Capítulo: 48✔️
Siento que mis palabras penetran en lo más profundo de su ser, haciéndola tragar grueso y evitando mi mirada, como si luchara por contener una tormenta de emociones que amenaza con desbordarse en cualquier momento. No puedo mentir al decir que no me afecta de la misma manera.
El silencio se torna insoportable, el palpitar de mi corazón se acelera al unísono con el suyo, mientras mis ganas de besarla aumentan considerablemente, como un vendaval que amenaza con desencadenarse en cualquier instante. Entonces, en medio de todo eso, ella rompe el silencio algo nerviosa, observando mi nariz con cuidado. Sus ojos son como dos canicas azules gigantes que transparentan todo lo que piensa y siente, reflejando una mezcla de nerviosismo y alivio. Con voz apenas audible, dice: —Y-ya ha dejado de sangrar.
—Tú estás aquí —le digo, porque es completamente verdad. Si ella no hubiera venido, todo habría acabado en un desastre; estaría estresado y sangrando más, con un dolor de cabeza que ni veas. Con cuidado, deslizo mi mano para apartar delicadamente algunos mechones de su cabello rubio, como hilos de oro que caen sobre su rostro, pegándose a su piel.
—¿Y eso qué tiene que ver? —susurra, entregándose a las leves caricias y sensaciones que mis dedos envían a su rostro. Resaltando lo preciosa que es.
«Tiene todo que ver», pienso mientras suspiro suavemente al notar cómo su labio inferior se tensa bajo la presión de sus dientes, temblando ligeramente. Su piel parece vibrar bajo mis dedos, sus ojos ocultos tras las largas pestañas. Siento un torbellino de emociones, una envidia pura al no poder tenerlo entre mis labios en ese preciso instante, una sensación abrumadora que me consume por dentro.
«Ella te ha pedido que circule el aire, Jonathan. No puedes ignorar eso; si te acercas un poco más, la harás sentir incómoda y se irá. ¿Es eso lo que quieres?».
No, joder, no. Eso es lo último que quiero.
Sintiendo que las palabras se atoran y arden en mi garganta, reúno valor y le pregunto con cautela, dejando escapar un susurro flácido y vulnerable: —¿Realmente quieres que el aire circule entre nosotros? —por mí, que se asfixie—. ¿No crees que ya hay suficiente distancia?
No emite sonido alguno, simplemente sigue respirando con dificultad y tirando más hacia adentro de su abultado labio. En un gesto intrusivo y poco pensado, cuando los míos se sienten secos, lo agarro con mi dedo y lo tiro hacia abajo, salvándolo, notando cómo su labial, de un color más claro que el café, me mancha la yema. Se siente muy suave y húmedo, mientras sus ojos no tardan en quemarme con su mirada, pero no hay queja de su parte por ello.
—Por favor, no te hagas eso —le ruego.
—¿Hacerme qué? —logra decir apenas, mientras mi dedo termina por resbalar de su humedad.
—Lo que yo estoy muriendo por hacerte desde ese momento que fuimos interrumpidos...
Un jadeo escapa de sus labios casi al instante, mientras aprieta la única barrera que parece interponerse entre nosotros: la toalla mojada. En ese momento, dos preguntas, o más bien dos lamentos, se cuelan en mi mente sin poder evitarlo: ¿por qué he estado perdiendo tanto tiempo? ¿Por qué no la busqué antes? Si tan solo hubiera seguido lo que mi corazón me decía desde el principio, todo habría sido tan diferente.
—Jonathan... —murmura, negando con la cabeza, roja como un tomate, posicionando sus manos sobre mi pecho para luego apartarme dolorosamente y dejar la toalla a un lado.
Y lo juro, no puedo evitarlo, mi mano actúa incluso antes que mi mente, deteniéndola, sintiendo la calidez de sus yemas con las mías, en un instante que parece detenerse en el tiempo.
―Emma... —su nombre escapa de mis labios con debilidad, como si estuviera roto. Luego, ella termina por aterrizar en mi pecho, su respiración cálida y suave rozando mi piel. Con un frenesí apenas contenido, la guío hacia mis labios.
Sus manos envuelven mi cuello aferrándose tanto a mi pelo, como si de eso dependiera estar parada sobre sus piernas. Las mías, incapaces de estar cerca la abrazan, sintiendo como su cuerpo se amolda al mío con tanta perfección que es inevitable mantenerse quieto en un mismo lugar. La pared es nuestra mejor opción. Ella contra las frías baldosas y mi cuerpo es lo próximo que siento sobre ella; alma con alma, corazón con corazón. Acabo tomando su cuello para entrelazar AÚN MÁS su lengua con la mía, y mientras lo hago, solo soy capaz de pensar en cómo fui capaz de esperar tanto para volver a sentir esto.
Todo es perfecto, su pecho sube y baja al compás con el mío. Me consume, se entrega a mí, pero no puedo tocar su pelo como me gustaría: —Esto sobra —le digo separándome por unos instantes de sus ahora hinchados labios, tomándome un minuto para deshacer su molesta cebolla, hasta dejar caer su pelo en suaves ondas por toda su espalda—. Así me gusta más. Eres preciosa —y ni siquiera le doy tiempo a reaccionar, vuelvo a capturar su labio como si me hubiera dolido dejarlo.
—Mmm... —murmura bajo el peso de mis movimientos, mientras la cálida sensación de familiaridad me envuelve por completo, me cala hasta los huesos, como si ya hubiera experimentado este preciso momento innumerables veces antes, con ella a mi lado, siempre con ella.
—A mí no me jode nadie, esto ya lo habíamos hecho antes —con la voz agitada, estoy casi seguro de que rozo la afirmación, colocando mis manos a cada lado de su rostro, apoyando mi frente húmeda contra la suya. Trago, vuelvo a tragar, y apenas puedo creer que esto haya vuelto a pasar. La emoción es abrumadora, pero en este preciso instante, todo parece encajar de nuevo.
—Demasiado —acepta en un tono que roza lo melancólico. Mientras acaricio casi la coronilla de su cabeza con la punta de mi nariz, noto que ella sigue oliendo a frutas, siempre a frutas frescas. Su mano desciende de masajear la parte trasera de mi pelo para reposar sobre mi pecho, justo encima de los latidos de mi acelerado corazón.
Por unos instantes, el silencio lo inunda todo. Su mano permanece suspendida en mi pecho, mientras su cabeza rueda más abajo con una expresión de plenitud. Ninguno de los dos se atreve a decir nada, como si hubiéramos entrado en una especie de trance en donde somos incapaces de recordar que estamos en un maldito baño y no nos importa.
—Me gustas. Me gustas mucho, Rubia —le susurro con veneración, entre suaves besos en su pelo, mientras mis dedos acarician con delicadeza sus mechones dorados. Busco sus ojos ansiosamente, anhelando encontrar en ellos la misma intensidad de sentimiento. Pero en lugar de eso, me encuentro con sus ojos acristalados por alguna extraña razón.
—Pss. ¿Qué sucede? —levanto su mentón suavemente para que me mire, y las lágrimas que antes estaban aprisionadas, en pausa en sus ojos, ahora fluyen y caen entre los dos.
¿Por qué siempre llora? En el hospital era igual, solo lloraba y extendía su rostro hacia mi caricia cuando intentaba limpiar sus lágrimas, como ahora que le pregunto por qué siempre lo hace.
—¿Sabes qué deseo hacer cuando te veo así, como aquella vez en el hospital? —continúo hablando—. Deseo abrazarte, permanecer a tu lado hasta que tus ojos dejen de reflejar tristeza. Explícame, Emma. ¿Por qué me afectas de esta manera? ¿Por qué he pensado tanto en ti desde entonces?
—Hazlo —me pide simplemente, envolviéndose en mi pecho, deslizando sus manos debajo de mi pulóver, sintiendo su calidez y la mía al mismo nivel.
Tomo una respiración profunda antes de atraerla más hacia mí, como siento que tantas veces he hecho, palpando cada hebra de su cabello al mismo tiempo que mi otra mano recorre su espalda de arriba a abajo, transmitiéndonos a ambos una sensación que se asemeja a la calma después de la tormenta.
¿Pero qué tormenta es esa?
—¿Por qué tengo la sensación de que hemos vivido tanto juntos? —pregunto sin poder contenerme, sin haberlo procesado antes—. De que éramos todo el uno para el otro...
—Porque así fue —dice con nostalgia, recostando la cabeza en mi pecho, el lugar donde parece haber comenzado todo por la forma en que busca aferrarse a él.
¿Pero por qué «Fue»?
—Y es justo eso lo que me causa conflicto «Fue». —de nuevo mi voz actúa primero que mi mente. Hundo mi mandíbula en su cuello, enfatizando esa última palabra—. No me parece justo tener que pagar ahora por algo que no recuerdo. Solo quiero entender lo que pasó, porque si hay algo de lo que estoy seguro después de esto es que lo que estuve viviendo con Lina estas semanas fue una total mentira.
Mientras ella se queda en silencio, mis pensamientos se agolpan en mi cabeza, buscando respuestas, tratando de encontrar alguna lógica a lo sucedido. En medio de la confusión, una sola cosa se abre paso en mi mente: —Por mi culpa terminamos, ¿verdad? ¿Es eso? ¿Yo te engañé de alguna manera?
—¡No! —ella se esfuerza por aclarar apresuradamente, pero antes de que pudiera decir algo más, las consecuencias de estar en un baño se hacen evidentes cuando golpean la puerta. A regañadientes, me separo de su cuerpo para que pueda ir allí, tras limpiar sus lágrimas y escuchar los reclamos que ni siquiera escuché repitiendo en mi cabeza toda nuestra conversación.
Solo soy consciente de que se ha ido sin haberme dejado nada para poder volver a hablar con ella cuando la señora que entró en el baño, tan oportuna ella, me dice ya media cansada de la situación: —¡Hey! ¿Qué espera para irse? ¡Está ocupado!
Decir que salgo como una flecha se queda corto; mis ojos la encuentran en la mesa contigua a la que yo estaba antes de entrar al baño, jugueteando con la comida en su plato junto a sus amigas. En este momento, solo puedo pensar en idear un plan para volver a verla, para encontrarla antes de que se marche de nuevo, porque esta vez si que no pienso dejarla ir.
[...]
El reflejo plateado de la luna se transparenta a través de la fuente que hay detrás del restaurante, iluminando el área donde suelen esperar los taxis. Han pasado aproximadamente unos 30 minutos y aún no hay señales de su salida. La típica piedrita en medio del césped, junto con la liga de su pelo, se convierten en mi mejor compañía. Recojo la piedrita y la devuelvo una y otra vez, observando cómo brilla a la luz de la luna antes de dejarla caer suavemente sobre el césped.
Cansado de repetir el mismo proceso al menos unas diez veces, vuelvo a atarme su liga en la muñeca y decido dar una última mirada hacia la izquierda antes de marcharme. En ese preciso momento, como si la luna misma me estuviera bendiciendo, mi visión se ilumina, revelando el cabello que cae despreocupadamente por su espalda mientras se regocija con sus propios brazos por la brisa fría.
De nuevo está cerca de mí y no pienso desaprovecharlo. Así que, sin pensarlo demasiado para no quitarle la emoción, la tomo del brazo y apenas puede soltar un grito de espanto cuando la palma de mi mano lo amortigua.
—¿Estás loco? —me dice exaltada, hablando en susurros. Sus ojos me fulminan, reflejando su pasajero enojo. Lo sé al ver el reflejo en ellos.
―No hemos terminado de hablar ―es mi justificación, la planteo mirando hacia un lado y luego hacia el otro para ver si seguía con sus amigas—. Tú supuestamente me conoces. No podía dejar las cosas así, al menos sin pedirte tu número de teléfono para poder quedar mañana en un lugar más tranquilo y menos público, definitivamente no en un baño —por inercia, recuesto mi mano izquierda a un lado de su rostro. El frío parece congelarla por segunda vez y ya no parece enojada como en un principio.
Por otros cinco segundos hay silencio.
—¿Ya diste por hecho que sería mañana? —una sonrisa apenas contenida asoma entre las comisuras de sus labios, revelando que tengo la batalla ganada a partir de ese gesto.
—Quiero aclarar las cosas lo antes posible. Venga, dame tu número —insisto.
—Venga, saca tu móvil, te lo agendaré —expresa con fingido cansancio en el tema. Después de unos instantes, caigo en cuenta:
—No tengo móvil todavía; mañana veré si consigo uno nuevo.
—Oh, ¿entonces cómo me vas a hablar?
Cierto.
Reprimo el instinto de golpearme con el puño cerrado en las sienes delante de ella. ¿Esto es lo que dicen de cuando estás enamorado? ¿Te pones idiota? ¿Yo estoy enamorado?
—Me lo aprendo ahora y lo guardo en el teléfono de mi abuela nada más llegar.
No hay problemas, solo hombres que solucionan.
La sonrisa que estaba conteniendo hace apenas unos segundos emerge, ampliando la fina curvatura de sus labios, la misma que parece invitar a que yo sumerja mi lengua cada vez que nos besamos.
¡Dios, Jonathan, concéntrate!
Es inútil, no hay manera. He grabado esa imagen en mi mente y ahora es más probable que la memoria regrese a mí que el poder deshacerme de la idea de volver a besarla hoy.
Puto pervertido.
—¿Cuántas veces te lo tengo que repetir para que te lo puedas aprender? —interrumpe mis pensamientos pecaminosos.
—Con una bastará —aseguro.
—¿Seguro? —enarca una ceja con duda, y con un gesto relajado le confirmo.
Los siguientes 9 dígitos de su número, pasan de ser pronunciados por sus labios a ser grabados por las yemas de mis dedos en su piel, haciendo más probable que me olvide de mi propio nombre que de esa imagen.
—Te escribiré cuando llegue —digo, rodando mi vista hacia el lugar que he estado fantaseando los últimos tres minutos.
—V-vale —logra decir, siendo contagiada por mí, llevando sus ojos también hacia ese lugar de nuestro cuerpo, dándose banquete con la mirada al igual que yo—. Deberías limpiarte un poco —sugiere, señalando.
—Ah, sí, es cierto —toco con mis dedos—. ¿Podrías limpiármelo, por favor?
Cada respiración entrecortada suya parece llenar el espacio a nuestro alrededor con una electricidad que apenas puedo soportar.
¡Apresúrate, Jonathan! No la dejes pensar demasiado o te cambiará de tema.
Y como en efecto: —Emm, ¿sabes volver a tu...? —comienza a decir y la acorralo, esta vez con mis dos manos a cada lado de su rostro, cortándole el rollo de cuajo.
—Quiero besarte —le digo sin tapujos. Estábamos a punto de fundirnos en un beso cuando la voz de una de sus amigas, una completa desconocida que ya detesto por esto, la llama. Ella se sobresalta justo cuando mis labios estaban a punto de rozar los suyos. Y créeme, no soy lento, pero su amiga definitivamente es más rápida.
—Mañana, mañana —me dice con un puchero nervioso, apartándose un poco después de que me acerqué sin darme cuenta para besarla—. Ahora tengo que irme con mis amigas. Por favor no olvides mi número. Escríbeme.
Asiento con desgano, sintiendo cómo mi cuerpo retrocede con reticencia, mientras muerdo mi lengua con rabia contenida. Mis ojos la siguen atentamente mientras se acerca a sus amigas, captando cada detalle de su movimiento.
_______________________________
Nota de la autora📖:
¡Holaaaa! ✨¿Cómo están? 💗✨No olviden interactuar con el capítulo dejando su voto y algún que otro comentario. 🫶🏻 Me ayudan mucho si lo hacen, por favor. 🩷
Tarde, pero seguro XD.
Los tqm. 💛 Recuerden que sus opiniones son muy importantes para mí.✨
Y nada, prepárense para las cositas que se vienen. 🗿🙏🏻
Los tqm. ❣️
_______________________________
Capítulo dedicado a @LilianaLemus2, @anelam2003, @YordanaMariaPushaina, con mucho amor. 🖤💗
¿Quieres que te dedique un capítulo? Coméntame algo relacionado con el mismo o tu opinión. ✨💗
Pd: a partir del próximo capítulo, también estaré dedicando capítulos a las personitas que votan. ✨📖
🦋KOCT📖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top