Capítulo 10
Nicolás
🖤
Eric conduce más rápido que yo y llega primero a su casa. Yo me estaciono un poco después a las afueras de las murallas que bordean su nuevo hogar.
Solían vivir en un fraccionamiento privado a las afueras de la ciudad, pero decidieron mudarse. Ya no se sentían cómodos viviendo en el sitio que pidió a Henrik marcharse por ser homosexual, así que compraron una casa grande cerca del edificio de departamentos donde vivimos Henrik, Milo y yo.
Fue mejor. La dirección privada de Aura y Eric ya era pública, debido a Henrik y la petición de desalojo voluntario por parte de la junta vecinal. No era un sitio seguro para ellos y sus hijos. Las admiradoras pueden ser intensas cuando quieren, Aura ya había encontrado ropa interior usada en el buzón y también descubrió a una chica intentando saltar por el muro trasero.
Eric no se sentía tranquilo cuando viajaba. En un principio dijeron que Aura y los niños lo acompañarían a todos lados, pero la realidad fue otra. Sus hijos no pueden tener un horario desordenado como él, a veces necesitan quedarse en casa con Aura. Era inquietante ver a Eric pendiente de su celular en todo momento, hasta cuando subía al escenario y también solía regresar antes que nosotros a la ciudad. Ahora se siente un poco más tranquilo, además ha contratado seguridad privada para su familia.
Apago el motor del automóvil y bajo al mismo tiempo en que Eric abre el portón individual en color marrón.
Ya ha anochecido, pasan de las ocho de la noche. Salimos tarde de la disquera y Eric me invitó a cenar en casa. Aquí estoy, no me engaño, sé que no es porque quiera disfrutar de mi agradable compañía, sino que está preocupado por Mailén y por mí. No lo dijo de forma textual, pero sus palabras fueron:
—Es una buena chica, Nicolás... No la lastimes.
Eric atrapa la llave de mi automóvil en el aire y escucho que se la entregue a alguien a su costado. Al entrar descubro que fue a uno de los de seguridad, meterán mi auto al garaje sólo por si las dudas.
—¿Te trata bien la vida? —inquiero mientras echo un vistazo al amplio jardín que antecede la mansión.
El sonido de risas y música escapa del interior del hogar.
—Me trata bien la vida —confirma con una sonrisa—. Avisé a Aura que veníamos, pero no tuvo tiempo de cocinar porque estaba escribiendo.
—¿Cocinarás?
—Eso creo.
Eric desentona con el impecable jardín de arbustos perfectos y paredes blancas de la casa; él va de negro como siempre. Tiene todo tipo de ropa en color negro, a veces mezcla otros tonos, pero no suele suceder seguido.
Atravesamos el jardín mientras los de seguridad abren el portón para meter mi automóvil.
La vida de Eric es buena, me alegro. Creo que es de las personas que merecen cumplir todos sus sueños y una vida llena de felicidad y tranquilidad.
Él abre la puerta principal y un estallido de risas infantiles nos reciben.
—¡Miren quiénes llegaron! —exclama Aura a mitad de la sala.
Rachelle, la niña, extiende sus brazos en el aire para que su papá la abrace. Tiene el cabello largo, hasta media espalda, y está cubierto de ondas castañas claras. Sus ojos son cafés oscuros, como los de Eric, pese a que no son sus hijos biológicos.
Aura carga a Henrik, el mellizo de Rachelle, y éste también tiene sus bracitos en el aire pidiendo por un abrazo de su padre. Eric se acerca, deposita un beso rápido en los labios de su esposa y abraza a su hijo.
—Si hiciera una fotografía de este momento se volvería viral en tres minutos.
Aura asiente, sabe que tengo razón. Eric enamorado de sus hijos es algo que siempre domina las redes sociales.
La chica luce una sonrisa radiante, esa que sólo guarda para Eric y los mellizos. Su cabello lo lleva corto, hasta los hombros, y mantiene su color natural castaño oscuro. Es normal verla con vestidos, son sus favoritos, como hoy que luce uno azul claro. Eric está tan enamorado de sus hijos como de ella, puedo notarlo con las miradas rápidas que le dirige como si no terminara de convencerse de que esa familia es suya.
Él se entretiene besando a sus hijos y conversando con ellos, pese a que sólo Rachelle intenta responder. Henrik casi no habla, aunque pasa de los dos años.
—¿Cómo estás? —me pregunta Aura.
—Cansado... Tu esposo nos hizo quedarnos hasta tarde.
—¡Pero valió la pena! —exclama él.
Aura niega divertida y acepta en brazos a Rachelle. Eric se queda cargando a Henrik.
—¿Qué van a querer cenar? Hay salmón.
—Perfecto —dice Eric—. ¿Ellos ya cenaron?
—Ya, están listos para ir a dormir —explica su esposa—. ¿Me ayudas a llevarlos?
Eric acepta, por lo que me quedo en la sala a esperar que los lleven a dormir.
La decoración de su casa es otro contraste con Eric. Por lo general, la pareja prefiere los tonos oscuros, pero querían algo más alegre para sus hijos. Así que mantuvieron las paredes blancas, así como las cortinas. Sus muebles son gris claro y lo único oscuro que puedes ver por aquí son las esas fotografías en blanco y negro de cuando MalaVentura era Mjölnir, una de Gray donde está Cristal y otra más de Aura con sus mellizos. Esta última también la tiene Eric como fondo de pantalla en su celular.
Cierro los ojos y me relajo en el sofá. La primera imagen que llega es de Mailén con sus mejillas sonrojadas al confirmar que tendremos una cita. Ni sé a dónde llevarla, tendré que elegir un sitio privado donde podamos conversar.
Berenice estaba esperando por mí afuera de la cafetería. Me ha dicho que es de mal gusto que intente darle celos a Gigi con Mailén, no entendí a qué se refería. Me explicó que Gigi vio el té de Mai con mi nombre, pero eso no fue nuestra culpa si no error de la cafetería. No importó que le explicara, siguió creyendo que todo era para hacer enojar a Gigi y, lo complicado, es que creo que resultó.
Gigi estuvo extraña conmigo. Por lo general me evita o sólo se acerca para animarme a seguir adelante sin ella. Hoy fingió que ni existía. Por eso igual demoramos.
Henrik quería saber mi opinión de una canción, la decía y Gigi se marchaba al fondo del estudio sin que terminara de hablar. Eric intentó sobrellevar la situación, pero para las ocho de la noche todos estábamos a punto de golpearnos con lo primero que encontráramos.
Mañana es mi último día con MalaVentura, con ellos iba mucho más avanzado, y podré dedicarme a Gray por completo. Es probable que me llamen para volver a grabar alguna pista, pero no tendré que estar ahí otra semana entera.
No sé cuándo me duermo. Despierto al sentir a alguien sentarse al lado, es Aura con su sonrisa amigable que la hace lucir como la chica de veintitrés años a la que le robé un cigarro afuera de Arabella. Ya han pasado siete años desde esa tarde.
—¿Cansado?
—Sí, bastante —bostezo—. ¿Está cocinando Eric?
—Sí.
—Iré a ayudarlo.
—No te preocupes —sonríe y coloca una mano sobre mi brazo—. Me gustaría que hablemos.
Oh, no, está en modo «hermana mayor». Ya tengo una media hermana para eso, aunque no hablamos demasiado y no tiene idea de mi vida privada.
—¿De qué?
Aura aparta la mano, acomoda un mechón de su cabello atrás de la oreja y responde:
—Mailén y Gigi.
Es incómodo escuchar esos nombres juntos. No me gusta.
—¿Qué pasa con ellas?
—Dime tú...
—Gigi está con su novio perfecto y Mailén es una amiga, no entiendo.
Ella suspira.
—Eric me contó que la vio llorando...
Entorno los ojos, ¿por qué tenía que contarlo?
Mailén lloró porque la defendí, fue de felicidad, y no sé qué me hace sentir eso. Bien, claro, pero también mal, ¿cómo es posible que nadie la defendiera antes? Ese pensamiento se quedó conmigo toda la mañana hasta que la vi sola en la cafetería, por eso la invité a salir, porque no me gusta que esté sola si puede estar conmigo.
—¿Estás ahí, Nicolás?
La voz de Aura me saca de mis pensamientos.
—Sí... No es lo que piensan.
—¿Qué cosa?
—No lloró porque sucediera algo malo —explico sin querer hacerlo.
—¿Entonces? ¿Fue porque hiciste algo malo?
—¡No! —exclamo por lo bajo—. ¿Por qué piensan eso?
Ni sé para qué pregunté. La expresión de Aura lo dice todo: «Porque eres tú, Nicolás».
—Sofía igual me contó que tu nombre estaba en el vaso de Mailén, que Gigi lo vio.
—Eso fue una confusión, no fue intencional...
—Es que como nosotros hacemos cosas así... —musita Aura con las mejillas sonrojadas.
Sí, es cierto, ellos son unos cursis, pero eso fue un accidente.
—No fue nuestro caso, Aura... Siempre pasamos al café antes de ir a la disquera, sólo se confundieron al anotar los nombres y lamento si Gigi pensó que era para incomodarla.
—¿Cómo sabes que se incomodó?
La confirmación produce una opresión extraña en el pecho, ¿por qué, Gigi?
—Lo noté.
Aura hace un asentimiento.
—¿Y sabes lo que significa esa incomodidad? —inquiere. Lo sé, mas no quiero responder. Aura decide hacerlo—: Significa que no eres indiferente para Gigi.
Giovanna. Tiene una larga fila de pretendientes tan idiotas como yo que ruegan por un segundo de su atención. Yo la obtuve por unos meses, ni sé cuántas veces nos acostamos y tampoco la cantidad de ocasiones que juramos sería el sexo de despedida; incluso cuando ya salía con su novio. Ella lo ha engañado varias veces conmigo.
—¿Y qué hago con esa información?
—No lo sé, Nico... ¿Qué harás?
—¡No sé!
Revuelvo mi cabello con ambas manos y permanezco con los brazos sobre las rodillas y los dedos atorados en las hebras oscuras. No sé qué hacer o decir. Las imágenes de Mailén están ahí, pero también las de Gigi y las de ella son muy íntimas.
—Si no sabes qué hacer, entonces deberías alejarte de Mailén.
—¿Qué? —Bajo las manos y encaro su sonrisa amable—. Es sólo una amiga.
Una amiga que muero por besar y hacerle el amor.
Carajo, ¿en qué me metí?
—Sabemos que eso no es verdad, Nicolás... Y me alegra mucho, en serio, creo que serían una pareja muy bonita.
¿Pareja bonita? ¿Me veo con Mailén en una relación?
La recuerdo en el departamento esa noche cuando regresé del gimnasio. Me gustó que estuviera ahí, consideré que sería agradable que ella me recibiera cada noche en casa, cenar juntos, hacer el amor y... tener una relación.
—La verdad no sé de qué estás hablando, Aura.
Ella sonríe, junta sus manos sobre su regazo, endereza su espalda y sé que se prepara para soltarme un discurso que me dejará vulnerable el resto de la noche.
—Si estás enamorado de Gigi, lucha por ella, Nicolás. Que no te importe su novio, ni lo que dirán los demás... Si sabes que lo que deseas es estar a su lado, entonces haz que suceda. No puedes sentarte a esperar que las cosas se solucionen a tu favor por obra de magia. Si después de luchar con todas tus fuerzas ella decide que no quiere estar contigo, entonces cierra ese capítulo de tu vida y sigue adelante.
»Pero si planeas luchar por Gigi, entonces debes alejarte de Mailén. No puedes mostrar interés en ella y desfallecer de amor cuando piensas que Gigi podría corresponderte. No es justo... Criticabas tanto a Dimas y mira, estás a punto de seguir su ejemplo. —Golpe bajísimo. Ni puedo hablar—. Eric me ha contado de Mailén, no es como Cristal. Ella irá por ti y tendrá toda la razón del mundo para hacerlo. Eres un adulto, actúa como tal. Si sabes que amas a Gigi, lucha por ella. Y si sientes algo por Mailén, permanece a su lado. Pero si no sabes lo que sientes por ambas, entonces no seas un hijo de puta.
La cereza de pastel. Se ha enojado, puedo notarlo y temo por mi seguridad. Aura tiene sus arranques violentos cuando se molesta y más cuando se trata de hacer sentir mal a una mujer.
—No quiero herir a Mailén.
Esas palabras escapan sin pensarlas.
—Entonces no lo hagas. Está en tus manos.
¿Lo está? Porque cuando Mailén está cerca siento que ella tiene el control.
—Ya la he invitado a salir.
—¿A una cita? —La voz de Aura se escucha dolida. Lo he jodido todo, otra vez. Esas cosas son importantes para ellas. Todavía recuerdo cómo se emocionó Aura la primera vez que salió con Eric en una cita.
—Sí...
Aura suspira, pero parece abatida. Quizá acabo de darle inspiración para su siguiente villano hijo de puta que juega con las mujeres.
—¿Cuándo?
—Mañana por la noche... Ella no irá con nosotros y quería...
No diré más, es exponerme demasiado. Sólo quería pasar un rato más con ella.
—Nicolás...
—Cancelaré... —murmuro sin ánimos de hacer lo que digo—. No te preocupes.
Aura me da una palmadita en la espalda.
—Estás haciendo lo correcto, al menos hasta que aclares lo que sientes.
Uno de los mellizos comienza a llorar, se escucha desde el monitor del bebé, y Aura se disculpa para ir a verlos.
Eric me recibe con una sonrisa apenada cuando entro en su inmaculada cocina blanca.
—Disculpa... No quise ponerte en una situación incómoda.
Encojo los hombros. Me he puesto solo en esta situación.
Ayudo a Eric a preparar la cena, aunque soy más estorbo que apoyo. A él le gusta cocinar y lo hace bien, mientras tanto me platica sobre Aura y sus hijos. Está tan orgulloso de ella que tiene que repetir mil veces que su novela de terror ha roto récord de ventas y que planean convertir en serie de televisión su saga sobre músicos donde todos tenemos un poco de protagonismo, pero con otros nombres. Todavía no se ha firmado el contrato, pero es cuestión de tiempo.
Reviso el celular y encuentro una fotografía nueva de Mailén, una selfie. Tiene el cabello suelto, sonríe hacia la cámara y hace un guiño divertido. Yo sé que he hecho muchas fotografías para Gigi que, sin que dijera su nombre, ella sabía que la única intención era que las viera y, por alguna razón, siento eso con la imagen de Mailén. Es como si esa fotografía fuera para mí.
—Ten cuidado —advierte Eric.
Me descubre como idiota mirando la imagen de Mai. Apago la pantalla del celular y lo guardo en el pantalón.
—¿De qué?
—De Mai.
—No entiendo.
Eric se recoge el cabello largo en una coleta y eso también me recuerda a ella, carajo.
—Tengo la impresión de que si la lastimas irá a romperte las piernas. Las dos y no será con la puerta del auto.
No se percata de mi expresión, pues me da la espalda y continúa cocinando. Yo me quedo suspendido en sus palabras, procesándolas y, a pesar de su significado, eso me hace sonreír. Me agrada que Mailén sea fuerte, no puedo evitarlo, pero al mismo tiempo quiero hacerla sentir que no debe luchar sola contra el mundo porque puedo contar conmigo.
Y mañana cancelaré la cita... Es lo correcto, hasta que entienda mis sentimientos. No quiero ser el causante de que la alegría de Mailén se esfume. La humanidad no merece eso.
🖤
Mailén no parece a punto de estrellarme la tableta electrónica en la cara, mas tampoco como si estuviera feliz con la cancelación de la cita. Sus expresivos ojos verdes están fijos en los míos, creo que intenta deducir si mi mentira es verdad. No sé si soy bueno mintiendo, aunque por lo menos no es por salir con otra persona.
Ella llegó feliz. Irradiaba su alegría cotidiana, escuchaba música en sus audífonos, una canción de fantasmas con buen ritmo, y bailaba despacio. Me colocó un audífono, escuchamos toda la canción y entonces me disculpé por no poder salir el viernes por la noche.
En parte es verdad, no una mentira. Saldremos de viaje a las siete de la mañana, deberíamos dormir temprano, sólo dije eso.
—Oh, está bien —dice, por fin, y parpadea. Ni me fijé que dejó de hacerlo, por eso su mirada era tan penetrante—. Es tarde, ¿estás listo?
—Sí...
Ella asiente y sale del departamento.
Esperé otro momento como el de ayer, quería volver a besarla en alguna parte de su piel que la hiciera desear besarme en la boca. Supongo que es mejor si nada de eso se repite, Aura tiene razón. No quiero ser como Dimas, al menos no el que hirió a Cristal. Él todavía se siente mal por eso, creo que siempre lo hará y por eso la adora de tal forma como si fuera una especie de Diosa.
Recojo mis cosas y la alcanzo en el pasillo del departamento. Ella está revisando algo en su tableta electrónica, quizá su horario. Es organizada, más que Minerva y eso ya es demasiado; tiene su horario marcado por horas. Ya lo he visto, noté que no hace nada de ejercicio, no le gusta.
—Listo —digo tras cerrar la puerta.
No levanta la mirada, sino que se encamina al ascensor todavía revisando su tableta electrónica y la guarda hasta que se cierran las puertas metálicas.
No me mira. Está más concentrada en contemplar los números que disminuyen en la pantalla superior del ascensor.
—¿Estás molesta?
—¿Tengo motivos para estarlo?
Su voz es filosa y se niega a mirarme. No queda rastro de alegría, aunque su sonrisa continúa dibujada en el rostro.
—Pensé que te molestó que cancelé la cita...
—No todo mi mundo gira a tu alrededor, Nicolás.
Ouch, ¿qué le sucede?
—No lo dije por eso.
Mailén cierra los ojos, suspira y, al abrirlos, decide que merezco cinco segundos de su atención visual.
—Cancelaste por trabajo, Nico. Está bien, es lo correcto, ¿sí?
—Pero, entonces, ¿por qué...?
—Déjalo así, ¿quieres?
No me deja responder. Las puertas del ascensor se abren y sale sin esperar por mí. Tiene esa forma de caminar como si el mundo estuviera a sus pies. Suele levantar un poco la barbilla y enderezar la espalda. Hoy viste una falda ajustada hasta por arriba de la rodilla en color café claro y una blusa blanca de manga corta. Se ven tan profesional, yo debo parecer un vagabundo al lado.
Ella llega primero al automóvil, en el estacionamiento, y cuando desactivo la alarma no espera a que abra la puerta para ella, sino que entra y se coloca el cinturón de seguridad.
Sólo me basta entrar al vehículo para saber que el Polo Norte debe ser más cálido que aquí. Mailén desprende frialdad, se ha metido en una coraza gruesa de hielo; me recuerda un poco a Eric cuando lo conocí.
Se concentra en su celular. Por lo general conversamos de alguna tontería, pero hoy ha decidido no hablarme.
Tomo la desviación hacia el café, entonces levanta la mirada.
—Ya es tarde, deberíamos ir directo a la disquera.
¿Ni va a querer eso?
—Quiero mi café.
Ella suspira y vuelve a concentrarse en su celular.
Me detengo al lado del interfono para hacer la orden. Mailén dice que no quiere el té, aun así lo pido y suelta otro suspiro. Cuando nos entregan las bebidas dejo la suya en el posavasos y ahí se queda hasta que llegamos a la disquera. Entonces toma el té y sale del auto sin decir más.
Salgo del vehículo con mis cosas. No pretendo correr detrás de ella, al menos no aquí y que todos lo vean, sino que me tomo mi tiempo como si no me interesara en lo absoluto que Mailén está molesta conmigo.
Al entrar al edificio no la veo por ningún sitio. Primero paso a la cafetería a dejar la comida en la nevera con las encargadas y después subo al estudio de grabación. Mailén ya está ahí con Mike y Gray, todavía no me mira.
—Hoy empezaremos contigo, Nico —avisa Mike—, ¿te parece?
Encojo los hombros. Por la noche no pude dormir mucho y practiqué, estaba nervioso por la reacción de Mailén. Intenté convencerme de que ella entendería, parece que me equivoqué.
—¿Ya está aquí Gigi? —pregunta Mailén.
Escucharla mencionar su nombre siempre consigue incomodarme. No ayuda que de inmediato todos analizan mi rostro en espera de que cambie algo mi expresión.
—Sí, está con MalaVentura —contesta su tío—. Maneja con cuidado.
Mailén asiente. Me dirige una mirada rápida y sale del estudio de grabación. Mi cara debe decir todo lo que pienso.
—Mailén llevará a Gigi al aeropuerto —me explica un compasivo Cedric que no esconde lo divertida que le parece la situación.
¡¿Qué?! Mi reacción es dar una media vuelta y maldecir en silencio. No podían elegir mejor momento para dejarlas a solas.
—¿Me estoy perdiendo de algo? —inquiere Mike—. ¿Nicolás?
—No, de nada. —Giro hacia él e intento parecer convincente.
Mike enarca una ceja con asombrosa facilidad, parece villano de Disney. No me cree, claro que no, ¿quién lo haría? Si debo estar pálido por los nervios.
¿Tal vez por eso estaba incómoda? Cancelé la cita y ya sabía que tendría que llevar a Gigi al aeropuerto.
Me dejo caer en el sofá mientras Mike explica qué haremos hoy, no presto atención.
Quiero enviarle un mensaje a Mailén, pero ¿qué le diré? Carajo, ¿por qué tuve que cancelar la cita? Ahora ya nunca querrá salir conmigo y eso no debería afectarme como lo hace, pero Giovanna...
Cristal me observa, la descubro al levantar la cabeza. No es una mirada amigable ni comprensiva, es una reprobatoria. De inmediato desvía la atención y se recarga en su esposo. Dimas pasa un brazo sobre sus hombros y le susurra algo al oído. Creo que sin querer la he hecho recordar algo doloroso.
Yo no quería hacer esto, juro que no. Nunca quise lastimar así a Mailén. Me siento la peor basura por hacerlo, aunque no sé si sólo debería odiar al universo por hacer coincidir todo el mismo día.
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