²prólogo

YA HABIAN PASADO SEIS MESES DESDE EL TRÁGICO ACCIDENTE que dejaron sin vida a la familia Pevensie, una fina lluvia caía suavemente por la piel de Isabella. La luna iluminaba con su luz tenue la noche, y dejaba iluminar suavemente el 22 desde la acera de enfrente, donde ella se encontraba. A pesar de la cálida noche de agosto, un escalofrío recorrió su espalda. ¿Sería la lluvia? ¿O quizá los recuerdos la invalidan, intentaba llenarse de valor una vez más a sí misma para cruzar los pocos metros que la separaban de la puerta?


Se abrazó a sí misma. Una lágrima salió de aquellos ojos café, no podía evitarlo, puede que pasen los meses, pero aún lo extrañaba, extrañaba que él la esperará en la cocina mientras preparaba la cena mientras ella llegaba del trabajo, extrañaba ver como corría tras los sus gemelos que se negaban irse a dormir, extrañaba sus ronquidos a la hora de dormir, pero más que nada extraña su aroma olor a lavanda y un poco de café por la mañana y el cómo la abrazaba mientras dormían, como acariciaba su panza desde que se enteró nuevamente que estaba embarazada y que sería una niña, Peter tenía un gran ilusión de tener una familia con ella, pero la felicidad les durará poco.


--No seas tonta --murmuró para ella misma, mientras que limpiaba las lágrimas y aquellas gotas de lluvia que la empapaban una y otra vez.


El silencio recorría aquel vecindario desde hace horas. Los vecinos que vivían cerca llevaban horas durmiendo y en el número 22 no había ninguna luz prendida o eso creía ella. Isabella respiró hondo e hizo lo que no había sido capaz de hacer desde hace unos meses, cruzó la calle.


Cuando llegó a la acera de la casa, sentía que la nostalgia la invadía, se agarró del pasamanos de la escalera que conducía a la entrada de la vivienda. Con las piernas temblorosas como la primera vez que Peter le iba a presentar a sus padres, subió los escalones lentamente sin dejar de soltar la barandilla por miedo a caerse y consiguió llegar a la puerta.


Volvió a respirar profundo. Había sido más duro de cómo se imaginaba que sería llegar ante aquella casa que alguna vez pudo llamar hogar.


--Bueno, aquí estoy --murmuró para sí misma una vez más --. ¿No ha sido tan difícil? Como me pongo nerviosa al volver aquí, que cuando peleaba en las guerras de Narnia --se dijo así misma, con una sonrisa a medias que parecía más a una mueca, le hizo tanto daño juntarse con Edmund que le había pegado lo sarcástico y lo mala cara.


De su chaqueta sacó un sencillo ramo de landas y petunias agarradas por un lazo gris que hacía juego con ellas. Sonrió con los ojos cerrados mientras las olía y recordaba las que Peter y ella pasaban por los prados de Cair Paravel, Abrió los ojos y dejó el ramo en el suelo junto a la entrada de dicha casa. Se dispuso a marcharse una vez más, cuando de repente la puerta se abrió y algo la empujó dentro de aquella casa.


Sin poder reaccionar. Callo de rodillas, apoyándose con las manos para no caer de boca. Cuando quiso darse cuenta ya estaba en el interior de la casa mientras la puerta se cerraba de golpe. Alguien giró e hizo que bajara la mano. Estaba demasiado confusa para poder resistirse al ataque, así que se quedó como estaba, sin mirar a sus alcances.


--No te muevas --dijo una voz femenina, por lo impactada que estaba no reconocía aquella voz.


--¿Quién eres y por qué llevas días vigilando la casa --preguntó una vez más una voz totalmente desconocida?


En ese momento, su mente buscaba la manera de salir de allí "Deben ser tres personas o quizá más" se dijo a sí misma "pero no tengo nada con que protegerse, se me va a hacer imposible salir con mi vida de esta casa" lentamente levantó la cabeza, sus ojos tardaron en acostumbrarse a la luz.


Definitivamente eran tres personas, una joven que traía a un bebe cargando con un gancho de una de las chimeneas y dos niños que llevaban sartenes en ambos manos dispuestas a atacar ante cualquier movimiento de aquella persona desconocida.


--¿Theo, Adrián, Sofia, Susan? --cuestiono impactada, sus hijos habían crecido y eso que habían pasado tan solo unos seis meses.


Los antes mencionados entregaron los ojos, pero no dejaron de apuntar con sus armas, esperando un movimiento brusco.


--¿Quién eres? ¡Responde! --gritó uno de los niños, viendo que ella sabía su nombre, pero ellos no la reconocían.


--Soy Isabella Backer, soy mamá --dijo finalmente, los gemelos se miraron entre sí para después correr con su madre.


--¿Qué haces aquí? Se supone que debiste haber regresado el día que te dieron de alta y para el funeral de tu segunda familia --por su tono de voz podría escucharse molesta y dolida ante la decisión de Isabella de irse hace seis meses.


--He venido a dejar flores y a ver si querías mudarte de casa, estuve buscando una para vivir los cinco, si es que quieres venir con nosotros --dijo Isabella. No podía sonar más estudia, pero era la verdad se había encargado de encontrar otra casa donde vivir sin que los recuerdos la invadieran.


--¿De verdad mami? Nos iremos a vivir a otra casa ¿y qué pasará con esta? --preguntó uno de los gemelos, por la oscuridad que había no podía identificarlos bien.


--¿Mudarnos?, qué estás loca, no voy a dejar la casa donde he vivido casi toda mi vida --dijo finalmente Susan.


La tensión se encontraba en el ambiente. Susan no le creía. No sabían qué decir cuando de repente.


--Mami puedes contarnos las historias de los reyes de Narnia como nos la contaba papá, la tía Susan no es buena contando historias --dijo el otro gemelo mientras rían, Isabella no aguanto las ganas de reír y también lo hizo y con ella se unió la risa de un bebe junto con la de Susan.


--Claro cariño, puedes darme a Sofía para que escuche las historias, es lo que hubiera querido Peter --dijo Isabella con un poco de tristeza cuando menciono aquel nombre que hace tiempo no salía de su boca, como si fuese algo sagrado.


Susan le entregó a Sofía y le indico donde dormían los niños, todo había cambiado, la habitación que antes compartían Isabella y Peter ahora era de los gemelos y de Sofía, el cuarto de Susan se convirtió en la habitación de los invitados, el cuarto de Edmund se convirtió en una biblioteca, pero aún seguían sus cosas ahí, el cuarto de Lucy se había convertido en una habitación de juegos donde los niños se la pasaban casi todas las tarde al igual que la habitación de Edmund seguían las cosas intactas ninguno se atrevió a tocar nada, en cambio el cuarto de los padres de Susan había cambiado tanto, ya que ella había tomado aquella habitación para estar más cerca de ellos.


--Niños creo que eso será en otro momento, porque mejor no le dan un beso a su mama y van a la cama --contesto Susan al ver que Isabella estaba a punto de sentarse en una silla enfrente de las camas de los gemelos --. Su madre y yo hablaremos sobre la mudanza, Buenas noches minis, Peter 's --terminó de decir Susan mientras les daba un beso en la frente y los arropaba para poder dormir.


Isabella había dejado otro beso en su frente mientras les acariciaba el pelo como lo había hecho una vez con Peter cuando él se enfermaba o se enojaba, Susan bajó las escaleras y detrás de ella venía la joven Backer, el ambiente se había tornado incómodo.


--¿Por qué te fuiste? --preguntó Susan después de un largo silencio que para Isabella se hacía eterno.


Isabella no tenía cómo explicarlo, desde que tuvo a Sofía se había ido, aquel día, ya que había recuperado todas sus energías, había salido de la habitación en busca de su marido o algún Pevensie que haya sobrevivido, no quería tener esperanzas, pero hacía todo lo posible, se dirigió al lugar donde reclaman los cuerpos de la morgue, cuando dio la descripción de uno de sus familiares, habían contestado que no había nadie como ella los describe, prefirió volver a su habitación por su ropa no sin antes darle un beso a la linda Sofía que se encontraba durmiendo en ese momento.


Había salido del hospital con busca de su amado, fue a la estación de trenes, pero aún se encontraba cerrada por aquel accidente, fue a los lugares donde siempre iban, pero no aparecen por ningún lado, los días pasaron rápido, dejaron de ser días a semanas de semanas a meses y así es como Isabella decidió volver, se había cansado de buscarlo quizá no estaría en su mundo, quizá estaba en la nación de Aslan con Edmund, Lucy y sus padres.


En ningún momento se atrevió a mencionar el nombre de aquellas personas, no se sentía digna de mencionar, era la guardiana de los reyes de antaño, pero no pudo salvarlos de aquella muerte trágica, ella sentía una sensación extraña ese día, se lo había contado a Peter, pero él había dicho que no era la gran cosa.


Lo que Isabella no sabía es que sus gemelos se la pasaban todo el día sentados en las escaleras esperando que ella volviera, desde el momento que el sol aparecía por aquella ventana que indicaba un nuevo día, hasta que el sol desaparecía y todo se volvía oscuro, Susan sentía pena por sus propios sobrinos, por seguir con la esperanza de que su madre volvería por ellos.


Susan conocía tan bien a Isabella que tal vez nunca volvería, aquellos gemelos eran una viva imagen de Peter no imaginaba el dolor de ella debía de haber pasado al saber que él jamás volvería.


Solo podía quedarse con sus recuerdos y aquella nostalgia por volver a casa, pero lo que Susan no sabía es que cada noche Isabella se paraba por aquella casa donde era feliz.


Tenía la esperanza de ver como Peter salía por aquella puerta esperándola junto a sus hijos, pero ella sabía que ese día no volvía a pasar, ya no tenía esperanza de volver a verlo, no se atrevía volver a aquel lugar que alguna vez llegó a llamar hogar, pero al fin esa noche se había armado de valor de volver, extrañaba tanto a sus hijos que no podía seguir separada de ellos, Peter jamás se lo perdonaría.

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