bad habbit

Kai no se esperaba en absoluto que alguno de los muchachos del club de básquet siguiera en la escuela para cuando ella terminara sus propias actividades en los clubes, y sin embargo ahí estaba: Kise Ryota saludándola alegremente desde la entrada de la preparatoria, con esa sonrisa tan deslumbrante que casi la cegaba.

No entendía, no entendía por qué estaba ahí, por qué la buscaba, por qué la miraba tanto pensando que ella no lo notaba. No lo entendía.

— ¿Kise-kun? —la confusión en su rostro era evidente. Por un momento pensó que estaría saludando a alguien más que no fuera ella pero fue él mismo quien se le acercó.

— ¡Shibata-san, hola!

—Hola... de nuevo. ¿Qué haces aquí todavía? —Kise hizo un puchero al ver su ceño fruncido.

—Shibata-san, ¡eres mala! ¿No te alegras de verme?

—No es eso —alzó una ceja—. Pensé que te habías ido a casa. De todas formas, no deberías estar aquí, tienes que descansar, tu pie...

—Es precisamente por eso que te esperé hasta ahora —la interrumpió, rascándose la nuca con una tonta sonrisa—. Olvidé el nombre del medicamento que me diste para el dolor.

Mentira.

Era una mentira tan descarada que Kise se sorprendía de que ella no hubiera dudado. Simplemente quería mirarla más tiempo, hablar más con ella, porque le había gustado mucho la conversación que tuvieron más temprano. Kai alzó ambas cejas de forma escéptica, y el rubio rezó a todos los dioses para que no lo descubriera.

—Acetaminofén. Hay muchas pastillas que tienen ese componente, la mayoría puede servirte.

Kai comenzó a caminar fuera de la escuela, guardando el libro que traía entre manos en su bolso. Kise la siguió unos pasos más atrás, con un aura tan alegre que parecía brillar como una estrellita.

— ¿Puedo acompañarte a casa?

La muchacha se detuvo en seco, causando que él se chocara contra su espalda, por lo que ella perdió el equilibrio y casi se va de boca contra el suelo. De no ser por Ryota que reaccionó a tiempo para pasarle un brazo por la cintura y ponerla de nuevo estable en el suelo, Kai habría acabado con un par de rodillas raspadas.

— ¿Estás bien? —Shibata asintió vagamente, retirando el brazo que rodeaba su cintura y alejándose del chico rápidamente.

—L-lo siento.

—No pasa nada, ¿seguro que estás bien?

—Sí —dio un muy profundo suspiro, cerrando los ojos por un segundo. Al abrirlos, Kise estaba ahí, cómo no, con una sonrisa de oreja a oreja.

—Te acompañaré, no quiero que te pase nada en el camino. Hoy Shibata-san parece más distraída de lo normal.

—Realmente no es necesario.

—Quiero hacerlo.

Kai se mordió los labios, aguantando las ganas de gritarle ahí mismo, de verdad, ¿cuál era su problema? ¿Por qué la insistencia? Había cientos de chicas desesperadas por algo de su atención en la preparatoria, y él tenía que perseguirla a ella, que de verdad no estaba nada interesada en su persona. Era demasiado irónico, y llegaría a parecerle hasta hilarante si no fuera porque su paciencia estaba empezando a acabarse.

—Me gusta pasar tiempo con Shibata-san.

Y esa era la gota que rebosó el vaso.

— ¿Qué pasa contigo? —gruñó—. Juro que eres la única persona que conozco que quiere pasar tiempo con alguien que vive huyendo de él, teniendo un montón de fans desesperadas detrás de sus pasos.

— ¡Así que sí huías de mí! —exclamó el rubio, como si eso fuera realmente lo importante justo en ese momento—. Siempre supe que eso del ruido era una excusa solamente —y de verdad no comprendía por qué rayos tenía esa sonrisa brillante como tatuada en el rostro.

— ¡Kise!

Para Kise, que casi llegaba al metro noventa y le sacaba casi treinta centímetros de diferencia a Kai, esa imagen de ella enojada, gruñendo entre dientes, con el ceño fruncido y el mentón alzado para encararlo, era una imagen demasiado tierna. Rió bajito y posó una mano sobre su cabeza, despeinando un poco el ya de por sí enredado cabello de ella, quien se removió inquieta.

—Eres diferente a ellas, Shibata-san —su respuesta desconcertó a la menor—. Casi podría adivinar la forma de ser de esas chicas: la mayoría de ellas son vacías y se preocupan más si se les rompió una uña o si no tienen el último accesorio a la moda. Y a ti esas cosas te tienen sin cuidado, prefieres dedicarte a lo que te gusta, aunque te molesten por tener la nariz siempre metida en un libro, o por ser una persona solitaria. No te importa lo que piensen los demás, no eres conformista.

Kai resopló, dándose media vuelta para continuar caminando, siendo seguida inmediatamente por el rubio, pero esta vez no protestó por su compañía.

—Voy a pasar por alto el comentario de la nariz siempre metida en un libro solamente porque ese fue el monólogo más cursi que me han dicho jamás.

Kise se carcajeó, con un sonrojo coloreándole las mejillas irremediablemente. Y a pesar de que no la veía directo a la cara, pudo notar perfectamente el sonrojo de Kai, porque desde donde estaba podía apreciar fácilmente el color rojizo que habían adoptado sus orejas.

• • • ● • • •

Al día siguiente, Kai llegaba con un par de audífonos puestos y leyendo, para variar. Por lo que no fue muy extraño cuando se chocó con Ryota entrando a la escuela. Aunque no fue un choque de frente, más bien fueron sus hombros dándose un leve golpe; la chica de inmediato dio un sobresalto y se quitó los audífonos de un jalón, aunque cuando vio el destello dorado del cabello del modelo, suspiró.

—Buenos días para ti también, Shibata-san.

—Buenos días.

No cruzaron más palabras en todo el camino hasta las aulas, a pesar de que Kise la acompañó y luego siguió hasta la suya, despeinando un poco su cabello como despedida cuando llegó a la puerta de su salón. De verdad no quería acostumbrarse a eso, a chocarse con él la mayoría de las veces, a que casi siempre estuviera revoloteando a su alrededor, no quería acostumbrarse a su presencia.

Y le convenía no hacerlo, porque ahí estaban, las miradas asesinas de sus fans que definitivamente no estaba dispuesta a soportar ni por la recompensa más valiosa del planeta. No quería ganarse el odio de personas tan terroríficas como lo eran las fans de Kise, pero por ese camino iba si no se alejaba del rubio pronto. Y por lo que parecía, eso era misión imposible... Kise siempre estaba cerca. No necesariamente a su lado, pero cerca, lo suficiente como para que ella se diera cuenta, aunque nunca lo hiciera notar.

Pero definitivamente el colmo fue esa tarde del jueves, cuando Ryota se apareció en su salón con su típica sonrisa deslumbrante, alegando que irían juntos al gimnasio. Sí, porque no le estaba pidiendo permiso; se lo estaba imponiendo.

—De verdad no lo entiendo —Kai musitó, aunque no lo suficientemente bajo como para que él no la escuchara.

— ¿Entender qué?

—A ti.

—No hay nada que entender —se encogió de hombros—. Ya te lo dije: me gusta pasar tiempo con Shibata-san.

Kai no dijo nada al respecto. Soltó un suspiro y desvió la mirada, aunque al llegar a las puertas del gimnasio, un pensamiento fugaz pasó por su mente.

— ¡Oye! Tú no puedes jugar aún, ¿por qué has venido al gimnasio?

— ¿Es necesario que te responda? —Kise alzó una ceja—. En los clubes también hay que cumplir asistencias.

Respiró profundo con esa respuesta, aunque el muchacho sonrió con malicia. Ambos sabían que aquella no era la verdadera razón, pero era más fácil fingir que sí lo era.

Durante todo el entrenamiento Kise y Kai se mantuvieron sentados observando, ella en silencio, él haciendo comentarios sobre cada cosa que veía. Lo peculiar en el asunto fue que la chica no sacó ningún libro en ningún momento, y eso para el jugador fue un gran avance, de alguna manera. Al terminar, Kasamatsu arremetió contra Kise (como cosa rara) y Shibata aprovechó aquello para escabullirse entre todos.

Finalmente, ese día se fue sola a casa.

end of the chapter

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