Capítulo 15

Mailén

🖤

Todos nos están mirando sin importar que ninguna de nuestras reacciones demuestra lo que sucedió en la habitación. Nada de eso importa, los chicos han decidido inspeccionar cada detalle de nosotros.

Y Nicolás está molesto, no sé si tenga razón o no.

El camerino del recinto es amplio, aunque no lo suficiente para albergar a ambas bandas sin sentir un poco de claustrofobia. Es la habitación principal, las demás bandas están en otros cuartos más pequeños.

Nicolás está recargado en la pared en espera del aviso para subir. Irán primero, luego subirá MalaVentura y cerrarán con una canción donde tocarán ambas bandas; será una de Gray que han decidido improvisar hace cinco minutos.

Me gustaría saber tocar tan bien un instrumento musical como para hacer algo así.

Nicolás subirá dos veces, sigue cubriendo el sitio del bajista en MalaVentura. No parece nervioso, sino furioso. Tiene el ceño fruncido y revisa su celular en silencio, es tal su frialdad y hermetismo que decidí alejarme hasta el sofá más apartado donde espero por indicaciones de Mike.

Nico sido un caballero conmigo. Cuando salí de la ducha lo encontré dormido, su erección causaba una protuberancia adentro del pantalón, pero ya casi estaba tan dormida como él; me pareció gracioso. Me recosté al lado y también dormí, estaba muy cansada.

La comida llegó, Nicolás pagó, sirvió todo sobre la mesa del rincón y entonces me despertó. Mi reacción fue quedarme embobada mirando lo hermoso que es su rostro; él me besó. No paramos de besarnos por un rato, con algunos descansos para que lograra respirar, y sólo decidimos comer cuando mi estómago rugió furioso por falta de alimentos.

Y conversamos sobre tantas cosas en escasos veinte minutos. Me habló de su familia, que su papá es abogado, que él estudiaba lo mismo hasta que dejó la universidad, y que su mamá es ama de casa. Me dijo que esperaba que un día pruebe el Pan de Muerto que hace su madre y también que de seguro me llevaría bien con su hermana.

Yo estaba a punto de flotar por el cuarto, pueden apostarlo. Nicolás hablando sobre su familia es de las cosas más dulces que he presenciado.

Se fue a su habitación al terminar de comer para alistarse, aunque sólo se cambió de ropa por el vestuario que usaría en el concierto.

Esperé por él en la recepción, ya lista con mi vestido lila estilo asiático, y cuando salió del ascensor su reacción fue abrazarme, ¡frente a todos! Mike dejó caer la quijada con tintes melodramáticos, hasta creí que se había lastimado y tendríamos que llevarlo al hospital, pero se recompuso y fingió que no pasaba nada. Los demás no, decidieron que aquella escena fue suficiente para mantenernos en la mira.

Y ahí se enojó Nicolás porque, al separarnos, le susurré que debíamos mantener las apariencias. No pude decir más, me alejé y no hemos vuelto a acercarnos.

Nicolás no entiende, tal vez nadie, pero necesito que me respeten y si estoy en arrumacos con él eso no sucederá. Además, primero debo hablar con Mike, no puedo relacionarme con alguien del trabajo, es una pauta básica de convivencia laboral.

Gigi se acerca a Nicolás y en automático me inquieto, es una tontería. Él ya me dijo que no siente nada por ella, no debería incomodarme, aunque claro que en ese momento no estaba enojado. Sin embargo, si hace alguna tontería sólo por estar enojado será suficiente para descalificarlo de mi vida.

Tomo aire, reviso la tableta electrónica y repaso los horarios, en treinta minutos debe subir Gray. Soy más productiva afuera que aquí incómoda porque Nicolás y Gigi hablan en murmullos.

Me incorporo, las cabezas de Cedric, Sofía y Eric igual se levantan, porque están pendientes de cada movimiento que hago. Se sonrojan al verse descubiertos y fingen conversar, son realmente malos como actores, por algo no los han invitado a formar parte de alguna película o serie de televisión.

Abandono el camerino sin girar hacia Nicolás, pero percibo su mirada castaña. Afuera, en el pasillo, el aire se siente más ligero.

—Ahí estás —me dice Mike que viene caminando rápido hacia mí—. Toma, lleva esto con el ingeniero de sonido, son las afinaciones de los instrumentos.

Me entrega una hoja y entra al camerino. Obviamente no me dijo en dónde encontrar al ingeniero de sonido porque así es esto, por lo general sólo le falta agregar: «soluciónalo como puedas, Mai».

Está bien, es mejor concentrarme en eso que pensar en Nicolás molesto.

Pregunto a algunas personas dónde puedo encontrar al susodicho, todas señalan direcciones diferentes y debo ir a cada una sin tener éxito, pero encuentro a Vic esperando por mí al final del pasillo que conduce al escenario.

La música de la banda anterior a Gray resuena fuerte hasta hacer vibrar el suelo y las paredes. Vic tiene los brazos cruzados y mira el escenario, ni tengo que preguntar cómo logro entrar, conoce a tantas personas como Mike.

—¡Mai! —exclama cuando me detengo a su lado.

Intenta besarme en la boca, pero giro el rostro e interpongo una mano entre nosotros.

—Ya no hay besos, Vic —le recuerdo, pues es la tercera o cuarta vez que lo intenta.

—Pero si fuera Nicolás me lamerías hasta...

—¡Tengo trabajo qué hacer! —interrumpo y levanto la hoja—. ¿Tienes una remota idea de dónde está el ingeniero de sonido?

—Ahí —señala la parte trasera del escenario.

Suspiro, al fin. Doblo la hoja y me apresuro hasta el hombre, Vic me sigue de cerca. Mi ex presta particular interés cuando señalo que son las afinaciones de los instrumentos, intenta mirar la hoja y tapo sus ojos.

—¡No puedes ver eso, Víctor!

—¡Ay, por favor! ¡Esa información la encuentro en internet!

—¡Pues busca en Google como todos los demás!

Vic forma parte de Indiex, una banda que pertenece a BMusic y que es rival a muerte de Gray y MalaVentura. No entiendo bien el problema que tienen, hay cientos de rumores, pero el principal es que la esposa del vocalista es la hermanita de la ex novia de Eric que falleció hace muchos años. Nadie tiene permitido hacer esas preguntas en las entrevistas, así que sólo podemos sacar conjeturas.

Indiex, Gray y MalaVentura se enfrentaron en un concurso de bandas hace algunos años, fue como Gray consiguió su primer contrato discográfico con BMusic. Después MalaVentura también fue reclutada por la disquera. Indiex no contó con esa suerte, tuvo que recurrir a sellos pequeños, hasta hace poco que BMusic quiso regresar al género de rock y decidió reclutarlos. El vocalista contactó a Vic y ahora es su guitarrista, pronto lanzarán su primer álbum con BMusic... Me pregunto si querrán que las fechas coincidan con las de Gray y Malaventura, eso sería jugar muy sucio. BMusic tiene mucho más presupuesto que Dorian's Music.

Vic ni debería estar aquí.

—¿Te mandaron de espía? —descubro cuando el ingeniero de sonido se marcha con la hoja.

Mi ex finge una cara ofendida tan mal, pero tan mal, que puede competir con Sofía, Cedric y Eric. No resisto soltar un sonoro suspiro y arrojarle un golpe suave en el hombro.

—¡Claro que no! —se defiende—. ¡Mailén! ¿Cómo puedes pensar eso?

—Porque es algo que harías, te conozco, ¡no puedes acercarte a ellos!

Vic borra su expresión falsa y sonríe.

—¿Y qué harás? ¿Acusarme?

—Ay, por favor, Mike debe saberlo.

—¿Y? No veo que le importe mucho, ¿por qué a ti sí?

Porque sabe que lo puedo controlar, es por eso. Mike sabe que puede confiar en mí y que no permitiré que Vic se acerque a ellos, tampoco le contaría algo sobre las bandas o los álbumes.

—Ven, iremos a ver el concierto —Tomo su mano y tiro de él.

Vic se deja conducir por mí, atravesamos el pasillo y pido al de seguridad que nos deje salir a la zona VIP.

—¿Por qué salimos? —inquiere cerca de mi oído. La música no permite que nos escuchemos con claridad.

—¡Porque quiero ver el concierto aquí!

Nos detenemos en el extremo más apartado, donde las personas no están empujándose por llegar a la primera fila con la esperanza de que sus artistas favoritos los vean.

—¡Mailén, aquí estamos muy lejos!

—¡Lo sé! —enfatizo mi asentimiento y mi cola alta se sacude de un lado a otro—. ¡Muy lejos de Gray y MalaVentura!

Vic intenta regresar, pero me interpongo y, sin darle oportunidad de reaccionar, rompo la pulsera dorada de papel que lleva en la muñeca.

—¡Mailén!

—¡Así ya no puedes pasar! —declaro con una sonrisa triunfal.

Vic parece enojado, pero entonces ríe y me desconcierta lo suficiente para que yo no logre reaccionar cuando se acerca a robarme un beso.

Lo aparto de un empujón, ni cuenta como beso, pero me siento mal de inmediato porque no debería besar a otro chico que no fuera Nicolás.

La música se detiene, los gritos aumentan pidiendo una más, y yo tengo la mano sobre mi boca sin creer que en serio me acaban de robar un beso.

—¡Nunca vuelvas a hacer eso! —grito al bajar mi mano. Vic ríe, está divertidísimo con mi reacción—. ¡Víctor, no! ¡Lo nuestro ya se terminó! ¡No estoy buscando una relación como la que teníamos!

—En ese tiempo no te noté inconforme... —dice casi en un ronroneo fuerte. Los gritos de la gente no paran—. Recuerdo que...

—¡Eso está en el pasado! —En ese tiempo no sabía lo que era emocionarse por ver a alguien que viste el día anterior, pero que ya extrañas y que quieres sentir su piel o escuchar su voz. Los sentimientos son tantos que me agito, mi respiración se acelera y eso sí hace que Vic se preocupe, pero lo mantengo apartado con la mano entre los dos—. Ya no quiero algo así.

No me interesó jamás si Vic se acostaba con otras o no, pero si imagino a Nicolás con Erika Estefanía o cualquier otra mi estómago se comprime en formas imposibles.

—Disculpa, Mai... —Parece entender—. Si te hace sentir mejor, es probable que me maten con un bajo eléctrico antes de que termine el concierto.

—¿A qué te refieres?

Vic señala hacia el costado del escenario, sigo su mano y me encuentro con Nicolás que parece haber visto todo. Si antes estaba molesto, ahora está peor y no sé qué hacer. No puedo ir a explicarle, no ahora cuando está por subir.

No hay nada qué hacer. Las luces se apagan y suben al escenario, sólo distingo sus siluetas.

Nicolás suele estar al lado derecho, no puedo verlo desde donde estoy, así que recorro la zona VIP hasta encontrar el sitio perfecto para mirarlo. Las luces se encienden al mismo tiempo que las guitarras cantan en las bocinas.

Nicolás me busca entre las personas y, cuando me encuentra, se queda con la vista fija en mí sin apartarla ni un segundo. No entiendo cómo pueden llegar a tocar sin mirar sus manos, pero él lo hace durante cada canción. Por un momento siente que canta para mí en los coros, que esas letras que fueron escritas para alguien más, en este instante me las dedica y que aquellas que hablan de desamor me dicen lo que se agita en su pecho.

Lloro porque son demasiadas emociones. No planeaba sentir algo por él, ni por nadie, no estaba en mis plantes. Yo sólo quería una vida monótona y aburrida, eso es lo que necesito, pero mi vida es cualquier cosa menos eso cuando Nicolás está cerca.

Al mismo tiempo me siento egoísta por ceder a mis sentimientos, por corresponder sus besos y caricias; por desear tanto como él hacer el amor y olvidarme de todo lo que sucede en mi vida. No puedo hacerlo, no todavía, hay cosas para las que no soy fuerte y esa es una de ellas, ¿cómo he podido envolverlo en mis problemas?, ¿cómo he sido tan egoísta?

Nicolás podría enamorarse de mí tanto como yo de él. Porque ahí está toda esa tensión, los estremecimientos, caricias y suspiros, las ganas de recorrernos los cuerpos con la boca. Ahí está ese sentimiento que desconocía hasta que empezó mi primer día de trabajo.

Limpio mis lágrimas con un pañuelo desechable que saco de mi mochila con espacio infinito. Nicolás me sonríe desde el escenario, tal vez ha pensado lo mismo de mi bolso. Están por terminar, tengo la lista de canciones y esta es la última. Al girarme me percato de Vic ya no está, tampoco intento buscarlo, puede cuidarse solo.

Regreso hasta la parte lateral del escenario. MalaVentura está ahí, me regalan algunas sonrisas débiles al verme con los ojos hinchados, no puedo disimular que he llorado.

Aplaudo cuando Gray termina de tocar. No sé si lo hicieron bien o mal, estoy fallando en mi trabajo, pero Nicolás tuvo toda mi atención y él lo hizo genial, no me queda duda alguna.

Nicolás es el último en bajar del escenario. Los demás están recibiendo felicitaciones de sus compañeros que están por subir, pero él atraviesa la pequeña multitud para llegar hasta donde estoy.

—Puedo explicarlo —empiezo.

Nicolás no aguarda, sujeta mi rostro y me besa. La adrenalina que viaja por su cuerpo derrumba las barreras que he construido con esmero al paso de los años. Esas que levanté cuando mamá no me compraba un pastel de cumpleaños por costear al entrenador de mi hermana y también cuando a ella le compraba uno de tres pisos con una muñequita de gimnasta en la punta.

Recuerdo las casas de los vecinos del colegio donde estudiaba. Las visité varias veces cuando mis padres olvidaban pasar a buscarme. Los vecinos me permitían comer en sus casas. Apenas me volví un poco mayor y comencé a usar el transporte público.

Y también recuerdo esa tarde en el centro deportivo donde entrenaba Claudia. La pista de atletismo estaba ahí, yo me había puesto mis tenis y sujetado muy fuerte mi cabello en una coleta alta, así como Claudia, para verme más deportista y profesional. Quise impresionarlos, pensé que podría, lo había intentado en el parque cerca de casa y lograba correr sin agitarme demasiado, pero esa tarde todo cambió.

Me planté en la pista de atletismo con los gritos de mamá para decirme que dejara de jugar y fuera con ellas. No le hice caso, deseo tanto haberlo hecho, quizá no habría llevado mi cuerpo al límite, ya nunca lo sabré.

Corrí, primero lento con mamá gritando, pero entonces Claudia aplaudió y gritó: «¡Es rápida!». Fue todo lo que necesité, un poco de aprobación e intenté ir más rápido, más y más, hasta que no percibía el suelo debajo de mis tenis. Pronto el aire comenzó a faltarme, pero no paré. Traté de aumentar la velocidad cuando los pulmones clamaban por oxígeno y mi visión comenzaba a nublarse. Todo se volvió negro, mis piernas se enredaron y no recuerdo más.

Claudia suele decir que caí como un saco de patatas, luego ríe divertida hasta que mi madre dice que es verdad con otra risita.

«Saco de patatas», es mi nombre en el celular de Claudia.

No puedo besarlo más porque mis labios no me obedecen, se han transformado en un mohín en medio de un rostro desfigurado por el llanto. Nicolás me abraza, ni siquiera comprende qué ha pasado, pero me envuelve muy fuerte entre sus brazos y me besa en el cabello.

—No estoy enojado —dice, desesperado—. No, Mai, vi que fue él... Y así hubieras sido tú, no puedo reclamarte, Mai... No llores así, por favor...

Su ropa está empapada por el sudor. Su corazón late tan fuerte que sobrepasa el ruido del público; me gusta ese sonido.

—¿Mailén? —pregunta Mike, a mi espalda—. ¿Estás bien? ¿Quieres sentarte...? ¿Qué pasó?

—Empezó a llorar así, no sé... —contesta Nico.

Mike acaricia mi cabello, intenta apartarme de Nicolás, pero me niego a soltarlo. He rodeado su cuerpo con toda mi fuerza, que no debe ser tanta; sin embargo, no logra separarme de él.

—¿Tengo que subir? —inquiere Nicolás.

Mike tarda un momento en responder.

—No, no subas, está bien...

Eso me hace reaccionar. Mis brazos caen y retrocedo un pequeño paso lejos del cuerpo de Nicolás.

—Perdón —musito—. Sube, lo lamento...

Él me toma por los hombros, qué guapo es.

—¿Estás bien? —pregunta con un tono preocupado que me provoca deseos de llorar otra vez.

No quiero esto para él ni para nadie.

—Sí, Nico, sólo... las hormonas, no sé... No te preocupes.

Nidia llega corriendo y le entrega una playera seca a Nicolás, esa debí ser yo. Mis asuntos personales están afectando lo único que me mantenía a flote.

Él se quita la playera mojada, la agarro cuando intenta dársela a Nidia. Su cuerpo parece una pintura detallada de piel morena clara, tinta negra y músculos definidos. No puedo verlo por demasiado tiempo, pues se coloca la ropa seca y se despide de mí con un beso rápido en los labios.

Los chicos de MalaVentura suben de inmediato cuando Nicolás se acerca a ellos, sólo esperaban por mi culpa. Estoy tan apenada, quería guardar las apariencias y me suelto a interpretar a La Llorona al lado del escenario donde están todos.

—Lo lamento mucho —digo a Mike, a mi lado—. Nicolás y yo...

Él pasa un brazo sobre mis hombros al tiempo en que MalaVentura empieza a tocar en el escenario.

—Mailén... Si tú eres feliz, yo soy feliz...

¿Y soy feliz?

Nicolás gira el rostro hacia mí, cuando canta unos versos en el micrófono, y sonríe, en automático respondo igual.

—No interferirá en mi trabajo, Mike... Si en algún momento...

—Mi novia era Cristal, Mailén... Yo sé lo que es trabajar con personas que quieres, no pienses tanto, ¿sí?

Nidia sonríe. Ella nunca ha sentido rivalidad u odio por Cristal, siempre la ha querido. Tuvieron sus momentos complicados, pero la amistad venció.

Gigi está en el escenario. Su atención va de Nicolás a mí, pero cuando me encuentra mirándola me regala un guiño amigable y se posiciona para cantar su parte de los coros.

—¿Qué te pasó? —inquiere Mike cerca de mi oído—. ¿Fue por lo de Vic? Lo vi, te juro que quise ir a golpearlo, pero supe que podías manejarlo.

—No fue eso, lo controlé... —Mike sonríe, suele decirme que soy de las personas más fuertes que conoce—. Sólo recordé cosas...

—Mai...

—No quiero hablar de eso ahora —pido con una sonrisa débil—. Quiero disfrutar del concierto.

—Bien. —Me da un apretón en mi hombro—. Tu novio es muy bueno.

—No es mi novio —niego con un respingo porque eso ha sonado tan extraño, ¡nunca he tenido novio!

—Ese cuento ya lo sabemos —ríe Nidia.

Mi tía me señala a Cristal y Dimas. Él la abraza por la espalda mientras ven la presentación y se ven tan felices. Esa escena me hace preguntar si alguna vez tendré algo así, si mi felicidad será tanta que cualquiera podrá notarla a simple vista.

Un grupo de chicas está gritando el nombre de Nicolás y, un segundo después, le arrojan un sujetador de encaje rojo que se atora en el mástil del bajo eléctrico.

—¡Ay, odio que hagan eso! —chilla Minerva—. ¡Quita esa cosa, Nicolás!

Él lo hace, todo con una radiante sonrisa, y coloca el sujetador arriba de una de las bocinas de un costado. Ya puedo imaginar los mensajes que voy a recibir contándome sobre cómo Nicolás las sedujo con una sonrisa luego de arrojarle su ropa interior. La idea me hace reír, así que cuando Nico busca mi mirada para ver si estoy enojada, sólo me encuentra riendo y eso lo hace sonreír con genuina sinceridad.

Por la tarde, en el hotel, estuve a punto de preguntarle si sentía algo por mí, mas ganó la cobardía. Quien sabe, tal vez sepa lo que se siente esa felicidad que escapa de tu cuerpo como rayos de luz. Todo es posible, ¿no?

Nicolás está firmando autógrafos y tomándose fotos con un grupo de chicas. No está solo, fue retenido junto con Dimas, los demás lograron escapar a la sala VIP en espera del vuelo.

Anoche no fuimos a la fiesta. Mi maquillaje ya estaba arruinado como para ir y ni todos los conocimientos de Nidia iban a rescatarlo con las pocas cosas que tenía en la mochila. Mike permitió que me fuera al hotel, Nicolás se fue conmigo, pero primero llevamos a Eric al aeropuerto para que regresara antes a casa con su familia.

En el camino de regreso, en la camioneta, Nicolás me abrazó en el asiento trasero. El chofer nos llevó hasta el hotel y, ya ahí, se fue a su habitación sólo para tomar una ducha. Yo igual tomé una ducha rápida y bailé para no dormirme, me dijo que iría al cuarto conmigo.

La atracción flotó entre nosotros todo el tiempo desde que terminó su presentación, cuando volvió a besarme y me dejo sentir el piercing en su lengua que, he descubierto, me encanta. No sé quién inventó el piercing en la lengua, pero siento que podría levantarle un monumento con mis propias manos.

Y, pese a la atracción, se mantuvo a mi lado sólo con besos tímidos y caricias suaves, no pasó de eso.

Bailé para no dormirme en lo que regresaba. The suburbs de Arcade Fire se escuchaba en mis audífonos inalámbricos cuando llamó a la puerta. Lo invité a pasar, le puse un audífono en el oído y canté con el celular como micrófono. No canto bien, lo sé y no me importa, tampoco parece que están matando a alguien, pero nadie compraría un boleto para escucharme.

Canté, bailé moviendo mi cuerpo despacio de un lado al otro y él me siguió. Tomó mis manos, me hizo girar en la habitación y luego me abrazó. Él sí canta bien, muy bien, su voz baja soltando los versos se fundió con mis tímpanos y ahí, entre sus brazos mientras bailábamos lento, sentí que fui feliz, realmente feliz.

—Ahora escúchala prestando atención al bajo eléctrico —pidió, tomó mi celular y repitió la canción.

Ya no bailé, sino que miré sus ojos castaños mientras la música ronca del bajo eléctrico nos rodeaba, su melodía. La melodía ronca y misteriosa de Nicolás, una inefable como él.

—Es hermoso —dije, es la verdad. Esas notas roncas, potentes, marcando el ritmo de la canción, los tiempos, las pautas precisas. Todo eso hace él—. Es hermoso —repetí, sólo que ya no fue por la canción.

Nos besamos, con esa canción como fondo y el bajo eléctrico emitiendo latidos convertidos en una hermosa melodía. Eso me hizo llorar, porque mi interpretación de La Llorona se negaba a marcharse.

Nicolás me besó los ojos, primero el izquierdo y luego el derecho. Mis lágrimas se quedaron atrapadas en sus labios, las probó al lamerlos y sonrió.

—Cenemos algo, debes tomar tus pastillas.

Ni sabe mi horario con las pastillas, pero no se equivocó. Pedimos servicio a la habitación y cenamos mirando una serie de televisión que él quería ver porque Dimas se la recomendó. El vocalista de Gray y su esposa son fans de How to get away with murder, así que iniciamos con la primera temporada.

Caí rendida antes de terminar el primer capítulo, me dormí. Nicolás apagó la televisión, me abrazó y se durmió a mi lado.

Por la mañana me despertó con el desayuno en la cama, pero él no estaba, Me dejó una nota, Mike lo llamó para una entrevista rápida en la recepción. A mí me dejaron dormir y eso no me molesta en lo absoluto, pero ya debo retomar mis obligaciones laborales. No tengo excusa para dejarlas de lado.

—¡Ayuda! —grita Dimas y me saca de mis pensamientos.

Un grupo de diez chicas acaba de acercarse. A veces sucede que ni saben quiénes son, pero como ven a varias chicas a punto de desmayarse por la emoción, pues deducen que son famosos y quieren una fotografía con ellos.

Además, son guapísimos. Nicolás, Henrik y Dimas son los que tienen los cuerpos más marcados por el ejercicio.

Nicolás es el más guapo.

—¡Chicas! —llamo al acercarme con mi mejor sonrisa—. Tengo que llevármelos porque su vuelo está por salir.

—¡Una foto nada más! —pide una chica que debe tener como dieciséis años.

Y todas le siguen.

Esto será complicado.

Nicolás tiene cara de súplica, creo que ya ve estrellitas con tantos flashes.

—¡Ya sé! —exclamo y saco mi celular—. Haré una fotografía grupal y la subiré a las redes sociales de Gray, ¿les parece?

¡Mis tímpanos! ¡Gritan más fuerte que yo cuando vi a Nicolás desnudo!

Acomodo a las chicas, bajitas primero, altas atrás. Una se cuelga del brazo de Nicolás, el pobre está a punto de caer, pero ni así borra su sonrisa radiante con todo y hoyuelo cuando hago la fotografía.

Si suspiro está justificado, se ve guapísimo.

Los chicos logran escapar del grupo de mujeres y se adelantan casi corriendo a la sala de espera. Mike sale, está enojado porque hemos demorado, pero Dimas de inmediato le cuenta que fueron detenidos por unas admiradoras.

—Mailén nos salvó —añade Nicolás.

Mike menea la cabeza, pero me regala una sonrisa agradecida; sin embargo, esta se borra de inmediato al mirar atrás de mí.

Dimas parece confundido, aunque encuentro una pizca de reconocimiento en su mirada, igual en la de Nicolás.

Mi sonrisa se esfuma. Giro despacio y encuentro una cara muy similar a la mía con una coleta alta que sujeta su largo cabello castaño oscuro.

—Hermana —me llama Claudia con una sonrisa llena de ilusión y toma mi mano—. Te extrañé.

No puedo hablar.

Mis padres están a unos metros de Claudia.

Me he quedado sin palabras.

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