Capítulo 4: La broma (C)
Estoy delante del instituto. Son las diez menos cuarto. ¿Dijo a las nueve y media? Ashley llega tarde. Quizás sus padres le castigasen y por eso no puede venir. Pero entonces me hubiese enviado un mensaje o algo... ¡Si no tiene mi número! Está bien, creo que no debería seguir esperando.
Sin embargo, sigo aquí. Y no tengo ninguna intención de moverme. Tengo en la mochila botes de pintura, papel atrapamoscas y super pegamento. La vaca muge a mi lado. Diría cómo la he conseguido, pero no es necesario saberlo.
Vuelvo a checar la hora en mi teléfono. Las diez en punto. Una familia pasa a mi lado y me miran extrañados. No es normal ver a un adolescente en mitad de la calle con una vaca a su lado. La familia se ha parado, completamente sorprendida. Les saludo, esperando alguna reacción por su parte. O que, al menos, sigan andando. Tengo ganas de preguntarles: ¿Qué miráis? Pero eso sería de muy mala educación.
Bueno, también es de mala educación reírse de un profesor en mitad de su clase.
¿Por qué estoy pensando en esto siquiera?
Debería irme. Ashley no da señales de vida y son las diez y cinco.
¡Genial! ¿Qué hago a estas horas con una vaca?
En ese momento, alguien se acerca a mí dando brincos. Me doy cuenta de que la familia ya se ha ido y me concentro en la danzarina chica.
—Siento llegar tarde —se disculpa con la mejor de sus sonrisas—. Ya sabes, el... ¿Eso es una vaca de verdad? ¿De dónde la has sacado?
Me mira entre «tú-has-perdido-la-cabeza» y «es-lo-mejor-que-he-visto-nunca». No puedo evitar sonreír y sentirme orgulloso.
—Eso no importa ahora. Pero vamos a entrar ya antes de que más personas se paren a mirar mi vaca.
—¿Y cómo vas a meter la vaca en el instituto? Ella no puede saltar la valla y...
Se calla cuando ve que tengo una copia de las llaves del centro entre mis manos. Ella sonríe y empuja ligeramente a la vaca en dirección a la puerta, mientras yo la abro.
Cuarenta y siete minutos y cincuenta y cuatro segundos más tarde, estamos cerrando la puerta del despacho de la directora, a sabiendas de lo que hay ahí dentro. Todo el suelo está lleno de papel atrapamoscas (invención del último momento), las paredes tienen pintadas de lo más horrendas (ninguno de los dos somos buenos dibujando), su dispensador de gel se ha convertido en uno de pegamento líquido y su sitio ha sido usurpado por una vaca.
Cuarenta y siete minutos y cincuenta y seis segundos después de abrir la puerta del instituto (dos segundos después de cerrar la puerta del despacho), la alarma del centro empieza a sonar.
Mierda, mierda. Quiero echar a correr, pero cuando reacciono, la directora está ya frente a nosotros. ¿Esta mujer se teletransporta?
—¿Se puede saber qué estáis haciendo aquí? Esta es una falta muy grave. Entrad conmigo a mi despacho y llamaré a vuestras familias.
La mujer se echa de "gel desinfectante" y sujeta el pomo de la puerta. Cuando da dos pasos en la sala, ya no puede dar más. Tampoco puede separar la mano de la puerta. Contempla horrorizada nuestra creación. Nos dirige una mirada de completo odio y saca su teléfono para marcar algo.
—Voy a llamar a la policía.
Ashley y yo nos miramos horrorizados. ¡Era una broma inocente! Ahora sí que podemos reaccionar a tiempo y salir corriendo.
Corremos y corremos hasta haber perdido la vista del instituto. La chica se para en seco y se echa en el suelo. Me mira asustada y, en ese momento, rompe a llorar. Empieza a balbucear cosas sin sentido aparente y sigue llorando otro poco.
—Ashley... Lo siento... No creo que la policía nos busque y nos detenga. No hemos hecho nada ilegal. Creo.
Ella consigue tranquilizarse y me dice:
—Me he escapado de mi casa por la ventana de mi cuarto, hemos allanado el instituto, hemos pegado a nuestra directora al suelo (y si eso no es atentar contra el honor o el qué sé yo de esa mujer, no sé qué lo será), hemos destrozado el despacho, que forma parte de una institución pública, y a saber si la vaca es robada.
Me siento en el suelo a su lado. De repente, se echa a reír. Esta chica no está bien. Aunque bueno, cada uno tendrá sus formas de controlar los nervios.
—¿Has visto la cara de la señora Hoult cuando ha visto su despacho?
Yo me río también. La verdad es que no podía haber sido más épico.
Ella se seca los restos de lágrimas que aún le puedan quedar en la cara y me mira.
—Tal vez no presente cargos contra nosotros. Pero ya me estoy viendo una expulsión del instituto.
—Y un largo castigo después —añado. Sé que eso no la tranquiliza, pero yo no soy bueno animando a las personas. Sin embargo, ella se vuelve a reír. —¿Te apetece dar un paseo?
—Claro, ¿por qué no?
Ashley se levanta y me ofrece una mano para levantarme a mí. No la necesito realmente, pero la acepto sin pensármelo dos veces. Recorremos lo que queda de calle en silencio, cuando la risa de Ahsley interrumpe el silencio. Me quedo absorto con ella, como si se tratase de mi canción favorita.
—¿De qué te ríes ahora?
—Me parece tan surrealista que hayamos metido una vaca en el instituto que aún no me lo creo. ¡Pero lo hemos hecho! En realidad, lo has hecho tú, pero... ¡Una vaca en el instituto!
Estoy de acuerdo con ella, así que no hago otra cosa que reírme con ella. Me doy cuenta de que es una chica muy risueña y de risa fácil. Eso me gusta. Es agradable pasar tiempo con alguien que quiere reírse. Sobre todo, si tiene una risa tan bonita. No me voy a poner a idealizar su risa, porque ahora está sonando como un cochinillo pariendo (o una cochinilla pariendo, más bien), pero en general, es una risa bastante agradable. Incluso ahora, que se ha transformado en una risa cómica y deforme, me gusta escucharla.
Apunto "Su risa" en mi lista mental de cosas que me gustan de Ashley. De momento están estas: sus bromas, que es divertida, que es risueña, que es respetuosa, que ayuda a los de primer año a adaptarse al nuevo centro, que es ingeniosa, me lo paso bien con ella, es bonita, me gusta su risa.
—¿Qué has dicho? Solo he oído algo de primer año.
Mierda. He dicho la lista en voz alta.
—Te preguntaba si te acuerdas de primer año. Levi y tú llegasteis disfrazados a clase y convencisteis a la profesora Crouch de que la directora la estaba buscando. Y que debía ir disfrazada porque era un día especial. Vimos a esa anciana disfrazada de gatito sexy. Lo más traumático y gracioso que he visto en toda mi vida. La cara de la directora al ver a Crouch fue sublime. Incluso la propia Croush se divirtió. Nunca antes la había visto reírse. Levi y tú hacíais un buen equipo antes.
Recuerdo a Ashley vestida de pirata y a Levi de princesa. Toda la clase se río con ellos de sus disfraces y bromeaban diciendo que se los habían cambiado. Pero la rubia decía que ella nunca sería una princesa. Y Levi dijo que nunca había sido una princesa y que quería probar cosas nuevas. Y les tomaron en serio.
Ahora recuerdo que en primer año Levi y ella hacían bromas a todas horas. No eran exactamente amigos, pero, de vez en cuando, se reunían para hacer algo grande. Quizás por eso me empecé a hacer amigo de Levi. Sin embargo, él cambió su forma de gastar bromas inocentes cambió para ridiculizar a los alumnos más pequeños. Al menos no los humillaba en público. Seguramente, muy pocas personas en el instituto lo hayan visto burlarse de alguien.
—Y días después, convencimos a toda la clase de ponerse a aplaudir y a levantarse en mitad del examen. Incluso Matt lo hizo, y eso que él nunca fue de desafiar a la autoridad —siguió ella.
Seguimos rememorando sus mejores momentos (como la vez que se marcó ella sola una coreografía sin música en medio de la clase de Latín), hasta que llegaron las doce de la noche.
—¡Mira la hora! Tengo que irme a casa.
Iba a ofrecerme a acompañarla, pero sale corriendo antes de que pueda decir nada. Bueno.
Yo llamo a Julian, mi hermano mayor, para que venga a recogerme. Vivo con él desde hace dos años (desde que él cumplió la mayoría de edad). Nuestros padres tienen una granja, y ya estábamos cansados de tener que caminar kilómetros para llegar al instituto o al colegio. En su caso, para llegar al trabajo.
***
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