¡Y vuelve! Y vuelve otra vez

El lunes transcurrió ajetreado y así pasó cada día entre semana. Todas las mesas copadas por la típica clientela, aún más a la hora del almuerzo.

A diferencia de aquel domingo cuando asistieron Marcos y José, en el área de cocina había todo un equipo trabajando al igual que varias mozas apoyaban en la cafetería, así, Marcos solo debía concentrarse en las diferentes preparaciones cafetaleras. Expresos, lates, capuchinos, mocas y un sinfín de pedidos despachaba, cada uno realizado con sumo esmero y pasión, pero veloz como si de una competencia se tratase.

Sin embargo, el jueves, faltaban diez minutos para el cambio de turno, Marcos se disponía a salir de su zona para prepararse y partir, cuando un rubio de ojos azules tomó asiento en la barra, sonriente. Marcos le devolvió el gesto, algo nervioso, pero no podía dejar de ver el brillo en esos bonitos ojos extranjeros.

—Hi! —saludó emocionado el gringo— Wao! This place is very crowded, every table and chair. I've been waiting a long time.

Marcos movía los ojos de un lado a otro, confundido, no tenía ni una sola idea de lo que el chico había expresado luego del “hola”, pero lo seguro es que disfrutó escuchar esa voz, aunque no comprendía una sola palabra, había algo en el tono del joven que le producía una extraña calidez.

—¿Queréis un cofi, verdad? Mi turno casi termina. Salgo a las seis —le dijo, señalando el reloj con forma de taza de café que reposa en la pared. La expresión del gringo pareció decaer un poco luego de escucharle o al menos eso creyó ver Marcos— y tengo que correr a clases, así que te preparo tu cofi y huyo.

El gringo sonrió y asintió con la cabeza. La verdad, Marcos no sabía si el chico le entendió algo de lo que él dijo, quizás solo era amable y bueno, cuando escuchaba la palabra cofi de inmediato asentía porque justo eso deseaba, así que se puso a la tarea mientras el gringo seguía complacido al verlo perdido en su pasión por el café.

El aroma en el ambiente resultaba demasiado cautivador para el extranjero, entonces se atrevió a dejar salir una pregunta en un intento por conocer un poco al chico que le atiende:

What career are you coursing? —Lucía bastante curioso y Marcos no supo qué decir, ya que no ha entendido nada mientras seguía espumando la leche—. ¿Estudia tú? —agregó el gringo con un raro español para tratar de aclarar.

—¡Ah!, pero vos si me entendéis. —El gringo sonrió y movió la cabeza medio confundido al asentir, entro ces el barita contestó con un poco más de confianza—: Bueno, estudio mercadeo en el tecnológico, ya me falta un cachito pa’ terminar. —Hizo un gesto con sus dedos índice y medio para enfatizar; el gringo le devolvió otra sonrisa—. ¿Y vos, estudiáis? ¿Trabajáis? ¿O qué?

I recently finished my professional career and needed a break, so I took a plane and arrived here.

Marcos lo observó pasmado, no entendió absolutamente nada, sabía a la perfección que no le sacó la madre porque no escuchó algo parecido a “maderfoquer”. El chico notó la confusión de Marcos y con un risueño tono prosiguió:

—¿Vacación? —agregó el rubio, sonriente y el gesto de marcos cambió a comprensión.

—¡Ah!, estáy turisteando —Compartieron una breve sonrisa—. Aquí tenéis tu cofi, también la cuenta, me tengo que emperifollar, vos sabéis, pa’ las jevitas.

Y dicho eso, Marcos salió disparado hacia el baño a prepararse, en cuestión de segundos ya que el inesperado cliente le quitó valioso tiempo. El gringo lo contempló muerto de risa mientras daba carreras e intentaba esquivar, entre tropezones, a clientes y mozas cargadas de pedidos.

—Marcos, estamos en descanso, mijo. Soltá ese cuaderno. —El aludido rio bajo sin prestarle atención a su amiga Yulieth, ni siquiera cuando empezó a empujarlo para que dejara de escribir.

—¡Yuli!, vergación, dejá de joder.

La chica se sentó sobre la mesa y aplastó los apuntes de Marcos sin cuidado alguno.

—¿Qué hacéis? Esa verga tengo que entregarla horita.

—Vos no me queréis parar bola, dale, vamos pa’ Alvarito mañana.

—¡¿Mañana?! Nojoda, Yuli, salgo mamao los sábado.

—Verga, vos si sois aguao.

—No le insistáis, si es el gringo, de una acepta. —Fue José quién intervino al sentarse con ellos y Marcos rio con fastidio antes de contestar:

—¡Ay, verga con vos! ¿Vay a seguir, abigail?

—¿Qué? Yo solo digo lo que veo, marico.

—¿Cuál gringo, mi alma? —inquirió Yuli confundida al bajar de la mesa.

La pelinegra tomó asiento a un lado de José, frente a Marcos y ambos lo escudriñaron desde su posición. El gordito volvió a centrarse en la tarea e intentó ignorar esa atenta mirada de sus amigos, no resultaba algo sencillo, pues, aunque se hacía el loco, percibía los ojos sobre él en todo momento y poco a poco empezó a sentirse nervioso.

Por un breve momento pensó en ese chico extranjero y pese a entender muy, pero muy poco de lo que solía decir, le tocaba admitir que le agradaba compartir con él. Como amigos, nada más, ahí no pasaba nada ni pasaría. «Yo no soy gay, yo no soy marico, a mí me gustan las mujeres», se repetía cual mantra.

—¡Marcos!, ¿vos sois, ya sabéis, pato? —preguntó casi en un murmullo su amiga y lo devolvió a la realidad, donde su otro compañero se tragaba una risa burlona.

Fastidiado, soltó el bolígrafo sobre el cuaderno y se reclinó hacia atrás en su asiento, miró con reproche a sus amigos desde un absoluto silencio.

—El que calla otorga, dicen por ahí. —Rompió el silencio José y Yulieth lo empujó.

—Por mí no hay problema si sois así, pues —agregó su amiga y la incomodidad se remarcó en Marcos; José, en cambio, apretó los labios para contener una carcajada—, en el club de teatro tengo varios panas así, gais y...

—¡Te’ la jeta, mardita! —replicó molesto luego de chasquear la lengua.

Marcos tiró sus cosas a la mochila y abandonó a sus amigos en la plazoleta interior del lugar donde estudiaba, salió del instituto por algo de aire para bajarle a la rabia que sentía.

«¡Qué arrechera con estos webones!», pensaba al caminar por la calle sin rumbo fijo. Pasó la sede del banco central, sin darse cuenta ya había caminado hasta la iglesia Santa Barbara.

Por un rato se quedó en aquella esquina y contempló hacia el frente, el follaje e iluminación en el Monumento de Nuestra Señora de Chiquinquirá hasta que decidió atravesar y recorrer la plazuela; pasó de largo a San Sebastián y sus flechas, mantuvo la cabeza gacha, con los ojos fijos en el juego de colores de ese suelo semejante a un tapiz wayúu. Aunque le bajó un poco la molestia por los comentarios de sus amigos, de nuevo retornó la incomodidad al darse cuenta de que sonreía con solo pensar en las discusiones por el béisbol a dos idiomas o las reacciones del chico ante cada plato inventado que le ha servido o las tonterías sin sentido que ha pasado con ese extranjero al cual, a cuenta gotas, ha conocido en las casi cuatro semanas que llevaba asistiendo al café, siempre a 10 pa'las 6, casi cada día y sin falta el fin de semana.

Sacudió la cabeza en negación.

—Marcos, vos no sois marico —se dijo en bajo—. Tus amigos te quieren volver marico —añadió en un murmuro—. China, ayúdame, ¿verdad que yo no soy así? —preguntó en una suplica nerviosa a la blanca figura de la virgen.

El sonido producido por el agua al caer en las fuentes le aportó algo de paz a su ser, cerró los ojos para perderse en esa melodía, inhaló hondo y exhaló despacio hasta percibir un destello a través de los párpados, entonces los abrió de golpe y sintió un escalofrío recorrerlo.

—¿Vos qué hacéis aquí? —le preguntó confundido al gringo sonriente junto a él y este le mostró su cámara.

—¿Vacación? —contestó, lo que le provocó algo de gracia a Marcos.

—Ajá, ¿y una foto mía pa' qué coño?

El gringo sacudió la cabeza en negación sin variar su sonriente expresión. Señaló hacia la virgen.

This is art! The Virgin, the lights and water around, all in the middle of the greenery of the foliage and that structure of columns and Roman-style arches. It's too beautiful.

Marcos no entendió ni una palabra, como de costumbre, pero comprendió un poco de lo que habló ya que el chico le señaló cada elemento en la composición del monumento.

Sí, es bonito, vos sabéis pa’ la china todo tiene que ser así. —El chico ladeó la cabeza, confundido ante las palabras de Marcos y este  señaló a la virgen—. Ella, la china, virgen patrona de aquí.

Next week there will be a baseball game…

—Te entendí béisbol y bueno, tamos aquí frente a la china, me imagino que habláis del juego de la chinita. —Intercambiaron una mirada cómplice y compartieron sonrisas—. ¡Yo no me pierdo esa verga ni loco!


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Holis mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖, nos vemos en el siguiente 😉 aquí les explico algunas cositas:

La china: Virgen Nuestra señora de Chiquinquirá, patrona de Maracaibo y el Zulia.

El monumento: Es un templo a cielo abierto que asemeja a una enorme plazuela, está ubicado en el casco central de Maracaibo, justo en frente de La Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá. En el multimedia una gaita (música criolla marabina) allí pueden apreciarlo mejor.

El juego de la chinita: El 18 de noviembre se celebra en Maracaibo el día de la chinita, como parte de las festividades de la feria en su honor, se realiza un juego de béisbol ese día. El 17 suelen haber amaneceres (o solían) en distintos puntos de la ciudad, algunos de ingreso gratuito y otros privado, en todos abunda la música regional e importada y generalmente quienes han amanecido se pasan al estadio por la mañana para ver el juego de béisbol que suele comenzar de medio día 😅

Creo que ya no tengo nada más que agregar, por ahora, sigan su lectura💖🤗

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