e p i l o g u e

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El día estaba fresco y brillante, justo como Kise a su lado, fresco y brillante.

Desvió la mirada hasta sus manos con dedos entrelazados, lo que hizo que se sonrojara un poco. Aún no se acostumbraba del todo a esa situación.

— ¿Kaicchi? —llamó el rubio, deteniéndose frente a una tienda que les quedaba de camino a la escuela. La morena lo miró, dando a entender que tenía su atención—. ¿Te molesta si entramos? Quiero comprar un bollo, tengo un poco de hambre.

— ¿Hambre? Pero desayunamos en mi casa...

Ryota se frotó la nuca y le sacó la lengua de forma pícara.

— ¡Vuelvo enseguida!

No le dio tiempo a contestar, pues ya estaba dentro de la tienda, y ella no tuvo otra opción que quedarse a las afueras, con un suspiro de resignación.

Miró sus manos, un poco extrañada por el repentino frío que tenía en la izquierda, la que Kise estuvo sosteniendo segundos antes de irse.

—Kaicchi, sé que no es el mejor momento, ni lugar, pero ya no lo soporto más.

El camerino había quedado en completo silencio, todo porque los curiosos de kaijo estaban completamente inmersos en lo que estaba pasando entre el modelo y la encargada de lo primeros auxilios.

—Sé mi novia.

Hubo un tenso momento de silencio, que se rompió por los sonoros aplausos cuando ella dijo que sí.

— ¡Por fin! —gritaban algunos, como Kobori o Hayakawa. Kasamatsu suspiraba, como si le hubieran quitado un peso de encima.

Moriyama era otra historia. Chillaba derramando lágrimas de tristeza y despecho.

Kise volvió a darle un beso a Kai, provocando que se sonrojara hasta las orejas, lo que le hizo sonreír al rubio. La tomó de las mejillas de la forma más delicada que pudo, apartando el cabello que caía por su frente y dándole otro beso ahí.

—Siempre te voy a cuidar.

Ella no tenía ninguna duda de eso.

Sintió el calor en su cara y sus orejas al rememorarlo, sin poder esconder la suave sonrisa de felicidad que se extendía por su rostro cuando pensaba en ese momento.

Kise no tardó en salir de la tienda, tal y como dijo, sonriendo de vuelta al ver el precioso rostro sonrojado de su novia.

... Qué bien se sentía poder pensar en ella de esa forma, finalmente.

—Kaicchi, estoy de vuelta —llamó su atención, obteniendo un suave respingo—. ¿Te asusté? Lo siento.

—No, está bien —le restó importancia mientras reanudaban su caminata.

Kise rebuscó en la bolsa que traía y sacó una más pequeña, transparente, con trocitos pequeñitos de chocolate oscuro en ella.

—Sé que a Kaicchi le gustan las gotas de chocolate amargo, así que te traje un poco —inquirió, dándole el regalo. Kai sonrió y sus ojos brillaron mientras lo tomaba.

—Gracias —no expresaba mucho en la voz, pero Kise sabía bien que aquel brillo en los ojos era lo que realmente demostraba su felicidad.

No tardó en abrirlos y comenzar a comer, al mismo tiempo que él comía su bollo.

Pocos minutos pasaron hasta que llegaron a kaijo, donde Ryota la acompañó gran parte del camino, pues su salones quedaban realmente cerca. Antes de separarse, el rubio la tomó nuevamente de la mano y la jaló hacia él, haciendo un puchero.

— ¿Qué pasa? —preguntó ella, mientras se llevaba otra gota de chocolate a los labios. Entonces, Kise sonrió.

—Yo también quiero probar ese chocolate.

Y antes de que ella pudiera reaccionar, se inclinó para darle un cálido beso, que el rubio disfrutó por el simple hecho de que la boca de ella estaba impregnada con el sabor amargo del chocolate... el cual, a su gusto, se había vuelto el más dulce de todos por estar en contacto con sus labios.

Cuando se alejó, ella estaba roja hasta el cuello y las orejas, algo que le pareció sumamente tierno.

—Me gustan las gotas de chocolate, pero los besos de chocolate son mejores —le guiñó un ojo, y posó un corto beso en su frente—. Nos vemos más tarde, Kaicchi.

—Nos vemos...

No, aún no se acostumbraba.

Pero era la mejor situación en la que se había encontrado con alguien jamás.









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