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Hinata ya llegaba tarde a la reunión cuando, sin quererlo, metió sus llaves dentro de la taza de café que estaba tomando mientras se acercaba a la puerta. Oyó un leve tintineo apagado cuando llegaron al fondo de la taza. Se paró en seco, mirando incrédula la taza humeante y, en ese preciso instante, el fajo de papeles que llevaba bajo el otro brazo se le cayó. Los documentos, los clips y las notas amarillas autoadhesivas acabaron desparramados por el suelo.

-Oh, mierda.

Echó un vistazo a su reloj y se dio la vuelta hacia la cocina, con la taza aún en la mano. Yakushi había convocado la reunión a las 19.00 horas en punto, lo que significaba que le quedaban nueve minutos para recorrer los diez minutos de trayecto en coche, encontrar aparcamiento y poner su trasero en una de las sillas. La primera reunión oficial desde que los AMBU habían entrado de lleno en el caso... Demonios, de hecho, su primera reunión oficial desde que había sido transferida a Konoha City y, para colmo, iba a llegar tarde.

La primera vez en años que me preocupa llegar puntual y la fastidio justo antes de salir de casa...

Se acercó corriendo al fregadero, sintiéndose a la vez tensa y enfadada consigo misma por no estar lista antes. Era el caso, el puñetero caso. Había recogido las copias de su memorándum después del desayuno y había pasado todo el día revisando los informes, en busca de algún dato que los policías hubiesen pasado por alto, sintiéndose más y más frustrada a medida que pasaba el día y no lograba encontrar nada nuevo. Vació la taza y recogió las llaves húmedas y tibias del fondo del fregadero. Las secó contra la tela de sus vaqueros mientras se dirigía apresuradamente hacia la puerta. Se agachó para recoger los informes... y se detuvo, mirando fijamente la fotografía que había acabado encima del montón. Pobres chicas, pobres niñas...

Lentamente cogió la fotografía, aun a sabiendas de que no tenía tiempo, pero incapaz de separar la vista de las imágenes de sus rostros cubiertos de manchas de sangre. Sintió cómo se intensificaban los nudos de angustia que habían ido creciendo a lo largo del día, y durante unos instantes, lo único que pudo hacer fue respirar mientras se quedaba mirando fijamente la fotografía de la escena del crimen. Akane y Kokoro Uzumaki, de nueve y siete años. Había pasado de largo aquella fotografía, diciéndose que no había nada nuevo que ver, que no necesitaba mirarla...

Pero eso no es cierto, ¿verdad? Puedes seguir engañándote, o puedes admitirlo: ahora todo es distinto. Todo es diferente desde el día en que ellas murieron.

Hinata se hallaba sometida a una gran tensión cuando llegó a Konoha City por primera vez. No se sentía muy segura acerca de la idea del traslado, ni siquiera estaba muy segura de querer seguir perteneciendo al equipo de AMBU. Era muy buena en su trabajo, pero sólo había aceptado el empleo por la insistencia de Hiashi. Después de ser encarcelado, él había comenzado a presionarla para que trabajara en otra cosa. Había tardado bastante tiempo, pero su padre era muy persistente, y le había repetido una y otra vez que ya había bastante con un Hyüga entre rejas, aunque también admitió que se había equivocado al educarla como lo hizo. Ella no tenía muchas opciones de trabajo con sus habilidades y su pasado, pero los AMBU, al menos, apreciaban sus capacidades y no les importaban dónde ni cómo las había aprendido. El salario era bastante bueno, existía cierto grado de riesgo del que ella había acabado disfrutando... Si reflexionaba sobre ello, el cambio de carrera había sido sorprendentemente fácil. Aquello hacía feliz a Hiashi, y a ella le daba la oportunidad de ver cómo vivía el resto de la gente. Sin embargo, el cambio de vida había resultado más duro de lo que ella había pensado al principio. Se había sentido realmente sola por primera vez desde que Hiashi ingresó en prisión, y trabajar para la ley le había empezado a parecer un chiste irónico: ella, la hija de Hiashi Hyüga, trabajando para la verdad, la justicia y el estilo de vida de la nación de fuego. Su ascenso a miembro del equipo Alfa, una pequeña y agradable casa en las afueras... Todo aquello era una locura, y había estado pensando muy seriamente en salir pitando de la ciudad, abandonarlo todo y volver a convertirse en lo que había sido... Hasta que aquellas dos chiquillas que vivían al otro lado de la calle aparecieron en su puerta y le preguntaron con lágrimas en los ojos si de verdad era policía. Sus padres estaban en el trabajo, y ellas no podían encontrar a su perro... Akane con su uniforme verde de la escuela, la pequeña Kokoro con su mono enterizo. Las dos llorando, tímidas... El cachorro estaba dando vueltas por el jardín de un vecino a un par de casas de distancia. No había sido difícil encontrarlo, y ella había logrado con la misma facilidad dos amiguitas. Las hermanas se habían acostumbrado inmediatamente a Hinata, y siempre aparecían después de clase para llevarle desastrados ramos de flores. Jugaban en su patio durante los fines de semana mientras cantaban incansablemente las canciones que habían aprendido en las películas o en los dibujos animados. No es que las niñas hubiesen acabado milagrosamente con la soledad de Hinata pero, al menos, la idea de marcharse se había quedado en la trastienda de su mente durante una temporada. Por primera vez en los veintitrés años de su vida, había comenzado a sentirse parte de la comunidad en la que vivía y trabajaba, y el cambio había sido tan sutil y gradual que apenas se dio cuenta de él. Seis semanas antes, Akane y Kokoro se habían alejado del lugar donde celebraban una merienda campestre familiar en Hashirama Park... y se habían convertido en las dos primeras víctimas de los psicópatas que habían aterrorizado a la ciudad desde entonces. La fotografía tembló ligeramente en su mano y no le dijo nada nuevo. Akane estaba tumbada de espaldas, con los ojos abiertos y vacíos mirando fijamente el cielo, con un enorme agujero desgarrado en su abdomen. Kokoro estaba a su lado, con los brazos extendidos y sus delgadas extremidades desgarradas. Ambas chicas habían sido destripadas y habían muerto a causa de la brutal agresión que habían sufrido, antes de desangrarse. Si habían tenido tiempo de gritar, nadie las había oído...

¡Ya basta! ¡Han muerto, pero tú puedes hacer algo para compensarlo!

Hinata metió precipitadamente los papeles en la carpeta y salió de su casa. Inspiró profundamente varias veces el tibio aire de la tarde. El aroma del césped recién cortado inundaba todo el vecindario. Un perro ladraba en algún lugar de la calle, un poco más abajo, mezclado con el sonido de la risa de los niños. Se apresuró a llegar hasta el pequeño y abollado automóvil gris perla que estaba aparcado delante de su casa y se obligó en silencio a no mirar hacia la casa de los Uzumaki mientras ponía en marcha el coche y se alejaba del lugar. Hinata atravesó las amplias calles del vecindario de las afueras con la ventanilla bajada y pisando a fondo el acelerador, pero siempre atenta a los posibles niños o mascotas que estuviesen jugando en la calle. Tampoco es que hubiera demasiados por los alrededores. Desde que habían comenzado los asesinatos, la gente mantenía a sus hijos y animales dentro de sus casas, aun a plena luz del día. El pequeño automóvil se sacudió cuando aceleró por el carril que daba a la autopista 22.

La brisa seca y cálida azotaba su largo cabello y lo mantenía alejado del rostro. Se sentía bien, como si se estuviese despertando de un mal sueño. Recorrió a buena velocidad la carretera bajo el sol de la tarde, que arrojaba la larga sombra de los árboles sobre el asfalto.

Ya fuese por pura causalidad o por capricho del destino, lo que estaba ocurriendo en Konoha City la había afectado. No podía seguir actuando como si simplemente fuese una ladrona hastiada que intentaba mantenerse fuera de la cárcel y que procuraba comportarse bien para tener contento a su padre. Ni tampoco pensar que lo que estaban a punto de hacer los AMBU era una misión más. Era importante. A ella le importaba que aquellas niñas estuviesen muertas y que sus asesinos todavía estuviesen libres para cometer otro crimen. Los extremos de las hojas de los informes sobre las víctimas aleteaban en el asiento del acompañante. Quizás eran nueve fantasmas inquietos, y Akane y Kokoro Uzumaki estaban entre ellos. Puso su mano derecha sobre la hoja superior, y detuvo aquel movimiento suave. Luego juró en silencio que no importaba lo que le costase, ella encontraría a los responsables. No importaba lo que ella había sido en el pasado. No importaba lo que sería en el futuro. Había cambiado... y no descansaría hasta que los asesinos de aquellas inocentes niñas hubieran sido castigados por sus crímenes.

...★ AMBU ★...

-¡Hola, Itachi!

Itachi le dio la espalda a la máquina de refrescos y vio a Gin Amai cruzando la sala vacía a grandes zancadas, con una ancha sonrisa en su rostro moreno y juvenil. En realidad, Gin era unos cuantos años mayor que Itachi, pero tenía todo el aspecto de un adolescente rebelde: pelo largo, una chaqueta vaquera llena de tachones metálicos y el tatuaje de una calavera fumando un cigarrillo en su hombro izquierdo. También era un mecánico excelente, y uno de los mejores tiradores en acción que jamás había visto Itachi.

-Eh, Gin. ¿Qué tal?

Itachi sacó una lata de refresco de la máquina y echó un vistazo a su reloj. Todavía disponía de un par de minutos antes de la reunión. Sonrió con aire cansado cuando Gin se detuvo delante de él, con sus ojos azules chispeantes. Gin también llevaba parte de su equipo: chaleco, cinturón de combate y una pequeña mochila.

-Yakushi le ha dado permiso a Toshiro para comenzar la búsqueda. El equipo Bravo va a entrar en acción.

Aunque estaba excitado, el acento del sur de Gin convertía su conversación en un monótono canturreo. Dejó caer el equipo que llevaba en una de las sillas para invitados, todo ello sin dejar de sonreír por un instante. Itachi lo miró ceñudo.

-¿Cuándo?

-Ahora mismo. En cuanto ponga en marcha dentro de unos cuantos minutos el helicóptero -Gin se colocó el chaleco de Kevlar sobre la camiseta mientras hablaba-. Mientras los del equipo Alfa se quedan tomando nota, ¡nosotros vamos a dedicarnos a patearles el trasero a unos cuantos caníbales! Hay que reconocer que tenemos una enorme confianza en nosotros mismos.

-Sí, bueno... Oye, tú por si acaso, vigila tu trasero, ¿de acuerdo? Creo que en todo esto hay algo más que unos simples chiflados asesinos escondidos en el bosque.

-Tú sabrás.

Gin se echó el pelo hacia atrás y recogió su cinturón. Obviamente, estaba concentrado en la misión y en nada más. Itachi pensó en hacerle algún otro comentario, pero decidió que era mejor no hacerlo. A pesar de su aire de valentón, Gin era todo un profesional. No hacía falta que le dijera que tuviera cuidado.

¿Estás seguro, Itachi? ¿Crees que Shisui fue suficientemente cuidadoso?

Itachi suspiró para sus adentros y palmeó suavemente la espalda de Gin antes de dirigirse a la sala de operaciones. Atravesó la pequeña sala de espera y pasó por la sala de entrada mientras se preguntaba sorprendido por qué Yakushi enviaba por separado a ambos equipos. Aunque lo habitual era que el equipo menos experimentado de los AMBU efectuara el reconocimiento inicial, la verdad es que aquella operación no tenía nada de habitual.

El gran número de víctimas ya por sí solo era más que suficiente para iniciar una investigación más exhaustiva. Eso por no hablar del hecho de que existían indicios más que suficientes como para pensar que los crímenes mostraban signos de organización, lo que debería haber elevado el asunto al nivel S1 y, sin embargo, Yakushi todavía parecía considerarlo algo así como una especie de operación de entrenamiento. Nadie más lo ve. No conocían a Shisui...

Itachi volvió a recordar la conversación a altas horas de la noche que había mantenido la semana previa con su amigo de la infancia. No había oído nada de Shisui desde hacía tiempo, pero sabía que había logrado un puesto como investigador en la compañía farmacéutica Umbrella, el principal responsable de la prosperidad de Konoha City. Shisui nunca había sido un tipo asustadizo, y el desesperado terror de su voz lo había despabilado por completo y le había causado una profunda preocupación. Shisui había balbuceado que su vida estaba en peligro, que todos ellos estaban en peligro de muerte. Le había rogado a Itachi que se encontrara con él en un restaurante de la carretera situado en las afueras de la ciudad... y no había aparecido jamás. Nadie había sabido nada de él desde aquel día. Itachi le había dado vueltas en la cabeza una y otra vez a todo aquello a lo largo de las insomnes noches desde la desaparición de Shisui. Había intentado convencerse de que no había relación alguna entre los crímenes ocurridos en Konoha City y la desaparición de Shisui... y, sin embargo, no pudo librarse de la sensación de que había algo más que lo que estaba ocurriendo a simple vista, y que Shisui sabía qué era. La policía había registrado la casa de Shisui, pero no había descubierto ningún indicio de delito. Pero el instinto de Itachi le gritaba que su amigo estaba muerto, y que lo había asesinado alguien que no quería que contara lo que sabía.

Y al parecer, yo soy el único que le cree. A Danzo le importa una mierda mi teoría, y los de mi equipo creen que me ha afectado demasiado la muerte de mi viejo amigo.

Dejó sus pensamientos a un lado mientras daba la vuelta a una esquina. Los tacones de sus botas lanzaban un eco sordo por las paredes del pasillo de la segunda planta. Tenía que concentrarse, centrar su mente en lo que podía hacer para descubrir la razón de la desaparición de Shisui, pero estaba exhausto. Apenas había logrado dormir, y había sufrido un estado de ansiedad casi continua desde la llamada de Shisui. Quizás estaba perdiendo el sentido de la perspectiva, quizá su objetividad se había visto mermada por los recientes acontecimientos... Se obligó a sí mismo a no pensar en nada concreto mientras se acercaba a la oficina de los AMBU, decidido a mantener la cabeza despejada para la reunión. La luz procedente de los tubos fluorescentes del techo aumentaba en exceso la luminosidad procedente de los brillantes rayos del sol de la tarde que inundaban el estrecho pasillo. El edificio de la policía de Konoha City tenía una estructura arquitectónica clásica, aunque poco convencional. Había mucho ladrillo y mucha madera, además de numerosas ventanas para que entrara la luz del sol. El edificio había sido la alcaldía de Konoha City cuando él era un niño. Hacía diez años, cuando aumentó la población, lo habían convertido en la biblioteca municipal, y cuatro años antes acabaron convirtiéndolo en una comisaría de policía. Parecía que siempre se estaba llevando algún tipo de renovación... La puerta de la oficina de los AMBU estaba abierta, y hasta él llegó el sonido de unas voces masculinas. Itachi se detuvo un instante, indeciso sobre si seguir adelante o no al oír la voz del jefe de policía Danzo. «Llámame Shimura» Danzo era un político egoísta y ególatra disfrazado de policía. Era un secreto a voces que tenía las manos metidas en más de un pastel. Se había visto implicado en el escándalo sobre la cesión y venta de terrenos en el distrito de Katon, allá por 1994, y aunque no había podido demostrarse nada en los tribunales, cualquiera que lo conociera en persona no tendría ninguna clase de duda sobre su culpabilidad.

Itachi meneó la cabeza mientras percibía la melosa voz de Danzo. Parecía increíble que durante una temporada dirigiera la sección de los AMBU en Konoha City, aunque sólo fuera como un chupatintas. Era más difícil de creer que el hecho de que acabaría algún día como alcalde de aquella ciudad.

Bueno, la verdad es que tampoco ayuda mucho que te odie a muerte, ¿verdad, Uchiha?

Bueno, de acuerdo. A Itachi no le gustaba andar besando culos, y Danzo no sabía mantener otro tipo de relaciones con sus subordinados. Por lo menos, Danzo no era un incompetente absoluto, ya que había recibido entrenamiento militar. Itachi puso su mejor cara de circunstancias y entró en la pequeña y atestada estancia que servía como centro de operaciones y oficina. Chouji y Kisame estaban sentados en la mesa común. Hablaban en voz baja mientras revisaban una caja llena de papeles. Sasori Akasuna, el piloto del equipo Alfa, bebía café al mismo tiempo que mantenía la mirada fija en la pantalla del ordenador, con una expresión amargada en el rostro. Al otro lado de la estancia se encontraba el capitán Yakushi, recostado sobre su silla, con una sonrisa fija en su cara mientras escuchaba al jefe Danzo. El policía apoyaba su corpulento cuerpo sobre el escritorio de Yakushi, a la vez que se acariciaba el bigote con los dedos de una mano.

-Así que le dije: «Vas a escribir lo que te digo, Shizune, y te va a gustar, ¡o no vas a recibir ni un solo comunicado de prensa más de esta oficina!», y va el tipo y me dice...

-¡Itachi! -dijo Yakushi interrumpiendo a Danzo al mismo tiempo que se echaba hacia delante en su silla-. Me alegro de que hayas llegado. Parece que por fin vamos a dejar de perder el tiempo.

Danzo le lanzó una mirada furibunda, pero Itachi mantuvo la misma expresión en su rostro. Yakushi tampoco pareció darle demasiada importancia al enfado de Danzo, ni mostró ningún esfuerzo superior al de ser simplemente educado con él. Y, por el brillo de su mirada, tampoco parecía importarle mucho que Danzo lo supiera.

Itachi atravesó la oficina y se quedó en pie al lado del escritorio que compartía con Deidara, uno de los miembros del equipo Bravo. Puesto que en la mayoría de las ocasiones ambos equipos trabajaban en turnos diferentes, tampoco necesitaban demasiado espacio. Dejó la lata de refresco sin abrir encima de la mesa y se giró para mirar a Yakushi.

-¿Vas a enviar el equipo Bravo?- El capitán le devolvió la mirada, impertérrito y con los brazos cruzados sobre el pecho.

-Es el procedimiento habitual, Itachi.

Itachi se sentó con el entrecejo fruncido.

-Sí, ya lo sé, pero con todo lo que habíamos hablado durante la última semana, pensé que quizás...

Danzo lo interrumpió.

-Yo di la orden, Uchiha. Sé que piensas que existe algún tipo de trama secreta en todo esto, pero yo no veo ninguna razón para cambiar el sistema habitual.

Cretino santurrón... Itachi se obligó a sí mismo a mostrarle una sonrisa, a sabiendas de que aquello irritaría a Danzo.

-Por supuesto, señor. No tiene por qué darme explicaciones.

Danzo se quedó mirándolo unos instantes, entrecerrando los ojos, pero finalmente dejó pasar el comentario y se giró hacia Yakushi.

-Espero un informe en cuanto regrese el equipo Bravo. Y ahora, si me disculpa, capitán...

Yakushi se limitó a asentir.

-Jefe.

Danzo pasó al lado de Itachi y salió de la estancia. Había pasado menos de un minuto desde su marcha cuando Chouji comenzó el juego.

-¿Creéis que el jefe Danzo ha logrado cagar hoy? Lo digo porque quizá debería poner cada uno algo de dinero para comprarle unos cuantos laxantes estas Navidades.

Kisame y Sasori soltaron unas cuantas carcajadas, pero Itachi no logró unirse a la alegría general. Un tipo como Danzo era un chiste con patas, pero su manejo de la investigación no era nada divertido. Debería haber llamado a los AMBU desde el mismísimo comienzo, y no limitarse a permitirles ser un apoyo. Volvió a mirar a Yakushi. Era difícil adivinar lo que pensaba un hombre que mostraba siempre la misma expresión. Había llegado procedente de La Hoja unos cuantos meses atrás, y había tomado el mando de los AMBU de Konoha City. En todo aquel tiempo, Itachi no había logrado adivinar apenas nada sobre su carácter. El nuevo capitán parecía ser todo lo que su reputación había prometido: tranquilo, profesional y eficaz. Sin embargo, mantenía las distancias con el resto del equipo, como si a veces tuviera la cabeza en otro sitio y no en lo que se estaba hablando...

Yakushi suspiró y se puso en pie.

-Lo siento, Itachi. Sé que querías que el plan fuese de otra manera, sin embargo Danzo no hizo demasiado caso a tus... sospechas.

Itachi asintió lentamente. Es posible que Yakushi hubiera efectuado algunas sugerencias, pero el único con la capacidad para subir el nivel de gravedad de una misión era Danzo.

-No es culpa tuya.

Chouji se acercó hasta ellos rascándose su castaña barba con los dedos de una mano enorme. Chouji Akimichi sólo medía un metro ochenta, pero tenía la robustez de un camión. Su única pasión, aparte de su familia y de su colección de armas, era el levantamiento de pesas, y los resultados de su afición eran claramente visibles.

-No te preocupes, Itachi. Toshiro nos llamará en el mismo instante que haya el mínimo problema. Danzo sólo está tratando de molestarte.

Itachi asintió de nuevo, pero seguía sin gustarle ni un pelo. Por todos los... Ichimaru Toshiro y Gin Amai eran los únicos soldados de verdad en el equipo Bravo. Deidara era un buen explorador y un excelente químico, pero, a pesar del entrenamiento que había recibido en los AMBU, era incapaz de acertarle a la pared de un granero. Inouchi Aiken era un experto de primera clase en comunicaciones, pero también carecía de experiencia de campo. Para rematar el equipo Bravo, estaba Sakura Haruno, quien sólo llevaba tres semanas con los AMBU, y era, supuestamente, una especie de genio de la medicina. Itachi había hablado con ella un par de veces, y desde luego parecía muy inteligente, pero sólo era una adolescente. "No es suficiente. Puede que ni siquiera todos nosotros al mismo tiempo fuéramos suficientes en esta misión". Abrió su lata de refresco, pero no bebió. Se quedó pensativo, preguntándose contra qué se iban a enfrentar los AMBU, recordando la desesperada súplica en la voz de Shisui, y sus palabras resonaron una vez más en su mente.

«¡Van a matarme, Itachi! ¡Van a matar a todo aquel que sepa algo! Nos vemos en la cafetería de Teuchi, ahora mismo. Te lo contaré todo...»

Exhausto, Itachi se quedó mirando al vacío, pensando que era el único que sabía que aquellos asesinatos sólo eran la punta del iceberg.

Chouji se quedó en pie al lado del escritorio de Itachi durante un minuto mientras pensaba en algo más que decir, pero su compañero no tenía aspecto de querer conversar. Chouji se encogió de hombros y regresó a la mesa donde él y Kisame estaban revisando los informes. Itachi era un buen tipo, pero a veces se tomaba las cosas demasiado a pecho. Se le pasaría en cuanto fuese su turno para ponerse en acción. ¡Demonios, qué calor hacía! El sudor le corría en lo que le parecían interminables ríos por su amplia espalda, pegándole la camiseta que llevaba puesta. El aire acondicionado estaba estropeado, para variar, y aun con la puerta abierta de par en par, la pequeña oficina de los AMBU resultaba insoportablemente calurosa.

-¿Ha habido suerte?

Kisame levantó la vista de la pila de papeles que estaba revisando y lo miró con una sonrisa tristona en su rostro delgado.

-¿Estás de broma? Te aseguro que es como si alguien hubiera ocultado esos malditos papeles a propósito.

Chouji suspiró y recogió un puñado de informes.

-Quizá Hinata los ha encontrado. Todavía estaba aquí cuando me fui ayer por la noche. Seguía revisando las declaraciones de los testigos por centésima vez...

-Bueno, y a todo esto, ¿puede saberse qué demonios es lo que estáis buscando? -preguntó Sasori.

Chouji y Kisame miraron al mismo tiempo a Sasori, que todavía estaba sentado delante del ordenador con los auriculares puestos. En pocos minutos estaría supervisando el vuelo del equipo Bravo sobre el distrito del bosque, pero en aquel momento tenía toda la pinta de estar muy aburrido. Fue Kisame el que contestó.

-Bueno, Chouji dice que existen planos de las distintas plantas de la vieja residencia Orochi, algo así como un resumen arquitectónico que apareció cuando se construyó el edificio principal... -Se calló por un momento y luego le sonrió a Sasori-. Aunque a mí me parece que el bueno de Chouji se está quedando senil. Dicen que lo primero que se pierde es la memoria.

Chouji lanzó un bufido amistoso.

-El bueno de Chouji sería capaz de patearte el trasero durante toda una semana a pesar de su edad, pequeñín.

Kisame se quedó mirándolo con seriedad fingida.

-Sí, de acuerdo, pero ¿te acordarías después de haberlo hecho?

Chouji soltó una pequeña risa mientras meneaba la cabeza. Sólo tenía treinta y ocho años, pero llevaba quince en el equipo de Konoha City, lo que lo convertía en el miembro más veterano. Soportaba numerosas bromas sobre su edad, sobre todo por parte de Kisame. Sasori levantó una ceja.

-¿La residencia Orochi? ¿Qué demonios puede haber en un almacén así?

-Chicos, tendrían que aprender un poco de historia -reprendió Chouji-. Fue diseñada por el gran y único Yamato Tenzo, justo antes de desaparecer de la faz de la tierra. Era aquel famoso arquitecto que construyó todos aquellos rascacielos en la capital de Suna. De hecho, se rumorea que puede que la desaparición de Tenzo fuese la razón por la que Orochi cerró la mansión. Se dice que Tenzo se volvió loco durante la construcción del lugar, y que cuando acabó, se perdió y vagabundeó por los salones y por los pasillos hasta que murió de hambre.

Sasori lanzó un bufido de desprecio, pero se removió inquieto en su silla.

-Menudo montón de mierda. Nunca he oído algo igual.

Kisame le guiñó un ojo a Chouji.

-No, de veras. Es cierto. Ahora su torturado espíritu vaga por la mansión todas las noches, pálido y enjuto, y he oído decir que a veces se le oye hablar, y que dice algo así como: «Traedme a Akasuna... Traedme a Sasori Akasunaaa».

Sasori se ruborizó lentamente.

-Sí, sí. Ja, ja. Eres todo un humorista, Kisame.

Chouji sonrió mientras volvía a menear la cabeza, pero se preguntó de nuevo cómo era posible que Sasori hubiese llegado hasta el equipo Alfa. Era, sin duda, el mejor pirata informático que había ingresado en las filas de los AMBU, y era bastante buen piloto, pero no tanto cuando se encontraba sometido a una fuerte tensión. Kisame solía llamarlo «Sasori, el gallina» cuando no estaba presente, y aunque generalmente los miembros de los AMBU solían apoyarse los unos a los otros, en este caso nadie discutía la valoración personal de Kisame.

-¿Y por eso Orochi cerró la mansión? -preguntó Sasori a Chouji, con las mejillas todavía encendidas.

Chouji se encogió de hombros.

-Lo dudo mucho. Se supone que iba a ser una especie de casa de invitados para los ejecutivos más importantes de Umbrella. La verdad es que Tenzo realmente desapareció justo cuando terminaron las obras de construcción, pero Orochi ya estaba loco desde mucho antes. Decidió trasladar las oficinas principales de Umbrella a Europa, no recuerdo exactamente dónde, y se limitó a cerrar la mansión. Probablemente un par de millones de dólares se fue directamente a la basura.

Kisame lanzó un bufido de desprecio.

-Y qué. Como si Umbrella fuese a sufrir mucho por algo así.

Aquello era cierto. Es posible que Orochi estuviese completamente majara, pero disponía del dinero y de los conocimientos financieros suficientes para contratar a la gente adecuada. Umbrella era una de las mayores compañías farmacéuticas y de investigación médica de todo el mundo. Ni siquiera treinta años antes, la pérdida de un par de millones de dólares habría supuesto un gran descalabro para su propietario.

-De todos modos -continuó diciendo Kisame-, la gente de Umbrella le dijo a Danzo que había enviado a un equipo para comprobar el lugar, y que todo estaba en orden y que nadie había penetrado en su interior.

-Entonces, ¿por qué buscáis los planos? -preguntó Sasori.

Fue Itachi quien respondió, lo que le provocó un respingo a Chouji por el sobresalto. Se había levantado para acercarse a ellos, y su juvenil rostro mostraba un rictus de intensidad que parecía casi algo obsesivo.

-Porque es el único lugar del bosque que no ha sido inspeccionado en persona por la policía y porque se encuentra prácticamente en el centro geográfico de todas las escenas de los crímenes. Y porque no siempre puedes fiarte de lo que te dice la gente.

Sasori frunció el entrecejo.

-Pero si los de Umbrella dicen que ya han enviado a los suyos...

Sea cual fuese la respuesta que tenía preparada Itachi, fue interrumpida por la suave voz de Yakushi, que se alzó desde el centro de la habitación.

-Muy bien, gente. Puesto que parece que la señorita Hyüga no tiene previsto reunirse con nosotros, ¿por qué no empezamos ya?

Chouji se acercó a su mesa. Empezó a preocuparse por Itachi por primera vez desde que todo aquel asunto había comenzado. Lo había reclutado para los AMBU hacía ya unos cuantos años gracias a un encuentro casual en una armería de la localidad. Itachi había demostrado ser una incorporación valiosa al equipo, un joven inteligente y planificador, además de un tirador de primera y un piloto muy capacitado. Pero ahora...

Chouji miró con cariño la fotografía de Karui y de sus hijas que tenía sobre la mesa. La obsesión que sentía Itachi por resolver los crímenes de Konoha City era más que comprensible, sobre todo después de que su amigo desapareciera sin dejar rastro. Ninguno de los habitantes de la ciudad quería que se produjera otro crimen semejante. Chouji tenía una familia, y estaba tan decidido como cualquier otro miembro del equipo a acabar con los asesinos, pero las sospechas de Itachi habían llegado demasiado lejos. ¿Qué quería decir con eso de «no siempre puedes fiarte de lo que te dice la gente»? O bien que Umbrella mentía, o bien que el jefe Danzo estaba... Aquello era ridículo. La fábrica y los edificios administrativos de Umbrella situados en las afueras de Konoha City proporcionaban tres cuartas partes de los empleos de la ciudad. Sería contraproducente para ellos mentir. Además, la integridad de Umbrella era tan sólida como la de cualquier otra gran corporación. Es posible que participara en casos de espionaje industrial, pero el robo de secretos médicos estaba muy lejos de ser un asesinato. Y, en cuanto al jefe Danzo, puede que fuese un gordo y escurridizo aprendiz de politicucho, pero no era del tipo de funcionarios que se arriesgaba más allá de aceptar fondos ilegales para sus campañas. Por dios santo, el tipo quería llegar a ser alcalde. La mirada de Chouji se quedó clavada en la foto de su familia unos instantes más, antes de que diera la vuelta a la silla para situarse de frente a la mesa de Yakushi. De repente, se dio cuenta de que quería con todas sus fuerzas que Itachi estuviera equivocado.

Fuera lo que fuese que estaba pasando en Konoha City, aquella clase de feroz brutalidad no podía ser planeada. Y eso significaba que... Chouji no sabía qué significaba. Suspiró y esperó a que comenzara la reunión.
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...★ AMBU ★...

Bueno, aquí el primer capítulo. Espero les guste y comenten, la verdad soy súper fan de Resindent Evil y quería compartir este maravilloso libro con ustedes.
¡Besos y Bendiciones!¡hasta la siguiente actualización!
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26 de Abril del 2020

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