033.

a d v e r t e n c i a: leéis bajo vuestra responsabilidad

La temperatura había aumentado considerablemente en la habitación y ambos estábamos jadeando, a pesar de que aún seguíamos vestidos y solo nos tocábamos por encima de la ropa —desesperados como si lleváramos años sin vernos— y Jesse me susurraba cosas muy explícitas al oído sobre todo lo que tenía pensado en hacerme en cuestión de minutos.

El hecho de que no pudiera mantener sus manos alejadas de mí era algo que me llevaba al límite. Sabía que internamente luchaba contra el deseo y la atracción que sentía por mí, pero cuando estábamos el uno cerca del otro no nos podíamos controlar.

Jesse besaba y mordía mi cuello haciéndome arquear mi cuerpo bajo el suyo, mientras que yo, con la cabeza hacia atrás y la mirada fija en el techo, intentaba sacarle a tirones la camiseta de los pantalones para poder tocarlo en condiciones. Odiaba la tela que nos separaba y a él parecía pasarle igual.

Impaciente, sujetó mis muñecas con una mano y con la otra empujaba mi camiseta hasta que mi pecho quedó a su vista. Tumbada allí en la cama mientras lo miraba, sentía que mi cuerpo ardía.

Era puro deseo.

Deseaba volver a sentirlo dentro de mí, sobre mí, el calor de su piel. Todo.

Sentía su aliento sobre mí, muy cerca y yo cada vez jadeaba más por aire. Hasta que al fin empezó a repartir besos, burlándose de mí y de mi necesidad por él. Me retorcía, muriéndome por tocarlo entero y no dejar un solo rincón sin explorar.

Me erizaba la piel con sus caricias.

Estaba húmeda y necesitaba que me tocara más. Más firmemente.

Le hice hueco entre mis piernas y acuné sus caderas contra las mías. A pesar de que llevaba los pantalones aún puestos, empecé un vaivén que se sentía perfecto. Tal vez él controlaba mis manos, pero sobre nuestras caderas mandaba yo.

Él gemía contra mis pechos mientras que con la lengua torturaba mis pezones, haciendo que me retorciera más contra él y su ya pronunciada erección.

Yo no podía parar de jadear y gemir mientras luchaba por librarme del agarre de su mano. Quería tocarlo, tirarle del pelo y arañarle los brazos y la espalda.

Entonces como si hubiera escuchado mi ruego silencioso, se pone de rodillas aún entre mis piernas, se saca la camiseta y se desabrocha el cinturón, casi a punto de bajarse los pantalones por fin.

Los pantalones de deporte que yo vestía momentos antes habían desaparecido, descansando en el otro lado de la cama, dejándome en bragas.

—Te echaba de menos, preciosa —gruñó una vez que volvía a atacar mi piel con sus dientes y lengua. Esta vez tuve libertad suficiente para agarrar su pelo y pasar mis manos por toda su espalda y brazos. Se volvió a colocar entre mis piernas y esta vez fue él el que inició el vaivén de caderas que nos tenía casi viendo las estrellas, a pesar de que no era suficiente.

La humedad de mis bragas empezaba a calar la tela de sus calzoncillos y siseó apenas notó lo mojada que estaba, agarrándome de las caderas y empujándome más contra su eje erguido y duro.

Desesperada, tanteé con mis manos hasta que di con el elástico que tapaba todo su esplendor. Quería verlo y tocarlo.

Me ayudó a bajarlo lo justo como para liberar su miembro y ambos suspiramos cuando, después de que sacara mis bragas por solo una pierna dejando libertad de movimiento suficiente, descansó su pene en mi vagina. El mero roce de piel con piel era ya placentero de por sí y no parecíamos cansarnos el uno del otro. Cada vez era como una experiencia nueva.

Estaba chorreando, y cuando apenas se movió, empujando suavemente mi clítoris, creía que moriría allí. Un gemido ahogado se me escapó de los labios mientras miraba abajo, igual que él.

De repente, levantó la cabeza haciendo que sus rizos me chocaran en la frente mientras que empezó un ritmo lento, pero firme, recorriendo con toda su longitud mi entrada, empapándose de mí e intentando mantener una respiración apaciguada.

Se apoyó en un codo y con la otra mano levantó mi barbilla para besarme.

Imité su postura y me apoyé en ambos codos para poder tener mejores vistas sobre lo que pasaba en la zona sur de nuestros cuerpos. Pero yo quería más, y sabía que él estaba esperando a que se lo pidiera.

La tentación fue más y, sin poder controlarme, una mano furtiva —la mía— fue hacia donde nuestros cuerpos se unían y pasé la palma de la mano por la virilidad de Jesse mientras que él seguía moviéndose sobre mí de arriba a abajo. Con la mano apretaba hacia abajo para que ambos sintiéramos más, y él escondió su rostro en un lado de mi cuello mientras gemía y dejaba rastros de besos húmedos que solo me encendían más.

No pudiendo aguantar más, le empujé para que se tumbara y obedeció mi orden silenciosa y me sentí poderosa al verlo bajo mi merced.

Ahora me tocaba a mí hacerle perder el control.

Colocándome entre sus piernas, sentada en mis rodillas, acaricié su pecho y lo intercalaba con unos cuantos arañazos en sus pectorales y estómago. Él se mordía el labio y siseaba de placer, no sabiendo qué esperar. Y eso era lo que hacía todo esto mucho más excitante.

Lo miré fijamente y, sonriéndole inocentemente, empecé a bajar mi rostro hasta que quedé a escasos centímetros de su miembro, viéndolo cómo se tensaba como si tuviera vida propia.

Apoyé mi lengua sobre la base, no rompiendo el contacto visual, y subí despacio viendo cómo Jesse no podía aguantar el placer y echó la cabeza hacia atrás, mientras que su mano se afianzó en mi pelo y me empujaba para que no se me ocurriera alejarme de allí. No pensaba hacerlo.

Esto era algo que me encantaba hacer. Los hombres pensaban que controlaban la situación de esta manera, pero no funcionaba así.

Lentamente la introduje entera en mi boca, intentando no ahogarme mientras que relajaba la mandíbula.

Mientras que la tenía dentro de mi boca, con una mano empecé a masajear los testículos y sentí de nuevo cómo se tensó su miembro. No quería que se corriera todavía.

—N-nena, me estás m-matando —me dijo mientras me tiraba aún más del pelo.

Yo le guiñé un ojo y continué con lo que quería hacer. Debería saber que no iba a parar.

Saqué unos cuantos centímetros de mi boca para poder tener más libertad de movimiento con la lengua, y, antes de que pudiera rechistar o apartarme, dejé sus testículos para rodear el pene con mi mano mientras que con la lengua rodeaba en círculos la punta.

Eso lo desquició y gritó. Todo su cuerpo se tensó y me tiró del pelo echándome la cabeza hacia atrás para apartarme.

Se escapó de mi boca con un 'pop' y no pude evitar sonreír. Le había hecho perder la cabeza en cuestión de segundos.

Esta vez parecía mucho más excitado que otras veces, como si eso fuera posible, y agresivo.

Aún sujetándome del pelo firmemente, se irguió para darme un beso profundo y desesperado. Me daba azotes en el trasero con su otra mano sin dejar de besarme y gruñir como un animal salvaje, volviendo a cambiarnos de posición.

En cuestión de segundos me encontré a cuatro patas mirando casi al techo porque Jesse no me soltaba del pelo, en el límite entre el dolor y el placer, que lo intensificaban todo.

Seguía dándome azotes que alternaba con pasar sus uñas por mi espalda, haciéndome arquear y retorcerme constantemente.

—Esta noche quiero follarme tu precioso culo —anunció. Yo me tensé. Eso era algo que nunca me había atrevido a probar y el hecho de que lo dijera tan convencido me tenía en una cuerda floja. Por una parte, quería hacerlo, porque sabía que Jesse era un hombre con experiencia y que sabría qué hacer y dónde tocar. Pero, por otra parte, no estaba segura de si podría hacerlo.

Él pareció darse cuenta de mis dudas y me empezó a distraer cuando pasó sus dedos por mi clítoris y empezó a frotar su dedo de arriba a abajo haciendo que mis brazos flaquearan y dejara caer mi cabeza sobre la almohada, cuando soltó mi pelo, que ahogaba mis gemidos y mis murmullos sin sentido.

Allí, a merced de Jesse, no opuse resistencia cuando quiso separar más mis piernas abriéndome más para él y lo sentí introducirse dentro de mí brevemente antes de volver a salir y jugar con sus dedos sobre mí.

Me estaba entregando completamente a él. Ni siquiera podía abrir los ojos. Sólo sentía.

Volvió a introducirse dentro de mí hasta la mitad, pero yo ya me sentía completamente llena. Noté algo suave y fresco bajo mi estómago y me di cuenta al abrir los ojos de que era una almohada. Esto sería mucho más intenso.

Mi sexo estaba abierto para él, esperando su vaivén. Él no tardó en responder y empezó a llenarme de placer sin más presión de la necesaria. La conocida sensación no tardó en hacerse notar y entonces salió de mí.

No me dio tiempo a protestar porque pronto tenía sus dedos sobre mi clítoris de nuevo, haciéndome temblar, y lo sentí rodear mi ano con la punta de su miembro.

El cúmulo de sensaciones no me dejaba tiempo para ponerme nerviosa y lo dejé hacer. Me limité a sentir y eso pareció satisfacerle, porque a los pocos segundos de notar la tensión y presión en mi bajo estómago, sabiendo lo que eso significaba, no se detuvo y siguió hasta que la sensación me inundó entera y tuve un orgasmo con solo el tacto de sus dedos.

Sin embargo, no paró. Sus dedos seguían mimando mi entumecido e hinchado clítoris y, una vez más, lo sentí empujar en mi ano. Hasta que al fin pudo entrar entero y se quedó quieto allí.

Yo tenía la boca abierta por la sensación tan intensa de ser estrechada. Él se reclinó con cuidado sobre mi espalda susurrándome cosas, mientras que con la mano que minutos antes frotaba mi terminación nerviosa, ahora estaba en mi entrada recogiendo mis flujos y repartiéndola por todo mi clítoris y alrededores, proporcionándome más placer y acariciaba suavemente.

—Jesse —gemí, no controlando mi respiración—, no puedo más, por favor.

Él me besaba la mejilla y la frente mientras seguía allí encima y dentro de mí, quieto.

—Sí que puedes, preciosa —me respondió él en un susurro—. No sabes lo bien que te sientes —seguía diciendo casi sin respiración también.

A pesar de que la sensación seguía siendo abrumadora, era soportable. Me atreví a balancear mis caderas ligeramente y escuché a Jesse de sisear y agarrar rápidamente mis caderas para que no me moviera. Eso se sintió bien.

Volví a hacerlo cuando él ya se había confiado y esta vez, sin yo esperarlo, se corrió dando un grito de puro animal salvaje.

Él me azotó cuando su orgasmo terminó.

—Eres una zorra —volvió a azotarme—, pero me encanta. Y sé que a ti también.

Entonces se apartó de mí y me di cuenta de lo mucho que flaqueaban mis piernas de estar en pura tensión por la posición. Dejé caer mi peso y me quedé allí sintiendo cómo el esperma de Jesse salía de mi trasero. Pero no tenía fuerzas para moverme. Esto había sido mucho más intenso —y mejor debía admitir— que otras veces. Y lo último que recordaba era pensar que no se quedaría en una única vez.

No sabía con exactitud cuánto tiempo había estado dormida, pero cuando me desperté estaba Jesse sobre mí acariciándome la mejilla. Cuando se dio cuenta de que abrí los ojos, me dio un beso en la frente.

—No he querido dejar que te duermas porque quiero limpiarte para que no te duela después —me explicó—. Ven conmigo.

Cogiendo mi mano y tirando de mí, hice una mueca de dolor que no pasó desapercibida para él. Le negué con la cabeza para que entendiera que no podía ni quería moverme.

Pero no me hizo caso. En cambio, pasó una mano por mi espalda y la otra por debajo de mis rodillas levantándome a pulso y llevándome al cuarto de baño.

La bañera estaba llena de agua y supuse que habría sido él. Tanto Jesse como yo seguíamos desnudos y no me dio pudor alguno. No tendría sentido después de lo que acabábamos de hacer y todo lo que habíamos hecho. De todas formas, también estaba muy cansada para quejarme de algo en caso de que lo quisiera hacer.

Me metió a mi primero en el agua, que estaba bastante caliente y silenciosamente se lo agradecí dejando escapar un suspiro que me relajó. Después se introdujo él, sentándose detrás de mí y rodeándome con sus piernas.

Sin importarme si me mojaba el pelo o no, apoyé mi cabeza en su pecho y nos quedamos allí desnudos, relajados, mientras que él me abrazaba desde atrás.

Cerré los ojos, concentrada en el sosiego y la paz que su presencia me brindaba.

—Te echaré de menos, preciosa —me susurró mientras me echaba agua con su mano lentamente.

Yo había sido lo suficientemente estúpida como para enamorarme de un hombre que estaba totalmente fuera de mi alcance y darme cuenta justo en ese momento. Lo que me dejó peor sabor de boca fue saber que él se iría en cuestión de días de la ciudad y que, probablemente, no supiera de él nunca más. Él reharía su vida con alguien más, alguien que fuera capaz de olvidar su pasado.

Pero ese alguien no sería yo.

En silencio, me limité a disfrutar de las cortas horas que me quedaban junto a Jesse.

El recuerdo sería lo único que me quedaría de él, de todas formas.

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