53 - El principio del final
Matteo
Recién habíamos llegado a casa, todo el día me la estuve con Gastón en el hospital. La verdad es que de ninguna manera hay formas de tratar de asimilar que tu hijo está muriéndose.
Moriría si Sol o Matías estuviesen en esa forma. Ni pensarlo es bueno, la idea me aterra.
Luna está muy afectada por lo que últimamente ha pasado, lo fuerte que vivió hoy en la mañana la tiene completamente aterrada. Cómo pudimos estar tan ciegos, siempre fue Michel el causante de todo. No creía capas a ese tipo de hacer lo que estaba haciendo, es más... llegué a pensar que su obsesión con Luna, mi Luna había terminado y había bajado la bandera entendiendo que ella solamente quiere estar conmigo, con su familia, nuestra familia.
—Todo tiene sentido—dice Luna—. Siempre fue él y yo no tuve ni mínima sospecha de eso. Me siento completamente estúpida.
—No es tu culpa, Luna—Simón se pone de pie.
—En realidad nunca, jamás lo imaginé. ¿O sea Michel? Se ve tan incrédulo y estúpido—dice Ámbar molesta, al parecer a ella no le aterra. Ámbar es demasiado fuerte y dura.
Admiro que sea así, sin embargo no debe serlo con todos; con sus hijos.
—¿Que se supone qué haremos? ¿Denunciarlo?—pregunta Lili.
—No tenemos pruebas—apunta Bernie.
—¿Entonces? ¡Esperar que haga algo más grave que esto y ahí sí habrán pruebas!—grita Luna—. Papá, todos estamos en peligro.
—Y con ese carácter no arreglaremos absolutamente nada, Luna.
En el transcurso de estas horas todos nos pusimos a pensar algo mucho más productivo que hacer, las ideas de cómo protegernos y de cómo hacer que todo esto acabara de una vez no dejaron de surgir, sin embargo en todas había algo imposible. Nadie tiene pruebas de nada.
Sí, es cierto. La chica es ex novia de Michel. Pero eso no prueba nada.
—Fue él—dijo Luna—. Fue él.
—¿Quién que?–preguntó Ámbar.
—Cuando Sol desapareció—dijo Luna—. Recuerdan que fue Rex quién entró con la boca con poco de sangre—dijo ella—. ¡La puta mano de Michel!
—¿Cómo estás tan segura de eso?—preguntó Monica.
—¡Su mano esta un desmadre! Nada de como era antes.
—No sigas porque te juro que me están dando unas ganas de buscarlo y partirle la cara hasta matarlo—dije molesto.
Tan ciegos.
Tan estúpidos.
Tan todo.
Confieso que jamás en mi vida había tenido tanto odio en mi corazón, pero claro que siempre hay una primera vez y esta primera vez le toco a Michel Cabos.
El mismo hombre que sin querer ha estado tratando de destruir a mi familia.
—¿Meter a Michel a la carcel sería una buena idea? No tenemos pruebas, pueden empezar por descartar esa—dice el abuelo Alfredo—. ¡Alejarnos de él! No puede hacer más daño.
—¿No es suficiente prueba que la ex novia haya aparecido muerta afuera de la mansión? Esto ya se volvió una muy mala película, y para nuestra desgracia en esas películas terminamos muertos.
—Muy optimista, Ámbar.
Ví cómo Luna se acercó a mí para mostrarme algo que le había llegado en el móvil.
—¡Tenemos que pensar una idea ahora!—grita Flor—. Es imposible que no podamos estar tranquilos sabiendo que ese tal Michel puede terminar con nosotros.
Luna me observa y hace un rostro de "Esto es una broma más" y guarda el celular, y si, es una broma más. Pues minutos después entraron los hombres de seguridad a decir que todo estaba en orden.
O al menos eso creíamos.
Por lo siguiente del día todo estuvo tranquilo, Luna se encontraba arreglando para ir al Hospital.
Elena había despertado.
—Por fin una noticia buena—dice Luna tomando mi mano—. Quiero que las buenas noticias sean más constantes.
Yo sonreí y la abracé. No llevaba tacones, según ella le dolía la cadera; yo pienso que es por si en algún momento tiene que salir corriendo. Era cómo una niña, su cabello rubio suelto y llevaba un vestido tipo bata en color blanco con una sandalias en beige, o algo así. Las mujeres tienen un color para cada cosa mientras yo solamente conozco blanco, azul, negro, amarillo y rojo.
—Es mejor que vayamos con los autos blindados—dice Luna—. Dejemos tu coche, por favor cariño.
—Luna...
—Por favor...
Asentí, y subimos a la camioneta de la familia. Era más segura, sí. Pero me sentía inútil al ir atrás solamente como gefe, cómo un niño yendo al colegio.
Cuando llegamos Nina estaba sonriente a lado de su hija, Elena estaba recostada descansando mientras Gaston sostenía una papilla.
—Tía Luna—dijo Elena sonriendo.
—Hola pequeña—dice Luna—. ¿Cómo estás?
En eso, Georgia entra corriendo y brinca a la cama.
—Geo, despacio. Aún me duele un poco hermanita—dice Elena.
—Perdón—dice Geo—. Fui por el agua, abue Anna te trae chocolates.
Elena sonrió.
Esto era aún mejor, aquel odio se había esfumado y al parecer todo parecía estar mucho mejor que antes para ellos.
Estuvimos ahí varias horas, inclusive ya estaba cayendo la noche, Gaston me llamo afuera y yo de inmediato salí.
—No vas a creerlo—dice él—. Matteo no vas a creerlo.
Yo sonreí ansioso.
—Elena no quiere ver a su padre—dice—. Desconocemos porqué, no queremos hacerle tantas preguntas ahora.
—¿Y bien?
—Quiere botarse del apellido Andrade—dice.
—¡No!–digo sin creerlo—. ¡O sea que...
El asintió.
—Elena quiere mi apellido, incluso me ha llamado papá.
Abracé a mi amigo y me alegré tanto por él. Por fin alguien le toca ser feliz después de tanto.
Sin embargo, la sensación de que algo terrible estaba por pasar, o el mismo nerviosismo por el asunto en la familia, el saber que era cuestión de tiempo para que una bomba estallara me aterraba, y no por mí.
Por mis hijos.
Mi celular empezó a vibrar, en la pantalla asomaba "Simón" y aunque he recibido miles de llamadas de él, sentía que esta era la gota que derramaría el vaso. Algo me decía que una voz de un Simón muy asustado asomaría, diciendo que efectivamente... lo peor estaba sucediendo en la mansión.
Sentía que al responder esa llamada escucharía lo que estaría siendo el principio del final.
Y no me equivoqué.
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