8 - Lutteo
—¡Es qué no puedo creerlo! No me cabe en la cabeza—grité caminando en círculos.
—¡¿Osea que no hay niño?!—preguntó Ámbar aturdida.
Asentí.
—No encuentro explicación alguna para que Matteo no hubiese regresado—escuché a Simón—. ¡Solamente se fue con ella por ese hijo!
—Es un idiota—dijo Ámbar—. ¡Pero más idiota sos vos, porqué pudiste haber evitado eso! Pero por pensar más en los demás, criaste seis años a tus hijos sin su padre.
No había nada que decir, todo lo que me gritaba la rubia era cierto.
—Mami—escuché a Alex acercarse a su mamá—. Puedo ir hoy a casa de Dylan, también irá Matías.
¿Y a quién le pidió permiso Matías?
—Si va Matt—dijo Ámbar—. Vas vos mi amor—Ámbar me vió a mí—. ¿Le diste permiso a Matti?
Negué con la cabeza.
—¡Matías!—grité.
¡Cuando Matías sea adolescente me va a poner los pelos chinos, no cabe duda!
—Si mamá—se acercó.
—Te dije que era mala idea darte el permiso tu solo, Matías—Sol se sentó a lado de Simón.
—¡Claro que fue mala idea! Matías soy tu madre y tú no te mandas solo—dije cruzando los brazos.
Matías agachó la cabeza.
—¡Anda tía, solamente iremos a jugar!—como siempre Alex abogando por Matías.
—¿Prometes que no volverás a hacerlo?
—Te lo prometo—dijo Matías.
—Bien.
—¿Eso quiere decir que me das permiso?
Asentí con la cabeza, y estos salieron corriendo hacia arriba.
—¿Y tú?—pregunté a Sol—. ¿No irás a ninguna parte o cómo? ¿No piensas quedarte sentada ahí todo lo que falta de la mañana y parte de la tarde?
Ella levantó los hombros en una forma de decir; no sé.
—Pienso llamar a Rachel—dijo ella—. También a Zoe—se acercó a mí—. ¿Me prestas tu celular para hablarle a tía Yam si deja venir a Rachel, por favor?
Asentí y señale el movil que estaba en la mesa. Sol fue y luego subió a su habitación.
—Estupendo que Yam y Ramiro se mudan a Buenos Aires—dijo Ámbar con una sonrisa.
—Sí—dije—. Rachel le encanta estar acá, ni se diga de Reven.
Sonreí.
(...)
Son casi las nueve de la noche, ahora mismo estoy tras el grandísimo escenario, en unos minutos el concierto de Matteo iniciará. Creó que quedaré sorda con tantísimos gritos.
Por ratos me río, las cosas que las niñas gritan son un caos.
—¡Matteo, hazme un hijo!—escuché.
«A mi ya me hizo dos, gatita».
¡Luna, concéntrate!
—¡Oh, no puede ser tengo a la misma Luna Benson frente a mis ojitos!
Si no me mata mi hijo con sus retrecheras, planes sin permiso y el sin fin de coraje, me mata esta mujer de un paro al corazón.
—¡Ay!—grité y me lleve la mano al pecho—. Hola—dije.
—¡Soy Edén, la coreógrafa de Matteo!—juro que parecía una loca—. ¡Por fin conozco a la ex de mi jefe! Todo el set hablaba de ti. Eres hermosa.
Esta bien, eso no me lo esperaba.
—¿Eres mexicana?—pregunté.
—¡100% mexicana!—ella sonrió—. ¡No se que tiene Matteo con las mexicanas! Primero tú, luego...—hizo un gesto de asco—. Emilia Mansfeld—creó qué debí reírme—. Oye, ¿vienes de un funeral o cómo?
Sabía que lo decía por todo mi atuendo negro. Algo así como tipo Ámbar en su momento de destrampe.
Bueno, no tanto así.
—Tú también vienes vestida de negro—era cierto.
—Bueno, el personal acostumbra a estar de negro siempre—dijo ella.
—Ya sé, por eso mismo vengo así. No quiero llamar la atención con otros colores—sonreí.
—Llamas muchísimo la atención—dijo—. No se ve en que parte terminan tus botas largas y con ese tacón enorme, ¡Yo de seguro me caigo! Si no fuese por tu chamarra tampoco vería en que parte inicia tu blusa—no entendía lo que decía—. Y tu cabello, lacio y largo—me sentí un poco rara, ¡Soy un humano, no una reliquia!—. Te vez como una chica mala.
Solté una carcajada.
—Eres estupenda Edén—dije—. Pero, me podrías mostrar cual es el camerino de Matteo, tengo que decirle algo muy importante.
—¡Claro, sígueme!—dijo y eso hice—. ¿Que le dirás? ¡Ya sé!
Oh no, claro que no sabes amiga.
—¿Que Sol y Matías son sus hijos?
¿QUEEÉ? ¿Y esta como lo sabe?
—Es acá—dijo, abrió la puerta y me empujo.
¡Ven para acá, tengo que hablar contigo!
—¡Suerte!—dijo.
—¡Esper...
—¡¿Luna?!—genial, el muchacho ya me había visto.
—Hola, Matteo.
«¡Maldita vieja regresa!».
—¿Que haces acá?—preguntó—. ¿Venís a darme mi beso de suerte?
«Lo fresa, jamás, jamás se le quitará».
—Aunque eso quisiera—me crucé de brazos—. Estás con Emilia, y yo no pienso se la otra—sonreí.
—¡¿Enserio vas a hacerle caso al idiota de Michel?!—preguntó.
—¿Por qué metes a Michel en esto?—pregunto yo.
—Porqué vos repetiste lo que él dijo.
Rodé los ojos.
—No vengo a darte ningún beso de buena suerte, Matteo—dije«aunque no estaría nada mal»—. Tengo que decirte algo muy importante.
—Bueno, te escucho—dijo él—. Pero avancemos un poco, quiero estar listo falta poco.
—Bien—suspire.
Creó que jamás en mi vida me había sentido tan acorralada y tan asfixiada como ahorita, pero tenía demasiado motivos para decírselo; el principal, era que yo lo quería a él.
—Cuándo te fuiste con Emilia–dije mientras nos dirigíamos no se a dónde—. Pasaron muchísimas cosas antes y después de eso...
Joder, ya no podía más.
El lo notó, y detuvo el paso.
—¡Ey! Tranquila, sabes que siempre estaré para escucharte—. Sentí el calor y el tacto de su mano envolvió la mía.
Sonreí.
—Fue una noche dónde ni siquiera nos dimos cuenta—dije—. No se si fue el coraje o el alcohol, pero...
—Se qué paso, puedes ahorrarte esa parte si te sentis incómoda, ve a lo que sigue—dijo sin soltar mi mano.
—Yo... nosotros...—¡Vamos, Luna!—. Yo quedé...—Estaba decidida—. Yo quedé emba...
Una fuerte luz hizo que tambaleara y Matteo me acercara más a él, de pronto los gritos se intensificaron, cada vez éranse más fuertes.
—¡Matteo Balsano!—escuché de una voz que salía de muchísimas bocinas.
Luego me di cuenta que ya no estaba la pared negra que tenía a mi lado, me percaté que solamente era una cortina que había sido levantada.
Ví la mano de Matteo que aún me sostenía, y su mirada estaba observando... ¡¿El público?!
¡No puede ser!
Estaba frente a miles de personas, arriba del escenario, con mis manos entrelazadas con las de Matteo.
Y Matteo estaba ¿sonriente?
Intenté zafarme y salir corriendo hacia dentro, pero el disimuladamente me detuvo.
—Creó que sería muy mal educado de tu parte no saludar y mucho más si ni siquiera sonreís—musitó e intenté sonreír.
Los gritos eran demasiados.
—Te esperan a ti—dije, mientras sonreí al sin fin de cabezas que tenía enfrente—. Solamente a ti Matteo.
Reaccione y solté la mano del italiano, mientras pase la otra mano por mi cabello.
¡No quiero ver mi cara ahora mismo! Seguramente todos empezarán a abuchearme por ser la ex, por corromper la relación de Matteo y Emilia, o por interrumpir sus show.
¡Vamos a ver a todas las Emitteo en acción, y no bajarme de resbalosa baja novios!
—¡Lutteo! ¡Lutteo! ¡Lutteo! ¡Lutteo!
Oh no.
—¿Segura que sólo me esperaban a mi?—preguntó Matteo.
—Esto no debería estar sucediendo Matteo, tengo que irme ya—dije.
—¡Lutteo! ¡Lutteo! ¡Lutteo!
¡No puede ser!
Después de tantísimo tiempo volví a escuchar esa palabra, Lutteo.
Entonces lo recordé.
¿Lutteo sí, o no? ;¿te queda alguna duda chico fresa?
Creó que de los mejores momentos de mi vida.
—¡Lutteo está más vivo que nunca!—gritó alguien.
Y tal vez era cierto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top