十四
十四
one-on-one
El primer juego de kaijo en el torneo antes de la interhigh fue tan fácil que Kise ni siquiera tuvo que jugar. Y no es que no lo dejaron jugar, es que a él no le dieron ganas de jugar. Debía admitir que Kise era un excelente jugador, pero a veces, era demasiado egocéntrico para su gusto. Sin embargo, eran justo esas ocasiones que prefería omitir de su memoria; le agradaba Ryota, de verdad que sí, pero el Ryota que le agradaba era el sonriente y enérgicamente abrumador, no el ególatra autosuficiente que salía a la luz con el básquet.
Bueno, suponía que ese deporte sacaba lo peor de él.
-Kaicchi, vamos al parque -afirmó sin siquiera preguntarle.
A penas iban saliendo de la escuela en la que se llevó a cabo el partido y como era natural, el rubio tenía muchísima energía puesto que no había jugado. El resto del equipo iba más adelante, concentrados en charlar sobre detalles del juego que para Kise no parecían relevantes. Ella lo miró de reojo, alzó una ceja y negó con la cabeza.
-Quiero ir a casa -no sería la primera vez que renegaba una de sus invitaciones, preparándose para lo que vendría a continuación:
- ¿Eso es un no?
-Eso es un no.
- ¡Vamos, Kaicchi! ¡Será divertido! -se adelantó unos pasos para quedar justo frente a ella, caminando de espaldas-. A esta hora no hay mucha gente, incluso podríamos jugar un one-on-one.
A Shibata le dieron ganas de carcajearse fuerte y claro en sus narices, pero eran mayores los nervios al verlo caminar sin fijarse en lo que había en el camino.
-No seas ridículo, sabes muy bien que no hago ningún deporte -se detuvo súbitamente, tomando al muchacho por los hombros con fuerza-. Camina de frente, por favor. Me tienes nerviosa.
Kai se calló al ver la sonrisa que pareció formarse en cámara lenta en el rostro de él, dándose cuenta, demasiado tarde, que lo que acababa de decir lo iba a usar en su contra el resto de la vida o al menos la mitad de ella, si tenía la suficiente suerte.
-Así que Kaicchi está nerviosa -pronunció, esa media sonrisa y el tono de voz bajo y ronco le ganaron un sonrojo por parte de ella-. Es bueno saber que te pongo nerviosa.
-Kise, no.
- ¿Cómo que no?
Ni le dio tiempo a responder. Lo siguiente que supo era que estaba de cabeza sobre el suelo, su panza apoyada en el hombro de Ryota, quien la cargaba como si fuera un costal de harina o algo por el estilo. Kai se aguantó el grito, soltando en cambio un agudo gemido, cerrando las manos en fuertísimos puños en torno al borde de la chaqueta de su uniforme. Comenzó a temblar de pies a cabeza, intentando, por todo lo sano en el mundo, no comenzar a vociferar improperios y garabatos en ese mismo segundo.
-Kise, bájame.
-No quiero -no sabía qué lo empeoraba. El hecho de que lo dijera con tanta soltura, o tal vez que seguía caminando mientras la tenía cargada.
-Peso mucho -su tono de voz iba aumentando.
-Pesas menos que una pluma -bien, ahora se estaba riendo. Su agarre se afirmó más, respiró muy profundo, intentando controlar los gritos que amenazaban con salir de su garganta en cualquier momento.
- ¡Kise, bájame! -pero cada vez le costaba más hacerlo.
-No quiero.
El hecho de que él lo hubiera canturreado de una forma tan despreocupada, que la estuviera sosteniendo de una manera tan despreocupada, que caminara como si de verdad eso fuera muy normal, la hizo enojar. La hizo enojar demasiado, tanto, que pronto se encontró dando golpes frenéticos a la espalda del jugador de básquet mientras se removía todo lo que podía, unas cuantas lágrimas escapándose de sus ojos.
- ¡Bájame, bájame, bájame! ¡Odio que me carguen! ¡Bájame! ¡Suéltame, maldita sea! -esta vez se trataban de gritos, que cada vez iban aumentando el volumen, llamando la atención del resto del equipo- ¡Bájame! ¡Suéltame!
De inmediato alguien intercedió, aunque no le pudo ver el rostro, pudo reconocer perfectamente la voz de un molesto Kasamatsu gritando:
- ¡Kise, suéltala! ¿Es que acaso eres un gorila? ¡Aprende a tratar mejor a las mujeres!
Al segundo siguiente ya tenía los pies sobre el suelo y no supo cómo, Koji estaba a su lado revisándola: se encontraba temblorosa, una risa nerviosa salía de sus labios, muy seguramente su piel estaba pálida, hiperventilaba y podría asegurar que el pecho le iba a explotar de lo rápido que latía su corazón. Un poco más allá, Kasamatsu aún estaba regañando a Kise, regaño al cual se habían unido Moriyama, Hayakawa, Shinya y hasta el mismo entrenador.
Se arrodilló en el suelo con ayuda del castaño sin necesidad de que le dijera mucho para que estuviera consciente de lo que pasaba: estaba justo en medio de un ataque de pánico. Tal vez su odio a que la cargaran había sido el disparador, pasando de odio a miedo por la forma en la que Kise la cargaba, y de ahí el asunto se le había salido de las manos.
- ¿Shibata? Shibata, escucha, ya pasó, estás bien, estás a salvo.
La voz de Kobori se escuchaba lejana, aunque ella no le estaba prestando demasiada atención: ya se sabía todo el proceso de memoria. Más bien, se encontraba buscando desesperadamente unos ojos dorados, que encontró sumergidos en medio de un mar de preocupación. Después de todo, no había sido su culpa.
No sabía por qué, pero de repente le parecía que había un alboroto anormal, no entendía bien lo que pasaba, ni siquiera podía pensar claramente. Se llevó una mano al pecho y aprisionó parte de la tela de su suéter en un puño, tratando en lo posible de controlar la respiración agitada.
-Kise... Kise... -susurró con voz ahogada, sosteniendo con fuerza uno de los brazos de Kobori, quien frunció el ceño. Se sentía impotente por no poder hablar como quería, porque todas las palabras morían en su garganta, como si se estuviera ahogando.
Escuchó más ruido, más alboroto, tal vez ni siquiera había tanto alboroto como pensaba, simplemente era su mente aturdida nublada por el miedo. No pasó mucho que un par de ojos dorados aparecieron en su campo de visión, no se fijó en nada más que no fueran esos ojos de miel y toda esa preocupación que reflejaban.
Comenzó a negar con la cabeza repetidamente, soltando al castaño para tenderle una mano al rubio, quien la tomó con sus propias manos con firmeza y calidez.
-... tu culpa... -mientras intentaba hablar, seguía negando, y algunas cuantas lágrimas se escaparon de sus ojos-... no es... tú culpa...
Kai se apoyó en su hombro, respirando lo más profundo que los pulmones le permitían en ese instante, cada vez un poco más profundo, cada vez un poco más... hasta que su corazón latió normalmente de nuevo y la respiración se reguló, terminando con el ataque de pánico.
- ¿Kaicchi? -susurró contra su oreja, apoyando una mano en su espalda. De repente se dio cuenta que todo el resto del equipo de kaijo estaba viendo con atención unos metros más alejados.
-Fueron mis propios gritos -musitó ella, removiéndose un poco para mirarlos a todos-. Me asustaron mis propios gritos... por favor perdónenme por todo este teatro.
-Está bien, no te preocupes. ¿Te sientes mejor? -se adelantó el entrenador, pronto secundado por los jugadores.
Kai asintió y se levantó, siendo ayudada por Kise, que no la quería soltar en ningún momento.
-Regresa a casa, nada de parques, ni de básquet, ni de one on ones. ¿Entendido?
-Sí señor.
Así se sentiría el rubio que ni siquiera le quedaron ganas de refutar, o eso fue lo que pensó Kai. Sin embargo, sin mediar palabra, él caminó a su lado cuando ella empezó a hacer su camino directo a su hogar. Estaba claro que no le iba a pedir permiso para llevarla a casa. Además, se sentía culpable por su ataque de pánico... por lo que fue lo único que se le ocurrió para compensarlo a medias.
La mayor parte del camino estuvieron en silencio, y cuando pasaron junto a una cancha de básquet callejero; la cara de Kise fue tal, que Shibata sonrió levemente, tomando su mano con delicadeza y dándole un apretón.
El rubio se sonrojó ante la acción, volteando a mirarla con sorpresa, notando que ella también tenía ese color rojizo tintando sus mejillas.
-Te prometo que la próxima vez jugaremos, ¿está bien?
Rayos.
¿Cómo era que Shibata Kai lograba hacerlo tan feliz?
end of the chapter
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