Capítulo 5
Mailén
🖤
When you work it out I'm worse than you
Yeah, when you work it out I wanted to
When you work out where to draw the line
Your guess is as good as mine
God put a smile upon your face — Coldplay
🖤
Es sábado y mi plan es quedarme dormida con el Netflix. No tengo fuerzas para nada, ha sido una semana estresante. Mike me dijo que mejorará, que ahora todos están estresados porque han descubierto que tendrán que volver a grabar varias partes.
El lunes empiezan. Hoy ni fuimos al estudio de grabación, Mike nos dio el día y lo único que he hecho es estar tirada en mi cama.
Nicolás ha notado que algo cambió. Intenté que no me incomodara demasiado el hecho de que es otro hombre del montón que opina que mi hermana es guapa, pero no pude. He sido profesional, eso no lo puede negar, y tampoco lo he vuelto a encerrar en el baño; es una ventaja, ¿no? Ayuda que Nicolás se ha mostrado cooperativo.
Mi deslumbrante compañero de trabajo, con tremendo six pack en el abdomen, se ha despertado temprano todos los días. A veces se distrae en las redes sociales, con sus miles de admiradoras que lo halagan hasta por sacarse los mocos, y se atrasa, pero cuando llego desayuna a toda velocidad para irnos.
Yo suelo acompañarlo comiendo uvas que siempre sirve para mí. Es el único momento del día en que conversamos sobre las grabaciones de los álbumes o de cualquier chisme en el medio artístico. Nicolás conoce a muchas personas y suele saber la otra versión de los hechos.
A veces hago algunas preguntas técnicas sobre música, porque lo he visto tocar el bajo eléctrico durante las grabaciones. El tipo es sexy, muy sexy, y logra que contemple más su rostro que los dedos sobre las cuerdas; claro que no le he dicho eso.
No hemos compartido otro momento extraño, menos mal. Ninguno se presta para eso, algo se rompió con su comentario sobre mi hermana y ahí quedó. Supongo que es mejor, no tengo mente para ningún tipo de relación.
Además, todavía pone ojitos de borrego cuando Gigi pasa cerca. Esa confidencia se mantiene, porque me patea despacio o empuja al notar que me burlo de su cara de enamorado. Tal vez lo nuestro será una amistad, quien sabe, eso no me molesta.
—¿Mai? —pregunta Nidia al otro lado de mi puerta—. ¿Puedo pasar?
—Claro.
Nidia entra a mi habitación y sonríe al verme acostada con la televisión encendida. Sólo me he levantado para desayunar y almorzar. Mi cena constará de frituras y palomitas, nada más.
—¿Piensas quedarte ahí echada todo el fin de semana?
—Por favor —sonrió y doy un golpecito al colchón al lado de mí—. Estás invitada.
Nidia ríe y toma asiento donde le indiqué. Sus dedos delicados apartan los mechones rubios de mi cabello y comenta que tendremos que aplicarle un tratamiento para evitar que se reseque por el tinte. Yo la dejo hacer lo que quiera con mi cabello, es la experta.
—Mike y yo vamos a salir, ¿no quieres venir? —pregunta con inocencia como si la pareja quisiera pasar un fin de semana en un antro o bar, sólo lo hacen por mí.
—¿No quieren ver series conmigo? No tengo energías para salir.
Nidia suspira.
—¿Es muy agotador tu trabajo? Mike dice que lo manejas bien, pero...
—Estoy bien. —La tranquilizo—. Los chicos son agradables, el trabajo me mantiene ocupada y es una ciudad hermosa.
—¿Y no quieres salir a conocer esa ciudad?
—No hoy...
—Mailén...
Mi celular recibe un mensaje, pero es de mi cuenta de admiradora secreta.
—Creo que me estoy acostumbrado, tal vez el próximo fin de...
Es una fotografía de Nicolás y Gigi. El mensaje que me envió una de mis seguidoras dice Nicolás la publicó rápido y la eliminó, pero que ella alcanzó a sacar una captura de pantalla.
En la imagen Gigi está recostada en el pecho de Nicolás y luce una gran sonrisa. Nicolás sonríe tanto como ella, se ve lleno de felicidad, incluso se dibuja ese peculiar hoyuelo a un costado de su sonrisa.
—Esos dos —ríe Nidia.
No escondí el celular, me tomó por sorpresa, pero no logra ver cómo conseguí la foto.
—Nicolás está loquito por ella —musito sin saber bien qué es lo que siento con esa información, es incómoda, pero cuando él está cerca no me hace sentir así, sino con ganas de molestarlo con el tema—. ¿Estuvieron mucho tiempo juntos?
—Algunos meses, ¿te ha contado?
—Insinuó un poco, no quise preguntar más.
Nidia asiente, toma el celular y contempla la imagen sin borrar la sonrisa.
—Mike me ha dicho que ustedes dos se llevan bien.
—¿Nicolás y yo? —Enarco ambas cejas, no sé si nos llevamos bien, o sea, sí... Ya dije que tal vez tendremos una amistad, pero no sé si ahora mismo somos amigos.
—Sí... Dice que tiene mejor actitud desde que lo estás ayudando a coordinar sus horarios.
—Es muy desordenado.
Nicolás no tenía una hora fija para ir al gimnasio. Por lo general salimos de la disquera a las cinco de la tarde, aunque no siempre, a veces es después. Él se iba al departamento, se dormía e iba al gimnasio hasta las ocho o nueve. Ahora va a las siete de la noche sin importar si el mundo se está acabando, así regresa más temprano, cena y duerme antes de la medianoche.
¿Cómo es posible que Nicolás cambiara tanto en poco tiempo? Porque elaboré su horario con muchos colores bonitos y un dibujito de un bóxer rojo al final, creo que entendió la indirecta.
—Espero que se le pase pronto lo de Gigi —suspira mi tía.
—¿Por qué?
—Porque ella va en serio con su novio... —dice en voz baja y mira hacia la puerta antes de volver a hablar—. Nos contó que probablemente le pida matrimonio antes de navidad.
—¡¿Qué?! —me incorporo sobre la cama. Nidia se sorprende—. ¿En serio? ¿Te dijo?
—A las chicas, todas estamos en un grupo de chat.
—¿Y Nicolás lo sabe?
—No... ¿Crees que deberíamos decirle?
La fotografía en el refrigerador regresa a mi mente y la forma en que la guardó en su pantalón; también recuerdo su tono de voz al hablarme de ella. Eso no está en el pasado para Nicolás, sino que es su presente y, sin conocerlo demasiado, puedo asegurar que aquello lo lastimará.
—No sé... Gigi debería.
Nidia asiente.
—Hablaré con ella.
—Gracias.
Mi tía ladea el rostro y esboza una sonrisa amable.
—No sabía que te preocupaba tanto Nicolás.
Tardo en encontrar qué responder, es que yo tampoco lo sabía.
—Es un buen chico —resumo tras tartamudear unos segundos.
—Sí, lo es... —coincide—. Bueno, ¿entonces no nos honrarás con tu presencia?
La imagen en mi celular llama por mí, ¿cuándo fue? ¿es una foto actual o no? Nicolás se ve igual que ayer, es probable que sea de ahora mismo, ¿estarán juntos? y ¿qué dirá el novio de Gigi?
Soy una mala admiradora, otra en mi lugar sabría con exactitud que está haciendo cada uno. Podría averiguarlo con una llamada para corroborar algún compromiso de sus agendas, pero ¿qué sentido tiene?, ¿por qué me importaría saber si están juntos?
—Está bien.
Nidia me abraza con fuerza y, cuando se aparta, dice:
—Te maquillaré preciosa, ya verás. Será nuestra gran noche para celebrar tu éxito en el trabajo.
—Eso me agrada —admito.
Mi tía sale de mi habitación desbordada felicidad.
La chica que me ha enviado el mensaje espera por mi respuesta. Agradezco con una carita y publico la fotografía con sus respectivas cuentas etiquetadas y hashtags. No estoy haciendo nada malo, creo. Y no soy la única persona que tiene esa imagen, con una simple búsqueda descubro que ya varias cuentas de admiradores la han publicado.
El último hashtag que he colocado a la fotografía captura mi atención: «#NiGiCoupleGoals».
Sí, necesito una noche libre. Mi mente me está jugando mal, sólo es eso.
🖤
Las personas, en la pista del club nocturno, bailan al ritmo de una canción de Gustavo. No hemos elegido el Arabella porque podrían reconocer a Mike, así que vinimos al Calliope, otro negocio que pertenece también a Federico, dueño de Arabella, pero donde sólo tocan música electrónica.
El DJ de la noche está mezclando varias canciones de Gustavo o Gustaf, como lo conoce la mayoría. Mike me ha dicho que odia ese apodo, aunque sabe que es necesario en el medio.
Nidia está bebiendo un colorido coctel mientras nos cuenta entre risas su semana en el salón de belleza. Mike la contempla como lo hace sólo un hombre enamorado, como si todas las luces del lugar recayeran sobre la piel trigueña de su esposa. Ella se mueve un poco sobre su asiento al ritmo de la melodía, por instantes levanta una mano y señala al DJ mientras grita lo mucho que le gusta esa canción.
—Ese tipo dominará el mundo —comenta Mike, tiene que levantar un poco la voz para hacerse escuchar—. Sus canciones están en primera posición y ni se ha lanzado el álbum, será la locura.
—¿Vendrá a grabar algo más? —pregunto con interés. Gustavo es una figura misteriosa que me encantaría conocer, lo admito.
—Sí, tal vez el próximo mes, ahora mismo está enamorado con su bebé y no le interesa nada más.
—¡Es que está preciosa! —suspira Nidia—. ¡Tiene los ojos grises de él!
No he visto fotografías, no han publicado ni una en las redes, así que sólo puedo imaginarlo.
Nidia dirige una de esas miradas ilusionadas a Mike. Ya puedo verme como tía, sé que pronto nos darán una noticia así. Al principio Mike se espantaba mucho con la idea de ser padre, ahora creo que incluso le gustaría que pasara.
Observarlos me hace sentir un poquito de envidia, pero de esa que logra cuestionarte. Es decir, ¿algún día tendré a alguien así para mí? No lo sé, son situaciones que cada vez encuentro más imposibles.
—¡Vamos a bailar! —exclama Nidia.
Mike niega, dice que está cansado. No me queda otro remedio que acompañarla, descansé todo el día por lo que tengo un poco de energías.
Nidia toma mi mano y me guía hasta el centro de la pista. De inmediato se convierte en la excelente y sensual bailarina que se mueve al ritmo de la música; incluso unos chicos se detienen a mirarla.
Yo no sé si bailo bien o mal, pero me gusta. Intento seguirla y pronto me descubro compartiendo su sonrisa en medio de saltos y giros. Los chicos ahora nos miran a ambas, aunque sé que Nidia destaca mucho más con su vestido ceñido en color dorado. A mí me ha prestado uno negro corto y con mangas largas; creo que me hace lucir más delgada de lo que soy.
Me cuesta mantener el ritmo por más de dos canciones. Mi respiración se entrecorta, pero no quiero pedirle parar. Se divierte tanto y luce tan feliz que me gustaría verme así sin forzarme a sentirlo. Mi baile alegre cambia por uno tranquilo, mas intento continuar sonriendo hasta que ella nota que algo no está bien.
—¿Quieres parar? —pregunta cerca de mi oído—. Te ves agitada.
—Estoy bien... —miento—. Una canción más, ¿te parece?
Ella acepte nada convencida. Ya no baila como antes, sino que está atenta a cada centímetro de mi rostro.
La canción ni ha terminado cuando me toma de la mano para regresar a la mesa. Intento sonreír, no quiero echarme a llorar en plena pista cuando se supone que vinimos a divertirnos, pero cuesta. Tomo aire varias veces mientras mi vista escudriña el camino a nuestro paso.
Y encuentro unos ojos castaños conocidos, unos que estuvieron demasiado cerca y que provocaron un momento extraño que no se repitió.
—¿Qué hace Nicolás en la mesa? —espeto y me detengo con brusquedad.
Nidia gira hacia mí, sorprendida.
—¿Pelearon?
—No, pero ¿qué hace aquí?
—No sé, vienen seguido, ¿te molesta?
—No, no es eso...
Mi tía no comprende, intenta decir algo más, pero Mike la llama.
Me adelanto antes de que Nidia me detenga y llego primero a la mesa. No miro a Nicolás, enfoco toda mi atención en Milo y Henrik que también están aquí, pero que no noté por concentrarme en el cíclope.
¿Cómo es posible que ignorara la presencia vikinga de Henrik?, ¿qué me sucede?
—Hola, Mai —saluda él—. Te ves muy diferente con el cabello suelto.
—La convencí de traerlo así —dice Nidia a mi lado—. Ella prefiere llevar la coleta como niña buena.
—Soy niña buena —objeto, apenada, ¡es increíble que alguien con el cabello como Henrik note un cambio en mi peinado!
—No sabía que iban a venir, lo juro —interviene Mike.
—No importa, mejor —sonríe Nidia y toma asiento al lado de su esposo.
El único banco libre, alrededor de la diminuta y apretujada mesa, es a un costado de Nicolás. Su presencia masculina consigue intimidarme cuando tomo asiento, incluso me estremezco y los nervios recorren mis manos. No creo que sea por algo confuso, sino que se ve bien, demasiado bien. Ya lo he visto como Diosito lo trajo al mundo, pero es diferente notarlo listo para salir en busca de otra Erika Estefanía.
—Te ves bien con el cabello así —opina cerca de mi oído y hasta suelto un brinquito. Su voz es linda, gruesa y tierna, ¿es una mezcla comprensible? No sé, pero ese es el tono que usa al hablarme y con el que logra erizar cada centímetro de mi piel.
—Prefiero llevarlo recogido. —Lo miro de soslayo y me arrepiento, ¿por qué lo hice?
Lleva una camisa café oscura que acentúa el tono claro de sus ojos y un pantalón negro con una cadena en un costado; sabe elegir su ropa. El cabello está peinado de forma casual, sus ondas caen rebeldes sobre la frente y el aroma de su colonia hace estragos con la voluntad de la mujer más casta del planeta Tierra.
Desvío la mirada y me topo con los ojos verdes de Milo. Tiene una sonrisita que no me agrada, una que dice que ha notado algo que los demás no, quizá ni yo.
—Estábamos en la casa cuando nos animamos a venir. —Capta mi atención la conversación de Henrik—. Gigi tenía un compromiso con su novio y ya no pudo.
Entonces estaban juntos. La fotografía es de hoy.
—Sí, vi la foto —comenta Mike con cierta molestia—. Ya les dije que no pueden hacer eso, Nicolás.
—Es sólo una estúpida foto —espeta éste—. La borré, ¿no fue suficiente?
—Obviamente no, porque todos la tienen —ríe Mike—. Mira, no me interesa qué tipo de relación tiene ustedes, pero sí van a publicar fotos entonces formalicen.
—No somos nada más que amigos.
—Eso no parece en la foto, lo sabes. Ella tiene una relación seria que todos adoran, no te metas ahí, sólo lograrás ganarte el odio de muchos.
El mesero salva el momento al llegar con sus bebidas. Yo pido otra limonada y echo un vistazo a Nicolás, está enojado. Ya no vuelve a meterse en la conversación, se mantiene callado bebiendo su cerveza y en el celular.
—Mai, ¿cómo le haces para que te obedezca? —inquiere Milo con su acento brasileño que consigue hacerme sonreír.
—No es que me obedezca, él...
—La primera mañana se metió a la casa por las malas y me encontró desnudo —interrumpe Nicolás mientras mi cara se congela, presa del pánico, ante las reacciones sorprendidas de todos en la mesa—. Y la segunda me persiguió por todo el departamento hasta encerrarme en el baño. Es una psicópata.
Mike enarca muy despacio una ceja sin saber a quién mirar, si a mí o a Nicolás que ni ha levantado la vista del celular.
—Puedo explicarlo...
—¿Que estás loca? —añade pimienta Nicolás.
¡Este me va a escuchar!
—¡¿Loca yo?! ¡Tú eres el que no sabe cerrar su puerta con seguro! ¡Estabas ocupado examinándole hasta la laringe a Erika Estefanía y no cerraste!
—¡Pues sí! —exclama y, por fin, me mira—. ¿Tienes algún problema con eso?
—¡No! ¡Pero no me culpes por entrar cuando eres tú el irresponsable que no cierra la puerta! ¡¿Cómo iba a saber que estabas paseándote desnudo por el departamento?!
—¡Porque es mi departamento!
—¡Ya era tardísimo! ¡Todos estaban en la disquera y tu en pelotas sin bañarte!
Acuno mis manos para demostrar que literalmente sus pelotas estaban en el aire. Debería agradecer que no mencioné a su cíclope perforado, aunque ni lo vi.
—¡Y el segundo día me perseguiste hasta encerrarme con llave en el baño!
—¡Y elegí tu ropa, no lo olvides, eh! ¡¿Por qué no les cuentas eso?! —reto y cruzo los brazos a la altura del pecho—. ¿O lo cuento yo?
—¡Mike! —grita Nicolás con el rostro sonrojado frente mi expresión de victoria absoluta—. ¡Controla a tu sobrina!
—Yo veo que ustedes se controlan bien —ríe Mike.
Su comentario me hace flaquear, ¿qué quiso decir?
Nidia suelta una carcajada al ver mi reacción, creo que mi rostro se ha convertido en una masa roja. Henrik y Milo intercambian una mirada y ríen bajo.
—Es el espermatozoide —burla Henrik e intenta revolverle el pelo, pero Nico lo aparta de un manotazo—. Así lo queremos.
—¡La loca es ella! ¡No yo! —insiste Nicolás y me señala.
—Pues ella consigue que cumplas en la disquera, así que tiene mi aprobación absoluta —dice mi tío en medio de la risa—. Un brindis por la niñera de Nicolás.
Ay, no, genial. Todos, menos Nicolás y yo, levantan sus bebidas para brindar por mí. Después rompen en risa.
—Me voy a fumar —masculla Nicolás y abandona la mesa.
Lo miro alejarse hacia la puerta principal, es alto, tardo en perderlo de vista. Me gustaría que hubiera menos gente, cuando estamos solos es más agradable y podemos conversar de varias cosas.
—No te preocupes —me dice Henrik cuando regreso la atención a la mesa y noto que me observaban—. La está pasando mal con todo el tema de Gigi.
—Y la pasará peor... —suspira Milo—. Gigi apenas nos contó.
Parece que todos, menos él, saben del posible matrimonio de la guitarrista.
—No, todavía —contesta Nidia—. Gigi debería hablar con él.
—Oh, eso no terminará bien —niega con vehemencia Mike—. Nicolás tendrá uno de sus episodios y se irá al carajo.
—¿Episodios? —inquiero.
Los chicos intercambian una mirada, sólo Nidia mantiene la atención en mí.
—Nicolás de verdad está manejando mal todo el tema de Gigi, Mai... Ha ido a buscarla borracho y llorando, incluso hasta casa del novio. El hombre es muy comprensivo, pero todo tiene un límite.
—Como si no supiera que nada de eso funciona, sino que le pregunten a Dimas —señala Henrik. No entiendo de qué hablan, ¿Dimas hizo eso?
—Es que Gigi es preciosa —opino. La he visto varias veces en la disquera y siempre logra que me quede embobada apreciando su belleza—. Creo que es normal que se sienta así.
—Pues sí, pero ella ya fue clara —explica Henrik—. Nicolás debe grabar con nosotros y no sé, temo que las cosas estén tensas.
No sé si podré estar con ellos, suelo estar con Mike y él está más enfocado en Gray porque van con mucho atraso.
—No pongas esa cara, Mai, puedes dejarlo con su actitud de mierda cuando quieras —intenta tranquilizarme Mike.
Estoy a punto de explicar por qué mi expresión, cuando mi celular vibra adentro de mi pequeño bolso cruzado sobre el pecho. Es mi madre, la que debió llamar hace días, no hoy.
—Un momento —murmuro, nadie me escucha.
Contesto la llamada, pero el volumen de la música hace imposible que escuche algo. Abandono mi asiento y me abro paso hasta la entrada principal. No me detengo ni cuando el único ruido proviene del tráfico, las voces de quiénes hacen fila para entrar y el sonido amortiguado de la música electrónica.
—¿Mamá? —inquiero. No sé si ya colgó.
La escucho suspirar y, en automático, me enojo. Es el clásico suspiro de «Ya nos decepcionaste otra vez, ¿por qué no puedes ser como tu hermana?».
Me detengo a un costado del valet parking a esperar que mi madre termine de planear cómo hacerme sentir mal.
—¿Y no pensabas llamarnos para decirnos que te mudaste?
Aquí vamos. Froto el puente de mi nariz y cierro los ojos, ¿es en serio?
—Se los dije. Incluso mandé foto de mi boleto de avión, ¡ahí esta la fecha y hora! Ni uno de ustedes fue a despedirme...
—¡Lo mencionaste una vez!
—¡Y seguía siendo el mismo vuelo cuando me fui! Si lo hubiera cambiado les habría avisado...
—Mailén, ese día tu hermana tenía una entrevista importante, ¿no podías cambiar el vuelo? Tampoco estuviste ahí para apoyarla.
—¡Mi hermana tiene entrevistas todas las semanas, madre!
—¡¿Por qué eres así con ella?! ¡¿No ves lo mucho que se esfuerza?! Y tú, como siempre, de egoísta pensando sólo en ti.
—¡Ella tampoco me ha hablado para preguntar cómo estoy!
—¡Ay, por favor, Mailén! ¡Está muy ocupada! ¡¿Y tú qué estás haciendo?! ¡¿Perdiendo el tiempo con tu tío y haciéndolo perder el tiempo también?!
—¡Soy buena en mi trabajo! —grito. El chico del valet parking se asusta—. ¡No estoy perdiendo el tiempo!
Mi madre calla un momento y vuelve a suspirar. De pronto, me duele la cabeza y siento el estómago revuelto.
—Tu hermana entrará a un reality show importante, Mailén. Tú sabes cómo afecta esto en la carrera profesional de los atletas, ¿verdad? Necesita que estés aquí, que estemos juntos, para que graben las cápsulas y...
—¿Quieres fingir que somos una familia feliz? —interrumpo, ofuscada. Siento que ni puedo respirar, fuerzo el aire a entrar en mis pulmones porque parece aferrarse a mis fosas nasales y negarse a bajar. No puedo creer nada de lo que estoy escuchando—. ¿Quieres que ella gane rating con el cuento de la familia unida que ha superado adversidades?
—No, Mailén, esa es la verdad... ¡Somos una familia unida que...!
—Vete a la mierda —espeto. Mi mano tiembla, no puedo mantener firme el celular sobre mi oreja—. Tú, papá y ella, que se vayan a la mierda.
—¡Mailén! ¡No te voy a permitir...!
—¡Y yo no les permito que hablen de mí! ¡Si me menciona una sola maldita vez voy a desenmascararlos en la televisión y sabes que lo haré!
Corto la llamada. Mi mano cae y noto que mi visión es borrosa, estoy llorando. Maldición, estoy llorando como si no existiera un mañana, pero ¿qué más puedo hacer?
¿Cuántos días esperé por su llamada? Siempre fue así. Nunca tuvo tiempo para mí, sólo para los eventos de mi hermana.
Mis padres no iban a las juntas escolares y mis regalos de cumpleaños constaban de cosas de medio uso. Todo el dinero lo empleaban en los entrenadores, nutriólogos, médicos, vestuario y cualquier cosa que mi hermana pudiera necesitar. En las navidades mi regalo era uno, los de ella rodeaban el árbol navideño.
Mi existencia siempre los perjudicó. No sé para qué me tuvieron si tanto les he estorbado.
Giro en busca de un muro donde recargar el peso que me doblega cuando me encuentro con Nicolás. Su expresión confiesa que escuchó aquella conversación y eso me hace sentir peor. Las lágrimas caen con más fuerza, no sé ni qué decirle, ¿cómo podría justificar lo que ha escuchado? Hasta el tipo del valet parking me mira con lástima.
Nicolás se acerca. Levanto la mano para impedirle avanzar más, pero la aparta y tira de ésta para envolverme en sus brazos.
Y me derrumbo. Embriagada por su calor, su colonia y la presencia masculina; permito todas las lágrimas salir sin restricciones. Rodeo su cuerpo con mis brazos temblorosos y clavo los dedos en su camisa. Él me abraza con más fuerza, es como si intentara absorber mis sollozos y quitarme de alguna forma el dolor que me domina. No me pide que me calme ni cuestiona nada, sólo se queda ahí cobijándome con su cuerpo y el latido rápido de su corazón, ¿por qué late así? Me gusta ese sonido ronco y tierno, como su voz, así late su corazón; un sonido potente como el de un bajo eléctrico. Es un latido bonito y fuerte, como él.
Oh, mi cabeza es un desastre, no sé qué estoy pensando.
—Perdón —musito y me aparto un poco, pero no demasiado, no quiero salir del calor de sus brazos—. No quería que escucharas eso.
—Creo que lo escucharon como veinte personas —bromea con una sonrisita que marca su hoyuelo y, sorprendentemente, me descubro sonriendo.
—Qué pena...
—No importa, en serio... No quise escuchar, estaba fumando y...
Tiene el vaper en la mano, lo siento en mi espalda. No suele fumar cigarros, sólo esa maquinita.
—Lo sé, lo sé... Llegué gritando como loca.
—No estás loca, perdón por decir eso.
Encojo los hombros, sus manos resbalan un poco y nuestro abrazo está a punto de desaparecer.
—A veces me pongo un poco loca...
Nicolás niega.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—¿Podrías? No quiero arruinar la velada a Nidia y Mike, sólo avisaré por mensaje que me voy... Ellos entenderán.
—Sí, claro.
Nicolás habla con el chico del valet parking para pedir su automóvil mientras escribo un mensaje corto a Nidia. No tengo que decir mucho para que entiendan.
Mailén: Llamó mi madre. No me siento con ganas de celebrar, Nicolás me llevará a casa. Diviértanse, los quiero.
No verá pronto el mensaje, es de las que guardan el celular cuando sale con sus amigos.
Nicolás se detiene a mi lado, sonrío y pasa un brazo sobre mis hombros. No quiero sentirme así con su proximidad, pero mi cuerpo no entiende de razones. Estoy sonrojada, feliz, triste, nerviosa, con ganas de llorar, gritar y también bailar.
Él no se aparta hasta que llega su automóvil y permito que abra la puerta para mí. En el interior me relajo y aguardo a que suba. Enciende el aire acondicionado y su estéreo, una canción de Coldplay nos envuelve.
Las lágrimas caen en silencio. Él no pregunta, yo no hablo, no puedo hacerlo. Detesto recibir la lástima de quiénes conocen mi situación con mi familia, ¿no se supone que es ésta la que debe apoyarte y cuidarte? En mi caso no, recibí muchas cosas de ellos, menos las esenciales. Todo lo que soy no es gracias a ellos, es a pesar de ellos. La Mailén de hoy ha peleado sola sus batallas toda la vida, no le asusta hacerlo, pero a veces se rompe y llora.
Nicolás se detiene en un semáforo, se inclina hacia la guantera frente a mí y saca un paquete de pañuelos desechables. Agradezco con una sonrisa.
—Eric cantaba canciones de Coldplay para Aura —comenta cuando pone en marcha el vehículo. Una sonrisa nostálgica decora su rostro.
—¿En serio...? Me parecía más del tipo Rammstein.
Él ríe y, no, mi pecho se oprime.
—Es bastante cursi con ella.
—Lo he notado en las redes.
—¿Lo seguías desde antes?
—A todos, sí —admito, ya qué, no puedo pasar más vergüenza—. Soy una gran admiradora.
Nicolás me lanza una mirada rápida, tiene el ceño fruncido, y luego vuelve a concentrarse en el camino.
—¿Tú? No lo pareces.
—Soy una profesional —agrego—. Mi trabajo es punto y aparte.
—Sí, ya me di cuenta.
Eso me hace reír bajito. Limpio mis lágrimas con el pañuelo desechable y, cuando miro a Nicolás, lo encuentro observándome, pero desvía rápido la mirada de regreso a la calle.
—¿Y tú has cantado canciones cursis para alguien?
—Sí —suspira—. Para Teresa, mi primera novia.
—¿Sólo para ella...?
Nicolás ríe otra vez. Entiende de qué hablo y no le molesta, menos mal. Necesito distraerme con algo o romperé en llanto de nuevo.
—Ya sabes a quién más.
—¿Gigi?
—Sí.
Giro en mi asiento, tengo que jalonear el cinturón de seguridad, y mis movimientos hacen que Nicolás sonría.
—¿Cuáles?
—No te voy a decir...
—Anda, dime, no le contaré a nadie.
—De seguro venderás la información.
Si supiera de mi página de admiradora creo que me sacaría de su auto de una patada.
—Nunca, lo prometo. —Levanto una mano—. Puedes confiar en mí.
Él suspira, parece a punto de confesarlo y, en el último instante, niega.
—No, no, no te diré.
—¡Cíclope!
—Veo que ya te sientes mejor.
—¡Necesito saber esto! Los hombres que cantan canciones cursis a sus novias son de lo más dulce.
—Ella nunca fue mi novia...
—Oh, pero quieres que lo sea, ¿o no?
Relame sus labios, el arete sobresale por un instante y mi vista se queda en su boca. Gigi debe haberlo besado muchas veces, incluso hecho el amor y, vaya, no sé; esto es raro.
—Ella tiene otros planes —dice con voz seria.
Bueno, tampoco quiero deprimirlo hablando sobre la mujer de la que está enamorado.
No sé por qué siento un hormigueo extraño en el pecho.
—Nunca has cantado en una canción de la banda, ¿verdad?
—No, sólo los coros, lo mío no es el canto.
—Pero ¿lo has intentado?
—No, soy un músico bastante mediocre.
—¿Mediocre? —Enarco las cejas. Lo he visto con el bajo eléctrico, cómo los acordes flotan atrás de sus párpados mientras toca—. No eres mediocre, Nicolás. Eres muy bueno.
—Si me comparas con los demás, soy mediocre.
—No te puedes comparar con los demás.
—¿Por qué no?
—Porque eres único, Nicolás.
Su mirada sorprendida expresa lo mismo que yo, ¿por qué dije eso? ¡Ay, no! ¡Se escuchó como si fuera una niña enamorada y sólo quise animarlo! ¡Nada más! No es porque lo encuentre increíble ni porque en poco tiempo me he encariñado con su presencia, claro que no, eso jamás.
—Gracias... —musita.
Ya ni hablo, antes de que arruine más el momento. Tal vez debí seguir llorando como posesa en lugar de hacer el ridículo de semejante forma.
Permanecemos en silencio hasta que llegamos a mi casa. Estoy pensando en cómo despedirme sin morir de pena cuando Nicolás recibe una llamada de Mike.
—Ya estamos en la casa, ¿qué...? Sí, está bien... —Él cuelga, me mira y se demora lo que me parecen tres horas en volver a hablar—. Mike dice que ya están viniendo para acá, pero que si puedo acompañarte en lo que llegan.
—Oh, exagera. —Pongo los ojos en blanco—. No te preocupes, puedes ir a casa.
Nicolás juega con el arete en su lengua, emite ese ruidito peculiar, ¿se sentirá extraño besar a alguien con un arete en la lengua? La idea me sonroja, ¿por qué pienso esas cosas frente a él?
Trabajo, Mailén, trabajo.
—Prefiero quedarme, ¿te molesta?
—No, para nada... Está...
Nicolás no espera que termine de hablar. Baja y se apresura a redondear el auto para abrirme la puerta. Tomo su mano y me ayuda a salir, ¿está bien sentirme halagada por estos pequeños detalles? Nunca he necesitado de un hombre que me abra la puerta, ni creo necesitarlo, pero se ha sentido bien.
Mis manos tiemblan un poco mientras busco la llave de la reja en mi pequeño bolso. Todas las luces del jardín están encendidas, así que cuando entramos, nos regalan un paisaje que parece sacado de una película de alto presupuesto.
—Hace unos meses vine a una fiesta —comenta Nicolás y cierra la reja.
—Mike me contó —rio. Estaba furioso sólo con el recuerdo—. Dijo que todo era un desastre.
—Creo que nos excedimos un poco...
Intento no mirarlo, sino que mantengo la vista fija en mis pies mientras nos dirigimos a la puerta. Por suerte ya tengo la llave en la mano o demoraría otras mil horas en buscarla, todo por culpa de unos nervios tontos que no sé por qué están aquí. Tal vez la llamada de mamá me ha afectado demasiado.
—¿Quieres tomar algo? —pregunto al entrar.
—Agua, por favor.
Me sigue a la cocina. Conoce la casa, no necesito explicarle, y aguarda a que le sirva un vaso de agua helada.
Es muy alto, tengo que levantar la mirada para verlo a los ojos y, cuando lo hago, de inmediato vuelvo a mirar el suelo.
No debimos abrazarnos, eso fue extraño. Podría complicar todo, tal vez Nicolás piense que quiero sexo. Para él eso no sería un inconveniente, para mí tampoco, pero es un compañero de trabajo y en ese caso está prohibido.
Pero el sexo con Nicolás debe ser muy bueno... He recibido mensajes de chicas que juran haberse acostado con él y me han dicho que fue el mejor sexo de sus vidas. No sé si dijeran o no la verdad, tal vez sí...
—God put a smile upon your face.
—¿Qué? —inquiero, sobresaltada al salir de mis pensamientos sobre sexo con él.
Nicolás se recarga en la meseta, bebe un poco de agua y responde:
—Esa canción le canté a Gigi.
—No es precisamente romántica...
—Pero tiene sentido, sentí que era algo de nosotros.
—Es una canción hermosa.
Él hace un asentimiento.
Es una de mis canciones favoritas y creo que la letra va bastante bien con la situación que ellos atravesaron. No sé si alguna vez lo escuche cantarla, pero con imaginarlo logra inquietarme. Debe ser un espectáculo, espero que Gigi valore esos recuerdos.
—Lamento lo de hoy, todo —dice de forma lenta, como si arrastrara las palabras en una especie de ronroneo que me estremece—. No quise exponerte así con los demás, sólo estaba de mal humor por lo de la fotografía y... —Calla un momento, pero sé que dirá algo más—. La borré porque Gigi enfureció, se enojó y me pidió a gritos que borrara eso, pensó que era una foto inocente para mí.
—¿Y por qué la publicaste?
Él suspira, deja el vaso de agua sobre la meseta y cruza los brazos.
—Creo que quería molestar a su novio tuerto.
—Nicolás —reprendo.
El novio de Gigi sufrió un accidente que lo hizo perder un ojo. No usa ojo de cristal, sino que lleva un parche. La pareja luce muy bien, ella con todos sus tatuajes y sensualidad mientras que él parece un pirata moderno que decidió ser empresario en el último momento.
—Perdón, eso estuvo mal —reconoce, apenado—. Su novio empresario, ¿contenta?
Asiento.
—Pero eso puede traerle problemas a Gigi...
—Lo sé, fue estúpido... Es sólo que pensé, no sé, ¿ya viste a los demás? —Baja los brazos y señala hacia un lado como si todos sus amigos estuvieran en la cocina—. ¿Cómo encuentran esas relaciones? Es imposible, creí que ella y yo...
Claro que entiendo su punto, he sentido lo mismo hace un rato cuando vi a Nidia y Mike, ¿cómo logran enamorarse así de alguien que los corresponde? Esas escenas te hacen preguntarte si alguna vez vivirás algo similar, parece imposible.
—Nicolás... Gigi es preciosa, entiendo perfectamente lo que sientes por ella, pero si ha decidido que no quiere estar contigo, pues...
Él traga con fuerza, su manzana de adán baja, y me conmueve verlo tan afectado por ella.
—Soy tan patético...
—¡No! —exclamo por lo bajo y me acerco hasta encontrar su mirada—. No lo eres, Nicolás. Tampoco eres mediocre, ¿entiendes? Eres un gran músico con una voz linda... Estoy segura de que Gigi, a pesar de todo, recordará esos momentos con cariño...
Nicolás sonríe y murmura un agradecimiento bajo.
—Y tú eres muy buena en tu trabajo —comenta a escasos centímetros de mí. Su mirada me envuelve y regresa al sitio cálido en el que me sentí entre sus brazos—. Lamento mucho lo de tu madre.
—Gracias...
Coloco una mano sobre su abdomen, por arriba de la camisa, y percibo los músculos por debajo de la tela. He visto su cuerpo desnudo, es increíble, como él, y provoca deseos de recorrerlo despacio.
Me pregunto si las chicas con las que ha estado se han tomado el tiempo de delinear cada músculo, contemplar su mirada castaña, enredar los dedos en su cabello y probar sus labios una y otra vez hasta que sientas que puedes llevar esa sensación en el pecho por días.
Creo que su aroma varonil mezclado con el de su colonia hacen estragos con mis pensamientos.
Nicolás no se aparta cuando me siente mover la mano sobre su ropa. Estoy segura de que nota que busco sentir sus músculos, creo que incluso hace un poco de fuerza para que los note más. Qué espécimen tan bello de hombre, no puedo describir de otra manera todo lo que es Nicolás.
Mi otra mano está celosa. Toma voluntad propia al detenerse en su hombro, es duro y firme. Recorro por un costado hasta su clavícula, Nicolás ladea un poco el rostro para dejarme sentirlo bien, sin impedimentos.
El ruido del portón llega hasta la cocina. Mike y Nidia han llegado, en cualquier momento entrarán, pero no quiero apartar las manos de su cuerpo.
Nicolás toma la mano que estaba en su abdomen y me besa en los nudillos, es la primera vez que siento sus labios. Son suaves, «besables», y se quedan un momento más sobre mi piel.
Mi cuerpo entero está caliente, no sólo mi rostro. Mis mejillas deben estar rojas y creo que mi corazón late más fuerte de lo que ha hecho en su vida.
Esto está mal, Mailen, tan mal, pero ¿qué estamos haciendo?
—Ya llegaron —murmura sobre mi piel—. ¿Te veo el lunes?
—Claro. Despierta temprano para llegar a tiempo a la disquera.
Él asiente, suelta mi mano y aparto la otra de su cuerpo.
La puerta principal se abre y en menos de cinco segundos Nidia y Mike entran a la cocina.
Nicolás termina su vaso de agua, yo estoy lavando unos platos que se quedaron sucios. Nadie jamás podría decir que aquí, en unos cuántos minutos, sucedió otro de esos momentos extraños que son tan malos que me hacen sentir mejor que nunca.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top