三十

三十
per two

Kai siguió su camino al consultorio de su madre, en el cual la susodicha estaba casi nadando entre papeles desordenados por todo su escritorio. Se notaba un poco azorada e incluso estresada.

— ¿Mamá? —Hayami dio un salto del susto que le dio la joven, respirando profundo al verla entrando en la habitación.

— ¡Gracias a Dios que llegaste! —exclamó, dando una profunda exhalación—. Tengo una reunión ahora mismo, dentro de… —observó y reloj y comenzó casi a correr a la puerta—. ¡Ahora mismo! ¿Puedes arreglar ese papeleo por mí? ¡Te lo agradecería! ¡Vuelvo más tarde!

— ¡Espera! ¿Qué hago si llegan–

La puerta se cerró, sin darle tiempo siquiera a terminar de hablar. Kai suspiró, dejando caer sus hombros. No podía creer que su madre le dejara con la palabra en la boca de esa forma.

—… Pacientes…

Tras un suspiro, se acercó a la mesa para comenzar a arreglar los dichosos papeles, que eran ni más ni menos que las historias de la mayoría de las personas que Hayami atendía con regularidad. Estuvo en eso unos buenos quince minutos, y cuando ya no quedaban más que un par, la puerta del consultorio se abrió.

Kai alzó la mirada en seguida para ver pasar por el alféizar al muchacho de cabello claro, trapecios marcados y cuello ancho.

¿Un jugador de rugby?

Negó para sí misma porque, aunque tenía toda la anatomía, también llevaba puesto un dobok, el uniforme de tae kwon do estaba sucio y arrugado, haciendo evidente que recién había tenido una práctica. Aunque caminaba con soltura, se notaba que algo le dolía en un costado del cuerpo.

No obstante, él no la había notado hasta el momento en el que carraspeó. Entonces alzó la mirada y fijó en ella sus ojos naranja, esbozando seguidamente una sonrisita que bien podía definirse como pícara y coqueta.

—No tenía idea de que la doctora Shibata tuviera una asistente —comentó deliberadamente, mientras cerraba la puerta con un delicado click.

—La doctora Shibata no puede atender en este momento, lo siento —se apresuró a decir, enderezándose un poco—. No soy su asistente: soy su hija.

Aquel muchacho lució sorprendido un momento, alzando las cejas al mismo tiempo que parpadeaba un par de veces seguidas, y llevaba sus manos en jarras a la cadera. Apoyó su peso en una pierna, volviendo a esbozar una media sonrisa, con algo de confusión.

—Jamás te había visto por aquí.

—No suelo venir al consultorio, y mucho menos atender a sus pacientes —Kai se volvió para arreglar los papeles que quedaban sobre la mesa mientras le hablaba—. Pero siéntate, por favor. Dime tu nombre y qué te ha pasado y veré qué puedo hacer por ti.

—Fujimoto Takeshi.

Escuchó el sonido del roce de la tela del dobok cuando él caminó para sentarse en la camilla que había a un costado de la sala, tras lo cual, se quitó la parte superior del uniforme. La pelinegra mientras tanto, buscaba el historial del susodicho, encontrándolo rápidamente y sorprendiéndose al notar que era uno de los más extensos.

Al incorporarse no pudo evitar esbozar un gesto sorprendido y medio apenado por verlo con el torso desnudo. Sin embargo, aquella vergüenza desapareció cuando vio un hematoma en su costado izquierdo, probablemente la razón por la cual estaba en el centro.

— ¿Cómo te hiciste eso? —caminó hasta estar a su lado tras lo cual se inclinó ligeramente para ver bien la herida. Takeshi también se inclinó, hacia la derecha, permitiéndole una mejor visión.

—Tenía entrenamiento de tae kwon do —fue su simple respuesta, mientras Kai palpaba el centro del hematoma—; estábamos en medio de una pelea y mi hermano perdió el equilibrio al dar una patada. No pudo controlarla y me golpeó.

Dejó de tocarlo cuando el Fujimoto soltó un quejido de dolor entre dientes acompañado de un sobresalto, aunque continuó con la tarea de tantear los alrededores más suavemente. Tras unos cuantos minutos, luego de concluir que no se trataba de una contusión, procedió a incorporarse e ir hasta el estante donde su madre tenía las cremas, regresando al poco tiempo con una que untó sobre el área resentida. Acto seguido: buscó papel y lápiz para escribir un par de cosas, mientras le hablaba al mayor:

—No es más que un golpe —aclaró, y se aguantó una risita cuando escucho el suspiro sumamente aliviado de Takeshi—. No lo toques; si duele mucho, toma tiocolchicósido, es un relajante muscular y anti-inflamatorio. El ibuprofeno también funciona. En un par de días estarás bien.

Él asintió y luego de volver a colocarse la parte superior del dobok, se levantó. Emitió un “muchas gracias” seguido de un “buenas tardes”, y se fue. Kai en seguida se volvió al escritorio para agregar la hoja con la historia del muchacho, cuando la puerta sonó de nuevo, dándole a entender que otra persona había entrado.

Debe ser su hermano, dijo que estaba entrenando con él, ¿no?

Pero de todos modos se sorprendió cuando alzó la mirada y vio de nuevo a Takeshi. Estaba de pie, apoyado sobre la pierna izquierda, y haciendo muecas de dolor cuando intentaba apoyar su peso en la derecha. Shibata frunció un poco el ceño con confusión.

— ¿Fujimoto-san? —el susodicho alzó la vista ni bien escuchó su apellido, haciendo una mueca de desconcierto al verla.

Kai lo analizó. Sí, eran casi iguales, pero esta persona era ligeramente menos corpulenta, y tenía un pie lesionado; aunque estuviera de pie, sin moverse, cuando trató de dar un paso al frente, lo notó. Ladeó un poco la cabeza con curiosidad, esbozando una pequeña sonrisa.

— ¿Gemelos?

Él se encogió de hombros y asintió un par de veces, sonrojándose de forma imperceptible. La morena le hizo un ademán para que se sentara en la camilla, cosa que él hizo con un poco de dificultad.

Kai se acercó y se arrodilló frente a él, quitándole el zapato con delicadeza, tras lo cual comenzó a palpar un poco con una mano, mientras con la otra inmovilizba el pie.

—Entonces tú eres el hermano que perdió el equilibrio —dijo más para sí misma, aunque rió al escuchar el claro “ese soy yo” del contrario—. ¿Cuál es tu nombre?

Dejó de presionar alrededor del tobillo cuando sintió el sobresalto del lesionado, ante el dolor que le provocaba su tacto.

—Fujimoto Kento.

—Bueno, Fujimoto Kento-san —Kai se levantó para buscar de nuevo en el estante, esta vez las cintas de kinesiotape y la tijera. Se arrodilló nuevamente frente al muchacho, cortando los trozos de cinta pertinentes y de la forma requerida para colocarlos alrededor del tobillo—; tienes suerte. Es una torcedura, pero fácilmente pudo haber sido un esguince. Te voy a colocar las cintas, pero necesito que tengas el pie siempre doblado hacia arriba, y que no lo apoyes mucho; no queremos que empeore.

Kento asintió, viendo en silencio mientras la chica le ponía aquellas cintas, que no era la primera vez que usaba. Ambos Fujimoto eran pacientes sumamente recurrentes en el consultorio de la doctora Shibata, y seguro que Hayami no se sorprendería si Kai le contaba que ellos habían llegado.

—No tenía idea de que la doctora Shibata tuviera una asistente —fue la frase que salió de sus labios luego de unos segundos; arrancándole una risita a la morena—. ¿Eres nueva?

—No soy su asistente —repitió lo mismo que anteriormente le hubo dicho a Takeshi—; soy su hija. Hoy ella está ocupada y me pidió que le ayudara.

Kento alzó ambas cejas y asintió, la comprensión brillando en su mirada. Para cuando Kai terminó de ponerle las cintas, él estaba sonriendo.

—Cuando se despeguen, vuelve al consultorio. No camines demasiado y mucho menos entrenes mientras no esté totalmente curado —dijo ella, y se apartó para que el muchacho pudiera levantarse—. Que se mejore pronto, Fujimoto-san.

—Gracias.

Acto seguido, el de cabello claro salió, y Shibata se quedó de nuevo en el consultorio, terminando de arreglar y completar las historias de ambos gemelos.

Su madre regresó media hora después y, justo como lo esperaba, comenzó a reír mientras negaba con la cabeza y musitaba un ligero “esos Fujimoto” al escuchar el relato de parte de Kai.

end of the chapter

Kento y Takeshi Fujimoto no me pertenecen. Sus respectivos créditos a SpaceMoth, su creadora.

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