Capítulo: 50. Parte 1✔️
Carlos...
Me toma unos 15 segundos reconocer y analizar sus facciones, especialmente recordar sus labios sobre los de Emma en ese bar, cuando ella y yo apenas nos habíamos visto una vez y ya se podía sentir la tensión en el ambiente entre nosotros, como si el aire estuviera cargado de chispas cada vez que nuestros ojos se encontraban, desde la primera vez. Por otro lado, el solo recuerdo de ese primer mes separados por su culpa me hace hervir la sangre y me provoca unas ganas enormes de voltearle la cara, tal como lo hice ese día que lo encontré forzándola a besarlo en la oficina.
Y estaba a punto de hacerlo, juro que iba a hacerlo; iba a voltearle la cara sin excusas, porque sentí el impulso, porque ese día besó a Emma a la fuerza y al recordarlo ahora, es como si volviera a presenciarlo y sentirlo todo. Sin embargo, en ese preciso momento, la mano de Emma llega y entrelaza repentinamente sus dedos con los míos, disipando cualquier impulso arrollador. En un instante, siento cómo mis facciones se relajan instintivamente entre la frialdad de sus manos abrazando mis dedos.
¿Por qué está fría?
Sus ojos, antes fijos en los míos como si me estuvieran desafiando, se posan en ella con cautela, reviviendo de cierto modo esas ganas iniciales de voltearle la cara. Es que ni siquiera quiero que la mire, no se merece contemplar el azul cielo de sus ojos ni el rojo natural de sus labios. ¡Nada!
—Emma —menciona su nombre con voz lánguida, sus ojos deslizándose de arriba a abajo por su figura. Y podría jurar que los dedos de Emma aprietan los míos con más fuerza, como si intentara calmarme. Pero es imposible, ¿cómo demonios espera que me calme cuando la está desvistiendo con la mirada?
Ella intenta liberarse de sus ojos a como dé lugar bajándose el vestido, pero mi mano actúa primero. Unas ganas incontrolables de marcar territorio me impulsan a deslizar la mano que apenas unos segundos antes estaba enlazada a la suya por su cintura, atrayéndola aún más hacia mí. De inmediato, mis ojos buscan los de Carlos y le lanzan una advertencia silenciosa.
Emma traga con dificultad ante mi toque, lo puedo sentir. Su piel reacciona casi al instante a mi contacto, a pesar de que la suave tela parece ser una barrera.
—¡Vaya! Parece que estáis pasando un rato agradable en pareja —sus palabras suenan tan falsas como su sonrisa. Nuestros ojos, que se habían encontrado por unos segundos en medio de toda esa tensión porque lo necesitaban, tienen que separarse obligados para volver a mirarlo.
—Pues sí —continúo haciéndole magia con la yema de mis dedos a mi chica—, pero era más agradable hace tan solo unos minutos cuando no estabas.
La mirada de Emma no se hace esperar sobre mí, y en un intento por transmitirle la calma que aparento tener, trazo precisos y deliciosos círculos en la suave tela de su vestido.
Carlos suelta una risita soberbia, sorprendido y abre los ojos de par en par a su vez: —¡Vale, vale, ya lo pillé! Buena indirecta.
Indirecta dice el idiota. Un poco más y le da en el coco la piedra.
—No lo era en absoluto. De hecho, más directo no pudo ser —sentencio.
—De acuerdo —dice por fin, despegando la vista de nosotros—. Me saludas a tus padres, Emma, por favor.
Emma no le responde. Un gran suspiro escapa de sus labios mientras él se voltea para marcharse. En este instante, siento un impulso irresistible de besarla porque la necesito más que nunca ahora después de esto, pero eso no dura mucho, sino que se multiplica por mil cuando la presencia de Carlos sigue entre nosotros. Observándonos desde otra silla en el frente como todo un acosador, haciendo que las cucharas choquen contra el cristal frente a mí y la mesa resuene con un estruendo a causa de mi puño contra ellas.
—Te besaría ahora mismo para que ese idiota lo vea, pero necesito saber si tú quieres —le digo girándome hacia ella, con la voz llena de necesidad. Sus ojos un tanto más oscuros y los labios entreabiertos, respirando con cierta dificultad mientras formula su respuesta, arrastrando las palabras y quemando sus pupilas en las mías:
—Nunca me has tenido que preguntar, pero sí —acepta. Sabe que va a explotar en mis labios, al igual que yo.
Llego a la misma zona donde estuve trazando círculos, pero esta vez me acerco más. Mi punto débil es cuando estoy tan cerca que cierra los ojos y abre la boca para mí. Dios, esta chica va a acabar conmigo. Mi lengua no desperdicia la oportunidad y la explora de inmediato, a fondo, cada momento. En estas circunstancias, Carlos ya pasó a segundo plano, aunque sé que ahora nos está mirando. La agarro del cuello y descubro que soy todo un palo.
—¿En qué punto estamos ahora mismo, Emma? —susurro con dificultad contra su oreja. Me sorprendería si logra formular una palabra después de esto.
—Somos todo.
Esa es mi chica, mi rubia, mi todo.
¡¡¡Jonathan que están en una heladería!!! ¡¡¡Sean serios!!! ¡¡¡Pórtense bien!!!
Vale, vale.
—¿Por qué no escapamos a un lugar donde podamos estar solos? Dejemos a ese idiota aquí. Necesito estar contigo —susurro, acariciando suavemente su cuello, sintiendo el latido de la vena bajo mi nariz—. ¿Quieres?
Me alejo para observar detenidamente su reacción, y no me sorprende en absoluto cuando asiente frenéticamente, relamiéndose los labios. Deslizo mis manos por su espalda para transmitirle tranquilidad y le doy un tierno beso (a comparaciones con el de hace un momento) en lo alto de la cabeza antes de salir juntos, dejando el dinero de los helados sin probar sobre la mesa, nuestras manos entrelazadas. Sin mirar atrás, sin prestar atención a nadie más, solo deseando fundirnos una y otra vez hasta quedarnos sin aliento.
—Creo que no llegaremos a la habitación —susurro en su oído, envolviéndola con mis manos en su vientre después de haber disfrutado de la presión en sus hombros. Su instinto de tomar las llaves para abrir la puerta se detiene, y sé que no nos conviene esta distracción, pero es imposible no dejarse llevar por la intensidad que ahora sí recuerdo que siempre nos ha caracterizado.
—Me estoy quedando con una niña y mi mejor amiga —murmura en advertencia, aunque creo que ha sido más un recordatorio para ella que para mí. Está de espaldas, debatiendo entre su responsabilidad y las ganas que nos tenemos, pero sabemos cómo vamos a acabar tarde o temprano.
—Seremos silenciosos —aseguro.
—Nunca hemos sabido serlo.
Y exactamente, me vienen a la mente unas cuantas ocasiones donde no supimos serlo, y si antes, en la heladería, estaba claro que era todo un palo, ahora me siento como si fuera una piedra, y me duele, me aprieta.
—¡No, Leo! —grita alguien lleno de rabia en medio de mis duros pensamientos, su voz rompiendo el silencio y el momento que habíamos creado, dando un giro inesperado a la situación—. Pinta un bosque y desaparece. ¡En tus malditos sueños te voy a volver a creer!
Espera...
¿Leo?
El mismo Leo que...
Pues sí, el mismo. El que estuvo a punto de derribar a Emma al pasar si no la aparto a un lado, alejándola de su furia.
—¿Qué ha sido eso? ¿Estás bien? —pregunto de inmediato, buscando sus ojos.
Ella asiente, se la ve un poco aturdida y no es para menos. Tomo unos mechones de su cabello que fueron afectados en el proceso y no pierdo ni un solo detalle de sus facciones. Ella es tan fuerte, pero a la vez tan vulnerable.
—Nataly me necesita ahora —jadea en un susurro, desviando la mirada hacia otro lado, y juro que la entiendo, la entiendo perfectamente. Quiere estar al tanto de su amiga, pero jodeeerrrr, no hay justificación para tanta interrupción.
Suspiro derrotado y miro hacia otro lado intentando imitar su táctica para contener emociones intensas.
—Esta noche... —me susurra para tranquilizarme y toma mi rostro, rozando su nariz con la mía, haciéndome cerrar los ojos—, esta noche dejaré la ventana de la habitación entreabierta para que puedas entrar, como en los viejos tiempos.
Una leve sonrisa escapa de las comisuras de ambos al oírla mencionar "como en los viejos tiempos", como si hubiera sido hace mucho.
—¿Estás segura? —mi aliento casi roza su frente y mis manos se aferran a su cintura como si algo muy fuerte las atrajera hacia ahí. Y sí, ya estamos pegajosos de nuevo.
—Tanto como estoy segura de que tienes que irte ahora.
Ufff, eso va a estar difícil, pero está bien, está bien.
A regañadientes separo mis manos de ella y las levanto en el aire, convenciéndome a mí mismo de que esto es lo correcto. No queremos ser el centro de atención del pasillo, ¿o sí?
Sonrío ante ese pensamiento e intento evadirlo, sin mucho éxito.
—En la noche... —si no la tengo en la noche, la secuestro. La señalo con el dedo índice, aunque sé que no lo va a olvidar, estará contando los minutos y segundos para volver a vernos al igual que yo.
—En la noche... —dice acercándose a la puerta para irse, con una sonrisa que ilumina su rostro y enciende chispas en sus ojos; sabe que si no se va ahora, no se irá nunca.
Al verla partir, saco mi teléfono del bolsillo trasero para mirar la hora y solo puedo pensar en qué mierdas voy a hacer con mi vida en estas 8 horas que faltan para la noche.
Salgo del pasillo y al llegar afuera le doy una patada a una piedra. Odio tener que irme y dejarla. Odio tener que caminar a pie. Odio estar tan sensible. Odio que me aprieten los vaqueros. Odio todo ahora mismo.
Mientras sigo caminando, incómodo, pensando en las mil maneras en las que podría estar amando a Emma bajo mi cuerpo en este momento (que no ayuda), me vuelve a llamar esa voz, ahora conocida:
—¡Hey, Bro! —es la voz del chico que, sin saberlo, me ayudó hoy a desbloquear parte de mis recuerdos en la pista de carreras, y al que, de no ser hombre, le besaría el pelo por eso—. ¿Cómo te fue con tu chica? —me alcanza pronto y va a mi lado con su moto, al ritmo de mi paso.
¿Cómo le explico?
—Ah, bien —digo simplemente, tratando de ocultar mis emociones y mi mal humor mientras me meto las manos en los bolsillos.
—Se nota —dice él con algo de ironía, con el casco puesto, sin mirarme. De soslayo puedo notar cómo levanta las cejas, y en ese momento sé que mi respuesta no ha sonado como planeaba—. Estoy siendo una piedra en tus zapatos ahora mismo, ¿verdad?
—Lo siento —dejo escapar un suspiro—. Es que estoy estresado. El sol, caminar a pie bajo él, la anticipación, Emma... que no puedo estar con ella cuando me da la gana porque siempre pasa algo. Y esta mierda de piedra que he pateado frente a donde la dejé y ahora no para de joderme metida en el zapato. ¡Y OJO, NO ERES TÚ LA PIEDRA! —eso último inevitablemente me ha salido un poco alto, y al soltar ese desahogo, siento como si un peso se hubiera levantado de mis hombros, pero aún no es suficiente.
—¡Wow, wow, wow, chaval, cálmate! —casi suelta una risita, pero se contiene cuando lo miro.
—Sí, ¿verdad? Fácil decirlo cuando no estás lidiando con todas estas emociones a flor de piel.
Tras el visor del casco, solo logro distinguir sus cejas fruncidas, acompañadas de una mirada firme sobre la carretera. Al escuchar mis palabras, percibo en sus ojos una chispa de comprensión, como si estuviera conectando con mi situación emocional.
Y eso que no le he dicho lo de la pérdida de memoria después del accidente.
De repente, se detiene bruscamente, el estruendo del motor se desvanece al apagar la moto. Baja de ella, la estaciona y me ofrece su casco, confiándome a su nena: —Ya entendí, todos esos reclamos son porque necesitas subirte urgentemente a mi moto, chaval —me dice—. Sentir el viento en tu rostro. Para alguien que prácticamente vivía sobre una, debe ser difícil dejarla de golpe. Estas máquinas de metal son un vicio del que no se puede desprenderse fácilmente.
Permanezco en silencio, observándola mientras sopeso la idea en mi mente, mientras él continúa extendiéndome su casco como invitación.
—¿En qué estás pensando, tío? —me hace desviar la mirada hacia él. Parpadeo, deshaciéndome del poco autocontrol que me queda—. ¡Toma el casco, acelera y por el camino lo piensas!
Tomo el casco de su mano con tanta rapidez que solo me doy cuenta de lo que estoy haciendo cuando ya estoy subido en su preciosa moto, con el casco bien ajustado. Acelero a fondo y coloco mis manos sobre los manillares.
—¿Y tú cómo te irás? —vocifero por encima del ruido del motor.
—¡Te veo en tu casa, ya he ido otras veces, tomaré un taxi!
Por fin arranco. El viento azota mi rostro mientras acelero, liberando un grito de emoción que se pierde en el rugido del motor. La carretera se extiende ante mí, invitándome a explorarla sin restricciones como hacía tanto tiempo, y siento la adrenalina correr por mis venas nuevamente. Cada curva es una oportunidad para dejar atrás las preocupaciones y sumergirme en la libertad del camino abierto.
—De verdad, deberías arreglar tu moto, tío. No puede estar tan mal después del accidente, ¿verdad? —me dice mientras se la devuelvo, sana y salva.
—Ni siquiera la he visto después de eso —confieso acomodándome el pelo con los dedos tras quitarme el casco. Siento la brisa fresca acariciar mi rostro y el olor a gasolina impregnar el aire.
—¿La tienes aquí? —señala hacia el portón rojo del estacionamiento—. Déjame echarle un vistazo.
—Vale, pero te advierto que debe de estar hecha un desastre —le advierto antes de comenzar a caminar hacia allí. Si a mí me dejó hecho un desastre ese accidente, imagino cómo habrá quedado mi pobre nena.
El portón se abre, revelando su contorno, y retiro la gran sábana blanca que la cubre, llena de polvo. Observo con pesar que está toda raspada, apenas se nota el negro que la cubría bajo las abolladuras. Además, noto que la rueda delantera está ponchada y el manillar ligeramente torcido.
Él la mira como si intentara solucionarla con la mirada, frunciendo el ceño levemente, y luego me dirige una mirada seguida de una línea con los labios y un asentimiento: —Vale, nada que no tenga solución. Las manos de Ralph entran en contacto con ella y en menos de 24 horas estará como nueva y restaurada, te lo aseguro.
—¿En serio?
—Ralph hace milagros, hermano, eso es seguro. Es poderoso en lo que hace.
—¿Y los poderes de Ralph funcionan con las personas mayores para convencerlas? —pregunto conteniendo una sonrisa, recordando a mi abuela, que si me vuelve a ver encima de eso es capaz de bajarme por la oreja.
—No creo, eso ya te toca a ti —dice acercándose con una sonrisa a la goma de atrás para cerciorarse de ella—. Por lo demás, ¡yo me encargo!
[...]
Ya sé, ya sé que me dijo en un mensaje de texto que me envío en la tarde que esperara por lo menos hasta las 12 para salir, pero maldición, no pude aguantar. Apenas a las 8 estaba comiendo y ya tenía ganas de salir para acá. Son las 11 y ya estoy parado como un ciervo en la esquina del departamento, haciendo guardia, observando impacientemente cada auto que pasa. ¿Por qué demonios el tiempo parece detenerse cuando más lo necesito?
La piel se me eriza y una sonrisa pícara se dibuja en mis facciones nada más imaginar que para esa hora ya la habré hecho mía por todas las horas que hemos esperado hoy.
El móvil vibra en mis manos, encendiéndose, y apenas le doy oportunidad de que se apague antes de abrir la notificación de su mensaje, indicándome que ya podría entrar por mi puerta de siempre, es decir, la ventana.
¡Sabía que tenía que venir antes de tiempo! Ella y yo somos así.
Cuando llego a su ventana, a través del cristal puedo ver lo que está haciendo: se está mordiendo las uñas y camina de un lado a otro como una hormiguita loca, consultando su teléfono constantemente, lo que me recuerda a mí hace unas horas durante la comida. Incluso la Señora Victoria me regañó como si fuera un niño por eso.
Acto seguido, comienzo a intentar abrirla con todas mis fuerzas y ahí me doy cuenta de que me ha engañado como a un crío: no la ha dejado abierta como dijo. Me ve, sus ojos destellan con brillo y camina hacia mí para abrirla tras cerrar su puerta, la de la habitación, con llave. Pero que no se crea que le voy a perdonar que haya jugado conmigo, ilusionándome y mintiéndome nada más con ver esos ojitos y esos labios presionándose contra sus dientes.
Sí, la idea de entrar por la ventana sin necesidad de que ella me abriera (especialmente porque estamos en un bajo) me emocionaba.
Al entrar, no puedo evitar atrapar su rostro entre mis manos y sentir sus labios entre los míos, el suave roce de su piel contra la mía mientras el calor de su aliento se mezcla con el mío y me llena me pone a mil.
—Como en los viejos tiempos... —tengo la necesidad de recordar, al mismo tiempo que no perdemos tiempo; mientras ella me envuelve con sus manos, yo vuelvo a atrapar lo que es mío y retrocedemos sin destino, hasta la pared de una mesita con maquillajes y algunos accesorios.
—Como en los viejos tiempos... —repite, y un jadeo escapa de sus labios cuando está de espaldas a mí, contra la mesita, frente al espejo. Nuestras miradas se encuentran en el reflejo, y me muerdo el labio inferior al sentir cómo el efecto "Emma" comienza a apretar mis vaqueros.
—Llegaste rápido —susurra con la voz turbia, solo por causa de mi mirada, porque yo aún no he tocado nada.
—Estaba en la esquina, esperando tu mensaje —admito.
Mientras tanto, mechones de su pelo están cayendo sobre un lado de su rostro, así que los aparto con cuidado para no perderme ni un detalle. Lleva puesto un camisón de seda rosa pálido que resalta la blancura de su piel. Es hermoso, pero lo que está cubriendo lo es aún más. Por un instante, veo que tiene los ojos cerrados, y suavemente deslizo la seda desde arriba de sus hombros hasta que cae al suelo, dejándola solo con unas braguitas de Piolín cubriendo su trasero de forma sugerente.
Casi me hace soltar una risita por eso. Braguitas provocativas (no). Braguitas con estampado de unicornios, Piolín... (sí).
—Dios, Emma... —me acerco y rozo con la yema de mis dedos uno de sus pezones, rosados y erguidos, quizás a causa del aire acondicionado. Se estremece al instante, casi como si hubiera estado esperando mi contacto—. Apenas recuerdo cómo se siente estar dentro de ti —mi anhelo es abrumador y se refleja de inmediato en mi voz.
—Siénteme hasta que puedas recordarlo perfectamente —musita, perdiéndose por completo. Sus labios tiemblan y sus ojos están llenos de excitación oscura.
Y, por supuesto, pienso tomarle la palabra.
_______________________________
Nota de la autora📖:
¡Holaaaa! ✨¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻 Me ayudan mucho si lo hacen, por favor. 🩷
Notita #1: Este capítulo tendrá una segunda parte, la cual intentaré tener lista para mañana a esta misma hora (más tardar el sábado). He tomado la decisión de dividirlo en dos partes debido a su extensión y a que aún quedan sucesos por desarrollar.
Notita #2: Disculpen XD, siento que me estoy tomando un año para actualizar y eso me hace extrañar interactuar con ustedes. Espero que la espera valga la pena. 🥲
En IG dejo spoilers a cada rato, cuentas regresivas para que sepan qué día voy a actualizar, por si quieren ir a seguirme para enterarse (escritora_romance06).
Recuerden, siempre les recomiendo leer también el punto de vista de Emma. Si leen ambos al mismo tiempo, será mucho mejor, ya que les permitirá enterarse y comprender la historia en su totalidad.
En el otro capítulo olvidé poner las dedicatorias XD, las pondré en este.
_______________________________
Capítulo dedicado a @DanielaRodriguez0939, @anelam2003, @LilianaLemus2 y @YordanaMariaPushaina, con muchos amor. 🙂❤️
¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗
Los tqm. 🥰✨
🦋KOCT📖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top