⁷· lo siento
Al día siguiente después de almorzar los cinco niños vieron por la ventana que hacía un día perfecto para salir a jugar, sin embargo, Isabella y Lucy quienes seguían extremadamente molestas por lo ocurrido de la noche anterior, se negaban a dirigirles la palabra, tomaron unos libros de Isabella y se sentaron a la sombra de un gran árbol, la joven pelicastaña tarareaba mientras peinaba el pelo de la pequeña Pevensie que estaba tan concentrada en aquel libro de fantasía, pero no era tan fascinante como as misma Narnia, ya que ella lo había conocido por sí misma sin necesidad de leer un libro, lo que alegraba a la pequeña era que Isabella había creído en ella antes que sus propios hermanos la había juzgado a loca.
De un momento a otra Isabella observo como los mayores Pevensie jugaba, su mirada se encontró con el pequeño azabache hasta que este mimo chillo de dolor tras ser golpeado por la pelota que había lanzado su hermano mayor, Susan sabía que lo hacía por celos, pero un no compendia porque le tenía celos a su propio hermano, no es como que a Edmund le gustara Isabella o eso creía la mayor de las Pevensie, pero si cualquier que viera como el menor de un hermano miraba a Isabela pensarían que está completamente enamorado de ella, como si fuese una obra de algún museo, veía cada detalle de la pelicastaña.
—Despierta, Bello Durmiente—dijo Peter quien se encontraba de buen humor o eso es lo que quiso mostrar, pero por dentro quería dejar de jugar para poder estar con Isabella, pero sabía que la pelicastaña no lo quería cerca, ya que en el almuerzo nos dirigió la palabra mucho menos los miraba al igual que Lucy, los hermanos Pevensie realmente se sentían mal por su comportamiento.
—¿Por qué no jugamos a las escondidas? —pregunto el azabache logrando que aquellas amigas quienes habían ganado el interés en el juego se volteasen nuevamente molestas ignorándoles por completo.
—Dijiste que era un juego para niños—contesto el rubio mientras se tomaba nuevamente su posición, dando una mirada rápida a la pelicastaña que leía por el hombro de Lucy.
—Además aquí hay aire fresco —secundo Susan a Peter con una sonrisa, miro como su hermano mayor no despegaba la mirada de su mejor amiga —. Verdad Peter —llamando la atención de su hermano, al igual que la de su amiga.
—Es igual que el aire de adentro—replico Edmund, Isabella lo miraba fijamente, puesto que lo veía de un peor humor que otros días y sabía que todo eso empeoraría en cualquier momento.
—¿Lucy que te parece si vamos por un poco de jugo? —pregunto Isabella mientras miraba a la pequeña llamando la atención de todos. Lucy tomó la mano de la castaña para adentrarse a aquella casa y poder tomar un poco de jugo.
—¿Hasta cuándo creen que se les vaya a durar el enojo? —pregunto el azabache mientras veía como aquellas jóvenes desaparecían de su vista.
—No lo sé, Isabella podría durar hasta años si no la conociera, pero por parte de Lucy quizá hasta que le pidamos disculpas, pero como pasa tiempo con Isa quisa se le peque algo de su carácter—contesto Susan mientras miraba al azabache que se limitó a asentir.
—¿Estás listo? —pregunto el rubio mientras tomaba su posición nuevamente.
—¿Y tú? —pregunto Edmund retando nuevamente al mayor de los Pevensie, entonces todo pasa demasiado rápido, el azabache golpeo fuertemente aquella pelota, que salió volando y fue a dar a un de las ventanas de la casa del profeso Kirke, los tres niños se vieron entre sí y fueron corriendo para asegurarse de que no hubieran lastimado a alguien con aquel golpe.
Al llegar se encontraron con una pelicastaña echando humos por los oídos, la pelota había ocasionado que rompieran no solo la ventana sino también quebrado el vaso que traía en la mano, sorprendiendo a Lucy por lo que había pasado, Susan miraba la escena sin saber que decir, Edmund pensaba que podría hacer para salir de esta y Peter está sumamente molesto, no solo por haber quebrado aquella ventana sino también porque estuvo a punto de lastimar a Isabella, su humor había cambiado de un segundo para otro, era como si el humor de él y de la pequeña Pevensie se hubieran intercambiado por el del otro pues la castaña estaba muy sonriente por lo que había sucedido, su hermano tendría un grave problema.
—¿Qué hiciste Ed? —pregunto el rubio viendo la armadura en el piso alrededor
—¡Así me la lanzaste! —contesto el menor.
—¡BASTA!... Discutiendo no llegaremos a nada—dijo Isabella poniéndose entre Edmund para que él y Peter dejaran de discutir, fue entonces que el eco de unos zapatos se hizo presentes.
—¡La Macready! —gritaron todos a la vez.
—¡Vámonos! —dijo Peter al escuchar el eco de los zapatos, el egoísta Edmund tomo la mano de Isabella y la jalo para que corrieran, ninguno se daba cuenta, puesto que corrían para no ser atapados por aquella ama de llaves.
Corrieron por los pasillos, subieron escaleras, volvieron en sus pasos, intentando abrir puertas hasta que, por fin, una puerta se abrió ante ellos, la puerta de madera que dirigía hacia el gran ropero de la discordia, el pequeño azabache quien aún jalaba de Isabella corrió para abrir aquel ropero y se giró a sus hermanos soltando por fin a la pelicastaña.
—¿Qué esperan? —pregunto el azabache señalando dentro del ropero, Isabella lo miro pues ahora estaba segura de que el pequeño de los Pevensie sabía de Narnia que Lucy y ella habían descubierto y les había mentido a todos.
—Esto tiene que ser una broma—dijo la mayor severamente cuando nuevamente escucharon los pasos de aquella ama de llaves que estaba realmente furiosa por lo ocurrido, el azabache tomo nuevamente la mano de Isabella y se adentró al gran ropero de madera, seguido de Lucy, Susan y Peter, este último fue cerrado la puerta poco a poco hasta que todo se convirtió en una total oscuridad, por sus fosas nasales invadía el olor a bosque y nieve.
—No se muevan—dijo aquel rubio mientras caminaba hacia atrás, tratando de que nadie lo viera.
—Mis dedos—dijo la pequeña Pevensie.
—Edmund, me estás aplastando—se quejó Isabella mientras empujaba levemente al azabache.
—¡Dejen de empujar! —dijo nuevamente el rubio mientras empujaba a quien se encontrara detrás de él.
—¡Ten cuidado! —se quejó Susan mientras trataba de moverse a un lado para que dejen de empujarla.
—Pues tú me estás agarrando—dijo el pequeño azabache sin soltar la mano de la pelicastaña a pesar de que estaba abrió su mano para soltarlo.
—¿Qué haces? Ya dejen de empujar—dice Peter a quien fuera que lo estuviera jalando de la camisa que llevaba puesta.
—A mí me estás empujando—se quejó Edmund.
—¡Oye ten cuidado! —dice la pequeña Lucy, fue entonces que Isabella sintió que se iba a caer, pero el joven azabache no soltaba su mano, liberando su mano finalmente cayó encima de alguien cerrando los ojos por el impacto, los mayores Pevensie habían caído al piso sube y blanco, la castaña abrió los ojos y miro como el joven rubio había amortiguado su caída sosteniéndola por la cintura, haciendo que los dos se sonrojaran por aquel momento, Lucy apretaba los labios para no tirar una carcajada por ver como Isabella torpemente trataba de levantarse golpeando accidentalmente a Peter en la entrepierna.
—Imposible—dijo Susan en voz alta, completamente asombrada por lo que estaba viendo, Peter se levantó a duras penas, haciendo que la joven Backer se sintiera apenada por lo sucedido.
—Tranquila, apuesto a que es solo parte de tu imaginación—contesto Lucy con un tono de burla al ver a sus hermanos sorprendidos por aquel bosque lleno de árboles y nieve como ella e Isabella habían dicho, la pelicastaña se alejó el pequeño azabache que se había acercado a ella para ver si se sentía bien y si no tenía algún raspón por todos los empujones que habían recibido.
—Supongo que decir que lo siento no será suficiente...—dice Peter mientras se acerca a su pequeña hermana e Isabella.
—No, no lo será —contestan amabas, mirándose entre sí, Lucy miro la nieve para luego mirar a sus hermanos y a la pelicastaña, la joven Backer asiento con la cabeza como si supiese lo que Lucy había querido decir lo siento no será suficiente—. Pero esto tal vez sí—dijo Lucy, tras lanzarles una bola de nieve, Susan, Peter y Lucy se enfrascaron en una pelea de nieve que los mantenía riendo, Isabella veía esa escena recargada en un árbol, no podía contener la risa ante aquellos hermanos, pero las risas se esfumaron hasta que una de las bolas de nieve de Peter golpeo accidentalmente a Edmund sacándolo de sus pensamientos.
—¡Ya basta! —grito Edmund haciendo que Isabella se sobresaltara, haciéndola caer en la nieve.
—Que mentiroso eres—dice el mayor de los Pevensie mirando a su pequeño hermano.
—Tú tampoco les creíste—se defendió Edmund tras ser juzgado por Peter, vio a Isabella que sigue en la nieve, se iba a acercar a ella, pero aquel rubio se interpuso en su camino, haciendo que se detuviera, ya que él había ocasionado que perdiera el equilibrio por cómo había gritado.
—Discúlpate con ellas... ¡Di que lo sientes! —exclamo Peter, Susan ayudo a Isabella a levantarse.
—¡Ya oí! —grito Edmund escondiendo su miedo y girándose a ver a su hermana menor al igual que a Isabella que sostenía el brazo de Susan—Lo lamento.
—No importa, los niños pequeños nunca saben cuándo dejar de mentir—contesto Lucy recordando aquellas palabras que la habían lastimado, el azabache le hizo gestos con la cara tras que su hermano mayor se dio la vuelta para ver a Isabella que seguía aún sorprendida por los gritos del menor.
—Creo que deberíamos volver—dice Susan abrazando a su amia, ambas chicas se estaban congelando, ya que el frío recorría cada parte de su piel.
—No... quieren conocer el lugar—dijo el azabache, buscando la manera de llevar a sus hermanos y amiga con aquella hermosa mujer.
—Creo que ellas... deben decidir—dijo Peter señalando con la cabeza a las susodichas quien sonreían abiertamente por aquel comentario del joven rubio.
—Hay que ir con el señor Tumnus—dijeron amabas.
—Pues vayamos a visitarlo—accedió Peter acercándose al ropero
—¿Vestidos así? No podemos andar en la nieve, podemos congelarnos.
—Me estoy congelando Peter—dijo Isabella mientras se abrazaba así misma.
—Lo sé, pero pienso que al profesor no se molestara si tomamos unos abrigos prestados—dijo Peter, mientras pasaba unos abrigos muy abrigados a las chicas, Isabella estaba a punto de ponérselo, pero Peter le ayudo, la castaña sonrió y susurro un "gracias"—. Además, si lo analizas con... lógica ni siquiera saldrán del ropero.
—¡Pero ese es de niña! —se quejó Edmund al ver el feo abrigo negro que Peter le había dado, Isabella quiso darle el suyo, pero estaba segura de que molestaría a Peter y, pero por ese momento no quería más problemas con él de los que la tenía.
—Lo sé—y así los Pevensie y la joven Backer se encaminaron a la casa de aquel fauno que se hizo amigo de Isabella y de la pequeña Lucy
[...]
Los cinco chicos caminaban admirando todo su alrededor pues nunca habían visto un lugar tan hermoso como ese, Edmund e Isabella iban hasta el frente, el azabache lo hacía para alejarse sé dé sus hermanos para idear la manera de llevarlos con aquella mujer de piel pálida y la segunda por hacerle compañía, ya que ella sabía que la necesitaba, aunque no fuera necesario hablar, puesto que aún seguía enojada con él. Peter se había acercado a la pelicastaña, pero esta aún lo ignoraba, no importaba cunetas veces le pidiera perdón, realmente se sintió mal porque ella llamara loca.
En algún momento a otro los otros tres Pevensie pasaron a Edmund e Isabella atrás, Peter se veía feliz, Susan extrañamente relajada cosa que hacía feliz a su mejor amiga y la pequeña Pevensie era la viva imagen del orgullo pues sus hermanos por fin dejarían de pensar que era una mentirosa y loca al igual que a su amiga, a eso si le agregamos que no dejaba de hablar de lo maravilloso que era el señor Tumnus.
—... Y además tiene unas galletas deliciosas, no como las de Isa, pero algo parecido y un té caliente que... —el silencio de la pequeña alarmo a los demás, haciendo que Isabella se acercara ella para ver si se encontraba bien.
—¿Lu? Cariño estás bien—pregunto Isabella, cuando sin previo aviso la pequeña corrió hacia una puerta de madera destrozada dentro de la montaña, Isabella fue tras ella, pues no solo se preocupaba de la pequeña sino también del señor Tumnus.
—¡Lucy! —grito el mayor de los Pevensie, corriendo tras ellas siendo seguido por los otros dos mientras de su familia.
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