Capítulo 23

Mailén

🖤

He tenido citas, claro que sí, y no todas con Vic, sino que he salido con otros chicos que no pasaron de eso. Aun así, siento que esta es mi primera cita, porque nunca me puse tan nerviosa al punto de leer tres veces el menú porque no entendí nada las primeras dos.

Nicolás eligió el restaurante que está en el edificio vecino, es su favorito. La vista es formidable y sopla una agradable brisa. La música ambiental es bossa-nova, Milo entendería lo que cantan. La noche anterior cantó una canción de MalaVentura en portugués y Henrik casi se derritió arriba de la mesa.

La mesera me pregunta si quiero otra limonada, acepto y se marcha con mi vaso vacío. Nicolás ha salido a hablar con su mamá en el celular, pues la mujer quiso hacer una compra en línea y dice que le rechaza la tarjeta; Nico salió a explicarle paso por paso cómo realizarla.

Desde aquí puedo ver el departamento de Milo y Henrik. Las luces están encendidas, pero es imposible distinguirlos. Supongo que estarán viendo televisión, no sé, anoche me enamoré un poco más de esa pareja.

Henrik se quedó muy cerca de mí después de ver que casi me desmayo sobre la pasta. Quería preguntarme por qué he reaccionado así, pero no puedo hablar de eso con nadie. Evité quedarme sola, me pegué como garrapata a Nicolás. Todos creerán que fue por celos, pero no, sólo no quería que Henrik me atacara con preguntas que no sé responder.

Nicolás durmió conmigo en casa, estaba un poco borracho y nos despertamos hasta pasado el mediodía. Desayunamos en la cama y me invitó a nuestra primera cita, así que aquí estamos.

Y sé que debería hablar con Nicolás sobre esa petición, pero ¿qué le diré? Tal vez debería hablar primero con Karam, averiguar más o investigar por mi parte y luego hablar con él. Porque, luego de reflexionar por horas mientras Nico dormía a mi lado, noté que en ese momento Karam no lucía como un hombre enamorado.

Nicolás regresa a la terraza del restaurante. Evito suspirar por dignidad, porque luce guapísimo con la camisa café clara y el pantalón de mezclilla. Su actitud logra que se vea bien con lo que sea.

—Perdón... Mi mamá quería comprar unas cortinas —dice cuando toma asiento frente a mí—. ¿Pediste otra limonada?

—Sí, me acabé la anterior.

Sonríe.

Sonrío.

¿Se nota que estamos nerviosos? Es tonto después de lo que hemos compartido, pero también tierno. No sabía lo que era sentirte así por una persona, no planeaba sentirlo.

Nicolás extiende la mano hacia mí y roza mis dedos. La mesera llega con otra limonada y se embelesa con Nico, ni me mira cuando coloca la bebida frente a mí. Él la ignora, ni se ha fijado de eso, sino que me observa sin borrar la sonrisa de sus labios.

—Me gusta este restaurante —comento cuando la mesera ignorada se marcha.

—Es bueno. Eric viene seguido con Aura, Henrik y Milo también.

Su mano sujeta la mía, debemos vernos muy cursis y ñoños con estas sonrisas torpes en los rostros.

Creo que me perdí de mucho por no experimentar esto antes. Besé otros labios y estuve con alguien antes, pero por todo lo demás Nicolás es el primero.

Nicolás me cuenta sobre el álbum. Ya no ha mencionado de nuevo que sea un músico mediocre, pero no siento que descartara ese pensamiento. Su participación es valiosísima para MalaVentura, si él no hubiera aceptado habrían necesitado buscar un músico de soporte o hacer audiciones para el nuevo bajista. Y no se escucharía bien en el álbum, se notaría que no se ha adaptado a la banda. Por el contrario, Nico ya sabe casi todas las canciones de MalaVentura por escucharlas tanto; sólo necesitó aprender las nuevas.

—¿Alguna vez has escrito una canción?

Él suspira, creo que piensa que esto será incómodo.

—Una vez lo intenté, pero no es lo mío...

—¿De qué trataba?

—De Cristal —ríe sin ánimos y su pulgar acaricia el dorso de mi mano—. Es una canción muy mala, no te preocupes.

—Creo que el detalle es lo que importa, ¿ella lo sabe?

—No, pero Dimas sí.

Enarco las cejas, eso me sorprende.

—¿No se enojó?

—No, sabe que su esposa no tiene ojos para otro. Cristal se enamoró perdidamente de Dimas desde antes de conocerlo...

—Qué romántico.

—Depende, creo que pudo evitarse muchos malos ratos si lo hubiera conocido primero y luego enamorarse.

Suelen soltar comentarios sobre lo dificil que fue la relación de Cris y Dimas al inicio. No pregunto más, creo que Cristal ya ha pasado por mucho como para que la asistente esté de chismosa sobre su vida.

—Yo opino que deberías escribir una canción.

—No prometo nada —vuelve a reír—. Me gusta el bajo eléctrico, aunque sea tan simple.

—No es simple, Nico... Una banda no es banda sin un buen bajo eléctrico.

—Dile eso a The White Stripes.

—Mejor preguntamos a The Bloody Beetroots.

Nicolás me lanza una mirada extraña y su sonrisa se amplía.

—Es demasiado sexy que sepas de música.

Rio y meneo la cabeza. Mi cabello suelto se agita sobre mis hombros.

—No sé ni cantar, no sé nada de música.

—Puedes amar la música sin ser músico, Mailén... La música es universal, para todos, no se limita.

Asiento, en eso tiene razón. En mis mejores y peores momentos la música ha estado conmigo. Por ejemplo, ahora mismo el bossa-nova se está volviendo parte del soundtrack de mi vida. Siempre que escuche una canción de éstas recordaré a Nicolás, no importa que ya sea una ancianita y que lleve años sin saber de él.

Ese pensamiento me duele, ¿qué significa?, ¿es correcto que duela pensar que puedes alejarte de alguien, aunque eso sea en un futuro tan lejano?

—¿Estás bien...? —me pregunta.

—Sí, es sólo que... Todo esto es raro.

—¿Qué?

—Nosotros... Fue muy rápido, ¿no crees?

—¿Importa?

—No.

La mesera regresa con nuestros platillos, por lo que nos apartamos, pero continuamos mirándonos.

No hemos repetido que nos queremos, fue algo que surgió en ese momento mientras hacíamos el amor, pero cuando me mira así es como si lo gritara con todas sus fuerzas.

Y yo también lo quiero tanto que asusta, no sé qué hacer con todos estos sentimientos.

La mesera se marcha al tiempo en que nuestros celulares reciben varios mensajes. Ya con eso sabemos que no augura algo bueno. Nicolás no mira el suyo, lo coloca a un costado de su cerveza y comenta que el filete que pidió luce bien. No obstante, yo me quedo con mi celular en la mano.

Tengo un mal presentimiento.

—Puede ser trabajo —excuso mientras abro los mensajes.

Nidia: Lo hizo, lo hizo, Mai.

Nidia: ¡Karam le pidió matrimonio a Gigi!

Nidia: ¿Nicolás sabía? ¿Estás con él?

Nidia: ¡No sé qué decirte, Mai! ¡Estoy muy feliz por Gigi, pero no quiero que esto te afecte!

—Estás pálida —nota Nicolás.

Y una migraña nace.

Saco mi pastillero del elegante bolso que me prestó Nidia, elijo una pastilla y la tomo con la limonada.

—Migraña —explico—. Creo que deberías revisar tu celular.

—¿Es necesario? —Sospecha que es algo malo, puedo notarlo, y bien podría decirle que no lo hiciera, pero debe saberlo.

Karam ayer me ofreció dinero por embarazarme de Nico, ¿para qué?

Nicolás toma su celular y suelta un suspiro hondo antes de leer sus mensajes.

Su expresión es dura, tiene el ceño fruncido y no cambia ni un ápice cuando reproduce un video que le han enviado. En este escucho risas, aplausos y reconozco la voz de Berenice gritando «¡Vivan los novios!».

Nicolás toma aire, coloca el celular sobre la mesa y lo desliza hacia mí. No dice nada más, así que reproduzco el video y observo la petición de matrimonio.

Fue en la playa, hace unos momentos, con una noche perfecta por arriba de sus cabezas. Estaban en una cena en la playa. Gigi portaba un vestido blanco, así como Berenice y su esposa. Karam tenía un traje veraniego en color beige.

Es un video muy corto, sólo se ve el momento en que Karam se arrodilla sobre la arena y le entrega un anillo con una piedra gigante. Gigi llora de alegría, acepta y se funden en un abrazo. Entonces Berenice grita aquello y el video termina.

—Lo lamento —murmuro cuando le regreso su celular.

—¿Por qué? —inquiere Nico y bebe un trago de su cerveza.

—Porque noto que te afecta.

—No por lo que piensas, Mai... —Echa un vistazo hacia el celular, niega y bebe otro trago—. Gigi no está enamorada de ese tipo.

Mi corazón duele, ¿así se siente el desamor? No quiero experimentarlo, ni por un segundo.

—¿Fase de negación...?

—¡No, Mai! —exclama por lo bajo—. No es eso, en serio... Esa relación no está bien, para nada bien, pero Gigi se ha empeñado en fingir que sí.

—¿Por qué lo dices?

Las palabras de Karam regresan claras a mi cabeza.

—Por muchas cosas —responde sin hacerlo.

Algo sucede, pero ¿qué?

—Karam parece un buen hombre.

—Y no dudo que lo sea. —Se apresura a añadir Nicolás—. Pero no está bien que estén juntos, Mai. No lo digo por mí, no pienses eso, es sólo que.... está mal.

—¿Gigi no está enamorada?

—No lo creo.

Tomo aire. Ya no me siento tan feliz en esta cita.

—¿Seguro que no estás en fase de negación?

—No, Mailén... —suspira—. No debería decir esto, pero Gigi lo engañó conmigo, ¿crees que está enamorada?

—No sé nada sobre el amor.

Nicolás toma otra vez mi mano.

—Yo no podría acostarme con otra persona, sólo contigo. Por eso sé que Gigi no está enamorada ni de él ni de mí, yo tampoco lo estuve de ella, ni de Teresa y mucho menos de Cristal...

—¿Qué quieres decir...? —Odio que mi voz tiemble. Odio tener estos deseos de llorar.

—Que ahora que estoy contigo sé que cuando estás enamorado no puedes ver a otra persona... Tú eres la única mujer con la que quiero estar.

Estúpida lágrima. La aparto con delicadeza y miro a los ojos a Nicolás, no permitiré que me mienta a la cara.

—¿Estás enamorado de mí?

—¿Lo dudas?

—Sí...

Nicolás me suelta, pero sólo para incorporarse. Extiende una mano hacia mí, la acepto y tira suave para ayudarme a incorporarme. Entonces me abraza y se mueve al ritmo suave del bossa-nova. Acepto seguir su ritmo con mi oreja sobre su pecho donde su latido es rápido. El corazón no miente, siempre te dirá la verdad.

Somos la única pareja que baila en el restaurante. Algunas personas nos ven y sonríen, los meseros deben apartarse para no chocar mientras van de una mesa a otra.

Nico se inclina, busca mi oído y susurra:

—Estoy enamorado de ti, Mailén.

Y mi corazón se comprime. Me falta el aire, pero no por salud, sino porque sus palabras me robaron el oxígeno. No puedo responder, mas creo que no hace falta. Entiende que es mutuo, que me he enamorado por primera vez en mi vida.

El cíclope me robó el corazón, ¿quién lo diría?

Bailamos por unas canciones más, aunque tal vez esto no puede considerarse bailar. Sólo nos movemos despacio en nuestro sitio mientras me refugio en el calor de su abrazo y su aroma varonil; se ha comprado mi misma crema para peinar, por lo que su cabello huele a plátano como el mío.

Cuando regresamos a tomar asiento no volvemos a hablar de Gigi y su prometido. Ni siquiera encuentro que Nicolás esté triste, sino que parece más afectado por nuestro baile lento que por la noticia del inminente matrimonio.

Somos un par de enamorados que tienen una cita. Sólo nos interrumpe una chica con su novio porque ella quiere una foto de Nicolás. El bajista cree que me enojaré, pero me ofrezco a ser la fotógrafa para que salgan ambos con él.

La chica le pregunta en voz baja a Nicolás si soy su novia y él responde que sí; entonces ella pide una foto conmigo.

—Van a decir que mi novia es muy guapa para estar conmigo.

Entorno los ojos, ¿quién podría decir eso?

—Estás buenísimo, Nicolás, no digas mentiras.

Nico ríe, sonrojado, porque he descubierto que se cohíbe cuando halago su físico de esa forma.

La conversación va hacia el ejercicio, pues mañana será mi primer día en el gimnasio. Nicolás está emocionado, más que yo, y ha pedido revisar la rutina que me autorizó el entrenador con las recomendaciones del médico.

Nicolás ignora la manera en que lo miro mientras revisa mi rutina en su celular. Sin temor a equivocarme sé que esta cita me acompañará en los momentos difíciles y me recordará que debo luchar por el chico que baila bossa-nova conmigo a mitad del restaurante.

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