Capítulo: 42✔️

—¿Admisión? ¿Universidad? ¿Chicago? —cada palabra sale de mis labios con un eco de dolor—. ¿Tienes planeado irte a estudiar a la Universidad de Chicago? —el peso de la laptop en mis manos se vuelve casi insoportable, tanto como la respuesta a esa pregunta. La dejo caer descuidadamente a un lado, sin miedo a que se rompa. Después de todo, mi corazón ya está a punto de hacerlo, ¿qué importa un simple objeto?

—No... —resopla nerviosa—. Bueno, sí, fue algo inesperado.

¿Algo inesperado?

Sus ojos me miran de una manera que podrían expresar más que las palabras.

Mi mandíbula se tensa casi al instante, mis labios desapareciendo en una línea fina y apretada, como si contuvieran un mar de emociones reprimidas: —¿Qué tan inesperado? ¿De cuánto tiempo estamos hablando? —por un fugaz instante, mi rostro se ve iluminado por un relámpago que corta la oscuridad de la tormenta.

—Desde octubre del año pasado —un fuerte trueno retumba, creando un contraste impactante con su confesión, la cual quema en mi pecho, hiriendo y lastimando como una daga afilada en el corazón. Tres putos meses—. Mi jefe me la otorgó luego de un trabajo de investigación que hice unos meses antes, antes de conocerte. Yo ni sabía que ese sería el premio. Solo participé porque siempre me ha gustado el diseño de interiores —las lágrimas resbalan tan rápido por sus mejillas que pareciera que ni ellas quisieran presenciar esta situación—. Después de que me lo otorgara, me dijo que tendría cinco meses para prepararme y ponerme al día con el curso para cuando llegara la carta de admisión.

Lo que más me duele de toda esta situación no es solamente el hecho de que se vaya tan lejos, sino el que ni siquiera haya pensado en mí por un segundo. Simplemente me excluyó por completo, como si no significara nada.

¿Acaso no le di la suficiente confianza como para que no me ocultara nada?

Pensaba que éramos súper transparentes el uno con el otro, que a estas alturas de nuestra relación ya no había nada que no supiera de ella.

Tuvo mil oportunidades para expresarse y ni lo intentó.

—¡Vaya, todo muy bien planeado! —sin mí. Sin tenerme en cuenta para nada. Inevitablemente una risita amarga y forzada se apodera de mis facciones—. Fue inesperado, ¿no? Tres meses. Casi tan inesperado como yo en el vientre de mi madre durante nueve meses —me llevo las manos a la cara en un intento de calmar la intensidad de mis emociones. Ni siquiera quiero mirarla a los ojos—. ¿Y en qué momento de esos cinco meses pensabas decírmelo, Emma? ¿Cuándo estuvieras a 4191 millas de aquí o ibas a ser considerada y decírmelo cuando estuvieras en el aeropuerto?

Las preguntas del millón.

—No lo sé —sus puños están envueltos en el terciopelo de su pijama, usándolos para secar sus lágrimas de una manera poco delicada que de seguro dejará rojeces en su piel.

—Tú dices que no lo sabes, pero apuesto a que tu familia sí lo sabía, a que Carlos sí lo sabía, Nataly, estoy seguro de que todos ellos sí estuvieron enterados desde el principio —cada nombre pronunciado de mis labios hace que me aproxime hacia ella sin siquiera yo notarlo. Cada palabra es como una daga que ataca infinitas veces.

Ella asiente sintiéndose acorralada, las ventanas húmedas detrás suyo pronto tocan su piel y sus ojos se encuentran con los míos.

—Carlos lo sabía... —murmuro en voz alta. Mis labios se tensan en una fina línea mientras una lágrima, cuyo origen desconozco, resbala por mi mejilla en la penumbra de la habitación oscura—. Y yo no tenía ni idea.

Su labio inferior tiembla levemente, trayendo a mi cabeza pensamientos que no deberían estar presentes ahora mismo.

Maldición, ¿por qué siento ganas de besarla justo ahora cuando lo que debería hacer es marcharme bajo la lluvia, lejos de aquí, lejos de ella?

Pero tampoco podría soportar si terminamos y no la beso una última vez, no me lo perdonaría.

—Perdóname, por favor —me suplica, pero prefiero imaginar que me está rogando que la bese. La tomo del cuello, separándola del vidrio, y siento como su pelo se amolda a mis dedos mientras la beso, y ella abre la boca para mí.

Mi lengua se desliza con avidez por toda su boca hasta cruzarse y enredarse con la suya. Ni siquiera la he tocado demasiado, y su cuerpo irradia calor y se pega cada vez más al mío.

Nuestros rostros se rozan en la semioscuridad, ella intenta aferrar sus manos a mi cuello, pero no se lo permito. Con mi mano izquierda agarro las suyas sobre su pecho, sintiendo muy de cerca su corazón a punto de explotar.

¿Quién le dijo que esto es un beso romántico?

(Esto es), separo mis labios de los suyos, para luego rozarlos con provocación y nuestras frentes pegadas, (todo) atrapo su labio inferior con mis dientes y lo chupo, (menos romántico).

Mi respiración es errática en este momento, al igual que la suya. Ambos alientos se mezclan en un acto que parece especial, pero ya no lo es. Esto dejó de ser especial cuando leí ese correo.

—Tengo que irme, no puedo seguir aquí —susurro alejándome. Buscando una razón lógica para apartar mis ojos de los suyos, localizo las llaves de mi moto sobre la mesita de centro.

—¿A dónde vas? Son las 2:00 de la mañana y está lloviendo mucho —ella más habilidosa, toma las llaves antes de que yo siquiera pueda procesar moverme.

—¡Devuélveme eso! —exijo mientras niega con la cabeza—. iJoder, Emma. No me lo hagas más difícil! —me paso las manos por el pelo en un acto de frustración y cierro los ojos con pesar—. A pesar de que tienes la culpa, no quiero pagar mi malhumor contigo. No quiero tratarte mal, joder.

—Pero ya te pedí perdón —vuelve a sollozar, llevando el puño de su pijama a los ojos para secar las lágrimas.

—¡No es tan fácil, maldición! ¿Crees que se siente bien cuando tu novia te excluye de su vida de esa manera? ¿Cómo te sentirías si te dijera que me voy en cinco meses a estudiar a otro país y solo nos queda uno y medio para disfrutar de nuestra compañía? No, es que tú ni siquiera tuviste la decencia de decírmelo; lo descubrí por un maldito correo —las palabras salieron una detrás de la otra, con un nudo en la garganta y los ojos brillantes por las lágrimas reprimidas. No pienso llorar delante de ella.

—¿Por qué me besaste? —pregunta, con un dejo de temblor en su voz y su cuerpo, quizás a causa del frío—. No puedo aceptar que ese haya sido nuestro último beso —se acerca en pasos lentos, mientras yo intento parecer como si nada.

Pues ya somos dos, porque yo tampoco puedo aceptar que me hayas excluido de tus planes de esa forma. Que me haya tenido que enterar de ellos por un puto correo que ni querías que viera y muchísimo menos que todos lo supieran menos yo, eso es simplemente imperdonable.

—Sí, tienes razón, no será el último —confieso—. En mi cabeza te besaré un millón de veces más y reproduciré ese beso una y otra vez, hasta que mi corazón decida rechazarlo y borrarlo por completo —o al menos, si mi corazón no lo hace, el alcohol se encargará de ello. No sé a quién le ha dolido más eso, si a ella escucharlo o a mí decirlo. La habitación se llena de un silencio denso, como si nuestras palabras hubieran creado un abismo entre nosotros.

En un momento de debilidad, las llaves penden de sus finos dedos como si estuvieran a punto de caer. Aprovecho para tomarlas, y ella no reacciona, no hace ningún intento por evitar que me vaya. Aunque lo intentara, sinceramente, tampoco le haría caso. Con pasos decididos y certeros, ignoro la punzada intensa en mi pecho que me repite una y otra vez que no me vaya, y cierro la puerta detrás de mí con un portazo, sin siquiera mirar atrás.

A lo mejor esto es lo mejor para los dos. Yo no puedo estar con alguien que me esconde cosas, y ella no puede estar con alguien a quien no le tiene confianza.

No lo sé, mi cabeza es un remolino en estos momentos y solo puedo pensar en las ganas que tengo de tomar para olvidarme de todo.

Una vez en el estacionamiento, subo a la moto y mis pensamientos se centran en alcanzar la máxima velocidad que esta cosa pueda ofrecer.

Así que, sin dudarlo ni siquiera por 1.5 segundos, el aire parece devorar momentáneamente mi dolor, mientras la oscuridad de la noche me consume y los charcos de agua a mi alrededor se alteran y difuminan en la velocidad.

La casa de Leo me atrae irresistiblemente, como si fuera el escenario perfecto para una buena borrachera. Sin embargo, no me espero en absoluto cuando Lina es la que me abre la puerta: —Joni —hace una mueca de sorpresa y se hace a un lado para que pase.

—¿Qué haces aquí, Dora? —pregunto, aunque me adentro por el pasillo sin siquiera esperar su respuesta.

Al llegar a su habitación, descubro que Leo está tumbado ahí, boca abajo, con la almohada abrazada y llena de baba.

—¿Qué le pasó? —pregunto observando la escena ante mí.

—Nataly.

—¿Pelearon?

—Sí —asiente mientras pasa por mi lado y encuentra la botella de alcohol que traía en una bolsa desechable. Se la doy y ella va hasta la nevera saca cubitos de hielo picados.

Tenían que ser amigas Emma y Nataly.

—¿Y tú qué haces aquí? ¿Por qué Leo te llamaría para que lo consueles? —pregunto al notar que está sin ropa y envuelto en las sábanas, balbuceando incoherencias—. ¿Follaron?

—¡Ey! —me lanza un cubito de hielo con falsa indignación—. ¡Respétame!

—¿Quieres que me muera de hipotermia? —exclamo sofocado cuando el hielo toca mi piel congelada. Casi de inmediato, me quito la chaqueta empapada por la lluvia, y la camisa se adhiere a mi piel húmeda al quitarla de un solo movimiento.

—¡Avisa! —dice tapándose los ojos.

—Bueno, para lo que me importa —respondo con un tono despreocupado, antes de quitarme la parte de abajo y dejarme caer en el sofá, acomodando los cojines sobre mi cuerpo.

—¡Ten! —me tira una de las colchas del closet de Leo, su mirada inquisitiva viene después.

—¿Qué? —amoldo la colcha a mi cuerpo.

—¿Tú también peleaste con Emma? —pregunta con curiosidad.

—No —miento, no es asunto suyo.

—No te creo —dice volteándose para alcanzarme un vaso con alcohol y hielos preparado.

—No me creas —respondo llevándolo a mis labios, evocando el recuerdo de sus labios devorando los míos mientras el cristal me toca con su frialdad.

No debí besarla, ese beso solo complicó todo.

Devoro todo el líquido de una, pasando por mi garganta y quemando a su paso.

—Estás raro —hace a un lado mis pies para sentarse a mi lado.

—Emma no es el centro de mi mundo, ¿sabes? ¡Que yo esté de mal humor o no no depende de Emma!

—Terminaron, ¿verdad? —al notar que mi bebida se ha acabado antes de que recordara haberla devorado, me alcanza la botella llena y caliente—. Así se disfruta mejor.

¡A la mierda todo!

6:00 am.
La cabeza me quiere explotar y siento el peso de alguien sobre mí. Cada latido de mi pulso parece martillear en mis sienes, haciendo que incluso el más mínimo movimiento sea una tortura: —Emma —farfullo incoherencias, pasando las manos por su pelo, que a mi parecer, está demasiado corto y áspero. Lo recordaba más largo y suave—. Te amo mucho, joder —le doy un beso en el pelo y la aprieto más contra mí.

—¡Qué mal rollo contigo! Me estás confundiendo con tu ex —bosteza somnolienta en mi pecho.

Mis ojos se abren de inmediato, tratando de procesar esta posición: Lina está sobre mí, con su cabeza en mi pecho y sus manos rodeándome la cintura, con su cuerpo casi al descubierto.

¿Qué hice?

No me acuerdo de nada. Al despertar, ni siquiera recordaba la discusión con Emma; pensaba que estábamos en nuestra habitación en un día normal.

—¡Lina! —le cojo la cara para que me mire.

—Joer, Jonathan, si ni han pasado dos horas desde que nos dormimos. Déjame dormir, porfa —ni siquiera se molesta en abrir los ojos.

—Solo dormimos, ¿verdad? —pregunto, relame sus labios y vuelve a quedarse dormida—. ¡Oye! —la zarandeo.

—No sé, no recuerdo nada —dice con pereza y se gira hacia un lado del sofá, quitándome su peso de encima—. Tal vez no tengas motivos para preocuparte, ya que ya no tienes novia. Así que, técnicamente, no fuiste infiel.

¡Maldición! ¿Qué hice? ¿Qué hice? ¿Qué hice?

Me levanto del sofá casi como si éste tuviera pulgas y me estuvieran atacando, cuando en realidad está más limpio que mi conciencia en este momento. Recojo mi ropa del suelo y me las coloco en ágiles movimientos antes de salir.

Mi corazón está bombeando con tanta fuerza que la presión en mis oídos parece aumentar con cada latido. El peso del no saber qué pasó me perturba.

—¿A dónde vas? —escucho su voz detrás de mí, persiguiéndome cuando voy hacia el estacionamiento—. Sea lo que sea que haya pasado entre nosotros, ya ocurrió y no hay nada que hacer.

No ayudas, Lina.

Me monto en la moto tan rápido, sin siquiera mirar hacia ella, ni siquiera sé a dónde voy. Desde hace unas horas, mi cabeza es un maldito caos de patas arriba: peleé con mi ex-novia por un secreto, me emborraché y ahora no sé si estuve con Lina.

Me pregunto si algo más podría sucederme en menos de veinticuatro horas.

La calle está llena de obstáculos tras la tormenta de anoche, o al menos eso es lo que he podido notar antes de que mis ojos se llenen de lágrimas al recordar todo, especialmente sus labios.

Repentinamente, pierdo el control en la moto, algo con el motor comienza a fallar y cuando miro al frente, veo que el auto enfrente de mí no tiene tiempo para frenar. El viento frío choca contra mi rostro, el ruido ensordecedor de la ciudad de fondo y el aroma a lluvia aún presente en el aire. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, el pánico se apodera de mis pensamientos mientras la realidad se distorsiona a mi alrededor. En un instante, mi cabeza y todo mi cuerpo terminan impactando con fuerza contra el pavimento, el sonido del choque retumbando en mis oídos como un eco interminable.

[Aquí debería haber un GIF o video. Actualiza la aplicación ahora para visualizarlo.]

JDJSKSKSJJSJSJ. 😭🤣
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Nota de la autora📖:

¡Holaaaaaa! ✨😭💗

¡Al fin tenemos ilustración personalizada de Jonathan y Emma! 😍 ¡OMG, me encanta!

A que son preciosos mis bebés juntos. 🌓

Ilustración personalizada realizada por la hermosa: Zabel_Evans.

¡Por cierto, ya somos casi 4K visualizaciones en este libro y 8K en el otro! 🦦 #Felíenamoradadelavida.

🦋KOCT📖

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