Día 3

Sábado 7 de Febrero, 1987

Su madre, que lo había escuchado hablar por teléfono la madrugada del día anterior, le prohibió el uso de aquel durante la noche, por lo que el chico tuvo que espantar el insomnio para poder dormir.

Se levantó temprano por la mañana y se bebió un café. Aún no se hallaba en pie nadie en su casa, por lo que después de arreglarse para la escuela (si, tenían clases un sábado por recuperación), comenzó a pensar en los momentos vividos en los últimos días.

Recordó desde el momento de nerviosismo que había vivido, al pedirle a Agatha una salida como amigos, hasta el momento que habían vivido el día anterior cuando sus ojos brillaron al ver a la castaña con el hermoso vestido.

Y entraron las temidas dudas que en algún momento el chico sufriría. 

¿Realmente conseguiría enamorar a Agatha, o es que acaso finalmente terminaría en el muy poblado mundo de la "friendzone"?

¿No sería lo mejor distanciarse lo máximo posible de ella para luego no sufrir su partida?

¿De verdad funcionaría una relación a distancia?

Quizás la incertidumbre lo invadía, pero la esperanza de estar junto a la chica que le quitaba el sueño, a la chica por la cual sus ojos brillaban cuando la veía, avivaba un fuego en su interior, que lo motivaba a seguir adelante, de ganarse el corazón de la única chica que había ganado su corazón, de la única chica que había hecho que el chico creyese en el amor.

—Amor, ¿qué haces listo tan temprano? —la voz de la madre del chico se oyó a sus espaldas y luego Charlie sintió un cálido abrazo por parte de ella.

—¿De verdad vale la pena mamá? ¿de verdad crees que acercarme a ella y enamorarla, valga la pena a pesar de que luego de esto se vaya de mi lado?

—Si logras que ella te ame fervientemente al igual que lo haces tú con ella, todo valdrá la pena. La distancia sólo se reducirá a números y los días que tengan que esperar para un reencuentro se volverán como horas —Miriam dio un suspiro— Lo único que no debes hacer es obligarla a sentir algo que ella no quiera sentir.

Por eso el chico amaba platicar con su mamá. Las respuestas que le daba eran tan sabias pero a la vez llenas de sentimientos y emociones que el chico no lograría comprender hasta saber la historia de amor que vivió su madre.

—Gracias mamá, por eso sé que siempre puedo contar contigo —el chico le ofreció una cálida sonrisa y se levantó del lugar en el que había estado sentado.

La mañana siguió normal, el chico llegó a la escuela y ahí estaba Agatha tan reluciente como siempre.

—Charlie, hoy no podré salir contigo, lo siento—se puso un tanto nerviosa, el chico notó esto porque sabía que la chica acostumbraba a tirar de su pulsera cuando estaba así— ...ya sabes, por lo de la mudanza tenemos que ordenar las cosas, embalar otras y...

—No te preocupes lo entiendo...—el chico disimuló una sonrisa y se volvió a sentar en su puesto de clase.

Este sería un largo día.

Las clases transcurrieron de forma normal para todo el mundo, excepto para Agatha y Charlie. Por un lado, la chica se sentía mal por no poder salir con Charlie, mientras este, con la reciente cancelación de la salida con Agatha, volvía a cuestionarse de la misma manera en que lo había hecho aquella mañana.

Al terminar las clases, Agatha salió muy rápido para terminar lo antes posible con el orden de sus cosas en la que pronto será su antigua casa. Al contrario, Charlie se quedó un rato en el salón reflexionando. Muchos de sus amigos le preguntaban que le ocurría y al no escuchar respuesta por parte de este, simplemente se iban.

Luego de haber pasado cerca de una hora, el chico por fin se levantó de su asiento, tomó sus cosas y se fue.

Quizás no fuese malo reflexionar un rato, una idea para invitar a salir mañana a Agatha había salido a relucir en su corazón.

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