Se podía ver a un octoling tirado en el suelo de un metro aparentemente abandonado.

El muchacho estaba inconsciente, y tenía los tentáculos de color rojo rosado.  Sus ojos, aún cerrados, eran de un color verde pantano, un color poco común.  Tenía al lado un comunicador roto, y en mano había un colgante con forma de calamar...

De repente, un ruido de gritos resonó en todo el metro, que hizo que el chico se despertara, despavorido.  

¿Qué había sido aquello?

Miró a su alrededor.  ¿Qué hacía ahí?    No lo sabía.

De golpe, se dio cuenta de algo.

Su mente estaba en blanco.  No recordaba nada de lo que había pasado.

¿Quién era? ¿Dónde estaba?  ¿Su pasado?  ¿Dónde vivía?  ¿Su familia?  ¿Qué hacía ahí?

NADA.  Solo blanco.

Un blanco infinito, vació y solitario...

De repente, otro gritó sonó en todo el metro, poniéndole los pelos de punta.

Decidió avanzar.

Vio delante suyo una puerta de metal, y pulpo un botón al lado de esta ultima, que la encendió.   La cruzó y vio una enorme estación de metro abandonada.

En el centro, había un teléfono.