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Esta historia es completamente original y está reservada por derechos de autor.
Queda indiscutiblemente prohibido cualquier tipo de copyright ©
CAPÍTULO 1: LA LISTA DE REGLAS.
—Vamos Melissa, los comerciales ya están por acabar.—Me advirtió Miriam desde el living.
—¡Ya, sh!—Le respondí a regañadientes desde la cocina y volví mi atención hacia la bolsa de papas,—Con cuidado, con cuidado.—Susurré mientras intentaba abrirla sin hacer que explotara y las papas salieran volando hacia otro lado que no sea el tazón que había debajo. Sonreí al ver como la bolsa comenzaba a abrirse por encima de forma correcta.—Ya casi, sí, ya ca—
—¡Melissa!
—¡¿Pero qué?!—Grité asombrada y apreté tan fuerte la bolsa de papas entre mis manos que esta se abrió de un estallido, logrando que su delicioso contenido saliera disparado por el piso y la mesa.—¡Maldición!
Escuché fuertes carcajadas femeninas detrás mío y me volteé a ver a mi hermana pequeña sosteniéndose el estómago mientras que de sus ojos brotaban lágrimas de risa. Apreté la envoltura ya vacía de las papas y me dirigí hacia el rincón de la cocina para tomar la escoba y la pala. Luego me encaminé hacia mi epiléptica hermana, fulminandola con la mirada.
—Eso... Eso fue... Ay.—Dijo con dificultad entre risas,—Siento como mi estómago estuviera por salir corriendo.
—Muy chistosa.—Le respondí molesta.—Ahora te toca limpiar.
—Por... porqué... Dios, espera.—Ella alzó una mano y siguió riendo un minuto más antes de recuperar el aliento.—¿Por qué yo?, tú hiciste este desastre.
Le di una sonrisa a medias luego de pasarle los objetos de limpieza, ignorando su defensa.
—Te lo ganaste por asustarme.—Repliqué tranquila.
Tomé el tazón en el cual lograron caer algunas de las papas tras la explosión y salí de la cocina, dejando a Marian con dolor de estómago y un desastre que limpiar.
Llevé una papa a mi boca y me tiré sobre el sofá, hundiéndome en la suavidad del poliéster blanco. Coloqué uno de los almohadones en mi espalda y fijé mi atención en la televisión que hay unos metros frente a mí. Fruncí el ceño, dedicando cinco minutos de mi vida a ver cortes comerciales y maldije a Miriam por haberme apurado para nada. Tranquilamente podría haber demorado esos minutos en abrir la bolsa de papas y que ninguna se desperdicie antes de que los comerciales terminaran.
Puse toda mi fuerza de voluntad en no devorarme tan rápido las pocas frituras que había conseguido poner en el tazón y tuve éxito cuando el canal anunció por fin que la película iba a continuar.
—¡Miriam, vamos!—Imité su voz.—Los comerciales ya están acabando.
A los segundos ella regresó con sus labios torcidos en disgusto y sus cejas arrugadas. Sus ojos miel me miraron como si estuviera a punto de asesinarme y yo le regalé una dulce sonrisa cuando se sentó a mi lado en el sofá. Mi mirada cayó en el tazón que llevaba consigo y vi como estaba repleto de Doritos. Estiré la mano hacia él pero ella fue más rápida y lo alejó de mi alcance.
—Sigue soñando.—Refunfuñó mi hermana con seriedad. Tomó un snack naranja y se lo llevó a la boca en cámara lenta, bajo mi atenta mirada.—Mmm, delicioso.
—Bah, yo tengo mis papas.—Intenté molestarla pero ella no pareció inmutarse.
—Disfrútalas.—Respondió Miriam con una sonrisa.
Apreté la mandíbula molesta y estuve a punto de hablar cuando el canal terminó de transmitir un último comercial sobre pies antes de comenzar con la película. Hazel Grace de Bajo la misma estrella apareció en la pantalla y observé un instante los cables que colgaban de su lindo rostro antes de volverme hacia Miriam con el ceño fruncido.
—No es justo, yo—
—Shhhh.—Interrumpió mi hermana, saboreando sus snacks.—Sea lo que sea que tengas para decirme, ambas sabemos que uno,—Me mostró el dedo índice manchado de naranja,—Yo te ganaré diciendo que te mereces no comer Doritos por dejarme limpiando tu desastre cuando al menos deberías haberme ayudado,—Pensé en defenderme pero ella elevó otro dedo junto al índice,—Dos. Se supone que quieres ver la película y si empezamos a discutir terminarás por perderte al menos quince minutos.
—Pero si–¡Ay!—Intenté hablar pero Miriam me tiró un Dorito en la cabeza. La fulminé con la mirada antes de tomarlo y mostrárselo,—Ja, ya tengo uno, lista.—Respondí con aire suficiente y llevé el snack a mi boca.
Ella volteó los ojos y ambas nos enfocamos en la película mientras que de vez en cuando nos tirábamos frituras a la cabeza, las cuales terminábamos comiéndonos y luego nos reíamos de nosotras mismas.
En la televisión, Hazel fue a buscar a August a un estacionamiento en medio de la noche. Él tiene una herida infectada y ella llama a emergencias. Ya dentro de la ambulancia, Hazel se queda con él y ayuda a August en aquel momento tan difícil y exasperante. Sonreí como boba apreciando aquella escena mientras Hazel Grace le cuenta una historia a August Waters para hacerlo sentir mejor.
—Regla siete.—Susurré.
—¿Qué dices?—Habló Miriam con comida en la boca y yo le di con una papa en la frente mientras denoté una mueca de asco hasta que ella se tragó sus snacks.—¿Qué es eso de regla siete?
—Ah, bueno.—Recorrí los bordes del tazón con mi dedo,—Nada especial, hace meses hice una lista de reglas por diversión.
—Ajá.—Respondió mi hermana y se formó un largo silencio entre ambas,—¡¿Y qué más?!—Preguntó impaciente.
—No te lo diré.
—¿Por qué no?
—Porque es algo personal y vergonzoso.—Admití viendo la película.
—Te oigo cantar en la ducha cuando tú crees que no se escucha.—La vi boquiabierta y ella se encogió de hombros,—¿Qué puede ser más vergonzoso que eso? Vamos, cuéntame.
—No lo haré.—Finalicé, ignorando sus suplicas.
—Te daré los Doritos directo del tazón.—Ofreció Miriam, acercando sus snacks y su delicioso aroma invadió mi nariz.
Dudé un poco mientras ella movía el tazón en círculos a pocos centímetros de mí, intentando comprarme con los Doritos.
—Vamos Mel, sabemos que quieres comernos, no puedes resistirte a nuestra provocativa forma y textura, sin mencionar el sabor.—Pronunció Miriam con voz cómica, haciendo hablar a los Doritos, intentando que estos me seduzcan.
Y vaya que sí eran sensuales.
Resoplé derrotada ante los tentadores snacks naranja y la manipuladora de mi hermana.
—Bien, te lo diré, pero primero dame el tazón.
—Está bien.—Respondió Miriam con una sonrisa y luego miró al tazón con tristeza,—Fue un placer conocerlos, soldaditos crujientes, pero aquí es donde nos separamos.—Dijo torciendo los labios .—Nooo, Marian, no queremos dejarte.—Movió los Doritos, imitando una voz ridícula para ellos.—Lo siento chicos, tienen una nueva misión, pero prometo pensar en ustedes hasta mañana.—Dijo con la voz quebrada,—Los... Los amo.
—Ay por favor.—Me quejé mientras ella les dio el último adiós a sus frituras y me las dio con pesadez.
—Fueron lo mejor de mi día.—Exclamó Miriam antes de mirarme mal.—Sacrifiqué a mis soldados, así que más te vale que esa lista sea muy humillante y vergonzosa.
Asentí con la cabeza mientras llevé un Dorito a mi boca. Me levanté y subí rápidamente las escaleras para ir a mi cuarto. Una vez que entré a mi habitación, los colores rosa y blanco impregnados en cada rincón me envolvieron junto con los destellantes rayos del sol que se colaban por mi ventana. Me dirigí a mi escritorio para buscar en los estantes encima de este y entre los miles de libros que habían hasta encontrar un rollo dorado de papel que sobresalió de uno de mis cuentos románticos. Lo tomé sonriente y volví a bajar hasta el living.
—Un trato es un trato.—Le dije a Miriam, extendiéndole la lista a la par que me dejé caer sobre el sofá. Ella comenzó a desenrollar el papel y yo metí otro Dorito a mi boca mientras mi hermana leía en susurros.
—Es una lista de reglas para el amor.—Exclamó, sumida en mi lista.
—Son exactamente diez reglas.—Le aclaré, aún prestando atención a la película.
—¿Las hiciste para ti, verdad?—Me preguntó y cuando me volví a verla, ella levantó y bajó las cejas repetidas veces, mirándome con una sonrisita pícara.—¿Acaso hay alguien que te guste?
—Qué—Su pregunta me tomó por sorpresa y terminé por casi ahogarme con las frituras.—¡No! Te dije que... las hice por... diversión.—Hablé entrecortado por la tos.
—Ahora que lo pienso, nunca has tenido novio y tienes dieciocho años ya, Melissa.
—Ajá, ¿y?—Pregunté indiferente.
—Deberías probar usarlas.—Insistió releyendo la lista,—Parecen ser muy buenas, como la siete por ejemplo.
Dejé pasar un momento, recordando otra vez esa regla.
—Estar en los momentos difíciles de la otra persona.—Terminé por decir al unísono con Miriam, quien leyó en voz alta. Ambas sonreímos ante la coincidencia.
—Pienso que tendrías que implementarlas en tu vida amorosa.—Comentó, haciendome rodar los ojos.—Tal vez si—La interrumpí arrojándole un Dorito a la cara.—¡Oye!
—Lo siento. Estabas hablando tonterías y tenia que detenerte de alguna forma.
Mi hermana menor me fulminó con la mirada antes de tomar el snack en el sofá y comérselo.
—No son tonterías. Tienes que encontrar el amor algún día.—Me reprochó, masticando al mismo tiempo.
—Primero, ya no me interesan esas cosas. Puedo vivir el amor a través de los libros y las películas. Segundo, si fuera diferente, no tendría por qué ser ahora, aún soy joven.—Alegue.—Y repito, no hice esas reglas para mí, fueron hechas por diversión. Así que déjalo, ¿sí?
—Aburrida.—Bufó ella.—Que desperdicio. Al menos deberías dárselas a alguien que sí las use. Apuesto a que le servirían mucho.
—Si, claro.—Respondí de forma sarcástica.
Aunque no pude evitar pensar qué habría sucedido si alguien utilizara mi lista. A ver, como he visto tantas películas y leí tantos libros sobre romance, sé qué cosas hay que hacer y cuáles no para que la relación sea sumamente perfecta. Por ende, he hecho una lista de diez reglas que se deben seguir para estar cien por ciento seguro de que la relación es genuina, e igualmente los sentimientos. Pero esa lista funciona solo para las personas que tengan la oportunidad y estén dispuestas a tener una relación de verdad.
En pocas palabras, no fue hecha para mí.
Pero a veces me gustaría que le sirviera a alguien, solo para sentirme orgullosa de saber tanto sobre el amor sin haberlo experimentado más que por medio de películas, series y libros.
—Yo pienso que son tonterías.—Dijo una voz masculina detrás del sofá que me sacó de mis pensamientos.
Miriam soltó un chillido del susto y yo brinqué en mi lugar con los tazones en mi regazo. Sufrí una vez más cuando los Doritos cayeron al suelo y sobre el sofá.
—¡Soldados!—Exclamó Miriam con expresión de horror al ver todas las frituras en el suelo. Se arrodilló y tomó algunas dentro de sus puños,—Sabía que era mala idea.—Susurró triste.—Y no pienso limpiar esto...
La ayudé a levantarse y ambas vimos en la dirección de donde provino la voz. Arrugue el entrecejo y miré molesta al chico parado al otro lado del sofá, quien portaba una sonrisa inocente.
—Zane.—Dije, mirando molesta a mi mejor amigo.
—Missy.—Respondió él, apareciendo como si nada.
—Miriam.—Comentó mi hermana, captando nuestra atención y arruinando nuestro duelo de miradas.—Lo siento, quería sentirme parte del momento.
———
N/A: ¡Hola hola, mis queridos y queridas!, ya por fin subo el primer capítulo de esta historia (que no tiene sistema de publicación constante) y estoy muy feliz aaaaaaaaay. ♡♡♡
¿Qué les pareció?, ¿Fue un buen comienzo? ¿Se rieron?, ¿Que piensan de Melissa?, ¿De Miriam?, ¿Cómo reaccionaron ante la llegada maestra de Zane?, pero la pregunta más importante de todas es...
¿Será este su nuevo ser amado? 👁o👁
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Y recuerden también que la protagonista de esta historia ya tiene su propio instagram, ¡sí, súper temprano mi chiquita! Busquenla como @melissaaa.quinn_
¡Ahora sí, nos vemos luego!
Los y las quiere, Cami. ❤
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