⁸· alta traición

Al entrar por la puerta encontrando una casa hubieran encontrado totalmente arreglada y limpia, de no ser porque estaba destrozada, muebles volteados o hechos pedazos, vasijas y fotos rotas, comida aplastada por doquier, sin embargo, lo peor de todo fue que no había ni un rastro de aquel fauno, pero si de una nota sujeta a la pared por una daga de plata, Isabella iba a tomar la nota, pero Peter se adelantó.

—"El fauno Tumnus es acusado de Alta Traición contra su Majestad Imperial, Jadis, la Reina de Narnia, por aislar enemigos y fraternizar con humanos... Firma, Maugrim, Capitán de la policía secreta... Larga vida a la Reúna" —leyó Peter, para luego mirar a sus hermanos y a su amiga

—Quiere decir que no somos bienvenidos—murmuro Isabella, pero solo el pequeño azabache la pudo escuchar y se tensó al instante.

—Miren... Yo pienso que debemos irnos—dijo Susan con un tono de preocupación ante lo acontecido.

—¿Pero y el señor Tumnus? —preguntaron Isabella y la pequeña Lucy con unas cuantas lágrimas en sus ojos pensando lo mal que la debería estar pasando su amigo.

—Si lo arrestaron por ser amigo de unos humanos, no creo que podamos ayudarlo—dijo Susan mitras veía como su mejor amiga abrazaba a su hermana para contener las lágrimas.

—No entienden, ¿verdad? —dijo Isabella llamando la atención de los Pevensie—Están hablando de nosotras, por nuestras culpase lo llevaron.

—Así es... Él nos ayudó y la Reina lo descubrió—secundo la pequeña Lucy a la pelicastaña que aún la abrazaba por la cintura.

—Debemos decirle a la policía—dice Peter mientras tocaba el brazo de Isabella.

—Ellos son la policía—regaño Susan a Peter, agitando el papel frente a su cara.

—Tranquilas, Lucy, Isa... Vamos a salvarlo, él...

—¿Por qué? —interrumpió Edmund a Peter quien trataba de darle ánimos de las pequeñas —. Bueno... Es un criminal—fue entonces que el sonido de un pájaro se escuchó y alguien les llamó la atención.

—¿Ese pájaro nos dijo.. "Pss" a nosotros? —pregunto Susan, fue entonces que Peter, el mayor, salió de la casa del fauno junto a Isabella, tras de ellos iban Susan y Lucy... Al final iba saliendo 

Edmund, la pelicastaña quería pensar en una manera de que todos, incluyendo al su nuevo amigo al Sr. Tumnus, estuvieran a salvo.

El sonido de unas ramas crujiendo asusto a los cinco niños, así como más llamando su atención, Las chicas Pevensie se acercaron a Peter quien las cubrió con su cuerpo mientras Isabella se acercaba a Edmund y lo tomaba del brazo, los niños temían lo peor.

—Es... un castor—dijo Lucy aliviada cuando vio a un café y regordete castor salir detrás de una montaña de nieve, Peter soltó la mano de Susan y poco a poco se fue acercando al castor con la mano extendida y chasqueando la lengua.

—No te la voy a oler si es lo que quieres—hablo el castor sorprendiendo a todos, menos a Lucy e Isabella que sonrieron complacidas y soltando una risita haciendo que Peter se sonrojara un poco.

—Oh... Lo siento—dice Peter sin entender todavía por qué las chicas seguían riendo, sonrojándose más de lo normal por lo que había asado.

—¿Lucy Pevensie?, ¿Isabella Backer? —pregunto el castor, las risas automáticamente pararon por aquella pregunta, las susodichas se acercaron a él mientras asentían y vio como este sacaba el hermoso pañuelo blanco que la pequeña Lucy le había dado al señor Tumnus, el castor se lo extendió y Lucy lo tomo entre sus manos con delicadeza.

—Lucy le regalo ese pañuelo al Señor...

—Tumnus... Me lo dio antes de que se lo llevaran—explico el castor mirando fijamente a Isabella.

—Pero ¿dónde está? —pregunto Isabella poniéndose al lado de Lucy, el castor miro en todas las direcciones y se acercó más a los cinco niños

—Vengan conmigo.

Las palabras del castor quedaron en el aire pues se giró y comenzó a adentrarse en el bosque, Isabella, Lucy y Peter lo siguieron instantáneamente, pero Susan tomó del brazo de la castaña y del rubio—¿Qué están haciendo?

—Tiene razón... ¿Qué tal si nos está engañando? —secundo Edmund a su hermano mayor.

—Dicen que conoce el fauno—contestaron Peter e Isabella inconscientemente.

—Es un castor... ¡No debería hablar! —se quejó levemente Susan.

—¿Todo en Orden? —pregunto la voz del pequeño castor a sus espaldas.

—Si, solo estábamos conversando—contesto Peter rápidamente.

—Espérense a estar a salvo—Lucy se giró a ver a todos lados y luego parra mirar a sus hermanos e Isabella.

—Los árboles oyen—explico y comenzó a caminar seguida por Isabella y Peter, mientas Edmund y Susan conectaban miradas de preocupación y les seguían atrás.

—Debemos darnos prisa, no quiero que se nos anochezca—dijo el castor tras un rato de caminar.

[...]

Después de un rato llegaron a una montaña en el cual, a sus pies se encontraba una hermosa madriguera de la cual salía humo.

—¡Que bien!, mi media naranja puso a hervir agua, nos dará una buena taza de té—dice el castor mientras bajaban la montaña de nieve.

—¡Castor!... ¿Eres tú?... Estaba angustiada, si descubro que estuviste con tu amigo el tejón... Oh... Esos no son los tejones... ¡Jamás pensé que viviría para ver este día! —exclamo una emocionada Castora saliendo de la madriguera, mientras observa a los cinco hicos para después girarse para mirar a su esposo —. Mira mi pelo, ni siquiera me diste 10 minutos para arreglarme.

—No hueras estado listo, aunque tuvieras un mes—se defendió el castor con dulzura causado la risa de los cinco chicos.

—Oh... por favor pasen, pasen les daré algo de comer y además compañía civilizada—dijo la Castora mientras se metía de nuevo a la madriguera, seguida de Lucy, Peter y Susan, Isabella estuvo a punto de meterse cuando escucho al castor hablar.

—¿Estás disfrutando la vista? —le pregunta el castor al pequeño azabache, pues este se había quedado mirando aquellas dos montañas que cubrían el castillo de aquella Reina Jadis, el pequeño le miro y negó con la cabeza, Isabella que le miraba dudosa dejo que él pasara por aquella puerta entrando detrás del él.

[...]

—¿No podemos hacer algo para ayudar al señor Tumnus? —pregunto Isabella, quitándole la pregunta de la boca al rubio que la miraba con una sonrisa.

—Se lo llevaron al castillo de la bruja, dicen... que muy pocos entran por esas puertas y logran salir—contesto el castor.

—¡Pescado y Papas! —interrumpió la señora castor al ver la cara de tristeza de la pequeña Lucy—. Pero hay esperanza, querida... Mucha esperanza ¿verdad? —el castor casi se ahoga con la pregunta de su esposa, pero este asiento para después agregar.

—Oh sí, hay bastante más que esperanza... Aslan está en camino—susurro el castor mirando a los niños con orgullo, pero estos le miraron sin entender.

—¿Quién es Aslan? —pregunto Edmund, el castor comenzó a reír pensando que era una broma que no supieran del susodicho, pero su esposa, la señora castor le golpeo y le hizo ver que era en serio lo que había preguntado el pequeño azabache.

—¿En serio no saben de Él? —volvió a decir el señor castor

—No llevamos mucho tiempo aquí—contesto Peter apenado.

—¡Es el Rey de todo el bosque, el verdadero Rey de Narnia...! —comenzó a explicar el castor, pero el pequeño azabache al no saber que era lo que estaba pasando y con ganas de unas delicias turcas, salió de la madriguera sin importarle el abrigo para ir hacia aquel castillo de la reina.

Isabella vio como el pequeño Pevensie salía sin avisar a nadie, pero tomo sus abrigos y salió tras él, logro verle a lo lejos, se abrazó a sí misma y corrió hacia él, pero los pasos del pecoso eran rápidos o quisa la castaña moría de frío y quizá por eso iba demasiado lento.

—¡Edmund Pevensie! —grito la joven Backer cuando estuvo algo cerca de él, haciendo que el azabache diera un salto.

—¡Me asustaste!, ¿Qué es lo que quieres? —pregunto el azabache molesto.

—¿Por qué te vas? —pregunto Isabella mientras se acercaba a él y le ponía el abrigo —. Cariño, los castores estaban siendo muy amable, incluso...

—¡Cállate! —dice el pequeño azabache a la pelicastaña haciendo que retrocediera un poco—. A veces no te entiendo, dejaste de hablarme por no creer en Lucy, les pedí disculpas, pero aun así me ignoraban, dime que quieres que haga para que volvamos a estar como antes, ¡SOLO DIME!

—¡Basta Edmund! —grito la pelicastaña, Edmund se asustó, sabía que Isabella cuando se enojaba nadie podía detenerla —. Que te quede claro, Peter dejara que le hables así, pero yo no, así que a mí no vuelvas a decir que me calle, por mucho que te quiera no voy a permitir esto y lo sabes.

El pequeño azabache no quería ir solo, pero tampoco quería compartir las delicias turcas que aquella mujer que se hacía llamar la Reina le había prometido, sin embargo, la joven Backer no dejaba de seguirlo, para asegurarse que estuviera bien.

—Ed, cariño ¿A dónde vas? —pregunto la pelicastaña mientras se acercaba un poco más a él.

—A ese castillo—contesto señalando un blanco y gran castillo.

—¿Por qué? ¿Cuándo te topamos en el bosque tú hablaste con la bruja verdad? —pregunto la pelicastaña.

—¡Sí!, ahora déjame en paz y regresa con los demás por favor, no quiero que vengas conmigo, puede que sea peligroso.

—¡No Edmund!, ¿Por qué le mentiste a Peter y Susan?, lastimaste a Lucy, es tu hermana menor, no sabes cuánto lloro porque le dijeron que estaba loca, deberías de protegerla, así como yo lo hago con ustedes, no para hacerle más daño como lo hace el idiota de tu hermano.

—Tú no entiendes, así que ahora vete—repitió nuevamente el azabache.

—Edmund, vámonos, regresa a la madriguera conmigo... Diremos que fuimos a dar un paseo o que perdí algo y me ayudaste, pero no vayamos ahí, siento que puede pasarnos algo.

—Pues yo no te pedí que vinieras, así que regresa tu sola por favor—el azabache dentro de su corazón se sentía feliz de que Isabella insistiera en no dejarlo solo como pensaba, Peter debería estar muerto de celos por preferirlo a Edmund y no a él, El pequeño azabache no quería hacerse ilusiones de que el fuera importante para ella, quisa si lo sabía, pero quisa no de la misma forma que él a ella.

—Ed, cariño yo te seguiré a donde vayas, pero volvamos, tengo miedo, yo...

—¡YA CALLATE ISABELLA! —exclamo el azabache, la castaña lo miro nuevamente sorprendida pues era la primera vez que la llamaba por su nombre, ambos se encontraban frente a las grandes puertas del inmenso castillo de la reina y el pequeño Pevensie no tuvo más opción que tomar la mano de la pelicastaña haciéndola adentrarse al castillo.

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