Capítulo: 51. Parte 2✔️

—¿He respondido todo bien? —chilla Liliana por decimoquinta vez, y necesito toda mi paciencia para no taparme los oídos. ¿Qué pasa con todo el mundo hoy? ¿Por qué gritan tanto?

Lily es mi prima postiza, hija de una de las más antiguas amigas de mi madre. Cuando llegó a casa desde Sevilla hace dos o tres horas para pedirle a mi abuela si podía quedarse unos días, tanto para ver si se concretaba lo de su ascenso como para estar presente en mi cumpleaños, no tardé ni siquiera dos minutos en reconocerla. Solía venir mucho cuando éramos niños, y eso lo recuerdo, lo cual es una buena señal en lo que respecta a mi memoria.

Es extraño que pueda recordar casi todo lo que viví antes del accidente, incluso algunos detalles de mi infancia, menos ese día en que ocurrió. Esa fecha está completamente en blanco en mi mente.

—¡Sí, guapísima! ¡Ya estás lista! —celebra mi abuela sacándome de mis recuerdos, parándose a su altura para apretarla entre sus brazos.

—Gracias, abuela. ¡Jonathan! —me señala con las carpetas y levanto una ceja, sabiendo perfectamente lo que quiere, ya que llegó justo cuando la abuela y yo estábamos en el garaje y dijo eso de que quería al menos tres bisnietos. Madre mía. Por poco me atoro con mi propia saliva al escucharla.

¿Hijos? ¿Emma y yo? Eso suena increíblemente hermoso al mismo tiempo que vertiginoso.

—Ilumíname.

—¡Llévame en tu moto! ¡Ya estoy lista!

—Te salvas que quedé con Emma, sino te hubieras tenido que ir en taxi encantada de la vida —bromeo, disfrutando del tintineo de las llaves en mi bolsillo. Salimos caminando juntos hasta la puerta principal y al llegar al garaje, se acomoda el pelo con esmero mientras se mira en el reflejo de su teléfono. Claramente no ha montado de copiloto en una moto en su vida.

—Pobre de la novia que tenga que aguantarte, primito.

No lo respondo, ya me las cobraré cuando se despeine.

[...]

—¿Esa podría ser tu Emma? Es preciosa —me vuelve a preguntar, por vez no sé cuánta. Esta vez sí, la chica rubia en el centro del parque. Emma está acompañada, hablando animadamente con un chico sonriente y un niño travieso que cuelga del brazo del chico, como si lo estuviera animando a seguir hablando con ella.

—Sí, es ella. No es que me incomode, pero quizás deberías soltarme y bajarte ahora. Si nos ve juntos, podría interpretarlo mal, ya que aún no te conoce, y eso no sería conveniente. Tan hermosa como terca. Es mejor prevenir.

—Vaya, con cuánta pasión hablas de ella y la haces respetar, primito. ¡Te tiene atrapado! —hace lo que le pido.

No le discuto, soy un chico perdidamente enamorado de su chica y eso no tengo por qué ocultarlo.

Mientras Emma sigue hablando con el chico, la miro de soslayo y capto el movimiento de sus brillantes labios relamiéndose. El chico no puede tener una sonrisa más idiota en este momento. ¿De qué estarán hablando? ¿Por qué el niño a su lado tiene esa sonrisa? ¿Por qué Emma lo mira así?

—Se llama química y es genuina —dice Lily detrás de mí, como si estuviera dentro de mi cabeza o tuviera el poder de escuchar cada una de mis preguntas.

Cuando las palabras "química genuina" salen de sus labios con un tono juguetón, algo dentro de mí se enciende. Creo que es mi instinto protector, y sin darme cuenta, ya estoy lo suficientemente cerca de ellos como para escuchar lo que dicen.

—Entiendo —le dice el tipo, bastante nervioso para mi gusto—. Discúlpanos, llevamos un rato conversando y no nos hemos presentado como se debe, ni siquiera aquel día que nos conocimos. Creo que ya lo sabes, pero yo soy Alejandro, Alejo para los amigos, y tú puedes llamarme así. Él es mi hermano —en tus sueños voy a dejar que te llame de algún modo, chaval—. Daniel, una pulga muy molesta.

El tal Alejandro le extiende la mano y una chispa de esperanza ilumina mis facciones al ver a Emma dudar por un instante. Sin embargo, esa luz se desvanece rápidamente y se convierte en tensión para todo mi cuerpo cuando ella también extiende la mano y dice: —¡Encantada, soy Emma!

Ya. También estarás encantada cuando te levante en mis brazos y te tumbe en mi hombro.

—Sí, ya lo sabía —murmura sin soltarla—. Fue un poco de trampa de mi parte cuando tomé tu móvil aquel día antes de irte, para registrar mi número y terminé por tomar el tuyo y mandármelo a mí mismo. Lamento si fui imprudente. Solo quería tener la posibilidad de escribirte algún día en caso de que tú no lo hicieras, aunque al final me faltó el valor para hacerlo, a pesar de que las ganas no me faltaron.

¿Qué acabo de escuchar? ¿Por qué habla así, como si se hubiera tragado un diccionario?

Mi mandíbula se aprieta mientras intento mantenerme. ¿Cómo es eso de que "las ganas no me faltaron"? ¿Cuándo se conocieron y por qué ella registró su número en su móvil?

—Ah... —murmura una Emma audible y visiblemente nerviosa, deseando cambiar de tema. Mientras tanto, el chico sigue sin soltar su mano y siento cómo burbujea mi impaciencia en la planta de mis pies por sacarla de allí, por hacerle saber que estoy presente.

El muy pesado sigue hablando sin parar y casi siento cómo mi chica se encoge en su lugar: —Lo siento, pero de verdad me gustaría saber por qué no lo hiciste. ¿Te dio pena?

Emma nunca va a admitir que no le interesó hablarle. Es demasiado buena como para lastimar a alguien, aunque, como él bien dijo cuando llegué, ni siquiera se habían presentado.

Sí, ni siquiera se habían presentado, pero eso no le importó al muy capullo al tomar su número sin su permiso.

—Ah, no... no es eso, es solo que...

—¿Tenía que hacerlo obligatoriamente? —salgo en su defensa sin poder evitarlo más, con los dientes apretados. Paso por su lado hasta quedarme junto a ella, notando cómo me mira petrificada y su pequeño rostro se frunce.

Mierda, ella ya ha visto el casco.

¡Genial, Jonathan!

¡Maldita sea, solo quería sorprenderla! Quería tomarla por sorpresa, taparle los ojos hasta que viera la moto de nuevo, no así.

Liliana se acerca por detrás y me ofrece el casco. Lo tomo, pero sus palabras de agradecimiento y despedida pasan desapercibidas para mí. Luego, me da una palmada en el hombro y se marcha.

Mis ojos están clavados en sus manos entrelazadas, mientras mi mente maquina la manera más cruel de separarlas: abrirme paso entre ellas sin piedad hasta lograrlo. Después de eso, la expresión de Emma cambia a vergüenza, pero también... ¿a ira?

—Eh, perdón, pero ¿quién eres tú? —el chico casi tartamudea después de lo que he hecho.

—Yo soy su cita —respondo con orgullo, tratando de plasmar en mi voz una tranquilidad que en este momento no tengo y que estoy lejos de tener mientras Emma esté en su campo de visión con esos jeans apretados y resaltando cada curva. Sé que se los ha puesto para mí, para verme, pero este capullo se me ha adelantado.

No me pierdo la mueca que hace el tipo y tampoco lo que le gesticula su hermano, a la vez que le da un codazo en el abdomen, que parece bien tonificado: —¡Uy, ya perdiste, Alejo!

Ya me cae bien este niño.

—Pues parece que "mi cita" llegó acompañado de otra cita, así que técnicamente ya no es "mi cita" —balbucea Emma, tratando de esquivar la mano que lucho por depositar en su cintura.

—¿Qué? —exclamo al darme cuenta, elevando involuntariamente el tono de voz en su dirección.

—¿Eres su novia? —interviene Alejo confuso, y aunque no me lo pregunta a mí, siento la necesidad de hacérselo saber.

—¡Vaya, chaval, eres listo! ¡Captas las indirectas al vuelo! —ni siquiera observo su reacción mientras vuelvo la vista hacia Emma y sus ojos me están echando chispas que puedo sentir incluso con el maldito casco puesto—. ¿Qué quieres decir con que ya no soy tu cita, EMMA?

—¿Qué demonios haces en la moto otra vez, JONATHAN?

Si no la conociera realmente bien, me creería que se ha puesto furiosa solo porque no le he dicho que volvía a andar con la moto o porque he hecho que el tal Alejo quede como un tonto. Está celosa, envenenadamente celosa por Lily, pero finjamos que es por la moto.

—A lo mejor porque es mi moto, EMMA, y solo yo puedo decidir si la quiero de vuelta o no después de todo.

Tras cruzar las manos sobre su estómago, nuestros ojos se encuentran a través de la visera y juro que desearía subirla ahora mismo en mi hombro. Sin embargo, no es el momento indicado. Sí, otras veces lo he hecho sin importar qué, pero nunca había estado enfadada por celos, o al menos no lo había demostrado. Si lo hago en esta ocasión, me va a patear y a gritar hasta que la suelte, y no va a subirse a la moto ni aunque le diga que mi vida depende de ello. Además, le daría a este idiota el gusto de ver su trasero levantándose en pompa sobre mi hombro.

—¿Todo bien entre ustedes?

—¡Tú cállate! —exclamamos al unísono, mientras Emma agarra su bolso del banco y sale entre gruñidos.

Por supuesto, voy a seguir sus pasos, pero no sin antes dirigirle una mirada de advertencia al chico. Levanto la visera de mi casco para intimidarlo, y observo cómo traga saliva con dificultad ante eso.

—¿A dónde crees que vas? —vocifero cuando Emma pasa de largo la moto y se va por el otro lado—. ¡Súbete!

Su pequeño cuerpo se vuelve para aniquilarme con la mirada justo en el momento en que me quito el casco y un guante para estar a su altura. Busco igualar su intensidad, preparado para devolverle cada chispa que lanza con sus ojos profundos cuando habla. Ambos sabemos que juntos podemos incendiarlo todo, arder en una llama que solo nosotros entendemos y que supera esa puta "química genuina".

—¡Eres un puto maniático! —me insulta mientras se acerca e intenta golpearme desesperadamente, pero mis rápidos movimientos logran atrapar sus manos antes de que puedan alcanzarme.

Me esfuerzo por contener la risa. ¿Cómo puede alguien ser tan tierna cuando está enfadada? Su nariz adquiere un ligero tono rojizo en la punta, al igual que sus orejas.

—¿Ese es tu único insulto? —me burlo—. ¡Sube!

—¡Ni loca volveré a montarme en eso... y menos si ya llevaste a otra mujer ahí!

Gloria a Dios, por fin lo admitió.

La carcajada que intentaba ocultar emerge sin poder contenerla más.

—¡Idiota! —forcejea para que la libere de mi agarre en sus muñecas, pero lo único que consigue es estar más cerca, lo suficiente como para ver cada perfecta imperfección de su rostro teñido de rosa.

—Estás muy celosa —susurro y se tensa—. Tan malditamente celosa que ni te has tomado la molestia de preguntar quién era.

―¿Quién era? ―pregunta de inmediato, como si ni siquiera se le hubiera ocurrido preguntar antes.

—Es mi prima —abre levemente los labios y sus paranoias hacen clic y la sueltan con solo esas tres palabras—. Esta mañana vino a casa después de estar contigo, a visitar a mi abuela y me pidió que la llevara a su trabajo en la tarde. Ahora mismo tiene una exposición muy importante para un ascenso en su puesto. ¿Contenta? —para cuando finalizo de contarle todo lo que necesita saber, su rostro se suaviza y mis manos en ella también.

—Ah...

¿Ah...?

¿Eso es lo único que va a decir?

—¿Y tú? —acaricio sus muñecas con suavidad—. ¿Por qué tenías que escribirle a ese memo?

—¡Jonathan! —me reprende por cómo lo he llamado. Sus preciosos ojos buscan vislumbrarlo por allá, por donde lo dejamos con su hermano, y vuelven a mí.

—¿Mi nombre es lo único que sabes decir sin hablar en monosílabos? —mi mano, la que aún mantiene el guante, se desliza sin apuro de una de sus muñecas hasta su cintura y la atraigo sutilmente—. Me gusta que hables en monosílabos, pero solo cuando estoy profundamente dentro de... —Joder. Me hace tragar las palabras restantes con su dedo sobre mis labios. Ella sabe perfectamente lo que iba a soltar.

Se relame. Yo hago lo mismo, y en este instante, mi único deseo es deslizar mi lengua para saborear todo el brillo labial sabor a menta que adorna sus labios.

—¿Me vas a besar ya o debo pedírtelo?

Impaciente. Me encanta.

—Eso también lo sabes decir muy bien —bromeo, tratando de retomar el tema de su dificultad con los monosílabos cuando está nerviosa. Si la beso aquí y ahora, esto literalmente va a arder, y me voy a llevar a la boca todo lo que quiera. TODO.

—Idiota —susurra entre dientes, mientras tuerce los ojos en un gesto de exasperación.

—Me encanta cuando te aplicas brillo de labios para encontrarte conmigo y observo cómo desaparece en menos de cinco minutos.

Me escudriña con una expresión maliciosa que parece insinuar: «¿Ah sí? ¿Por qué será?».

—Me lo pongo porque me gusta pensar que no somos unos salvajes en celo, que podemos controlar esto... —un suave viento frío sopla y su perfume me envuelve por completo.

Eso intento...

Suspiro.

—¡Monta! —mi voz suena más áspera de lo que verdaderamente pretendía, luchando por mantener la compostura.

—¿Dónde?

Joder. Intento controlarme y me sale con estas cosas que mi mente cochina malinterpreta.

—Emma —la "a" se desliza sonoramente entre mis labios. Inclino la cabeza primero hacia un lado y luego hacia el otro, acercándome a su oído para murmurar—. ¡En mi moto, ahora mismo!

Me separo lo suficiente para alcanzar el casco, y una oleada de felicidad me inunda al ver cómo lo toma y se lo coloca con destreza y sin quejas, como si fuera solo suyo y de nadie más. Una vez listos, ella se acomoda detrás de mí, cruza sus brazos sobre su estómago. Esta imagen supera con creces cualquier expectativa que pude haber imaginado ayer cuando descubrí que podían arreglar mi moto. Solo falta un pequeño detalle:

—Agárrate —le pido por encima del ruido del motor.

—No.

Pongo los ojos en blanco.

Emma Terca Estelle Johnson.

—Emma —le gruño.

—No.

Entonces, si la obligo, me dirá que soy un puto maniático, un idiota, una bestia...

—Vale —digo con tranquilidad. Acelero como si estuviera a punto de salir disparado, sintiendo su firme agarre en mi espalda, apretándome con fuerza. Sonrío. Una de mis manos busca la suya, aferrada a mi abdomen como un pulpo, entrelazándose hasta deslizarse bajo mi ropa. Si va a tocarme de esa manera, que lo haga directamente sobre mi piel. Ella no se mueve ni un centímetro. Suspiro, saboreando la plenitud y la intensidad del momento antes de finalmente salir al encuentro del viento.

Después de unos treinta minutos, finalmente llegamos a mi casa. Se endereza en su lugar y me suelta del abdomen. Bajo para ayudarla a quitarse el casco y el silencio se rompe cuando, nerviosa y en un hilo de voz, me pregunta mientras juguetea con mi ropa: —¿Y si vamos a otra parte?

Logro quitárselo rápidamente gracias a la suavidad de su cabello que brilla con el sol. Por unos instantes, mi mirada confusa se centra en la suya y pregunto: —¿Por qué? Mi abuela quiere verte.

Ella baja la mirada y confirma cualquier sospecha que haya tenido de que está incómoda.

—Tu abuela —enfatiza—, tus padres no y esta también es su casa. No deseo sentirme como una intrusa en un lugar donde no soy bienvenida...

Un largo suspiro escapa de mis labios mientras ella expresa su preocupación. En un instante, ya estoy frente a ella en la moto, buscando sus ojos con los míos. Levanto su rostro con ternura, tratando de transmitir con mi mirada lo que quiero decirle en palabras.

—¿Y crees que me importa eso? Mi abuela y tú son lo más importante para mí —beso la coronilla de su cabeza y se relaja notablemente—. Además, para que estés tranquila, mis padres no están aquí. Y si lo estuvieran, esa razón que te dije es más que suficiente para mí, ¿sí? —Quiero que nunca más se sienta así conmigo. Le doy un fugaz beso en los labios y ella se relame asintiendo—. Ahora baja ese lindo trasero o te cargo en mi hombro.

—No, no... —se apresura a decir con una risita nerviosa—, ya me bajo yo solita, me da vergüenza que tu abuela nos vea tan empalagosos.

[...]

Después de aclarar sus dudas en la entrada de casa, por fin puedo relajarme. La emoción en los ojos de Emma al ver a mi abuela me reconforta profundamente. En un instante, ambas se abrazan con ternura, como si el tiempo no hubiera pasado.

Horas más tarde, las descubro en la cocina, unidas en la tarea de preparar galletas. Se ríen con complicidad y comparten historias mientras mezclan los ingredientes con alegría. Emma irradia felicidad al moldear las galletas, contagiándonos a todos con su entusiasmo.

Aprovecho un breve instante para darme una rápida ducha y regresar lo más pronto posible junto a ellas, las mujeres más importantes en mi vida. Sin embargo, ese plan se ve un poco afectado cuando salgo del baño principal con el torso desnudo, el pelo húmedo y una toalla envuelta en la cintura, y vislumbro a Lina caminando hacia aquí, seguida de cerca por mi abuela, mientras le murmura: —Yo solo necesito verle una vez más.

_______________________________
Nota de la autora📖:

¡Holaaaa! ¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻 Me ayudan mucho si lo hacen, por favor. 🩷

En IG dejo spoilers a cada rato, cuentas regresivas para que sepan qué día voy a actualizar, por si quieren ir a seguirme para enterarse (escritora_romance06).

Recuerden, siempre les recomiendo leer también el punto de vista de Emma. Si leen ambos al mismo tiempo, será mucho mejor, ya que les permitirá enterarse y comprender la historia en su totalidad.

_______________________________
Capítulo dedicado a @DanielaRodriguez0939 y @anelam2003, con mucho amor, hermosas. 😀❤️

¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗

Los tqm. 🥰✨

🦋KOCT📖

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top