos.
–¿No es mejor eso a ser una bruja amargada sin amigos?
Las risas no se hicieron esperar de parte de los amiguitos de Charlie Gardner, dueño de aquel mordaz comentario que generó una mueca de puro repudio de parte de la rubia.
Shawn no soportaba esas burlitas de los atletas, por lo que intervino un poco:
–Hey, hey, cállate un poco, bobalicón.
–Creo que él prueba que en esta sociedad podrida ser un hijo de perra te hace valioso – siguió vorazmente la chica, causando un bullicio general de burla que hizo bufar al atleta. Ignorando aquello, insiste con diligencia, esperanzada: –.¿Por qué no hablamos de Sylvia Plath, Charlote Bronte o Simon de Beadvoir?
Justo antes de alguien apelar, la puerta se abre con un despreocupado Texano que no se molesta en preguntar más que un vago:
–¿De qué me perdí?
Hart se deja caer en su silla con impaciencia.
–Los opresivos valores patriarcales que nos enseñan y determinan nuestra educación.
Lucas asiente a la rubia, con un despreocupado:
–Nada nuevo, en resumen, entro en la próxima clase.
Nuevamente el alumno se retira, sin prestar atención a los reproches que el profesor le lanza en vano.
–Friar no volverá, ya déjelo – apunta la chica a la que se le pegó el chicle, aún ajena a que su melena estaba en aprietos.
Charlie toma ventaja de que ya empezó un debate contra su víctima favorita, sonriendo con falsa inocencia al continuar:
–Señor Hunter, debería sugerirle que deje que Hart tome su medicación antes de asistir a clases.
–Y yo te sugiero que dejes de hablar, porque algún día Hart te dará una paliza y nadie lo evitará, si no es que yo mismo te la doy, chiquillo – Shawn acaba con la risita de Gardner de una vez, mirando ahora a la causante del alboroto –. Ahora, gracias por tu valiosa crítica a los planes educativos de la escuela. Sé que debió ser duro para ti lidiar con la opresión suburbana de la clase media alta hasta ahora. Sin embargo, tendrás que ir a poner esa queja a la dirección, junto alguna de tus otras protestas sobre la comida o lo que sea que te moleste esta vez.
Maya se enderezó de golpe.
–P-pero...
–Y cuando hagas el reclamo, diles que me permitan elegir mis propios planes para evitar que alumnos tontos se peleen como en un estúpido debate presidencial televisivo, porque ya acabé con mis pastillas de migraña, gracias.
–¿Me va a expulsar de la clase, Hunter? – inquiere con gesto ofendido – Si el que empezó fue...
–Hazlo y ya, Hart. Lo lamento, pero si te quedas va a ser imposible seguir, y realmente quiero largarme de estas cuatro paredes – interviene con fastidio, firmando el acta de castigo para que la jovencita se lo lleve. Esta se acerca de mala gana y lo acepta con cara de pocos amigos, por lo que le susurra bajito: –. No te preocupes, también le tengo un buen castigo a él.
–Gracias por tu apoyo – murmura sarcásticamente, saliendo de la clase y yendo a la dirección, no sin antes darle un "accidental" golpe en la cabeza al deportista que se burlaba a su costa –. Pedazo de basura.
Ya la dirección lo conocían bastante bien, la directora de hecho era como una amiga o cómplice para ella, al menos fuera de clases, pero la mujer siempre era profesional y no era condescendiente con su persona en sus citas a la oficina.
Claro, de tanto familiarizarse por quejas de los profesores o alumnos a lo largo de los años, ya la directora la entendía.
–¿Atemorizaste a la clase?
–Mi opinión no es un acto de terrorismo, señorita Lawarence.
–¿Eso no fue lo que dijiste cuando casi dejaste estéril a Joshua Matthews? Quien, por cierto, es tu primo.
–En mi defensa, que tenga la desgracia de compartir sangre con ese imbécil, no significa que tolere que se burle hasta del aire que respiro – apela con suficiencia, reprimiendo una risa traviesa al recordar como le hicieron una cirugía de testículos por la patada que le dio el año pasado –. En fin, ¿Alguna novedad?
–Te describen esta mañana en los baños como hija del demonio o perra infame, ¿No quieres cambiar eso, Maya? – Topanga le lanza una mirada suplicante –. Detesto tener que levantarte actas, eres una gran alumna y tienes potencial. Quiero que al menos trates de hacer las paces con el mundo durante estos dos meses restantes antes de la graduación, Maya.
–No prometo nada, pero intentaré ser algo más... Tolerante – concluye con un resoplido, porque de verdad apreciaba a la directora, y no quería tampoco darle problemas –. Suerte con tu libro, sigue escribiendo.
Topanga sonríe en lo que la estudiante se marcha con el acta intacta y su mochila, se lo dejaría pasar esta vez. Dirige la vista a su computador y escapa el aire; tenía el documento Word de su libro abierto, y en otra pestaña estaba el chat con el padre de Maya y Riley...
Ese era un secretito que tenía guardado, hasta que la oportunidad se diera para revelarlo.
✩
Lucas deambula relajado por el pasillo, haciéndosele gracioso que justo del mismo salón del que acaba de salir sin explicaciones esté ahora saliendo la adolescente más bajita de cabellera rubia que le respondió hace rato. A su parecer, ella tenía razón, los planes educativos eran una basura, y de seguro fue el motivo por el que lo mandaran a dirección.
No le interesaba de igual manera aquel tema, por lo que continúo su escape de clases. En el trayecto se cruza con alguien a quien solía tratar bastante en su infancia.
–Babineaux.
–Friar.
Los dos nunca pasan más del corto saludo cada que se topan, por distintas causas; al moreno le daba cierta inquietud el Texano, y es que haber sido amigo suyo lo sentía como un suceso de otra vida lejana, una que le recuerda el motivo por el que habían dejado de ser amigos una vez ocurrió lo de la madre de Lucas.
Friar se volvió el típico chico problemático del que todos se alejan, pues habían cientos de rumores, y a pesar de que no los cree todos, Zay prefiere mantenerse distanciado de los problemas, más si recuerda que el de ojos verdes nunca se dejaba ayudar y fue él quien lo apartó.
En su lugar, escoge ir hasta donde estaba su actual mejor amigo, sentado en una de las bancas de la escuela con un libro en la mano y una sonrisa triunfante.
–¡Francés, le daré clases de Francés!
–Eh... ¿A quién?
–A Riley, ella necesitaba clases, la escuché en el almuerzo – dice con obviedad, como si fuese un dato popular –. Mañana mismo voy a ofrecerme para ayudarla.
–¿Y sabes Francés siquiera?
–No, pero por algo se empieza – se alza de hombros –. Soy un genio en la mayoría de las asignaturas.
El bailarín hace una mueca divertida por la ocurrencia del pobre enamorado a su lado, terminando por burlarse a su costa entre chiste y chiste, pero nunca con malicia. Ellos eran de ese modo.
Habría que ver cómo iría su plan con la menor de las Matthews-Hart.
✩
–Es un pedazo de blasfemia repulsiva – gruñe por lo bajo, activando su auto con el control en su bolsillo. Su humor no era el mejor al salir de clases, mucho menos cuando el imbécil de Gardner seguía importunándola con cosas como estacionarse frente a ella con su estúpidamente lujoso auto nuevo, impidiendo su paso para salir del Parking –. Espero que algún día alguien le castre las pelotas, si no lo hago yo primero, o tal vez lo encierre en un tanque de veneno ácido.
–No tengo idea cómo pueden dejar estudiar aquí a personas como él – secunda Smarckle en total acuerdo, viendo con sorna el chico que acaba de burlarse de ellas desde su carro, el mismo que ahora estaba alardeando con cierta castañita –. Oye, ¿Tu hermana lo trata?
–No que yo... – se tensa de inmediato al ver la repulsiva imagen de su hermana entrando con risitas al auto de Charlie, junto a su amiguita Missy. Rechista encendiendo su motor –. Joder, que manía de arruinarme el día, ¿Qué hace Riley con ese hijo de puta?
–No lo sé, pero deberías de advertirle.
–Pff, como si me hiciera caso...
Igualmente lo iba a hacer, evitando contarle la principal causa de peso por el cual no la quiere cerca de ese tipo en específico.
✩
Las cosas en casa estaban tranquilas esa mañana para Cory Matthews: Sus hijas estaban distraídas y por lo tanto no discutían dispuestas a jalarse el cabello o a lanzarse por las escaleras, su teléfono aún no sonaba con alguna emergencia del hospital, y su crucigrama iba avanzando perfectamente.
Decidió descansar su vista e ir a chequear a la mayor en la sala, llevándole una taza de café frío y sumamente dulce, tal como le gustaba.
–¿No has hecho llorar a nadie en lo que va de mañana?
–No, para mi desdicha – Maya sonríe, aún enfrascada en su lectura, pasando la página con detenimiento –, pero aún es temprano.
El castaño se ríe por lo bajo, dándole un sorbo a su propia taza y depositando la de su hija en la mesita junto al sofá. Se les une la más joven de la casa, interrumpiendo su tranquilidad con la llegada del correo.
–Este es para Maya, creo.
La aludida se sobresalta al oír su nombre de manera desdeñosa, alertándose cuando su padre toma el sobre con el entrecejo fruncido.
–¿Universidad de Los Ángeles?
–Eso es mío, déjame leerlo – arrebata el sobre con prisa, abriéndolo ansiosa y con el pulso elevado mientras leía rápidamente las líneas. En cuanto acabó, no pudo contener una inmensa sonrisa y un grito de pura emoción – ¡Sí, sí, sí! ¡Lo logré, entré a la universidad de California!
–¿Qué? Un minuto, ¿Cuándo aplicaste para ir hasta allá?¿Qué elegiste? – Cory se exalta en un atropellar de interrogantes –. Pensé que habíamos acordado que asistirías a la universidad de aquí, en New York.
–Lo acordaste tú, no yo – resalta sin perder su emoción –. Sabes que siempre ha sido mi sueño irme a Los Ángeles.
–Es muy lejos.
–Sí, ese es el punto.
–Déjala, así será muchísimo mejor, papá – Riley coloca sus manos en la cintura con una sonrisa burlesca –. Aunque me sorprende que hallas quedado seleccionada.
–¿Celosa? Oh, es que no te admitieron en el miss carisma y simpatía, lastima - contraataca con tono empalagoso –. Porqué mejor no dices en dónde diablos estabas ayer después de clases.
La castaña entrecierra sus ojos en amenaza., apretando sus dientes
–No es de tu incumbencia.
–Ok, no quiero oírlas discutir ahora mismo. Esto es serio, Riley – la mencionada rueda sus ojos y da paso a su mortificado progenitor –. Maya, no me parece que tomes decisiones sin consultarme antes, soy tu padre.
–Ya soy mayor de edad desde el mes pasado, soy alguien muy responsable, madura y más que capaz de vivir por mi cuenta. Tú mismo me dijiste que estás feliz por mis buenas calificaciones – aboga con temple y decisión –. Quiero esto, trabajé duro y presenté la prueba. Deberías de estar orgulloso de lo que logré.
El doctor niega, masajeando el puente de su nariz.
–Y lo estoy, pero no creo que estés lista para irte.
–¿Por qué no? Son sólo cuarenta y un horas de distancia, no soy una niña, papá.
–¿Por qué quieres estar a cuarenta y un horas lejos de casa?
–¡Porque esto no es una casa desde hace mucho! – explotó, callando al instante al adulto y creando una tensión bastante grande entre los tres. Toma una inhalación y se recompone con más serenidad, detesta ser temperamental en casos como aquellos – Mamá está allá, estaré cerca de ella.
–Tu madre no está nada cerca ni mucho menos en capacidad, lo sabes– contesta con cautela, el tema es algo complicado para ellos, y un indicativo es que la simple mención de su ex esposa hace el ambiente se torne pesado –. ¿Lo hiciste por ella? ¿Por eso quieres ir hasta los Ángeles?
–No solamente por ella. Me gusta California, y esta universidad es genial – indica con una sonrisa suplicante, un intento de apaciguar al hombre –. Investígala por lo menos.
Riley, la cual estuvo cabizbaja, se sienta a su lado con un siseo.
–Repito, ¿Cómo es que te admitieron ahí?
–¿Sabes mi truco? Yo no voy por la vida tratando de que me acepten, sencillamente soy yo misma sin necesidad de decir "Hola, soy Riley, un placer ¡Mírenme, mírenme, estoy aquí!"– imita a su menor con un tono chillón que hace rechistar a la contraria. Ahora que ha callado a la menor, vuelve a centrar su atención en el castaño frente a ellas, quien se frota ahora las cienes en un masaje –. Papá, sólo dame una oportunidad.
Hubo un silencio prolongado, hasta que finalmente el padre de hogar llegó a una conclusión.
–Este tema no acaba aquí, no estoy de acuerdo todavía.
Maya estaba lanzándose miradas electrizantes con su padre, ambos lo hacían para ver quién cedía; los dos tenían un carácter un tanto obstinado.
–Bien, antes de que se lancen como perros, quería comentarte algo, papi – Riley emplea ese tono dulce, logrando que el debate anterior se suspendiera hasta nuevo aviso –. Hoy un chico de la escuela, que, por cierto, tiene excelente posición económica y una buena familia, me invitó a salir.
Cory casi pegó un grito al cielo por la diligencia de sus hijas en acabar con su paciencia. En su lugar, sólo sonrió con suficiencia.
–No.
–Exacto, no – Maya se adelanta con imponencia, ya predice de quién estaba refiriéndose su hermana –. Es un cretino, no es nada bueno como te dice.
–Tú no te metas, inadaptada.
–Riley, no le digas así. Mi respuesta es no, listo.
–Papá, soy la única en la escuela que no ha salido con nadie – se queja con una exclamación exasperada –. Todas ya lo hicieron.
–No es cierto.
–¡Lo es!
–Bah, tu hermana tampoco ha salido.
Maya se encoge con desinterés.
–Y no tengo deseos de hacerlo, gracias.
–No puedes arruinarme la vida porque la suya está arruinada, yo no soy una amargada como ella – alude irritado, apuntando a la chica que sostenía aún el sobre con recelo –. Soy una chica buena, siempre te obedezco y cumplo mis deberes, ¿Qué más quieres de mí?
–A ver, no tengo tiempo para estar con estos dramas de adolescentes. Ustedes dos me están poniendo los nervios de punta y apenas son las ocho de la mañana – acusa con la voz más elevada, las dos chicas permanecen sentadas en el sofá, de brazos cruzados y con gesto amargo –. Escúchame bien, Riley, porque no lo repetiré de nuevo. ¿Quieres que sea justo? Bueno, podrás salir...
Las hermanas abrieron los ojos en perplejidad.
–¡¿Qué?!
–¡¿En serio?!
–Siempre y cuando que tu hermana también salga con un chico– completa con una sonrisa astuta, ¡Fue una idea genial que se le ocurrió! Estaba seguro de que su rubia hija no saldría con nadie, así que dio por zanjado el asunto –. Esa es mi condición.
Tras salir del shock inicial, Riley comenzó a quejarse y a dar gritos acompañados de lloriqueos que su padre ignoró, y que hicieron carcajear a Maya, porque su progenitor era un genio cada que se lo proponía.
–¡Pero es una asocial! ¡¿Qué tal si no sale nunca?!
–Entonces tú nunca saldrás.. Hm, me gusta eso.
Maya se mofa en la discusión, largándose con su libro y el sobre. Obviamente ella no iba a salir con nadie, y su hermanita no corre riesgo alguno con ese cretino.
¡Solucionado, y no tuvo que mover un dedo!
¿No es así?
✩✩✩
Editado el 21-01-24
Edit hecho por mí porque amo a Maya asjskx
¿Qué les pareció este primer capítulo introductorio?
Remarco que Riley usa el apellido de Cory y Maya el de Katy. Cualquier pregunta o duda que tengan, pueden decirme y con gusto contesto uwu
Las canciones del fic son importantes para la trama. Dejé algunas del soundtrack original de la película y otras las agregué yo ✨
Infórmenme de cualquier error ortográfico que consigan para arreglarlo, a veces se pasan con tanto texto TT
¡Voten y comenten, please! ❤️
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