二
二
murphy
Ocho días después de haber empezado las clases, Kai se levantó tarde para ir a la escuela. Se bañó y vistió en tiempo récord y entre carreras en el tren y en las calles, recuperó unos escasos cinco minutos, aunque seguía siendo tarde para ella. Tenía el cabello mojado, el uniforme a duras penas presentable, ni siquiera había comido y moría de frío. No era que hiciera mucho frío en esa época, más bien que era muy temprano en la mañana y su cabello no se había secado del todo, y ella no tenía mucha tolerancia a las bajas temperaturas.
Casi al llegar a las puertas de kaijo, bajó la mirada para fijarse en la hora en el reloj de su muñeca. Justo en ese momento se chocó contra algo que al parecer, era un alguien que llevaba rato de pie en las puertas del lugar. Y el golpe fue tan fuerte, que hasta esa persona se tambaleó y casi se cae de no ser porque logró estabilizarse justo a tiempo. Kai no corrió con la misma suerte.
— ¡Duele!— murmuró, incorporándose para levantarse.
Alguien le tendió la mano y sin mirar mucho aceptó la ayuda, aunque una vez que estuvo de pie, se dio cuenta de quién era y el hecho de que se chocaran no era algo demasiado nuevo.
—Shibata-san, creo que deberías estar más al pendiente del sitio por el que caminas. Ya perdí la cuenta de cuántas veces nos hemos chocado en lo poco que va del año escolar —era Kise quien le sonreía levemente.
—Lo siento —Kai se inclinó y luego procedió a acomodarse un poco el uniforme al tiempo que caminaba al edificio de aulas—. Estoy retrasada, y no te noté porque estaba viendo la hora.
Como iba unos pasos más adelante que el rubio (que había comenzado a seguirla), no notó la expresión de él: incómoda, casi de molestia. Si había algo a lo que no estaba acostumbrado, e incluso casi podría decir que le disgustaba, era que no lo notaran. Pero Shibata parecía estar en su mundo todo el tiempo, por lo que no era raro que fuera la única persona que conocía que no se diera cuenta cuando estaba rondando por ahí.
— ¿Qué hacías a las afueras de la escuela?
La pregunta lo tomó por sorpresa. Kai estaba rebuscando algo entre sus cosas en su bolso, cuando le dirigió una fugaz mirada de reojo.
—Te estaba esperando.
— ¿Qué?
—Es que siempre llegas temprano y estás en tu aula desde esas horas y cuando no te vi, me preocupé.
— ¿Cómo sabes que siempre estoy en mi aula desde temprano?
Kise no respondió. Se encogió un poco de hombros como restandole importancia y siguió de largo hasta su aula, dejando a una sorprendida y medio petrificada Kai atrás. Por supuesto que no iba a decirle que siempre la miraba, dejaría que se diera cuenta sola, si es que se daba cuenta algún día. La morena se quedó procesando la conversación un momento y luego volvió a la realidad, corriendo hasta el primer piso para llegar a tiempo al salón.
• • • ● • • •
— ¿Está Shibata Kai aquí?
Un muchacho de tercer año con el cabello negro y los ojos azules se presentó en el aula ni bien el timbre de salida sonó. Todos en el sitio se quedaron en silencio unos segundos, mirándose entre ellos, hasta que la susodicha se levantó de su sitio al tiempo que asentía levemente.
—Soy yo.
— ¿Te importaría venir conmigo?
La chica se encogió un poco de hombros y siguió al mayor unos pasos más atrás. Hoy no tenía actividades en el club de lectura ni en el de ajedrez, así que se encontraba despreocupada, aunque un atisbo de confusión se dibujó en su rostro luego de unos minutos de caminata: su destino era el enorme gimnasio de básquet. Kai nunca imaginó siquiera andar cerca de esos sitios por dos razones en específico; la primera era que su condición física daba asco y pena al mismo tiempo, y eso conllevaba a la segunda razón, no jugaba ningún deporte y jamás lo haría.
— ¿Disculpa? —llamó al mayor antes de entrar al gimnasio—. Creo que te equivocaste de persona. Yo no juego ningún deporte.
El de ojos azules se volteó y le sonrió un poco, abriendo la puerta y haciéndose a un lado para dejarla pasar.
—No te preocupes, no es por el deporte que te he llamado; es por el comité del que formas parte.
— ¿El comité?
Aún dubitativa, Kai entró. El lugar realmente era enorme, una cancha dividida en dos, llena de jugadores vestidos con ropas de práctica y varios más corriendo alrededor de la cancha, calentando, pasando el balón, practicando clavados y lanzamientos a distancia. En algún sitio la chica llegó a ver de reojo una mata de cabello dorado algo conocido, pero le restó importancia.
—Aparentemente eres muy buena a pesar de que solo tienes una semana presentando los primeros exámenes del comité de salud, has tenido las notas más altas.
—Ah, eso... —se encogió un poco en su sitio, intimidada por la grandeza del lugar y los jugadores.
No pasó mucho tiempo que el entrenador se acercó a ambos, posando la mirada en la chica de una manera inquisitiva.
— ¿Shibata Kai? —ella asintió—. Has sido asignada al club de básquet como la encargada del área de primeros auxilios. De ahora en adelante tus actividades de comité serán cumplidas aquí —dijo de manera severa. Kai se quedó pasmada, intentando procesar la información, cuando el hombre le sonrió—. Soy Takeuchi Genta, el entrenador. Por favor cuida bien de mis muchachos.
—Sí... señor.
Takeuchi procedió a retirarse, y el muchacho que la guió hasta allí le puso una mano en el hombro de manera amable, dándole un ligero apretón.
—Tranquila, lo harás bien. Si Takeuchi-sensei te eligió, ha de tener una buena razón —le dijo con un tono conciliador— ¿Te importa si te presento a los titulares? Vas a tener mucho trabajo con ellos de ahora en adelante. Por cierto, soy Kasamatsu Yukio, el capitán del equipo.
Kai no respondió a nada, solamente dio un asentimiento tanto a la cuestión como a la presentación del capitán; después de todo él ya conocía su nombre. Kasamatsu les gritó algo a los jugadores y rápidamente cuatro de ellos acudieron al llamado. Todos los demás siguieron con su entrenamiento porque nadie quería soportar los golpes de Kasamatsu si este se llegaba a dar cuenta que habían dejado de entrenar sólo para ver lo que pasaba.
De entre los cuatro que se acercaron, uno gritó al mismo tiempo que Kai.
— ¡Shibata-san!
— ¡Kise-san!
— ¿Se conocen?
Kai tomó una gran bocanada de aire. De todas las personas que podían estar en el club de baloncesto, por supuesto que Kise era una de ellas y más importante, un titular, porque la ley de Murphy era así de cruel con las personas.
—Si chocarse cerca de tres veces por día con alguien puede llamarse conocerlo, pues sí, nos conocemos muy bien.
Sí, era muy cruel.
end of the chapter
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