六
六
five minutes
Lo sabía. Sabía que si seguía, algo así iba a pasar.
Kai se abrazó a sí misma, la sorpresa que primeramente había dejado entrever en su rostro desapareció para dar paso a una mueca entre molesta y resignada. Ya ni siquiera escuchaba lo que gritaba Kasamatsu ni los reproches de Kise, todo a su alrededor desapareció cuando se encerró en su burbuja. Tal vez no gritó ni dijo nada simplemente porque estaba demasiado consciente de que pasaría, y hasta en cierta forma, agradecía que fuera solamente eso y no algo peor.
El hecho de que estuviera completamente mojada de pies a cabeza, goteando por todos lados, no era más que culpa suya. El hecho de que las fans de Kise le hubieran lanzado una cubeta de agua helada entrando al gimnasio, no era más que culpa suya. Así que no tenía caso que el capitán del equipo estuviera gritándoles a ellas que tuvieran un poco más de respeto o lo que fuera, ni que Kise les reprochara su comportamiento, todo aquello era simplemente culpa suya.
—Kasamatsu-senpai, Kise-kun —les interrumpió en su retahíla de regaños. Las fans la miraron aún más molestas, si eso era posible—. Déjenlo, ya está bien. De todos modos esto ya no tiene arreglo.
— ¡Pero Shibata-san—
—Déjalo, Kise —cortó Kasamatsu—. ¿Seguro que estás bien, Shibata?
—Sí, no es nada más que agua fría.
El mayor de los tres asintió, siguiendo a la chica dentro del gimnasio. Moriyama le tendió una toalla, que ella usó para secarse un poco el rostro y el cabello. El uniforme había quedado completamente empapado, y Kai comenzó a sentirse sumamente incómoda cuando la ropa se le pegó al cuerpo de manera extraña. Terminó sentada en la esquina más alejada del gimnasio, tratando de cubrirse lo más que podía con las manos y el bolso; escuchando la voz sobresaliente y enojada del entrenador:
— ¿Qué pasa con esas chicas? —vociferaba, y la morena tan sólo atinaba a encogerse cada vez más en su lugar—. El director se enterará de esto.
— ¿Takeuchi-sensei? —dijo Kai a mediana voz, cuando el hombre comenzó a encaminarse hacia la salida. De verdad no quería quedarse así, en ese lugar, sin el entrenador. Y salir tampoco era una buena idea, francamente.
—Vuelvo en seguida, no pienso dejar que estés en esa situación en un gimnasio lleno de testosterona —refunfuñó, retirándose del lugar—. ¡No detengan el entrenamiento!
Inmediatamente Kise se sentó frente a ella, pero dándole la espalda, como si estuviera buscando protegerla de las miradas indeseadas que ya empezaban a recaer sobre la muchacha. La práctica continuó sin interrupciones y era la primera vez que Kai veía que Kasamatsu no le gritara al rubio por dejar de entrenar.
—Lo siento mucho —se escuchó de repente la voz del jugador.
La menor dio un sobresalto al escuchar esa oración. Realmente no era culpa de él, no era culpa de nadie más que suya: la persona que decidió seguir cerca de Kise Ryota aunque estuviera consciente de las consecuencias de sus acciones. La persona que no se alejó a tiempo.
—No hay nada que perdonar —respondió en un suspiro—. Que tus fans estén todas muy chifladas no es culpa tuya —los hombros de Kise temblaron un poco debido a que se aguantó la risa.
—Déjame compensártelo.
—No es necesario.
—Sí lo es.
La chica dejó salir un suspiro nuevamente, a sabiendas de que aquella era una batalla perdida: podrían estar horas discutiendo y Kise se saldría con la suya de todos modos aún en contra de su voluntad. Al final simplemente se quedó callada, estaba lo suficientemente fastidiada como para, de paso, iniciar una discusión innecesaria. Pero no se esperaba la sonrisa que le dedicó el rubio cuando volteó un poco para mirarla de reojo.
—Me alegra que nos vayamos entendiendo, Shibata-san.
—Como digas —desvió la mirada, aunque el sonrojo decoró sus mejillas de todos modos.
Por su parte, Ryota estaba tan enojado que los jugadores en el gimnasio ni siquiera se atrevían a mirar de reojo hacia esa esquina porque el muchacho de verdad daba miedo en ese momento. Le molestaba absolutamente todo de esa situación: Kai empapada, temblando ligeramente, encogida en una esquina totalmente cohibida; y también le molestaba en sobremanera su actitud serena con respecto a las circunstancias, que no le echara la culpa, que no se quejara ni dijera nada al respecto. Pero definitivamente lo que más le molestaba era que fue afectada por pasar tiempo con él. No sabía la razón, simplemente sabía que le molestaba demasiado.
Desde su sitio la miró disimuladamente de reojo, sorprendiéndose de encontrar esos ojos negros fijados en él, con una expresión relajada, como si de verdad la hiciera sentir más tranquila— y no más incómoda, el hecho de que él estuviera tan cerca de ella, aún en el estado en el que estaba.
— ¿Qué haces holgazaneando, Kise? Creí dejar en claro que siguieran practicando —la autoritaria voz de Takeuchi-sensei resonó en el lugar, causando un sobresalto en ambos jóvenes. La chica dirigió la mirada de forma perezosa al hombre, quien le tendía algo de color azul—. Ve a cambiarte.
Ella se tardó unos segundos procesándolo, y para cuando quiso darse cuenta, Kise ya se había retirado y estaba jugando de forma enérgica con los demás titulares. Se levantó con lentitud para tomar la camisa doblada, haciéndole una reverencia al entrenador por tomarse tal molestia; acto seguido, fue hacia los vestidores y una vez allí, pasó al baño a cambiarse: el suéter junto con la camisa y la corbata terminaron hechos una bola en una esquina del cubículo, mientras ella veía con incredulidad la camisa que le habían cedido: de color azul rey, con líneas negras y blancas a los costados, el nombre de la escuela en letras blancas en el pecho y un número del mismo color.
La camisa del equipo de baloncesto de kaijo.
Se mordió los labios, sopesando las circunstancias. Con movimientos rápidos se colocó la prenda para tomar la ropa mojada de forma tosca; y cuando salió de los vestidores, más de una mirada se clavó en su figura: la sorpresa flotaba en el aire, y entre todas esas expresiones estupefactas, una voz sobresalió, haciendo notar lo maravillado que estaba:
— ¡Shibata-san, la camisa del equipo te va de maravilla! —sí, era Kise, aturdiendo a Kai por unos segundos con sus gritos emocionados. Sin embargo, la fémina asintió sin darle importancia, mientras guardaba su ropa mojada en la mochila.
—Sí, sí.
— ¡Hablo en ser—
— ¡Kise! ¡Cállate y concéntrate, idiota! —lo típico: Kasamatsu le propinó una patada que lo hizo caer de boca al suelo, interrumpiendo la escenita para retomar rápidamente el entrenamiento.
• • • ● • • •
La práctica no se daba completamente por terminada cuando cierta pelinegra se levantó, desperezándose, y tomó su bolso para retirarse; pero no había llegado hasta la entrada de la escuela cuando Kise la alcanzó, corriendo, y realmente Kai no comprendió en qué momento se había bañado y puesto el uniforme tan rápido... ¿o era que ella había caminado muy lento?
— ¡Kai-chan! —exclamó con entusiasmo y una sonrisa coqueta se instaló en sus labios al ver el arrebol coloreando las mejillas de la chica; era la segunda vez en el día que la hacía sonrojar.
— ¿"Kai-chan"? ¿En qué momento tomaste tanta confianza?
— ¿No te gusta? También puedes llamarme Ryota si quieres.
—Ni siquiera lo pienses.
Ella torció una mueca y se dio media vuelta para continuar su camino, pero la mano de Kise que sostuvo su muñeca se lo impidió. Kai se mordió el labio inferior, deseando que el sonrojo desapareciera de su rostro.
—Kai-chan, ¡eres mala! —dijo él mientras hacía un puchero—. Te dije que te compensaría lo que pasó, ¿recuerdas?
—Y yo te dije que no es necesario —respondió en un murmullo. Intentó zafarse de su agarre de manera disimulada, pero él no la soltó.
— ¡Vamos! Será rápido, lo prometo. Ven conmigo.
Sabía que estaba tentando a la suerte, porque si decía que sí, sus fans se iban a molestar aún más. Pero si decía que no, Kise encontraría una manera de lograr su cometido de todas formas. En conclusión: exhaló profundamente y asintió casi de forma imperceptible, causando una gran emoción en el chico quien, sin poder contenerse, comenzó a correr con la muñeca de ella todavía sostenida con su mano. Lo que la obligaba a correr, que no era la mejor opción precisamente.
— ¡Kise, espera! ¿No podemos caminar?
— ¡No! ¡Si nos tardamos puede que no lleguemos a tiempo!
— ¿¡A tiempo para qué!?
Pero no recibió respuesta más que las risas del rubio.
• • • ● • • •
Kise llevaba a Kai prácticamente cargada para cuando llegaron a la entrada de la preparatoria seirin. La chica respiraba agitadamente y con mucha dificultad, por poco escupía los pulmones ahí mismo. Se inclinó para apoyar las manos en las rodillas, intentando respirar un poco mejor.
— ¿Estas bien?
— ¿Te parece... que... estoy bien?
—No, parece que te estás muriendo.
— ¡KISE! —y no terminó de gritarle cuando él la jaló dentro de la escuela—. Ya no puedo más...
—Falta poco; quiero presentarte a alguien.
Ella no entendía. De verdad, comprender a Kise era muy complicado, y de pronto se dio cuenta que el noventa por ciento del tiempo que estaba con él, se la pasaba intentando entenderlo aunque no lo lograba. Tarde o temprano terminaría por rendirse a la voluntad del rubio, tal vez así lograría entenderlo mejor.
Hoy parecía un buen día para eso.
Así que sin rechistar mucho, lo siguió pocos pasos más atrás
—Así que esta es seirin —comentó él, mirando a su alrededor con entusiasmo—. Nueva y linda, justo como lo esperaba.
— ¡E-espera un momento Kise! ¿Es la primera vez que vienes aquí?
—Así es.
Desconcierto era la única palabra que describía a Shibata en ese momento. Se apegó un poco más al rubio, quien deslizó la mano desde su muñeca hasta entrelazar sus dedos con los de ella, sosteniéndola de manera firme mientras caminaban. Ella estaba lo suficientemente distraída viendo toda la escuela a su alrededor como para haber notado aquello, o como para notar siquiera los murmullos de las chicas que reconocían a Kise; murmullos que iban haciéndose más fuertes cada vez hasta llegar a ser voces claras y emocionadas. Nada nuevo.
Hasta que entraron al gimnasio de seirin.
Al parecer estaban a mitad de un partido de entrenamiento... tan concentrados en ello que no se dieron cuenta del momento en el que entraron; justo cuando un pelirrojo burlaba la defensa de un muchacho de cabello negro para dunkear el balón.
— ¿Qué pasa con ese tipo? Es abrumador —murmuró Kai, desconcertándose al ver la sonrisita satisfecha de Kise.
— ¡Buen tiro!
— ¡Bien, júntense todos!
— Kai-chan, ven aquí —la jaló Kise, soltando su mano y levantándola por la cintura para sentarla en la tarima del gimnasio.
—Odio que me carguen, ¿sabes? —refunfuñó, acomodándose en su lugar mientras él mismo se subía en un ligero impulso.
—No seas tan mala, Kai-chan —dijo Ryota entre risas, y al segundo siguiente ella se encontraba mirando la entrada y el segundo piso con una expresión realmente horrorizada en el rostro. No hizo falta que explicara nada cuando las voces de sus fans comenzaron a ser cada vez más audibles.
Incluso los miembros del club de básquet de seirin interrumpieron su reunión para ver qué estaba ocurriendo, desconcertados por la concurrencia de féminas en el lugar. Por primera vez, Kai vio a Kise sonriendo con nerviosismo, mientras tomaba los lápices y cuadernos que le tendían para firmar autógrafos.
—Yo no quería que pasara esto... —susurró, acto seguido: levantó la mirada y la fijó en un chico de cabello y ojos azul cielo. El susodicho inclinó un poco la cabeza, emitiendo un sereno "es bueno verte otra vez" —. Me alegra verte.
Y la incomodidad de Kai fue en ascenso de forma drástica. Porque tanto como algunas fans la miraban de forma despectiva, el equipo de seirin comenzó a verla con ojos analíticos, porque tenía la camisa del uniforme de kaijo. Y estaba acompañando a Kise Ryota, de la generación de los milagros. Y de aquello no podía salir nada bueno, o no estaba acostumbrada a recibir tanta atención.
—Perdón, en verdad... —el modelo se rascó la nuca en forma avergonzada, y luego le pasó un brazo por los hombros a Kai—. ¿Creen que podrían esperarnos cinco minutos?
— ¿Kise?
end of the chapter
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